02. Capital industrial y capital financiero
Pero el sistema capitalista no solo
consiste en esto. También se vale del capitalismo
financiero o bancario, cuyo negocio consiste en ofrecer dinero a
préstamo por determinado lapso de tiempo,
bajo la condición de devolverlo a su vencimiento más una tasa de interés, de la cual medran los bancos y sus gestores
bajo condiciones normales. Pero si como es cierto que el crédito en dinero está
sujeto a la interacción de la oferta y la demanda, estamos en presencia de una
mercancía más: el dinero
prestable o a crédito. Y ya sabemos que toda mercancía es una unidad
contradictoria de valor de uso y valor de cambio. Por tanto, la compraventa de
mercancías implica que el ofertante reclama para sí su precio —o valor de
cambio— y el demandante su uso. Dada esta dinámica cabe preguntarse: ¿Cuál es
el precio del crédito en dinero prestable? La tasa de interés que lo
incrementa. ¿Qué se propone hacer el burgués demandante de dinero? Usarlo productivamente ¿En qué consiste
el uso productivo del dinero en la sociedad
capitalista? En el proceso que convierte esa masa de dinero prestado, en más dinero bajo la forma de
plusvalor. ¿Cómo? explotando trabajo ajeno.
¿Y qué pretenden los banqueros que ofrecen dinero a crédito? Acumular más
dinero capitalizando la tasa de interés.
Esto significa que la tasa de interés
bancario funge como una detracción de la ganancia generada por el capital industrial. Por lo
tanto, el caldo de cultivo en el que se acumula capital-dinero por mediación de
los bancos, es el crédito dinerario donde opera la dialéctica entre dos
categorías económico-sociales encarnadas en el prestamista y el prestatario, donde
ambos interactúan ofreciendo y demandando dinero. De esto se desprende que, en
la dialéctica financiera del mercado de dinero, el ofertante o prestamista de
fondos líquidos y el demandante o prestatario, se enfrentan realmente como
personas jurídicamente iguales ante la Ley, cada cual propietario de un
patrimonio disponible para inversión, donde ambos desempeñan papeles económicos
diferentes en el proceso de reproducción de la vida social bajo el capitalismo:
el banquero presta dinero capitalizando la tasa de interés a término, mientras
que el capitalista industrial lo emplea de forma productiva explotando trabajo
ajeno, para convertirlo en más capital a instancias de la producción de
plusvalor en la esfera de la industria.
Así las cosas, para el capitalista
productivo —que opera a instancias del dinero prestado por los bancos—, la ganancia bruta que obtiene explotando
trabajo ajeno se descompone en dos partes: el interés que debe pagarle al
prestamista y el excedente por encima de ese importe que constituye su propia
participación en la ganancia global
a instancias de la Tasa de Ganancia Media, según la masa de capital con que
participa en el común negocio de explotar trabajo ajeno. Dicho con más
precisión, el producto específico real del capital es el plusvalor. Pero para
el capitalista industrial o productivo que opera con capital-dinero ajeno prestado, su ganancia no resulta solo
de restar el precio de costo industrial al precio de producción de sus mercancías
vendidas, sino que, además, debe deducir la tasa de interés o precio de costo
adicional por el uso del dinero ajeno tomado a préstamo, si hacemos abstracción
del pago de impuestos al Estado. Esta sería, pues su ganancia neta.
De aquí
se infiere que, aun cuando el interés
del dinero prestado por los bancos es una categoría económica históricamente
anterior a la aparición del capitalismo, la ganancia industrial capitalista es
el presupuesto lógico del interés para los fines de acumular capital bancario. Es
decir, para que el interés de los préstamos bancarios sume más dinero del que se
prestó, es imprescindible que
ese dinero prestado en manos del prestatario
capitalista productivo, se convierta en capital real incrementado a
instancias del trabajo explotado de sus asalariados. De lo contrario el interés
bancario no se concreta:
<<El capital (bancario) que
devenga interés (a consecuencia de un crédito concedido a quién lo peticiona convertido
en deudor), sólo se consolida como tal en la medida en que el dinero
prestado realmente se transforma en capital (productivo) que genera
un excedente (bajo la forma de plusvalor) del cual el
interés constituye una parte (que el capitalista industrial deudor debe
deducir de ese excedente y entregarlo al banquero)>>.
(K. Marx: “El Capital” Libro III Cap.
XXIII Ed. Siglo XXI/1977 Pp. 487. El subrayado y lo entre paréntesis nuestros: GPM).
