9. Ayman Maussili Kalaji 

Este sujeto, oriundo de Siria de 46 años, es el agente de la Policía Nacional que liberó los teléfonos móviles usados en las mochilas-bombas el 11 de marzo, y que gracias a su conocimiento en tecnología informática y del mundo árabe, hizo posible que esa fuerza de seguridad del Estado español, pudiera localizar a los supuestos ejecutores materiales de la masacre del 11M, que el 3 de abril de 2004 murieron en la explosión provocada al interior del piso sito en el Nº 40 de la calle Martín Gaite de la localidad de Leganés (Madrid).

Vinculado desde su juventud a la rama “Al Fatah” del “Movimiento para la Liberación de Palestina” (OLP), recibió instrucción en el conocimiento de armas y explosivos participando en varios de los campamentos que esa organización tiene en Oriente Próximo. También estuvo durante un tiempo en la antigua URSS, donde complementó su formación como activista y agente secreto.

Kalaji, que domina varios idiomas y dialectos árabes, llegó a España en 1981.Desde ese momento, a sus 24 años, renegó de su pasado militante y se clandestinizó respecto de sus antiguos compañeros, para pasar a desempeñarse como confidente oficioso de la Policía Nacional y los servicios secretos españoles. A partir de sus relaciones con el mundo árabe, consiguió corromper a una determinada cantidad de ex militantes del movimiento árabe e islámico, que así pasaron a desempeñarse como informadores suyos infiltrados en las distintas células del movimiento árabe e islamista. Tres años después, en virtud de ese “meritorio” trabajo y de sus conocimientos y experiencia militar anterior, así como por los “servicios prestados al país”, consiguió la ciudadanía española. En poco tiempo, pasó de prestar servicios como informante en la Comisaría General de Información (CGI), a la elite de la Policía y, después, a la Unidad Central de Información Exterior (UCIE). Más tarde formó parte de la Brigada de Policía Judicial y en la Unidad de Menores, hasta terminar siendo escolta del juez Baltasar Garzón.

Según reporta el periodista Luis del Pino, Maussili Kalaji, quien llegó a conocer a la perfección toda la comunidad Siria en España, fue el agente del Estado español encargado de escuchar y traducir todas las conversaciones telefónicas de Monzer Al-Kassar —un empresario sirio traficante de armas residente en Marbella— a quien el juez Baltasar Garzón acusó en una causa de colaborar en el secuestro del barco italiano “Achille Lauro”.[1]

En 1992, el magistrado Garzón imputó a Al-Kassar —representante del Gobierno español en algunas operaciones de venta de armas a terceros países— una presunta pertenencia al grupo terrorista islamista “Frente Popular para la Liberación de Palestina” (liderado por “Abu Abbas”), de asesinato consumado, pertenencia a banda armada y organización terrorista, asesinato frustrado, detención ilegal y piratería. Como miembro de la Comisaría de Información y por orden del magistrado, Kalaji controló de cerca tanto a Al-Kassar como a su familia; pero finalmente, el sirio Al-Kassar —amigo de Alonso Manglano, ex director del CESID y de Rafael Vera, ex secretario de Estado de Interior— salió absuelto de todos los cargos que le imputó Garzón.

En 1989, Kajali abortó la operación terrorista islamista más importante de los últimos años, localizando un barco con explosivos que llegó al puerto de Valencia desde el Líbano. Kalaji logró colocar dentro de aquella célula terrorista a uno de sus hombres, Mohamed Arabi, quien alertó del cargamento de explosivos que llegó al puerto de Valencia en noviembre de 1989 y que venía camuflado en una partida de latas de conserva de tomate procedentes del Líbano.[2] Junto a los explosivos que llegaron hasta el puerto de Valencia en el mismo contenedor, la Policía localizó granadas de mano y detonadores. Los detenidos, un total de ocho, pertenecían al grupo radical Hezbollah” (Los hijos de Dios) y cuatro de ellos eran chiítas iraquíes. Gracias a Kajali, la Policía Nacional española pudo desarticular este comando que pretendió atentar contra intereses norteamericanos en Europa.[3]

Como consecuencia de esa operación, la Policía pudo localizar en un piso de Valencia más explosivos y documentación con croquis y manuales para la fabricación de artefactos, así como pasaportes falsos para ser usados por los miembros de la célula terrorista islamista que se había organizado en la capital levantina. Un año después de esa operación, exactamente el 23 de noviembre de 1990, y tal como consta en un documento interno de la Comisaría General de Información que está en poder de “El Mundo”, el “policía en prácticas”, Maussili Kalaji , junto con otros comisarios, inspectores y directivos de la Policía, fue recompensado por el Ministerio del Interior con una “felicitación pública tipo C”.

