Islam, Estados islámicos, capitalismo y socialismo

Cuando la doctrina religiosa oficial musulmana –apoyada por su burguesía autóctona-- sostiene que los magnates capitalistas de Occidente son amorales porque producen objetos y servicios que promueven prácticas impías, en realidad ocultan que la causa que mueve a estos magnates del capital judeo-cristiano, su principio activo y su lógica finalidad, son las mismas por y para las cuales un capitalista de confesión musulmana produce, promueve y vende cualquiera de los productos y servicios que se ofrecen legalmente en un “bazar” islámico. La causa consiste en que todo capital disponible, tiende prioritariamente a emplear trabajo asalariado disponible; el principio activo, de esta tendencia natural, radica en obtener un producto portador de plusvalor o trabajo no pagado a instancias del salario o trabajo pagado. Por último, la lógica finalidad que induce y dirige la práctica de todo capitalista, es vender el producto para recuperar su capital invertido, más la parte de valor añadido correspondiente al tiempo de trabajo no pagado: el plusvalor, que pasa así a engrosar su capital inicial, lo cual le permite medrar socialmente a expensas del trabajo de los demás. Finalmente, la premisa mayor de todo este modo fundamental de vida, es la propiedad privada sobre los medios de producción. Sin este requisito jurídico, el capitalismo se disuelve históricamente, tanto más rápido cuanto mayor sea el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de la sociedad antes del cambio de sistema de vida.

Pero aun hay más por dilucidar. Según lo dicho anteriormente, el capitalismo en su etapa tardía o postrera, tiende objetivamente a crear, promover y satisfacer, necesidades decadentes. Lo hace porque necesita invertir el capital disponible que sobra [6] –cuya contrapartida es la proporción de paro obrero que corresponde a esa magnitud de capital excedente-- en las ramas tradicionales de la producción donde no hay ya cabida para el capital adicional que se produce en ellas, porque, en todas, se ha producido en exceso. De ahí su necesidad de promocionar, producir y vender cada vez más nuevos productos y servicios en estas ramas tradicionales de la producción, a la vez que, crean nuevas necesidades fabricando nuevos productos y servicios que corresponden a nuevas ramas de la producción, lo cual supone emplear y explotar trabajo ajeno en paro, para capitalizar el plusvalor adicional incorporado a la producción y oferta de esos productos y servicios decadentes, todos moral y socialmente degradantes, muchos de ellos nocivos para la salud y/o contrarios a la esencia natural y social del ser humano.

Desde este punto de vista, ¿qué diferencia hay entre estos infieles burgueses de Occidente que trafican con la degradación social y moral que produce el paro por exceso de capital, y los fieles del “bazar” islámico que se ganan el Cielo disciplinándose individualmente al Corán, al tiempo que explotan a otros produciendo cualquier producto moral y políticamente correcto según la religión musulmana?

Veamos: en primer lugar, el principio activo del comportamiento capitalista individual y colectivo es el mismo en los dos casos. La diferencia está en que el piadoso pequeñoburgués del “bazar” --que cumple religiosamente con la “Yihad Mayor”-- quiere el monopolio de la propiedad privada capitalista individual, que le permite a él y a muchos otros como él explotar trabajo ajeno, pero rechaza las necesarias consecuencias de esa lógica objetiva contenida en el monopolio individual de la propiedad privada sobre los medios de producción, esto es, el monopolio social del capital, su propiedad en cada vez menos manos, el monopolio de la propiedad capitalista correspondiente a la etapa tardía de su movimiento histórico. [7]

A esto se nos podrá objetar: ¿es que producir y promocionar prostitución o droga, es lo mismo que producir cualquier bien de consumo tradicional? Cierto, en países petroleros, como Arabia Saudí las drogas alucinógenas, además del alcohol, están prohibidas; pero en el misérrimo Afganistán reciente de los talibán, no, ¿por qué?: 

