03. La
solución científicamente prevista
Al
día siguiente, hemos podido leer un artículo firmado por Octavio Alberola, que “La
Assemblea Autónoma de San Boi de Llobregat” reprodujo en las
páginas de su órgano de difusión, donde opina acerca de lo que se propone hacer
la flamante y exitosa formación política “Podemos”.
Allí nuestro interlocutor no va más allá de la “duda metódica”. Se pregunta una
y otra vez, si esa organización que aspira gobernar a España, podrá cumplir con
la esperanza que ha despertado en las mayorías ciudadanas españolas. Como si no
hubiera suficientes elementos de juicio para resolver esa duda en dirección a
la certeza, de que efectivamente no
puede. Porque su naturaleza de clase pequeñoburguesa, le impide hacer
lo imposible que promete sin romper con el capitalismo.
Una
vez que la convicción científica
ha dado su veredicto en la conciencia
de cualquiera, acerca de por qué razón y cómo transformar la realidad económico-social ya decadente del
capitalismo, en otra superior,
cualquier proposición política que se aparte de tal pauta de comportamiento revolucionario
una sola micra, para seguir coqueteando con esa realidad que es necesario
superar, constituye una desviación
oportunista. Esto es lo que es y se dispone a repetir “Podemos” en España, siguiendo
la misma estela dejada por la Socialdemocracia desde los tiempos de Ferdinand Lassalle.
Ni más ni menos que como las demás organizaciones que se propusieron seguir por
ahí, tratando de humanizar el
capitalismo en diversas partes del Mundo. Ésta certeza es lo que falta en el artículo de Octavio Alberola.
En
nuestro trabajo que publicamos el pasado julio titulado: “Podemos” y el cuento de la “demanda agregada”, así como en
el más reciente de agosto: “Ya está bien de tanta falsedad
ideológica convencional”, hicimos la previsión acerca de los
límites inevitables que a sí
misma se ha impuesto en su incipiente
recorrido esta formación política, para lo que sólo basta verla cómo se aferra
a la tradición del pensamiento económico de Keynes, por completo de espaldas al
socialismo revolucionario y sólo de cara a la ya remanida perspectiva
reformista, engañosamente “humanitaria”, común a la prédica de la izquierda sistémica burguesa.
Una concepción de la práctica política, cuyos verdaderos propósitos no difieren
ni un palmo de la derecha liberal,
por ser ambos polos dialecticos dos
partes constitutivas de una idéntica naturaleza social, de la cual no puede sino resultar más de lo mismo. Y a propósito
de tal necesaria certeza rupturista con la intelectualidad política al estilo
de “Podemos”, en el último apartado de ese trabajo a modo de conclusión
decimos lo siguiente:
<<Sí. Además de
explotarnos, la burguesía nos ha venido mintiendo y sigue haciéndolo
miserablemente merced a ideólogos de la economía política ad hoc, desde los
tiempos de la escuela subjetivista y
austríaca, hasta los neokeynesianos de hoy día. ¿Será porque como en el tango,
nuestro corazón “una mentira pide para calmar su angustioso llamado”? Puede
ser. Porque de lo contrario, resultaría impúdico ver a jóvenes
profesores de universidad, como Pablo Iglesias, aspirando según parece con
honrada intención, a que su pujante grupo político “alternativo” al
bipartidismo tradicional, llegue a gobernar España con su receta milagrosa de
la “demanda agregada” Keynesiana, a
cargo de los presupuestos estatales de países en práctica quiebra financiera
técnica. Porque en esto ha venido insistiendo, una y otra vez, en sus tertulias
televisivas, con un empeño digno de mejor causa.