Garzón tuvo la oportunidad de destacar la importancia de esa operación policial el 15 de julio de 2004, cuando intervino en la Comisión parlamentaria de Investigación del 11-M respondiendo a una de las preguntas del diputado popular Manuel Atencia Robledo sobre el terrorismo islamista en España:

<<Probablemente, hay un momento importante, si no recuerdo mal en 1989, cuando se descubre un barco que trae un cargamento de explosivos en latas de conserva por el puerto de Valencia. Es ahí donde se inicia la atención por parte de la Comisaría General de Información (...) De modo que el peso principal de esas investigaciones las ha llevado la CGI y la Unidad de Información Exterior, ya que por aquella época desarrollaba esas investigaciones y en un tanto por ciento muy elevado las he dirigido yo o mi Juzgado [...] Esta es la situación hasta 2001, en que se producen los atentados del 11-S>> (Op. Cit.)

Pero en el control previo y desbaratamiento posterior del comando acusado de materializar los atentados del 11M, no sólo tuvo participación destacada Ayman Maussili Kalaji, sino que, al parecer, fue un asunto de familia. Su hermana, Lina, que se había venido desempeñando desde hace 16 años como traductora de la Policía Nacional, fue la encargada de traducir las escuchas telefónicas que la Comisaría General de Información realizó a las células islamistas instaladas en España, y la que avisó en reiteradas ocasiones a sus jefes, de que “El Tunecino” era un hombre muy peligroso y podía estar preparando alguna acción violenta. Es obvio que los avisos de la traductora no fueron escuchados por sus superiores. En efecto, en el folio 6 del ya citado informe preparado por Telesforo Rubio y sus hombres se puede leer:

<<En minuta que se adjunta (…) Maussili afirma que participó en la traducción de las intervenciones telefónicas realizadas a Serhane ben Abdelmajid Fakhet, El Tunecino, y corrobora la información periodística sobre el hecho de haber informado a sus superiores sobre el peligro que dicha persona representaba.

El informe va aún más lejos y recoge una declaración de la traductora Maussili Kalaji realizada el pasado 17 de mayo, el mismo día que apareció la noticia en el periódico EL MUNDO: “Efectivamente, durante el año 2002 se me encomendó oficialmente, por parte de la entonces Sección del Servicio de Asuntos Arabes e Islámicos de la UCIE, la traducción del árabe al español, entre otras, de las conversaciones grabadas —con autorización judicial— de Serhane ben Abdelmajid Fakhet, El Tunecino.

Transcurridos unos meses, tuve noticias por uno de los inspectores de dicha Sección de que se iba a producir el cese de la observación telefónica del citado Serhane, momento que aproveché para dar mi opinión a dicho funcionario, así como a su jefe de Sección, el entonces inspector jefe, Rafael Gómez-Menor, sobre dicho sujeto, advirtiendo que ‘me parecía muy malo, y un error terminar con dichas escuchas’”.>> (Op. Cit.)

La respuesta que la traductora Maussili recibió de la superioridad fue clara, directa y terminante:

<<El funcionario me contestó que el juez competente en dichas diligencias previas había decretado su cese, dado que a través de dichas conversaciones no se había encontrado dato relevante alguno para las investigaciones en curso.>> (Ibíd)

Cuando los 192 muertos del 11-M dieron tristemente la razón a la hermana de Maussili Kalaji, ésta se dirigió a su antiguo jefe y le recordó que ella ya había avisado de lo malo que era “El Tunecino”. Pero la participación de la familia Kalaji en todo este asunto no acabó aquí, porque uno de las primeros miembros de la policía que el 11-M tuvo acceso a la furgoneta aparcada frente a la Estación de Alcalá de Henares, fue la ex esposa de Kalaji, la agente Marisol, lo cual puso a los investigadores más firmemente sobre la pista del terrorismo islamista frente al etarra.

Estamos ante uno de los fenómenos más paradigmáticos de “transformismo”, operado en la conciencia y la práctica social de numerosos emigrantes políticos del “tercer mundo” bajo condiciones de retroceso en las luchas de los explotados a escala planetaria, quienes, por efecto del desarrollo económico desigual del capitalismo entre el centro y la periferia, el primer mundo acaba convirtiéndoles en agentes del mismo enemigo de clase que los persiguió y, finalmente, expulsó, de sus países de origen.[4]

Pues bien, este Ayman Maussili Kalaji, es el mismo que llegó a comprometerse con el aparato burocrático represivo del Estado español, hasta el extremo terrorista de liberar los teléfonos móviles utilizados en los atentados del 11M y —según las acusaciones que le hizo su Jefe inmediato superior a cargo de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional— a fabricar él mismo los explosivos presuntamente colocados en el interior de los “trenes de la muerte”. Así lo ha dicho Telésforo Rubio en el conocido informe presentado el 20 de mayo de 2005 ante el Juez Juan del Olmo:

<<Cotejando las fechas de compra, de liberación de los equipos y la realización de los atentados, nos encontramos en un periodo muy corto de tiempo: del 3 al 8 de marzo del 2004 y los atentados fueron el 11. [...] En las investigaciones del 11-M aún flota una pregunta: ¿Quién [en negrita en el original] realizó las operaciones de soldado de los cables, en el vibrador de los teléfonos móviles, para que enlazaran con los detonadores?