<<Los talibán han dado una aprobación islámica a los campesinos como Wali Jan para que incluso cultiven mas opio, aun cuando el Corán prohíbe a los musulmanes producir y tomar sustancias tóxicas. Abdul Rashid, el jefe de la fuerza de control antinarcótico de los talibán en Kandahar, explicó claramente la naturaleza de su singular tarea. Está autorizado a prohibir de manera estricta el cultivo del hachís «porque lo consumen los afganos y musulmanes». Pero, con un dejo de sarcasmo, me dijo: «El opio es permisible porque lo consumen los kafirs [no creyentes] de Occidente y no los afganos y musulmanes». Existen otros imperativos políticos para permitir que florezca el cultivo de adormidera. «Dejamos que la gente cultive adormidera porque los campesinos consiguen buenos precios. No podemos obligarles a cultivar trigo, porque si les obligáramos a interrumpir el cultivo de adormidera habría un levantamiento contra los talibán. Por eso cultivamos opio obtenemos el trigo de Pakistán». Cfr.: http://www.webislam.com/numeros/2001/07_01/Articulos%2007_01/Riqueza_Heroína.htm

¿Dónde ha quedado allí la fidelidad al Islam, el apostolado musulmán necesario de la Yihad Menor? Se nos dirá que es éste un caso excepcional que confirma la regla general. A esto cabe responder con otra pregunta: ¿qué sería de los pequeños y medianos explotadores de trabajo ajeno de la ciudad y el campo –todos ellos personalmente fieles a las observancias del Islam— pero que sobreviven gracias a los subsidios que reciben de sus clases dirigentes, por el equivalente a la mínima parte de las rentas que países de confesión islámica --como Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos o Kuwait-- perciben en concepto de exportaciones de petróleo? El derivado del crudo llamado “queroseno”, es el precursor más barato para obtener la pasta base de la cocaína, droga que hace estragos entre la población mundial, especialmente en los países importadores de petróleo, los de mayor poder adquisitivo. Marx decía que “la Alta Iglesia de Inglaterra perdonaría antes el ataque a treinta y ocho de sus treinta y nueve artículos de fe que a un treinta y nueve havo de sus ingresos”. [8] De no ser por su participación en esas rentas del petróleo con que los actuales magnates --descendientes de los antiguos califatos-- siguen comprando el “Din” de sus fieles súbditos pequeñoburgueses del “bazar”, cabe preguntarse cuanto tiempo tardarían hoy día estos buenos musulmanes en expulsar a sus jerarcas del poder, tal como Abdul Rashid ha confesado que pasaría con los gobernantes afganos si prohibieran el cultivo de la adormidera. [9]

Como se ve, la compleja realidad de nuestro tiempo determina que, la consecuente observancia de la Yihad Mayor no pasa solamente por lo que hace o deja de hacer cada musulmán ante sus semejantes en el entorno inmediato de sus relaciones interpersonales, sino por lo que indirectamente induce a que otros hagan o dejen de hacer con el “Din” y su “Yihad”, más allá de ese acotado entorno personal suyo. Esta es la verdad que subyace bajo la hipócrita censura que millones de asalariados y campesinos islámicos hacen desde su rígida observancia del Corán allí donde viven, al modo de vida por completo alejado del “Din” en las grandes urbes del Occidente cristiano, según la interpretación que de ese libro sagrado hace la jerarquía religiosa hereditaria en numerosos Estados islámicos. Porque al mismo tiempo que se llenan la boca censurando a los infieles judeocristianos ante sus propios súbditos –a quienes explotan y oprimen— las jerarquías religiosas y políticas “islámicas” actúan en bloque histórico de poder mundano con los pequeños y medianos explotadores de trabajo ajeno, bajo íntimo contubernio económico, político y militar, con los mismos “infieles” a quienes censuran hipócritamente extramuros de sus palacios, donde estos parásitos experimentan todos los lujos y placeres inimaginables, que después copian de ellos los propios magnates capitalistas en sus fiestas privadas. La diplomacia secreta sirve también para este tipo de intercambios.

