Nuestra
tierra / CUANDO LLEGUE EL TEMBLOR
Los
últimos 15 años fueron escenario de una onda verde que
empapó discursos, empapeló ciudades, llegó a las
pantallas de los televisores y generó foros internacionales.
Las Cumbres de la Tierra de Río de Janeiro y Johannesburgo, en
1992 y 2002, respectivamente, reunieron a los “líderes”
del mundo para pronunciarse por su aparente preocupación por
los problemas ambientales. Un poco tarde se dieron cuenta de que éstos
no reconocen fronteras, nacionalidades, ni poder alguno. De esos encuentros
de gente importantísima, salieron las Agendas Ambientales (Agenda
XXI), en las que se define como objetivo central la conciliación
del desarrollo humano con el mantenimiento a perpetuidad del capital
ambiental. Pretenciosos compendios de principios que nunca cumplirán
quienes han sido y son los verdaderos responsables de la degradación
de nuestra Tierra.
Paradojas de la sociedad occidental, capitalista, globalizada... mientras
los referentes de países poderosos y de organismos internacionales
se sacan la foto firmando los compromisos plasmados en Agendas Ambientales,
esos mismos países y esos mismos organismos llevan adelante,
una vez más, políticas de explotación de los recursos
naturales que, otra vez más, tendrán consecuencias irreversibles
en el ambiente. Y así estamos hoy, viendo en nuestro país
(sólo un ejemplo de lo que sucede en muchos) cómo las
empresas desmontan y siembran soja, extienden poliductos para transportar
combustibles, estallan montañas para sacar minerales, pescan
indiscriminadamente, arrojan gases sin tratamiento alguno... Las razones
siempre son las mismas, no importa de qué actividad se trate:
porque el precio internacional es conveniente, porque es lo que el mercado
“dicta” qué hay que hacer, porque no hay leyes que
lo impidan (o no hay justicia que se ocupe de estas cosas).
¿Pero cómo es posible... el mercado “dicta”
sin conocer los compromisos asumidos en las Cumbres?
Los ‘90 -años de onda verde- fue la década de implantación
del modelo neoliberal en los países del tercer mundo. Más
mercado, más voluntades individuales compitiendo, menos solidaridades,
menos Estado, menos regulaciones, más consumo, más individualismo...
¿Cómo es posible compatibilizar esto con el compromiso
con las generaciones futuras y con las contemporáneas? Nunca
será posible.
Pasaron los ‘90 y quedamos fuertemente divididos entre los que
ganaron y los que perdieron. Los que ganaron aportan con su tarjeta
de crédito los diez pesos mensuales a Greenpeace y con eso colaboran
con causas justas, se sienten humanos al menos por un rato. Claro, cómo
van a dimensionar los problemas ambientales si viven en burbujas de
naturaleza artificial, que ocultan las consecuencias del mal uso de
los recursos. Su egoísmo les impide ver más allá
de lo que desean. Quieren naturaleza y la tienen, la pueden comprar,
pueden abrir la ventana de su casa de country y ver verde, cercos verdes
de álamos que protegen sus miradas de los grises de la otra ciudad,
la ciudad de los que perdieron; van en avión al glaciar Perito
Moreno y consumen naturaleza; pasan un fin de semana en una estancia
turística y se empachan de naturaleza. Eso es la naturaleza para
el ganador de este modelo de hambre para muchos.
Pero del otro lado de la moneda, las consecuencias devastadoras del
neoliberalismo pueden verse en cada esquina, en cada barrio, villa,
asentamiento donde viven los que perdieron: chicos revolviendo la basura,
madres y padres desocupados, gente que vive en la pobreza sin los mínimos
recursos para cubrir necesidades vitales.
¿Quiénes serán, entonces, los que obliguen a los
Estados a cumplir los compromisos asumidos en el cuidado del medioambiente?
¿Quiénes? ¿Esos pocos, los que no ven el problema
porque compran verde siempre que lo quieren? ¿Quiénes,
entonces? ¿Ellos, los muchos, los mismos que ahora están
comiendo de la basura?
Los poderosos lo saben y ese es su margen de maniobra. Las empresas
que financian campañas a favor de los pingüinos empetrolados,
son las mismas que no dudarían en explotar yacimientos con el
mínimo gasto posible -sin invertir en técnicas cuidadosas
del ambiente- cuando eso sea rentable. Tampoco temblarían un
segundo para abandonar esa actividad cuando el monocultivo de soja o
algún otro producto rinda mejores frutos. Para qué pensar
si esas actividades degradan el suelo, contaminan el aire, eliminan
especies, atentan contra la biodiversidad... ¿Quién lo
va a impedir? ¿El pueblo desocupado y desesperado? ¿Los
gobiernos apurados por atraer inversiones que sirvan para mostrar los
logros inmediatos de su gestión y renovarles por otro rato el
mandato?
Capitalismo, neoliberalismo, egoísmo, mercado... palabras incompatibles
con posibilidades de goce de nuestra Tierra, en sentido amplio, y para
todos. Los de hoy y los que están por venir.