Ahora bien, bajo condiciones normales de expansión
económica, la más habitual forma de crédito concedido por los bancos a sus
clientes, consiste en adelantarles el importe de las deudas pendientes
contraídas a plazo fijo con ellos por terceras personas, antes de su vencimiento, mediante la llamada “letra de cambio”, un
documento en el que normalmente intervienen
tres personas jurídicas: 1) el llamado “girador” que lo redacta y firma, 2) el
“girado” que al firmarlo reconoce adeudar al girador un determinado importe, dejando
escrito su domicilio de pago y 3) el “beneficiario” de primera instancia, quien
tendrá la facultad de ejecutar su cobro al día del vencimiento de la letra, o bien
antes lanzarla a la circulación endosándola a favor de una cuarta persona. Supongamos
que un carpintero vende unas puertas a un constructor y ambos pactan que el
pago se haga efectivo a los 90 días desde la entrega de la mercancía. Para
formalizar el pacto, el carpintero
acude a un estanco, compra una letra de cambio y la rellena indicando allí que
el constructor debe pagarle esa cantidad a un plazo de 90 días.
Firma la letra y se la lleva al constructor para que la acepte con su firma
reconociendo la deuda. Y si el carpintero necesita el dinero inmediatamente para
la compra de madera, puede acudir a su banco para que le anticipe el dinero
antes del vencimiento —descontándole la tasa de interés y el servicio de
gestionar el cobro al deudor—, o bien endosar la letra y entregarla al vendedor
de madera, que así se convertirá en el beneficiario último de la promesa de
pago, salvo que vuelva a endosarla en favor de otra persona:
:<<Las letras de cambio son, indiscutiblemente, medios de
circulación [currency] independientes
del dinero (fiduciario)
puesto que su propiedad puede
transferirse de unos a otros por medio del endoso” (p. 92 [93]). “Puede
suponerse por término medio que cada letra de cambio circulante lleva dos
endosos y salda, por tanto, antes de su vencimiento, dos pagos. Por donde puede
concluirse que, solamente mediante el endoso, las letras de cambio operaron en
1839 una transferencia de propiedad por valor de dos veces 528 millones, o sea,
1.056 millones de libras esterlinas, más de tres millones de libras
diariamente. Es evidente, pues, que las letras de cambio y los depósitos
bancarios, mediante la transferencia de propiedad de mano en mano y sin
recurrir para nada al dinero, realizan funciones de dinero por un volumen
diario de 18 millones de libras esterlinas, por lo menos” (p. 93.)>>. (K. Marx: Op. Cit. Pp. 513, citando a James Whatman
Bosanquet en: “Metaliic, Paper, and
Credit Currency”. Londres, 1842. Lo entre paréntesis nuestro).
¿Qué significa esto? Que la
suplantación del dinero por las letras de cambio —al permitir los bancos a sus
clientes disponer de lo que se les adeuda antes de su vencimiento—, aceleran los intercambios que preceden y
suceden a cada rotación completa de los capitales, acortando el tiempo muerto que
media entre una rotación y la siguiente —que hace a la ampliación de la escala
de la producción—, es decir, entre la compra de más medios de producción y
fuerza de trabajo contratado, y la venta del nuevo producto terminado:
<<Apenas existe ninguna forma bajo la que pueda
desenvolverse el crédito, en que no cumpla las veces de una función de pago: lo
mismo da que esta forma sea la de un billete de banco, una letra de cambio o un
cheque, el proceso es siempre esencialmente el mismo y el resultado
sustancialmente idéntico. John Fullarton: “On the Regulation of
Currencies”, 2° ed., Londres 1845, Pp. 38: “Los billetes de banco son el dinero menudo del
crédito”>> (Citado por K.
Marx en “El Capital”. Libro III Cap. Pp. 51).
Pero tal como ya hemos venido insistiendo en explicar
desde 1998 siguiendo a Marx, según se suceden las rotaciones del capital industrial
invertido y la competencia intercapitalista tiende al desarrollo de la fuerza productiva del trabajo asalariado
contenida en los medios técnicos
de producción —cada vez más eficaces—,
de todo este proceso resulta que el capital global acumulado aumenta
según se reinvierten las ganancias periódicamente, para la obtención de más
ganancias a expensas del trabajo asalariado. Y el caso es que ese desarrollo
exige, que la masa social asalariada empleada aumente en términos absolutos, aunque naturalmente cada vez menos respecto de
dichos medios técnicos. Teniendo en cuenta, además, que cada jornada de labor
no puede exceder las 24 hs. diarias.
De todo este proceso resulta inevitable,
que las ganancias también aumentan pero cada vez menos, según se reduce relativamente la masa salarial
explotada. Hasta llegar a un punto en que las posibilidades de seguir transformando
salario en ganancias dejan de ser rentables, porque no justifican el cada
vez mayor gasto imprescindible en
medios técnicos para producirlas. Tal es el fundamento económico-matemático
de las crisis económicas periódicas
típicas del capitalismo.
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