El Corán condena los préstamos a interés. Pero los líderes religiosos y políticos integristas que, en nombre de Alá, gobiernan países como Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Irán o Irak --donde subyace el 90% de las reservas petrolíferas del mundo— han venido dirimiendo tácticamente sus conflictos políticos con el Occidente capitalista (cristiano y judío), financiando movimientos y organizaciones terroristas a un costo insignificante, cuyo principal medio material de acción es el cuerpo de sus propios militantes, con quienes acuerdan el negocio, supuestamente trascendente, de infiltrarse en las “filas enemigas” para detonar la carga de explosivos y metralla que  llevan adosada, a cambio de un lugar en el Cielo. Mientras tanto, sus mandatarios, los burócratas políticos y religiosos, unos más que otros participan en la capitalización de las billonarias rentas petroleras en los mercados internacionales de capital según la variable cotización de las divisas, de las acciones en bolsa, de la tasa de interés bancario o del precio de los inmuebles [10] , al tiempo que los bancos y empresas propietarias de las grandes industrias de pertrechos bélicos que cotizan en bolsa, convierten esos fondos prestables en mayores magnitudes de plusvalor contenidas en el armamento que mandan fabricar y venden a ambas partes directamente enfrentadas en el escenario de la lucha: el Medio Oriente, consiguiendo así mantener la jugosa estrategia de la tensión política y militar, a expensas del continuo genocidio y sufrimiento indescriptible de los creyentes que allí sobreviven a la explotación económica --sostenida por la opresión política y el engaño de sus propios dirigentes-- especialmente los palestinos y, en estos momentos, también los iraquíes. Pero la verdadera tragedia no es la barbarie porque atraviesa la humanidad en esa parte del Globo, sino el hecho de que la inmensa mayoría de los que más sufren ese infierno, siguen creyendo que luchan y mueren por motivaciones religiosas. He aquí la secreta superchería sobre la que se sustenta el bloque histórico de poder terrenal, entre la burguesía nacional, el clero y la burocracia política vitalicia que gobierna esos países en el nombre de Allah, en alianza estratégica con el capital imperialista. 

Si estos mártires están demostrando que son capaces de llegar al sacrificio de sus propias vidas por el Islam, debieran antes mirar atentamente hacia dentro de su propio movimiento y proceder de acuerdo con lo que la evidencia de las circunstancias exigen: organizarse para el combate contra sus castas religiosas y políticas que abandonaron irremisiblemente la “Yihad Menor”, porque el capitalismo les ha hecho cambiar el poder del “din” (la verdad revelada de Allah) por el poder del din-ero, cortando por completo las raíces culturales y morales con sus antepasados religiosos; porque demuestran haber decidido que sus vínculos con el enemigo exterior del Islam, prevalezcan sobre su “Yihad Mayor”, la que cada musulmán debe poder y saber librar siempre triunfalmente con esos enemigos dentro de sí mismo, como condición de virtud y eficacia de su otra Yihad Menor, la de su comportamiento frente a esos enemigos, de la que han renegado hace ya mucho.

En febrero de 1979, el escritor y ensayista de origen paquistaní residente en Gran Bretaña, Tarik Ali, relataba que, dos meses antes, a la salida de un mitin organizado por “Socialist Challenge”, en Birmingham, donde participó como orador, le fue entregado un panfleto firmado por “Los defensores de la Revolución Islámica”, en el que se afirmaba que:

“1) La revolución iraní se nutre del amor del pueblo iraní por el Islam.

  2) Las enseñanzas de Lenin y Trotsky se basan en el odio de clases y en la concepción materialista, por lo que son ajenas al pueblo iraní.

  3) Sólo en las enseñanzas de los ayatolas y mullas se cumplirán las aspiraciones del pueblo iraní a una revolución islámica y a un Estado islámico.”

