03. El estrés metabólico derivado de transformar salario en plusvalor

 

         Pero el proceso no se detiene aquí, porque semejante deriva hacia la bancarrota en cada crisis, les induce a forzar el trabajo físico y mental de cada obrero, para que aumente por unidad de tiempo empleado. ¿Cómo? Acelerando el ritmo o cadencia en la sucesión de movimientos mecánicos de la maquinaria, convirtiendo los tiempos muertos entre una operación y otra de cada operario, en trabajo productivo neto y continuo, que ésta es la finalidad de la productividad bajo el capitalismo. O sea, que el esfuerzo de cada operario se intensifica o condensa en un mismo lapso de tiempo, teniendo en cuenta que la mayor productividad de su trabajo, exige que de cada obrero atienda —para poner en movimiento—, a más y mejores medios de producción simultáneamente. Una secuencia de resultados sociales trágicos, que Charles Chaplin inmortalizó parodiándola de modo genialmente mordaz en su película “Tiempos Modernos”

 

         En general, la producción de plusvalor relativo basado exclusivamente en el adelanto tecnológico, consiste en poner al asalariado en condiciones de producir más plusvalor con el mismo gasto de energía vital en el mismo tiempo. Pero dado que este progreso supone un costo creciente con tendencia a incrementarse más de lo que aumenta el plusvalor obtenido con él, la mayor productividad bajo el capitalismo determina la tendencia contrarrestante, a intensificar el trabajo físico del asalariado por unidad de tiempo empleado.

 

         Pues bien, en este punto del proceso de explotación, la mayor intensidad en el esfuerzo —físico y mental— exigido a los asalariados en cada jornada laboral diaria, entra en contradicción lógica con su duración, dando pábulo a la ley según la cual, la eficiencia de la fuerza humana de trabajo, está en razón inversa al tiempo en que opera, de modo que la tendencia de la patronal a extender la jornada de labor, tiene un límite a partir del cual, el esfuerzo adicional que se exige para hacer posible dicha eficiencia, se agota antes de finalizar cada jornada: 

<<Con todo, se comprende fácilmente que en el caso de un trabajo que no se desenvuelve en medio de paroxismos pasajeros, sino con una uniformidad regular, reiterada día tras día, ha de alcanzarse un punto nodal en que la extensión de la jornada laboral y la intensidad del trabajo (con vistas a obtener la mayor productividad con más esfuerzo) se excluyan recíprocamente, de tal modo que la prolongación de la jornada sólo sea compatible con un menor grado de intensidad en el trabajo, y, a la inversa, un grado mayor de intensidad sólo pueda conciliarse con la reducción de la jornada laboral. (K. Marx: "El Capital" Libro I Sección cuarta Cap. XIII)

           

         Pero esta ley no se resuelve como en la física, sino históricamente a instancias de la lucha entre patronos y asalariados.  La contradicción y la consecuente lucha social, explican la evolución de la legislación laboral al respecto, que aparece ante la conciencia de la sociedad como una revelación de las luchas obreras por la reducción de la jornada de labor. Parece, pues, como si tales luchas fueran producto del factor histórico-moral, es decir, de una voluntad política asentada en consideraciones de pura justicia distributiva. Las investigaciones de Marx niegan esta falacia de sentido común, al demostrar que estas luchas están objetivamente determinadas.

 

         En los "Manuscritos de 1861/63” (MEGA II, 3, 6 Pp. l906 citado por E. Mandel en "Marx y El Porvenir del Trabajo Humano" Revista "Inprecor" Nº 50 octubre/1986 Pp.7), Marx llega a la previsora conclusión de que en un punto determinado de la acumulación —y a este punto se llegó posteriormente con el "Fordismo" y el Taylorismo"— se establece una relación inversa entre la intensidad y la extensión de la jornada de labor:

<<Y esto —dice Marx— no es un asunto especulativo. Cuando el hecho se manifiesta hay un medio muy experimental de demostrar esta relación: cuando, por ejemplo, aparece como físicamente imposible para el obrero proporcionar durante doce horas la misma masa de trabajo que efectúa ahora durante diez o diez horas y media. Aquí, la reducción necesaria de la jornada normal o total de trabajo, resulta de una mayor condensación del trabajo, que inclu­ye una mayor intensidad, una mayor tensión nerviosa, pero al mismo tiempo un mayor esfuerzo físico. Con el aumento de los dos factores —velocidad y amplitud (número o masa) de las máquinas— se llega necesariamente a una encrucijada, en la que la intensidad y la extensión del trabajo ya no pueden crecer simultáneamente, porque el aumento de una excluye necesariamente el de la otra...>> (Op. cit. El subrayado nuestro) 

 

Comprobaciones empíricas contemporáneas permiten confirmar este aserto. Mediante un estudio riguroso de las estadísticas comparadas de mortalidad en los EE.UU., Eyers y Sterling, han demostrado que:

         <<...después de la adolescencia, la mortalidad está más relacionada con la orga­nización capitalista de la producción que con la organización médica en los hospitales....Una conclusión general, es que un gran componente de la patología física y muerte del adulto, no deben ser considerados actos de Dios ni de nuestros genes, sino una medida de la tragedia causada por nuestra organización económica y social...>> Stress-Related. “Mortality and Social Organization". En "Salud Panamerica­na" Vol. 8‑l. El subrayado nuestro)

 

            Estos autores consideran al "estrés" como el eslabón entre las "noxas" (daños) sociales y el deterioro biológico del cuerpo humano. Eyers y Sterling definen al "estres" como:

 <<...los cambios que ocurren en un sujeto llamado a responder a una situación externa, para enfrentar a la cual, él no tiene capacidad o está dudoso de tenerla...Ello produce un estado de alerta psicológica y física que se inicia en la conciencia, en el cerebro y pone en tensión el cuerpo…>>. (Op. cit)

