El frenesí por gobernar al Estado capitalista 

 

<<Pasar por encima de las palabras como sobre un felpudo con los pies sucios, en política suele pagarse muy caro. Como esa proposición de Machado al decir que “se hace camino al andar”. Algo que hoy en día sin el GPS de la razón científica, sigue siendo tan equívoco como pasota>>. GPM

                                                                         

01. Introducción

 

         Debemos empezar por decir aquí, que lamentamos tardar ya demasiado en recordar aquél ejemplar y grandioso acto heroico de los comuneros de Paris entre julio y setiembre de 1871, tan pletórico de inteligencia y voluntad política revolucionaria, que todavía inspira el pensamiento y la acción consecuente, de las generaciones que han venido recogiendo aquél testigo en la carrera por superar al capitalismo, para que la humanidad pueda seguir haciendo historia más libremente. Pero ya se sabe que la exigencia de los acontecimientos retiene y obliga.

 

       El pasado día martes 10 de setiembre, remitimos a los habituales interlocutores del GPM nuestra siguiente comunicación:

 

Message du 10/09/14 12:02
De: "gpm" <gpm@nodo50.org>
A: destinatarios-no-revelados:
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Objet: Nueva publicación

       El presente mensaje, es para anunciar una nueva publicación del GPM en:  http://www.nodo50.org/gpm titulada: “Últimos vientos de guerra”.

       Un saludo: GPM.

 

       Allí hemos vuelto una vez más, sobre la definición del capitalismo como la dictadura política de una minoría social, cada vez más irrisoria, ejercida por empresarios privados —grandes, medianos y pequeños— en alianza con políticos profesionales, jueces y fiscales institucionalizados. Todos ellos unidos en torno a la finalidad de garantizar el sagrado principio fundamental de la ganancia, basado en la explotación de trabajo ajeno. Unidos pero al mismo tiempo paradójicamente divididos, en pugna unos con otros por rapiñar una parte alícuota mayor de ese plusvalor.  

 

       Se trata de un excedente respecto del salario, obtenido a instancias de la creciente productividad laboral, que aumenta con cada progreso científico-técnico incorporado a los instrumentos de trabajo —movidos por el proletariado en cada jornada laboral— haciendo así posible a la burguesía usufructuarlo. Un rédito global obtenido en cada país que —por mediación de la oferta y la demanda en el mercado bajo condiciones normales— la competencia intercapitalista se encarga de repartirlo entre los capitalistas, según la masa de capital con que cada fracción empresarial participa en ese común negocio, de medrar a expensas de otros seres humanos. Se trata, pues, de un proceso objetivo, que no depende de la voluntad de nadie en particular, sino de todos los burgueses en general, como personificaciones del sistema. 

 

       Pero bajo tales condiciones, de la misma forma sucede que, a instancias de la productividad, los instrumentos de trabajo —cada vez más eficaces— sustituyan más y más mano de obra, que así su empleo no deja de aumentar, pero naturalmente cada vez menos. Y dado que la ganancia del capital crece a expensas del trabajo asalariado, el decreciente incremento del empleo asalariado respecto de los medios que pone en movimiento, determina que el proceso de explotación y acumulación de capital, se interrumpa periódicamente por falta de rentabilidad suficiente, respecto de lo que cuesta producirla.

      

       Esta “lógica” da pábulo a las crisis económicas de superproducción de capital, durante las cuales la penuria relativa de ganancia agudiza las disputas entre lobbies económicos que, sin solución de continuidad, se trasladan a los partidos políticos de cada país, saltando desde allí a la escena internacional, donde unos países lidian con otros por la misma causa. Trastornos económicos y consecuentes conflictos políticos, que con cada vez más frecuencia la burguesía mundial no ha conseguido superar, si no es mediante guerras entre bloques de países, cada vez más destructivas y genocidas según el progreso del conocimiento científico se va incorporando a los instrumentos bélicos, a instancias de la llamada “economía de guerra”.

 

       Un “progreso” que tras la Segunda Guerra Mundial, ha servido también para que desde mediados del siglo pasado, la burguesía internacional haya podido incluso apelar, muy “pacíficamente”, a la destrucción y muerte masiva de las llamadas guerras telúricas y climáticas —en apariencia bajo la forma de “catástrofes naturales”—, para superar más rápidamente las crisis. Sí. Nosotros no dejaremos de insistir en la verdad, tanto como los capitalistas y sus secuaces desde los aparatos ideológicos del Estado, los medios masivos de comunicación y la industria del entretenimiento, insisten en ocultarla bajo un cúmulo de porquería “cultural” y mentira sistemática.