Aunque también es cierto que “el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”. Porque ciertamente un dinero circulante bajo condiciones de recesión económica, carece de sustento económico real equivalente y, por tanto, no puede sino ser fatalmente inflacionario, es decir, que por inconducente resulta ser mentiroso y fraudulento. Y es que, aun cuando momentáneamente consiga estimular el empleo, seguirá siendo insuficiente para salir de la recesión. Salida que solo se puede sostener, sobre una producción que garantice un incremento en la masa ganancia superior al coste social de producirla, lo cual antes que nada exige que el capital sobrante que subsiste, incluyendo los salarios, se desvalorice lo suficiente. Keynes nunca dijo en ninguna parte lo contrario, porque no fue tan farsante y mentiroso como por necesidad de su función, llegan a ser hoy esos veteranos consignatarios del poder que son los políticos profesionales a sueldo del Estado y prebendas de los empresarios, quienes en sus florituras discursivas jamás dicen lo que realmente se proponen hacer, ni cuáles serán sus necesarias consecuencias.
Porque ese quehacer lo “negocian”
en secreto con sus mandantes, cediendo invariablemente a sus exigencias. Tal
como le aconsejara el mitológico Barack Obama a nuestro “humilde” Zapatero
remendón —presidente de los españoles por entonces—, en aquella célebre
conversación telefónica de 2010, cuando el afronorteamericano le dijo: “Hay
que calmar a los mercados”. ¿Qué implica esta consigna? Corromperse
políticamente. ¿Cuál es la causa material necesaria de la corrupción
política? El dinero disponible por los empresarios para los fines del cohecho con los políticos que
gobiernan. Pero la causa formal suficiente para ello, radica en la corrupción
teórica. O sea, que la verdad científica es incompatible para
ejercer el negocio de la política como medio de vida. Ergo: hay que aceptar y
asumir el pensamiento único de la burguesía con todas sus consecuencias.
Por tanto, como en todos los demás quehaceres de la vida, a mentir y estafar también se aprende. Y la mejor manera de conseguir ejercitar esas dos “virtudes teologales” del capitalismo con total eficacia y oneroso resultado, es empezar amancebándose —en un principio inadvertidamente— al utilitarismo pragmático del pensamiento dominante, que pasa por ser verdad porque prevalece socialmente y, además, tiene premio. Esto es lo que se tragó Keynes y tantos otros teóricos complacientes como él, porque ya se sabe que “sarna con gusto no pica”. Una querencia que subrepticiamente induce a permanecer en esa feria formando parte de ella, donde los más “listos” consiguen desfilar por su “pasarela” luciendo “palmito”. Aceptando las leyes no escritas del corrupto juego político electoralista, en cuyo magma oculto que obnubila el genuino pensamiento, se agita la corrupta pasión por el éxito, el dinero y el poder, esos tres impostores de la verdad histórica tan denostados por Rudyard Kipling. ¡¡Qué razón tuvo Marx al sentenciar diciendo: “El capitalismo es la sociedad del engaño y el pillaje mutuo”!!
Y
acabamos ese último apartado preguntando:
<<¿En qué fase de ese proceso metabólico
perverso de los seres humanos, estarán hoy jóvenes políticos españoles
“alternativos”, como es el caso de Pablo Iglesias y Alberto Garzón, por
ejemplo? ¿Por qué trance atravesarán, queriendo alternar en algo que no puede
sino ser más de lo mismo, como aprendices a gobernar España? Este interrogante vuelve a evocar en
nosotros, el hermoso por sabio e instructivo poema de Guillén: “Agua del Recuerdo”>>.
Efectivamente,
¿qué otra cosa puede ser más que un metabolismo
perverso, el que se opera en cualquier sujeto o colectivo de sujetos
que, desde la base de la sociedad, son catapultados por la “voluntad popular”
inconsciente hacia las alturas del poder político, entrando a formar parte de
las instituciones de Estado capitalistas? Esto, si es que antes no han
experimentado ya semejante transformación perversa, asumiéndose como aspirantes a eso: representar la
“voluntad popular” de los explotados, para “traicionarla” otra vez, como así lo
exigen las leyes económicas del capitalismo y a esa realidad sin duda se ajusta
“Podemos”.