Es evidente que no cabe descartar que alguno de los terroristas realizara dicha operación, pero no se ha encontrado equipo adecuado para ello. Esta persona —Kalaji— tiene los conocimientos suficientes para ello y realmente queda(ba) muy poco tiempo para que los terroristas trataran de buscar a otro comerciante, ingenuo o no, para realizar dichas operaciones. (lo entre paréntesis nuestro>>
http://wwwb.elmundo.es/elmundo/2005/08/22/espana/1124680691.html [5]

Lo que el informe deja claro —al margen del grado de implicación que pudo tener Kalaji— es que, un año después de los atentados, las Fuerzas de Seguridad consideran muy improbable que los oficialmente imputados como autores materiales de los atentados, fueran los que realmente prepararon los móviles y, además, deja constancia de que no se les ha encontrado los utensilios técnicos necesarios para hacerlo, señalando a modo de cortina de humo que:

<<La Policía aporta muchos datos sobre la formación militar de Kalaji. Se enfatiza su condición de religioso musulmán y su perfil "correspondiente a un posible islamista radical", al menos en su juventud.>> (Op. Cit.)

Como si desde donde este hombre había llegado se pudiera volver. ¿No será al revés, que su alto grado de sensualización, complicidad y compromiso con el poder gran burgués español que compartía, fue lo que le cegó hasta el extremo de no ver que el hilo de cualquier complicidad personal con el Estado capitalista es más fino que el de cualquier fusible y siempre se rompe por lo más delgado, en este caso él, un converso político cuyo pasado sólo ha dejado su condena en suspenso hasta el momento propicio? Como siempre ha sucedido en la sociedad bajo el dominio de las clases propietarias, el Estado capitalista sólo puede vencer al tiempo si se purifica de sus fechorías, sabiendo escoger en cada caso cual de sus servidores debe ser sacrificado en el altar de la “justicia”. Aun cuando no es menos cierto que lo tiene cada vez más difícil cuanto más se ve obligado a ejecutar el mismo ritual con distintos chivos expiatorios.

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[1] Achille Lauro es el nombre de un barco de pasajeros que fue noticia en todo el mundo cuando el 8 de octubre de 1985, en el transcurso de un crucero entre Alexandría y Port Said, cuatro árabes se apoderaron del buque resultando muerto un pasajero norteamericano. Al día siguiente los secuestradores se rindieron y la mayoría de los pasajeros regresaron a Italia.

[2] Según ha podido saber “El Mundo”, Kalaji se enfrentó a sus superiores con la ayuda del juez Garzón, cuando el confidente Mohamed Arabi fue detenido en la operación Dátil como un miembro más de la organización de Abu Dahdah. Finalmente, Garzón escuchó a Kalaji, reconoció que Arabi había colaborado en las investigaciones y lo puso en libertad.

[3] Durante el juicio celebrado en la Audiencia Nacional, tres de los chiítas implicados en el envío de los explosivos desde el Líbano a España reconocieron que el material que se les incautó estaba destinado a atentar contra bases de EEUU en Europa, así como contra embajadas norteamericanas, francesas, kuwaitíes y de Arabia Saudí.

[4] Transformismo es el vocablo acuñado por Antonio Gramsci por el que designó la capacidad de las clases minoritarias dominantes, para comprar a la intelectualidad revolucionaria de las clases subalternas, a fin de decapitar a sus organizaciones políticas y poder, así, hegemonizar ideológicamente a las amplias masas explotadas: “Si estudiamos la historia italiana a partir de 1815, veremos que un pequeño grupo (de intelectuales orgánicos) dirigente (de las clases fundamentales dominantes), logró encerrar metódicamente en su círculo (de poder) a todo elemento político puesto de manifiesto por los movimientos de masa de tendencia subversiva. (A. Gramsci: “Il Risorgimento”. Citado por  Hugues Portelli en: “Gramsci y el Bloque Histórico” Cap. IV. Lo entre paréntesis nuestro)

[5] Actualmente este vínculo no funciona, porque “El Mundo” considera esta información como de “acceso restringido”. Buscar por cualquiera de las expresiones citadas, por ejemplo: “Cotejando las fechas de compra”.