 

       Aunque no precisamente con las mismas palabras, esto es esencialmente lo que hemos nosotros dejado negro sobre blanco poniendo el punto final a ese trabajo ya publicado, en cuyo último párrafo decimos textualmente:

<<¡¡¡He aquí el cascabel que Marx le puso al gato capitalista!!! Una señal que los intelectuales al servicio de la burguesía se han ocupado de sustituir por otras de diversa índole, para que las mayorías explotadas se confundan y nunca puedan saber dónde está en cada momento, qué hace y hacia dónde realmente va ese animal>>.

 

02. El problema

 

Pues bien, acerca de esto último:     

 

El 10/09/2014 14:55, Octavio Alberola escribió:

       Pero el problema es que, con o sin cascabel, ese "animal" sigue imponiendo el rumbo de la historia y la humanidad sigue avanzando hacia el despeñadero... porque todas las tentativas de domesticarlo desde el poder han contribuido a hacerle ser más "racional" y hegemónico en sus animaladas.

         ¡¡Quizás sea pues cuestión de ponerle otro cascabel!!

Fraternalmente.

 

El 12/09/2014 10:35 el gpm escribió

Señor Alberola:

         Una señal es un signo que indica, por ejemplo, en qué dirección hay que ir para encontrar determinada cosa o evento. Todos podemos ver distintas señales de peligro asociadas a determinados actos o cosas. En ligüística, un signo denota la relación entre significante y significado de las palabras. Y ya se sabe que las palabras apuntan a determinadas realidades en forma de seres animados, relaciones sociales o cosas. El significante de una palabra remite a su significado, a su concepto. Y el concepto de un ser, relación social o cosa, permite saber qué es ese ser, relación social o cosa según su esencia o razón de ser, que determina su comportamiento.   

         Si alguien que ve, lee o escucha una señal, advirtiéndole qué y cómo es verdaderamente determinada realidad, y encima sufre una y otra vez sus consecuencias —como es el caso de las crisis económicas—, pero no hace nada por transformarla, el hecho de que acabe haciendo lo que esa realidad le exige hacer para tal fin, solo es cuestión de tiempo. Tiempo de sufrimiento para el necesario conocimiento de esa realidad, como condición de la acción transformadora consecuente. Y según este orden: 

<<No es la conciencia la que determina la existencia, sino la existencia social lo que determina la conciencia>> (K. Marx-F. Engels 1845: “La Ideología alemana”. Subrayado nuestro).

         Como le hizo decir a su “Martín Fierro” el genio literario de José Hernández: “El tiempo sólo es tardanza de lo que está por venir” El necesario que induce a esforzarse por conocer esa realidad; es decir, comprenderla como condición necesaria para transformarla. Pero una vez recorrido el camino de la experiencia que alumbra ese otro andar en dirección al conocimiento, es este último el que recoge el testigo para completar el trecho restante y ganar la carrera de la libertad, palabra cuyo significado desde Marx, es el acto de conocer cualquier realidad como condición “sine qua non” de transformarla:

<<Una araña ejecuta operaciones que semejan a las manipulaciones del tejedor, y la construcción de los panales de las abejas podría avergonzar, por su perfección, a más de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar su obra, la proyecta en su cerebro>>. (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. V: 1. El proceso de trabajo. Subrayado nuestro)

         Por tanto, si es cierto que la existencia determina históricamente la conciencia y no al revés, no deja der ser menos cierto, como dijera Lenin en su “¿Qué hacer?”, que tampoco puede haber "práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria". O sea, que la teoría científica es la guía de toda práctica efectivamente transformadora.

       Y por último, siguiendo la pauta de lo razonado hasta este punto, decirle que se puede domesticar a los capitalistas obligándoles a dejar de serlo para reciclarse a la condición racional del ser humano genérico. Pero lo que no se puede, es domesticar al capitalismo como sistema de vida, porque es de la misma naturaleza salvaje que cualquier animal de rapiña. Ergo: una vez que ya se sabe lo que es por medio de la ciencia y la experiencia, al capitalismo hay que destruirlo cuanto antes, señor Alberola.

         Un saludo: GPM.

 

El 12/09/2014 11:06, Octavio Alberola escribió:

Efectivamente compañero, "otro cascabel" que el del Poder. 
         ¡Salud y revolución!