¡¡Traidor!! Así es como
calificó Mao Tse Tung a Chiang Kai Shek, por
haber roto su alianza con el
proletariado perpetrando la “Matanza de
Shanghái”, tras echarse en brazos de la coalición
oligárquico-imperialista: Ante lo cual Trotsky, desmitificando la desastrosa
ideología frentepopulista del
Partido Comunista Chino —en realidad nada que ver con el marxismo—, le contestó
a Mao: “El todo caso Traidor a nuestras
ilusiones”.
Esto fue y sigue siendo tan
cierto, como que dos más dos son cuatro. Porque así como el refrán dice que “la culpa no es del cerdo sino de quien le
da de comer”, en última instancia la responsabilidad política de tales
“traiciones” a la llamada “voluntad popular”, no radica en los oportunistas políticos que se postulan a
representarla, metidos ya en el trapiche de las instituciones burguesas estatales del
capitalismo, donde esa voluntad política del voto se metaboliza en su
contraria. ¡¡No!! La supuesta “traición” está en la estupidez política de quienes siendo de condición social
asalariada, votan a la fracción burguesa de medio pelo, que nunca deja de prometerles representar a sus
intereses.
Esta dialéctica complementaria entre la derecha
y la izquierda burguesa, puestas ambas fracciones
políticas de la misma clase
social, en relación una con
otra por el Dios capital dentro de sus respectivas instituciones estatales, es
la misma que la liturgia cristiana consagra, poniendo en relación al Padre con
el Hijo, de la cual resulta el Espíritu Santo: “tres
personas distintas y un solo Dios verdadero”, según reza el “misterio
de la Santísima Trinidad”, donde da igual si la Institución político-religiosa
es de confesión católica, protestante u ortodoxa.
Así las cosas, la
dialéctica política “celestial” entre el Padre y el Hijo, que sintetiza en el
“eterno” Dios de los cristianos, se corresponde bis a bis con la dialéctica
política entre la derecha y la izquierda burguesas, que se resuelve en el
eterno Dios de los capitalistas, consagrado por la religión burguesa, que es la
Ganancia obtenida a expensas del trabajo asalariado. Así como el Padre y el
Hijo aparecen como personas distintas, en realidad según su esencia genética son
la misma cosa. Y otro tanto sucede con la derecha y la izquierda política de la
burguesía en las instituciones de Estado. Ambas representan al mismo Dios: el
capital. Aparentan ser distintas pero son la misma cosa.
Para comprobarlo: ¿A qué
intereses sirve la disciplina religiosa de los creyentes en el Dios cristiano,
a instancias de sus distintas organizaciones político-religiosas que hay en el
Mundo, si no al de sus respectivas castas sacerdotales que difunden la doctrina
católica por el Mundo? ¿Y a qué interés sirve la disciplina política de los
ciudadanos de condición asalariada —creyentes en el Dios capital—, a instancias
de las instituciones políticas en los distintos Estados nacionales
capitalistas, si no es al interés de los propietarios
del capital en la sociedad civil, participado con el de sus castas políticas parasitarias
que, a modo de sacerdotes oficiantes se dedican practicar y difundir
ejemplarmente la liturgia burguesa, a instancias de sus respectivas
instituciones estatales, ejecutiva, legislativa y judicial? ¿No es esta la
versión laica de la Santísima Trinidad?
“Ser, o no ser, esta es la
cuestión”. Cuando Shakespeare pronunció estas palabras en inglés puestas en
boca de su “Hamlet, lo que quiso significar es que cada cual debe regir
su comportamiento en la vida, según lo que realmente
es, y no según su alter ego u otro yo respecto de sí mismo. ¿Y acaso no
es la burguesía el alter ego político del proletariado? Para decirlo más
claramente siguiendo a Marx: ¿No está el proletariado moderno desde que fue
alumbrado por la burguesía, objetivamente en relación histórica de antagonismo irreconciliable con
esa clase social explotadora y parasitaria? ¿No es, pues, el proletariado, la
negación absoluta del capitalismo?