En ese momento, Irán estaba en plena efervescencia revolucionaria. Una república donde sus masas explotadas y oprimidas intentaban restaurar un sueño vivido más de mil años atrás, cuando Mahoma gobernó Medina en el siglo VII. Desde entonces, los chiítas, seguidores de Alí, yerno de Mahoma y padre de sus dos únicos nietos habrían de vivir un destino trágico. Alí, el primer imán, fue apuñalado. Su hijo Hussein y segundo líder del pueblo chiíta, murió de sed en el desierto de Kerbalá, cercado por 30 mil jinetes de Yazid el Cruel. El último de los imanes, Mohammed, desapareció en una gruta de la gran mezquita de Samarra en Irak en el año 878. Por eso le llamaron “el Imán Oculto”, el Esperado que habrá de volver al final de los tiempos para liberarlos de la tiranía. Para los chiíes, en contra de la doctrina coránica, en la sangre de los imanes vive la sangre del profeta. [11] El imán es el nieto de Hassan, príncipe de los mártires, descendiente de Mahoma y de Allah. Esta creencia en que la sagrada verdad revelada se encarna y trasmite por la línea consanguínea del califato, consagra la interposición de la burocracia clerical de raíz social pequeñoburguesa, entre el sagrado libro y las masas explotadas. Tal es la filosofía política burocrática y reaccionaria de estos presuntos “Defensores de la revolución islámica”autores del panfleto contra el marxista Tarik Alí. Ellos vinculan el “amor del pueblo iraní por el Islam”, no con el espíritu revolucionario del Corán adaptado a los tiempos que corren, sino con la tópica y anacrónica interpretación que de su letra  hacen los teólogos chiítas, defensores de la pequeña propiedad y profundamente anticomunistas, lo cual explica el fracaso político del proceso revolucionario iniciado con la caída de la dinastía Phalevi en noviembre de 1978. [12]

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que, desde sus orígenes, bajo el “modo de producción asiático”, el clero chiíta en Irán --que por entonces era Persia-- dispuso de cuantiosos bienes raíces en escuelas religiosas (ha sido el único propietario, aparte del Rey, cuando aún no existía la propiedad privada de la tierra) [13] , y todavía hoy, en Irán, regenta la enseñanza y la justicia. Es un Estado dentro del Estado, que, incluso, dispone de recursos propios --cuya fuente es el impuesto religioso prescrito por el Corán— que recauda y administra autónomamente. Pero por ese mismo hecho de ser un Estado dentro del Estado burgués, no puede romper con él, no le interesa. En todo caso declama que se propone reformarlo, aunque nunca pudo demostrarlo. No hay que olvidar, además, que otro de los elementos que distingue a los ices de los cunees, radica en que, junto a  los tres principios del Islam sunnita –unicidad de Dios, revelación y juicio final– el chiísmo añade el principio de la justicia en la Tierra.

En semejantes condiciones, los chiítas pudieron difundir su influencia y tutela política sobre las clases explotadas y oprimidas del país, hasta el punto de constituirse en doble poder político --democrático y descentralizador-- frente al centralismo Estatal opresor de la monarquía Persa. Esta condición se explica por el hecho de que los chiítas se han venido distinguiendo del resto de las sectas musulmanas –especialmente de los sunitas— en que confieren al ser humano el “libre arbitrio”, desvinculando, por tanto, a Dios, de toda responsabilidad del mal en el Mundo, una concepción políticamente explosiva ante la corrupción y el desorden económico y social propiciado por las clases dominantes desde el siglo XVIII. [14]

De esta forma, los chiítas pudieron imponer al Rey una constitución democrática que limitaba sus poderes. Pero, dado que el poder real dominante seguía residiendo en el poder económico, el ejército y la burocracia política central del Estado, con el que él “Estado” chiíta llegó a participar de su esencia social moderna: la propiedad privada, en última instancia la autoridad central se impuso definitivamente cuando, en 1923, el coronel Reza Khan (1897-1942. Padre del Sha Reza Phalevi) al frente de la brigada de cosacos destinada allí por Rusia, asumió el gobierno cortando de raíz cualquier fuerza descentralizadora para forzar la acelerada modernización capitalista del país, implantando un modelo de sociedad laico que adoptó todo tipo de símbolos externos occidentales.