 El 12/09/14 a las 12:34 el gpm escribió

Señor Alberola:

       Para que dos o más sujetos con capacidad de pensar puedan ponerse de acuerdo, es condición necesaria que ambas partes comprendan lo que una le dice a la otra y viceversa. Y puede que aun así, no lleguen a coincidir porque piensan distinto, es decir, que discrepan.

         Ud. y nosotros parecemos estar de acuerdo en lo que queremos hacer y para qué. Pero es probable que nosotros no hayamos sabido explicarnos como es debido. En ese caso, debería ser Ud. quien nos dijera qué es lo que no ha comprendido de lo que nosotros le hemos explicado, señor Alberola.

         Le decimos esto con toda sinceridad y deseo de que, efectivamente, Ud. y nosotros coincidamos en las mismas razones acerca de por qué y cómo hacer la revolución. Pero eso hay que comprobarlo.

 

El 12/09/2014 a las 13:06hs., Octavio Alberola escribió:

       Sí "el significante de una palabra remite a su significado", comencemos por compañero y no por "señor"; pues yo no me considero "señor" ni "Señor".

         Dicho esto para que quede claro y podamos comprendernos, para mí la revolución (con r o con R) no es el Gran Día ni el futuro esplendoroso que le seguirá sino el camino (proceso) que los humanos andaremos para ir construyendo un mundo sin explotación ni dominación. Y como debemos aprender del camino ya andando, no es de arriba sino desde abajo que se debe ir construyendo ese mundo. Más claramente: destruyendo el Capital y el Estado que le sirve. Lo que evidentemente no se puede lograr sirviéndolos; pues en eso acaba el pensar que uno se sirve de ellos.

         Fraternalmente.

 

       El 12/09/2014 a las 13:37 el gpm escribió:

       Nosotros consideramos “compañeros” —y en ese término le incluimos a Ud. a partir de ahora—, a quienes acuerdan con la doctrina científica del materialismo histórico. Mientras tanto, cualquier otro no deja de ser un Señor en el sentido coloquial que suele usarse hoy día. Nunca en el sentido del Señor esclavista o feudal, obviamente. Hecha esta aclaración y si a Ud. no le parece mal, de momento damos aquí por cerrado este diálogo.

         Un saludo: GPM.

 

03. La solución científicamente prevista

 

       Al día siguiente, hemos podido leer un artículo firmado por Octavio Alberola, que La Assemblea Autónoma de San Boi de Llobregat” reprodujo en las páginas de su órgano de difusión, donde opina acerca de lo que se propone hacer la flamante y exitosa formación política “Podemos”. Allí nuestro interlocutor no va más allá de la “duda metódica”. Se pregunta una y otra vez, si esa organización que aspira gobernar a España, podrá cumplir con la esperanza que ha despertado en las mayorías ciudadanas españolas. Como si no hubiera suficientes elementos de juicio para resolver esa duda en dirección a la certeza, de que efectivamente no puede. Porque su naturaleza de clase pequeñoburguesa, le impide hacer lo imposible que promete sin romper con el capitalismo.

  

       Una vez que la convicción científica ha dado su veredicto en la conciencia de cualquiera, acerca de por qué razón y cómo transformar la realidad económico-social ya decadente del capitalismo, en otra superior, cualquier proposición política que se aparte de tal pauta de comportamiento revolucionario una sola micra, para seguir coqueteando con esa realidad que es necesario superar, constituye una desviación oportunista. Esto es lo que es y se dispone a repetir “Podemos” en España, siguiendo la misma estela dejada por la Socialdemocracia desde los tiempos de Ferdinand Lassalle. Ni más ni menos que como las demás organizaciones que se propusieron seguir por ahí, tratando de humanizar el capitalismo en diversas partes del Mundo. Ésta certeza es lo que falta en el artículo de Octavio Alberola.