Aquí están, ocultas por el
revés de la trama, las señas de identidad de organizaciones políticas al estilo
de “Podemos”: en su decisión ya tomada de ofrecerse para gobernar las instituciones de un Estado capitalista,
prometiendo lo que no puede,
y desde donde jamás será
posible trascender progresivamente
la dialéctica entre proletariado y
burguesía en la sociedad decadente actual. Porque el polo dominante de
esa relación sigue siendo el capital.
Una dialéctica que, a juzgar
por lo que ha dejado escrito, Octavio Alberola parece no haber comprendido
todavía, y es que no se puede
superar al capitalismo participando
en sus instituciones
políticas. Para llegar a esta conclusión, hay que partir de dos premisas evidentes.
La primera, que ninguna dialéctica
social entre clases sociales antagónicas ha podido ser superada por la
clase explotada, sino eliminando
políticamente a su sistema
antagónico explotador. Tal como sucedió en el modo de producción asiático, con el
esclavismo y el feudalismo. La segunda, que las clases explotadas han venido siendo invariablemente las gallinas de los huevos de oro.
Por tanto, la conclusión de este silogismo atípico es que, al capitalismo solo
es posible superarlo suprimiendo
a la burguesía como categoría
económica, es decir, dejando fuera
de la ley a la propiedad
privada sobre los medios de
producción y de cambio. No hay más alternativa necesaria y posible que
ésta, señores. Todo intento reiterado de incumplir esta exigencia, es pura
hipocresía inducida por esa impostora oportunista llamada conveniencia.
¿Por qué es imposible superar esta rémora
histórica del capitalismo, actuando desde sus propias instituciones políticas,
con su engañifa de las elecciones periódicas que hacen a la “democracia”
representativa? Pues, porque para tal fin fueron creadas por los intelectuales de la burguesía incipiente
desde los tiempos de la Ilustración. En
aquellos tiempos, la “democracia” representativa y la división de poderes,
fueron armas que la burguesía utilizó, en su lucha por sustituir a la nobleza
decadente como clase dominante. Y todo aquello fue progresista. Pero una vez
conquistado el poder, esas armas sirvieron para salvaguardar cueste lo que cueste la sagrada propiedad sobre
los medios de producción y de cambio, es decir, para perpetuar la explotación
de la clase asalariada por la burguesía. Que hoy día el proletariado siga
usando esas mismas armas, siquiera sea para limitarse a intentar vanamente defenderse de las agresiones por parte
del capital, es la mayor estupidez que pueda cometer. Porque todos esos males
están en la propia naturaleza del sistema. Y quienes personifican actúan
irresistiblemente inducidos leyes
objetivas no inventadas por
nadie, sino al revés, son esas leyes las que crean los sujetos hechos a
su medida, que acaban naturalmente personificándolas.
El que siga negando lo expuesto aquí, es porque no le conviene
homologar su pensamiento con la verdad científicamente probada. Y nosotros
nos resistimos a pensar, que entre tales despreciables personajes puede haberse
instalado para el resto de sus días nuestro interlocutor, Octavio Alberola,
quien debe saber que cuenta con toda nuestra consideración y más alto respeto,
por su clara trayectoria política personal antifascista. Teniendo en cuenta
que el fascismo siempre se ha incubado —y sigue haciéndolo según su propia
naturaleza de clase intermedia—, en el nido de la pequeñoburguesía: un ambiguo
y contradictorio cubil político engañosamente ubicado entre los dos extremos
de la contradicción entre explotadores y explotados; pero desde donde cada
cual que se identifica con esta fracción, lleva en su otro yo la pulsión a
dejar esa condición social de término medio, pugnando por escalar hacia lo
más alto posible de la jerarquía social, sin importar cómo ni a costa de quién
sea. Para realizar ese inescrupuloso afán de riqueza, poder y notoriedad,
como un inconfesable paradigma, fueron hechos por el sistema la mayoría de
origen social pequeñoburgués. Pero solo una insignificante minoría llegó a
colmar sus propósitos antes de morir, entre ellos Hitler y Stalin, que Dios
los tenga en la gloria.
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