Este proceso empezó hacia fines del siglo IXX, cuando Gran Bretaña y Rusia se disputaban la hegemonía del país, rivalizando en la concesión de préstamos para la construcción de infraestructuras, como la construcción de puertos o la prospección de pozos petrolíferos. A cambio de eso, Rusia se embolsó los ingresos de todas las aduanas del país en concepto de garantía, en tanto que Inglaterra obtuvo la concesión de los pozos petrolíferos de Irán durante 60 años, al mismo tiempo que ambos países consiguieron introducir sus mercancías libres de impuestos. Para compensar esta merma en sus ingresos y pagar sus deudas crediticias, el Estado iraní, bajo el reinado de Nasir  al  Din (1848–1896), aumentó los impuestos que, sumados a las pérdidas por la competencia de las mercancías importadas sin protección aduanera, recayeron sobre las espaldas de la burguesía urbana y el campesinado de ese país. Como punta de lanza ideológica de los intereses económicos de Gran Bretaña y Rusia, arribaron al país los primeros misioneros cristianos, cuyos derechos como minoría religiosa fueron también contemplados, con lo que pudieron empezar a extender sus escuelas y hospitales, dando comienzo a la disputa por la hegemonía confesional en el país, esto es, por los intereses económicos contrapuestos de sus dos referentes religiosos: cristianismo e Islam. 

Ese fue el momento en que se gestó el bloque histórico de poder alternativo, entre el clero chiíta y la incipiente burguesía urbana y rural de Irán, de tal modo perjudicados por la dinastía Kadjar, en el poder, demostrando que el antagonismo por la hegemonía religiosa y política del país, era sólo la forma superestructural en que se presentaba el contenido estructural de los antagonismos económicos entre clases sociales concretas, en este caso, entre los intereses de la dinastía feudal de los Kadjar, y los del frente popular de la pequeña y mediana burguesía urbana y rural iraní liderada por el clero chií. Las primeras manifestaciones concretas del movimiento nacional iraní aparecieron con la lucha contra los proyectos de concesión al capital extranjero, de sectores enteros de la economía del país: el caso de la concesión Reuter en 1872‑73, así como la «rebelión del tabaco» en 1891‑92, antes de que la revuelta se expresara plenamente en 1950 con la exigencia de nacionalización de la Anglo‑Iranian Oil Company y de las riquezas petroleras, con el «Movimiento Nacional» (Nabzat‑e Melli) y el «Frente Micional» (Yabba‑Ye Melli) de Mohammad Mosaddaq. [15]

El detonante que hizo estallar el conflicto entre el clero chiíta y la monarquía persa, se activó cuando el régimen del Sha Reza Phalevi profundizó las medidas para la constitución de un Estado bajo dominio del gran capital industrial, lo cual supuso, en primer lugar, desposeer a los dignatarios religiosos de sus prerrogativas políticas en enseñanza y justicia, para reemplazar el fundamentalismo islámico por el fundamentalismo capitalista de la mercancía, y para garantizar jurídicamente la inversión de los capitales extranjeros en el país. 

Si bien transformó la composición social de las clases subalternas aumentando sensiblemente el proletariado, la estrategia industrialista de la llamada “revolución blanca” por parte de la dinastía Phalevi en el poder, apenas si pudo reducir la importancia social de los sectores tradicionales pequeñoburgueses del artesanado, del comercio y de la pequeña industria, que se agrupan bajo la designación común de “bazar”. No hizo sino alimentar sus rencores al quitarles las cuotas de participación en el producto de valor del maná petrolero. De ahí que, al principio, el “bazar” se convirtiera en el corazón de la resistencia organizada al Sha, bajo la dirección moral y política del clero chiíta, desde la primera huelga del “bazar” en diciembre de 1977, hasta septiembre de 1978, cuando el proletariado industrial y los asalariados del sector terciario, tomaron el relevo decisivo que dio finalmente al traste con el régimen, en febrero de 1979. 