 

       En nuestro trabajo que publicamos el pasado julio titulado: “Podemos” y el cuento de la “demanda agregada”, así como en el más reciente de agosto: “Ya está bien de tanta falsedad ideológica convencional”, hicimos la previsión acerca de los límites inevitables que a sí misma se ha impuesto en  su incipiente recorrido esta formación política, para lo que sólo basta verla cómo se aferra a la tradición del pensamiento económico de Keynes, por completo de espaldas al socialismo revolucionario y sólo de cara a la ya remanida perspectiva reformista, engañosamente “humanitaria”, común a la prédica de la izquierda sistémica burguesa. Una concepción de la práctica política, cuyos verdaderos propósitos no difieren ni un palmo de la derecha liberal, por ser ambos polos dialecticos dos partes constitutivas de una idéntica naturaleza social, de la cual no puede sino resultar más de lo mismo. Y a propósito de tal necesaria certeza rupturista con la intelectualidad política al estilo de “Podemos”, en el último apartado de ese trabajo a modo de conclusión decimos lo siguiente:

       <<Sí. Además de explotarnos, la burguesía nos ha venido mintiendo y sigue haciéndolo miserablemente merced a ideólogos de la economía política ad hoc, desde los tiempos de la escuela  subjetivista y austríaca, hasta los neokeynesianos de hoy día. ¿Será porque como en el tango, nuestro corazón “una mentira pide para calmar su angustioso llamado”? Puede ser. Porque de lo contrario, resultaría impúdico ver a jóvenes profesores de universidad, como Pablo Iglesias, aspirando según parece con honrada intención, a que su pujante grupo político “alternativo” al bipartidismo tradicional, llegue a gobernar España con su receta milagrosa de la  “demanda agregada” Keynesiana, a cargo de los presupuestos estatales de países en práctica quiebra financiera técnica. Porque en esto ha venido insistiendo, una y otra vez, en sus tertulias televisivas, con un empeño digno de mejor causa.

       Aunque también es cierto que “el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”. Porque ciertamente un dinero circulante bajo condiciones de recesión económica, carece de sustento económico real equivalente y, por tanto, no puede sino ser fatalmente inflacionario, es decir, que por inconducente resulta ser mentiroso y fraudulento. Y es que, aun cuando momentáneamente consiga estimular el empleo, seguirá siendo insuficiente para salir de la recesión. Salida que solo se puede sostener, sobre una producción que garantice un incremento en la masa ganancia superior al coste social de producirla, lo cual antes que nada exige que el capital sobrante que subsiste, incluyendo los salarios, se desvalorice lo suficiente. Keynes nunca dijo en ninguna parte lo contrario, porque no fue tan farsante y mentiroso como por necesidad de su función, llegan a ser hoy esos veteranos consignatarios del poder que son los políticos profesionales a sueldo del Estado y prebendas de los empresarios, quienes en sus florituras discursivas jamás dicen lo que realmente se proponen hacer, ni cuáles serán sus necesarias consecuencias.

       Porque ese quehacer lo “negocian” en secreto con sus mandantes, cediendo invariablemente a sus exigencias. Tal como le aconsejara el mitológico Barack Obama a nuestro “humilde” Zapatero remendón —presidente de los españoles por entonces—, en aquella célebre conversación telefónica de 2010, cuando el afronorteamericano le dijo: “Hay que calmar a los mercados”. ¿Qué implica esta consigna? Corromperse políticamente. ¿Cuál es la causa material necesaria de la corrupción política? El dinero disponible por los empresarios para los fines del cohecho con los políticos que gobiernan. Pero la causa formal suficiente para ello, radica en la corrupción teórica. O sea, que la verdad científica es incompatible para ejercer el negocio de la política como medio de vida. Ergo: hay que aceptar y asumir el pensamiento único de la burguesía con todas sus consecuencias.        

       Por tanto, como en todos los demás quehaceres de la vida, a mentir y estafar también se aprende. Y la mejor manera de conseguir ejercitar esas dos “virtudes teologales” del capitalismo con total eficacia y oneroso resultado, es empezar amancebándose —en un principio inadvertidamente— al utilitarismo pragmático del pensamiento dominante, que pasa por ser verdad porque prevalece socialmente y, además, tiene premio. Esto es lo que se tragó Keynes y tantos otros teóricos complacientes como él, porque ya se sabe que “sarna con gusto no pica”. Una querencia que subrepticiamente induce a permanecer en esa feria formando parte de ella, donde los más “listos” consiguen desfilar por su “pasarela” luciendo “palmito”. Aceptando las leyes no escritas del corrupto juego político electoralista, en cuyo magma oculto que obnubila el genuino pensamiento, se agita la corrupta pasión por el éxito, el dinero y el poder, esos tres impostores de la verdad histórica tan denostados por Rudyard  Kipling. ¡¡Qué razón tuvo Marx al sentenciar diciendo: “El capitalismo es la sociedad del engaño y el pillaje mutuo”!!