 

         Las estadísticas de mortalidad reconocen al "estrés" en el suicidio, el homicidio y los accidentes, así como en enfermedades crónicas como el infarto, la cirrosis, el  cáncer y la hipertensión. [1] Según un informe de CC.OO., los acciden­tes laborales en España aumentaron un 46% en l988, o sea, 326.308 accidentes más que el año anterior. A pesar de la gravedad de los datos, la situación de la salud laboral en España puede ser todavía más trágica: al menos un 30% de los trabajadores de este país, escapan a  las estadísticas oficiales sobre siniestralidad, ya que se trata de trabajos marginales a tiempo parcial. Según CC.OO., "...los que tienen contrato temporal, se accidentan dos veces más que el personal fijo...". [2]

 

         En otras palabras, la tendencia del capital a aumentar la plusvalía relativa, es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas "objetivas" expresado en las máquinas, los sistemas mecánicos, los sistemas semiautomatizados, la automatización en gran escala, los robots, tiene efectos contradictorios sobre el trabajo. Reduce la cualificación, suprime empleos, presiona a la baja los salarios por la presión que ejerce sobre los empleados el aumento del ejército de reserva de parados. Pero simultáneamente, la extensión de la mecanización tiende a aumentar la intensidad del esfuerzo en el trabajo por unidad de tiempo (a la vez físico y psíquico, o al menos uno de los dos), y ejerce, pues, una presión objetiva hacia la reducción de la jornada de trabajo.               

 

         Las distintas formas  de lucha con que el proletariado ha venido desbaratando la "organización científica del trabajo", responden a todas estas "noxas" sociales. Entre ellas el ausentismo, el sabotaje durante el proceso de producción tipificado como "faltas de cuidado", "defectos", "porcentajes crecientes de desperdicios"; actitudes que Benjamín Coriat ha visto como "una resistencia a entrar en la fábrica" y que pueden ser actos voluntarios o resultantes de una fatiga excesiva. (Cfr.: Benjamín Coriat "El Taller y El Cronómetro"  Cap. 8 II Ed. Siglo XXI/82 Pp.124/130.

 

         En suma, la Ley de la Caída Tendencial del Salario Relativo es el contexto en el que Marx encuadra todas las luchas de la clase obrera moderna por la reducción de la jornada de trabajo. Luchas a menudo sordas y aparentemente intrascendentes, pero históricamente revolucionarias. Refiriéndose a ellas en el pasaje de "Salario Precio y Ganancia", Marx dice que:

 <<Si en sus conflictos diarios con el capital (los trabajadores) cediesen cobardemente, se descalificarían para emprender movimientos de mayor envergadura>>. (“Salario, precio y ganancia” Punto 7 en “Obras Escogidas Marx-Engels” Ed. Progreso 1981 Pp.54. Versión digitalizada Pp. 48)

 

         En esta línea de razonamiento, parece quedar recusado el presunto carácter integrador social absoluto del capitalismo, entre patronos y obreros. En este contexto se revela plenamente a la conciencia de esa clase revolucionaria objetiva, lo que muchos “especialistas” todavía consideran imposible descubrir teóri­camente. En efecto, si la tendencia siempre operante es a reducir el tiempo de trabajo necesario equivalente al salario por debajo del promedio social (para aumentar el tiempo equivalente al plusvalor) —y esa es la condición de existencia de la acumulación en el capitalismo—, entonces debemos concluir que la lucha por el salario relativo —que sólo compete a la clase trabajadora como tal— supone, lógicamente, la revelación del proletariado como clase revolucionaria fundamental, que no integra sino que excluye radicalmente a la burguesía.

La síntesis o resolución dialéctica de esta contradicción entre intensidad y extensión del tiempo de trabajo, se está todavía procesando a través de la lucha de clases, donde cada aumento en los ritmos de trabajo determinados por el desarrollo tecnológico, para los fines de arrancar al asalariado más plusvalor en el mismo tiempo mediante la combinación de la velocidad de procesamiento de las maquinas y el mayor número de operaciones que debe ejecutar cada operario simultáneamente (o más recientemente: el número mayor de máquinas semiautomáticas que debe atender al mismo tiempo) es negado por el estrés bajo la forma de enfermedades causadas indirectamente por el sistema —ya mencionadas más arriba—, asociadas con el aumento espectacular en los accidentes de trabajo, pérdidas por errores en la actividad laboral, sabotajes a la producción, ausentismo y huelgas. Según reportó el diario "El País" en su edición del 26/11/02, el coste del estrés en Europa asciende a 21.000 millones de Euros, aunque no aclara qué tipos de daños personales y materiales comprende.

Ante semejante dinámica, esta contradicción presidida por el polo dialéctico burgués, resultante de someter a una mayor intensidad el trabajo de sus asalariados, determinó que, junto a la medida del tiempo de trabajo como "magnitud de extensión", apareciera la medida del "grado de condensación" en el esfuerzo que se exige realizar a cada trabajador por unidad de tiempo, como magnitud de su intensidad, marcando la tendencia a un aumento del trabajo necesario remunerado, en el sentido de que:

<<La hora más intensiva de la jornada laboral de 10 horas, contiene ahora tanto o más trabajo, esto es, fuerza de trabajo gastada, que la hora más porosa de la jornada laboral de 12 horas. Por consiguiente, su producto tiene tanto o más valor que el de 12 horas de esta última jornada, más porosa>> (K. Marx. Op.cit.)

  

 



[1] Ver: "Gaceta Sindical" CC.OO. Nº 57 set/89).

[2] Ibid.