Pero a partir del momento en que el clero chií pasó de la lucha por el poder a su ejercicio efectivo, el componente social del Islam basado en la pequeña propiedad privada capitalista, puso de manifiesto la resultante contrarrevolucionaria objetiva de su política, donde el carácter democrático y revolucionario de su doctrina del “libre arbitrio de la razón” en el momento de la resistencia, se trocó en carácter  despótico y contrarrevolucionario a la hora del ejercicio efectivo del poder. ¿Por qué? Pues, porque su originario principio superestructural, de frugalidad y moderación --en la propiedad, la posesión y el consumo-- que sobrevivió a los remotos tiempos de atraso económico y penuria relativa que dieron sentido al Islam en ausencia de propiedad privada, pudo asimilarse después al pequeño y mediano explotador de trabajo ajeno en la etapa temprana del capitalismo, hasta que devino naturalmente insostenible en su etapa tardía, por incompatible con la doble tendencia objetiva irresistible del gran capital multinacional –en tanto se mantenga vigente la propiedad privada sobre los medios de producción-- a promover el consumo compulsivo, y a revolucionar constantemente los medios de trabajo para la producción en gran escala; todo ello determinado por la necesidad objetiva de valorizar la enorme masa del capital acumulado sobrante disponible, organizado en grandes conglomerados empresariales.

Nos hemos referido aquí, con brevedad, especialmente al proceso político en curso de disolución del Islam en Irán, porque nos ha parecido el más rico y aleccionador, aunque, en esencia, los ataques del capitalismo en la misma dirección y sentido a la cultura musulmana en Egipto, Sudán, Argelia, Irak y Libia --o a cualquier otro país hegemonizado por el integrismo islámico--, demostraron que la orientación estratégica del capital internacional desde la desintegración del Imperio Otomano hasta hoy, en general ha estado presidida por la tendencia fundamental que hemos descrito aquí.

 

volver al índice del documento

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org



[6] La masa de capital en funciones, viene fijada por su composición orgánica media, o promedio de la relación entre el valor invertido en medios de producción, por un lado, y salarios, por otro; relación que, a su vez, está en función  del coeficiente tecnológico incorporado a los medios de producción utilizados [maquinas, edificios o tierra, materias primas y auxiliares]. Este coeficiente técnico mide la productividad del trabajo, definida genéricamente como la capacidad de un asalariado para poner en movimiento un mayor número de más costosos y eficaces instrumentos de trabajo, lo cual permite producir más y mejores productos por unidad de tiempo empleado. Dado que la competencia intercapitalista determina que la composición orgánica media del capital global de la sociedad aumente históricamente, esto implica que, por cada unidad monetaria del capital global invertido en medios de producción, disminuya progresivamente la parte correspondiente a los salarios y a los obreros empleados. Pero, dado que la ganancia surge de la parte de la jornada colectiva de labor correspondiente al trabajo no pagado, resulta que de la disminución histórica relativa invertida en salarios respecto de la parte invertida en medios de producción, resulta una masa de plusvalor global que aumenta históricamente menos que el capital global invertido. Así, hasta que el proceso alcanza un punto en que el plusvalor obtenido en las ramas de más alta centralización del capital y, por tanto de mayor composición orgánica, el plusvalor obtenido no compensa el capital invertido. A partir de este momento, gran parte del capital adicional producido sobra y no se reinvierte productivamente. Es expulsado de la producción y gravita hacia los mercados especulativos, donde ya no es que todos los capitalistas ganan aunque unos más que otros, sino que, lo que unos ganan, otros lo pierden. La gran burguesía en su conjunto pugna por salir de semejante situación anómala.  

[7] Mahoma hablaba de los dos combates que debe emprender cada musulmán: a uno lo llamaba Yihad Menor, que consiste en luchar contra los ídolos, contra los falsos dioses, contra las mentiras y tiranos exteriores que reducen el ser humano a la miseria; al otro combate lo llamaba Yihad Mayor, consistente en el afán por superarse y conquistar la libertad en su interior, en lo más íntimo de su propia personalidad. Y también enseñaba que esas luchas no tenían nunca límite, porque siempre habría alguna mentira más que denunciar, algún ídolo más que derribar, algún yugo más del que desuncirse y liberarse tanto fuera como dentro de uno mismo.

[8] “Crítica de la Economía Política”. Introducción.