 

Y acabamos ese último apartado preguntando:

<<¿En qué fase de ese proceso metabólico perverso de los seres humanos, estarán hoy jóvenes políticos españoles “alternativos”, como es el caso de Pablo Iglesias y Alberto Garzón, por ejemplo? ¿Por qué trance atravesarán, queriendo alternar en algo que no puede sino ser más de lo mismo, como aprendices a gobernar España?            Este interrogante vuelve a evocar en nosotros, el hermoso por sabio e instructivo poema de Guillén: Agua del Recuerdo>>.

         Efectivamente, ¿qué otra cosa puede ser más que un metabolismo perverso, el que se opera en cualquier sujeto o colectivo de sujetos que, desde la base de la sociedad, son catapultados por la “voluntad popular” inconsciente hacia las alturas del poder político, entrando a formar parte de las instituciones de Estado capitalistas? Esto, si es que antes no han experimentado ya semejante transformación perversa, asumiéndose como aspirantes a eso: representar la “voluntad popular” de los explotados, para “traicionarla” otra vez, como así lo exigen las leyes económicas del capitalismo y a esa realidad sin duda se ajusta “Podemos”.

       ¡¡Traidor!! Así es como calificó Mao Tse Tung a Chiang Kai Shek,  por haber roto su alianza con el proletariado perpetrando la “Matanza de Shanghái”, tras echarse en brazos de la coalición oligárquico-imperialista: Ante lo cual Trotsky, desmitificando la desastrosa ideología frentepopulista del Partido Comunista Chino —en realidad nada que ver con el marxismo—, le contestó a Mao: “El todo caso Traidor a nuestras ilusiones”.

       Esto fue y sigue siendo tan cierto, como que dos más dos son cuatro. Porque así como el refrán dice que “la culpa no es del cerdo sino de quien le da de comer”, en última instancia la responsabilidad política de tales “traiciones” a la llamada “voluntad popular”, no radica en los oportunistas políticos que se postulan a representarla, metidos ya en el trapiche de las instituciones burguesas estatales del capitalismo, donde esa voluntad política del voto se metaboliza en su contraria. ¡¡No!! La supuesta “traición” está en la estupidez política de quienes siendo de condición social asalariada, votan a la fracción burguesa de medio pelo, que nunca deja de prometerles representar a sus intereses.

       Esta dialéctica complementaria entre la derecha y la izquierda burguesa, puestas ambas fracciones políticas de la misma clase social, en relación una con otra por el Dios capital dentro de sus respectivas instituciones estatales, es la misma que la liturgia cristiana consagra, poniendo en relación al Padre con el Hijo, de la cual resulta el Espíritu Santo: “tres personas distintas y un solo Dios verdadero”, según reza el “misterio de la Santísima Trinidad”, donde da igual si la Institución político-religiosa es de confesión católica, protestante u ortodoxa.

       Así las cosas, la dialéctica política “celestial” entre el Padre y el Hijo, que sintetiza en el “eterno” Dios de los cristianos, se corresponde bis a bis con la dialéctica política entre la derecha y la izquierda burguesas, que se resuelve en el eterno Dios de los capitalistas, consagrado por la religión burguesa, que es la Ganancia obtenida a expensas del trabajo asalariado. Así como el Padre y el Hijo aparecen como personas distintas, en realidad según su esencia genética son la misma cosa. Y otro tanto sucede con la derecha y la izquierda política de la burguesía en las instituciones de Estado. Ambas representan al mismo Dios: el capital. Aparentan ser distintas pero son la misma cosa.

       Para comprobarlo: ¿A qué intereses sirve la disciplina religiosa de los creyentes en el Dios cristiano, a instancias de sus distintas organizaciones político-religiosas que hay en el Mundo, si no al de sus respectivas castas sacerdotales que difunden la doctrina católica por el Mundo? ¿Y a qué interés sirve la disciplina política de los ciudadanos de condición asalariada —creyentes en el Dios capital—, a instancias de las instituciones políticas en los distintos Estados nacionales capitalistas, si no es al interés de los propietarios del capital en la sociedad civil, participado con el de sus castas políticas parasitarias que, a modo de sacerdotes oficiantes se dedican practicar y difundir ejemplarmente la liturgia burguesa, a instancias de sus respectivas instituciones estatales, ejecutiva, legislativa y judicial? ¿No es esta la versión laica de la Santísima Trinidad?