[9] El din es la “Verdad” supuestamente revelada por Allah al ser humano a través del Corán. Para los musulmanes, a diferencia de otras religiones, como la cristiana, esta verdad no es insondable, mística, mágica ni misteriosa, por tanto no es un dogma que se trasmite y recibe a través de la fe ciega sino de la razón humana. Según Abdullah Bartoll Ríus:, “El Dogma y el Misterio se caracterizan por su rechazo de la razón. Son fórmulas teológicas de poder que aspiran a destruir cualquier disidencia, el libre pensamiento y el progreso individual y colectivo. Es sabido que un ser humano que utiliza la razón plantea serios prob1emas a las construcciones dogmáticas y a la supuesta intelectualidad teológica demasiado complicada para ser entendida por todos. Cuando alguien quiere comprender el Dogma y el Misterio, el especialista dice que se recurra a la fe y así se zanja la cuestión. El Dogma y el Misterio son una imposición de las jerarquías sacerdotales, por lo que su aceptación es, en realidad, el sometimiento a esas jerarquías, jamás a la Divinidad. El núcleo del Misterio tiene su raíz en las religiones arcaicas y está relacionado con el tabú. El Misterio tiene su formulación y su origen en la Mitología y en la Magia”. Cfr.: http://www.verdeislam.com/vi_12/islam_religion.htm.  Nosotros, que no somos musulmanes, apelamos a este concepto del “Din” islamista, por considerarlo social y políticamente revolucionario.    

[10] Según un estudio del Banco de Inglaterra, en 1979 seis países de la OPEP (Arabia Saudí, Irak, Nigeria, Libia, los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait) marchaban a la cabeza de la lista entre los veinte países exportadores más grandes del Mundo. La mayor parte de los petrodólares obtenidos de la exportación de crudo ese año, fue colocado en el mercado de las eurodivisas; una parte menor se destinó a inversiones directas en otros países. Los 240.000 millones de petrodólares estaban invertidos en los países imperialistas, aunque el destino de estas inversiones se ha modificado mucho; en 1974, el 40% de los petrodólares estaban invertidos en Gran Bretaña; en 1979, este porcentaje había descendido al 32%. En 1981, la proporción de los petrodólares que se encontraba en los EE.UU. también disminuyó, mientras que la invertida en Japón, en la ex RFA, en Francia, en los Países Bajos y en Italia, había aumentado. En Japón pasaron de 3.200 millones en 1978, a 15.600 millones en septiembre de 1980. En cambio, la proporción invertida en dólares (incluidos los eurodólares) seguía siendo la misma, acentuándose la tendencia a la inversión especulativa, es decir, a corto plazo. (W. Wolf: “La coyuntura económica Internacional” En Revista “Inprecor” marzo de 1981 Nº 20)

[11] Los chiíes, aunque respetan la Sunna (colección de hechos y dichos de Mahoma según testigos directos de los acontecimientos), no aceptan que sea de carácter sagrado, tal como hacen los demás musulmanes (denominados sunníes). Por el contrario, los chiíes atribuyen mucha importancia a las enseñanzas transmitidas por los doce imanes sucesores de Alí. El duodécimo y último de tales sucesores –el Mahdi- no habría muerto, esperando su retorno. Entre el clero chiíta –conocido bajo el término de mullah- destacan algunos expertos en la interpretación de la sharia (ley islámica), denominados ayatolás.

[12] En este fracaso estuvo, sin duda, el anticomunismo visceral de la pequeñoburguesía iraní. Pero su causa fundamental fue la política del stalinismo (soviético y chino) en todo este período de lucha contra la dinastía Phalevi. No hay que olvidar que el partido “Tudeh” –correa de trasmisión de la política exterior del Kremlin en Irán-- llegó a ser la segunda fuerza política tras la Segunda Guerra Mundial. Pero al centrar su política en el intento de quitarle las concesiones petroleras a los ingleses de la “Anglo Irán Oil Company” apoyando incondicionalmente al Sha desde 1945, (con quién mantuvo fuertes vínculos comerciales, incluso en el terreno de la provisión de equipos militares) este partido pasó a compartir con el monarca el odio de las masas, que vieron en él la negación más completa de sus profundas y genuinas aspiraciones de liberación nacional. Respecto de la burocracia china, por los mismos intereses inmediatos apoyó el despotismo del Sha, aprobando la instauración del Estado de sitio en 1978, tras la masacre de la plaza  Jaleh. Hace 95 años, en 1909, una de las organizaciones obreras clandestinas de combatientes iraníes, partidarios de la revolución constitucional: el “Modhahid”, se reclamaba a la vez del Islam y de la socialdemocracia revolucionaria. Si por entonces esto era así, se debió, en buena parte, a la acción resuelta de los militantes comunistas rusos del POSDR (bolchevique), que había destacado comandos en Trabriz para ayudar a la joven revolución persa. (Ver: “Histoire du movument ouvrier en Irán” Ed. Mazdak. Citado por Michel Rovere en: “Inprecor nov/1979 Nº 9).    

[13] En carta a Engels del 2 de junio de 1853, Marx abordó por primera vez la cuestión del “modo de producción asiático”. Citando extensos párrafos del Libro de Francois Bernier sobre el Indostán y Persia, Marx concluyó que el hecho distintivo del modo de producción en estos países respecto de la línea típica de desarrollo de Occidente, es el hecho de haber dejado atrás el “comunismo primitivo”, aunque todavía persiste la inexistencia de toda propiedad privada o individual sobre la tierra: “Esta es la verdadera clave, incluso del cielo oriental”, termina diciendo, es decir, de religiones como el zoroastrismo, el hinduísmo, el budismo y el islamismo. 

[14] La doctrina chiíta de que, hasta el retorno del “imán oculto”, cualquier gobierno es, por naturaleza, “ilegítimo”, constituye un principio teológico que, sin duda, inspira en la conciencia de los explotados y oprimidos una política de revolución permanente. Tal es el elemento de superioridad del chiísmo respecto de las demás sectas musulmanas, especialmente de la sunní, verdadera contrapartida revolucionaria del elemento burocrático contrarrevolucionario que supone hacer descansar la verdad revelada del Islam en los ayatolás, supuestamente representantes del dios Allah en la Tierra.

[15] En su trabajo: “Islam y nación”, es interesante comprobar la conclusión a la que llega Xavier de Planhol, donde se observa  cómo, en la tradición islámica, el concepto religioso designado originariamente por la palabra “milla”, acaba subsumiéndose históricamente en el concepto político populista laico de nación hasta llegar a significar ambas cosas a la vez en una: “Los términos que hoy designan la nación en las tres lenguas de cultura del área musulmana están tomados del léxico religioso. El más antiguo es el árabe milla, que en el Corán tiene el sentido de «palabra» y en arameo traducía el griego logos. En el siglo XIX la palabra adquirió un sentido político, y se empleó para traducir la francesa nation. En 1839 se habla de una millet servia. Surgen las ambigüedades. (...) En 1839 el gran edicto de reforma habla de millet otomana, que reúne a todos los ciudadanos del imperio sin distinción de religión, pero al mismo tiempo contrapone el Islam a las otras millet. Hacia 1860 el concepto de millet otomana sigue estando poco claro, y muchas veces es difícil saber si se aplica solamente a los súbditos minoritarios o a todos los ciudadanos otomanos. Pero a partir esta época ya no se discute el equivalente lingüístico francés de la palabra y sus derivados (milli: national;  mílliyet: nationalíté) (...) En árabe, lengua en la que milla y milli habían caído en desuso, en la época contemporánea se ha adoptado otra palabra del vocabulario religioso, muy significativa: umma, que en el Corán y el Islam designa la comunidad de los creyentes. Es la que se emplea hoy para hablar de la «nación» árabe, como por ejemplo en el discurso político de Nasser. Así pues, en el mundo árabe la nación ha tenido desde el principio una fuerte connotación religiosa.”. Cfr:
http://www.webislam.com/numeros/2001/05_01/Articulos%2005_01/Islam_naci%C3%B3n.htm