       “Ser, o no ser, esta es la cuestión”. Cuando Shakespeare pronunció estas palabras en inglés puestas en boca de su “Hamlet, lo que quiso significar es que cada cual debe regir su comportamiento en la vida, según lo que realmente es, y no según su alter ego u otro yo respecto de sí mismo. ¿Y acaso no es la burguesía el alter ego político del proletariado? Para decirlo más claramente siguiendo a Marx: ¿No está el proletariado moderno desde que fue alumbrado por la burguesía, objetivamente en relación histórica de antagonismo irreconciliable con esa clase social explotadora y parasitaria? ¿No es, pues, el proletariado, la negación absoluta del capitalismo?

       Aquí están, ocultas por el revés de la trama, las señas de identidad de organizaciones políticas al estilo de “Podemos”: en su decisión ya tomada de ofrecerse para gobernar las instituciones de un Estado capitalista, prometiendo lo que no puede, y desde donde jamás será posible trascender progresivamente la dialéctica entre proletariado y burguesía en la sociedad decadente actual. Porque el polo dominante de esa relación sigue siendo el capital.           

       Una dialéctica que, a juzgar por lo que ha dejado escrito, Octavio Alberola parece no haber comprendido todavía, y es que no se puede superar al capitalismo participando en sus instituciones políticas. Para llegar a esta conclusión, hay que partir de dos premisas evidentes. La primera, que ninguna dialéctica social entre clases sociales antagónicas ha podido ser superada por la clase explotada, sino eliminando políticamente a su sistema antagónico explotador. Tal como sucedió en el modo de producción asiático, con el esclavismo y el feudalismo. La segunda, que las clases explotadas han venido siendo invariablemente las gallinas de los huevos de oro. Por tanto, la conclusión de este silogismo atípico es que, al capitalismo solo es posible superarlo suprimiendo a la burguesía como categoría económica, es decir, dejando fuera de la ley a la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio. No hay más alternativa necesaria y posible que ésta, señores. Todo intento reiterado de incumplir esta exigencia, es pura hipocresía inducida por esa impostora oportunista llamada conveniencia.  

       ¿Por qué es imposible superar esta rémora histórica del capitalismo, actuando desde sus propias instituciones políticas, con su engañifa de las elecciones periódicas que hacen a la “democracia” representativa? Pues, porque para tal fin fueron creadas por los intelectuales de la burguesía incipiente desde los tiempos de la Ilustración. En aquellos tiempos, la “democracia” representativa y la división de poderes, fueron armas que la burguesía utilizó, en su lucha por sustituir a la nobleza decadente como clase dominante. Y todo aquello fue progresista. Pero una vez conquistado el poder, esas armas sirvieron para salvaguardar cueste lo que cueste la sagrada propiedad sobre los medios de producción y de cambio, es decir, para perpetuar la explotación de la clase asalariada por la burguesía. Que hoy día el proletariado siga usando esas mismas armas, siquiera sea para limitarse a intentar vanamente defenderse de las agresiones por parte del capital, es la mayor estupidez que pueda cometer. Porque todos esos males están en la propia naturaleza del sistema. Y quienes personifican actúan irresistiblemente inducidos leyes objetivas no inventadas por nadie, sino al revés, son esas leyes las que crean los sujetos hechos a su medida, que acaban naturalmente personificándolas.     

       El que siga negando lo expuesto aquí, es porque no le conviene homologar su pensamiento con la verdad científicamente probada. Y nosotros nos resistimos a pensar, que entre tales despreciables personajes puede haberse instalado para el resto de sus días nuestro interlocutor, Octavio Alberola, quien debe saber que cuenta con toda nuestra consideración y más alto respeto, por su clara trayectoria política personal antifascista. Teniendo en cuenta que el fascismo siempre se ha incubado —y sigue haciéndolo según su propia naturaleza de clase intermedia—, en el nido de la pequeñoburguesía: un ambiguo y contradictorio cubil político engañosamente ubicado entre los dos extremos de la contradicción entre explotadores y explotados; pero desde donde cada cual que se identifica con esta fracción, lleva en su otro yo la pulsión a dejar esa condición social de término medio, pugnando por escalar hacia lo más alto posible de la jerarquía social, sin importar cómo ni a costa de quién sea. Para realizar ese inescrupuloso afán de riqueza, poder y notoriedad, como un inconfesable paradigma, fueron hechos por el sistema la mayoría de origen social pequeñoburgués. Pero solo una insignificante minoría llegó a colmar sus propósitos antes de morir, entre ellos Hitler y Stalin, que Dios los tenga en la gloria.