Así como el capitalismo es irreconciliable con la preservación
del medioambiente -porque el egoísmo no contempla gastos para
cuidar al prójimo-, la lucha por la defensa de nuestra Tierra
no puede hacerse por separado de la lucha por una sociedad más
justa, más solidaria, sin explotación de unos por los
otros. Si se separan, aquélla se convierte en eslóganes
vacíos (“salve a las ballenas”).
La hipocresía neoliberal, la onda verde, cree que corre con la
ventaja de no tener enfrente un dedo acusador que pueda -teniendo las
manos ocupadas, la panza llena y el pensamiento libre- detenerse a exigir
compromiso con las generaciones futuras. Los poderosos saben que enormes
masas de hambreados no tendrán tiempo ni fuerza para preguntarse
por el grado de cumplimiento de normas de cuidado del ambiente. Y con
eso juegan.
Lo que no saben, lo que quieren ignorar, es que en el subsuelo no sólo
hay petróleo. Desde el subsuelo también se gestan grandes
movimientos que, algún día, más temprano que tarde,
harán temblar la tierra y cambiarán las cosas. Los Pueblos
se despiertan y unen sus reclamos, juntan las voces, las manos. Reconocen
las mismas causas de los dolores y padecimientos, les ponen nombre a
los culpables. Los Pueblos sí saben que, en cada pequeña
acción donde prime la solidaridad y se erradique el egoísmo,
existen posibilidades de cambiar esta sociedad que devora naturaleza,
y que se devora a sí misma.
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La
mirada de los otros
En la provincia de Córdoba, al oeste de la Sierra de Pocho, cuando
terminan los circuitos turísticos, aparecen los montes y las
tierras semiáridas habitadas desde hace cientos de años
por campesinos y campesinas que comparten la tierra en forma comunitaria,
como lo hicieran sus antepasados. Al norte de Villa Dolores, entre San
Pedro y Chancaní, hay aproximadamente 60 kilómetros, recorridos
por un camino enripiado rodeado de algarrobos, chañares, breas
y quebrachos. Por ese camino circula un colectivo que une las dos localidades,
una vez a la mañana y otra a la noche, y los pobladores de las
comunidades rurales de la zona, se cruzan a menudo camino de la escuela,
el almacén o el dispensario.
Para llegar a este camino, la mayoría de las campesinas y campesinos
de Los Quebrachitos, Las Oscuras y El Medanito deben andar varios kilómetros
a pié o a caballo. Lourdes, la hija menor de Pirina e Iván,
va a una escuela en la comunidad de “El Medanito” muy cerca
de su casa, pero Pamela, que está haciendo el secundario en Chancaní,
se encuentra con sus vecinos en el colectivo.
Pirina -o “la Piri”, como todos la conocen- quiere que sus
hijos vayan a la escuela; incluso Gastón, el hijo varón
de la familia, estudia en la Universidad de Córdoba. Allí
comenzó este año la carrera de Arquitectura, y en su primer
trabajo para la Facultad, tuvo que describir cómo era su casa.
Fue un comienzo difícil para Gastón. Sucede que su casa
hoy no existe. Hace 7 meses, una orden de desalojo dictada por la Jueza
de Menores de Villa Dolores los dejó a todos en la calle. Y no
fue precisamente mediante una cordial invitación: cerca de 40
policías, portando armas largas, cascos y escudos, irrumpieron
en su hogar y se enfrentaron al temible ejército de 15 campesinos
de piel morena y curtida, sin otra arma que sus miradas plenas de dignidad.
Pero como los desacatados habían cometido el delito de vivir
durante 18 años en esas tierras, levantado corrales y bebederos
para los animales, criado sus chivas y sus gallinas, y construido con
sus manos una hermosa casa de ladrillos, la Ley determinó que
una topadora arrasara con todo lo que encontrase a su paso.
Pero Pirina, Iván, Gastón, Pamela y Lourdes Calderón
no se rindieron. Ni se pusieron a llorar. Ni llamaron a la televisión.
Con la ayuda de sus compañeras y compañeros de la Unión
Campesina de Traslasierra (UCATRAS) armaron una toldería en la
puerta de su tierra y allí resisten desde hace 7 meses.
Allí reciben la visita de sus compañeros campesinos y
la indiferencia de la mayoría, que mira con desconfianza a quienes
osan enfrentar el poder de los señores terratenientes, de los
jueces, de la policía y de los gobernantes, cuyo “modelo”
de sociedad no incluye a esta clase de personas.
Probablemente sea cierto que molestan. En lugar de “modernizarse”
y dedicarse al cultivo de soja, viven del monte como lo hicieran sus
antepasados durante generaciones enteras, criando chivas, extrayendo
leña (apenas para sobrevivir, sin sobreexplotar el monte), preparando
harina de algarroba y arrope de chañar, usando hierbas medicinales
como les enseñaron sus padres y sus abuelos. Molestan porque
creen que no vale la pena irse a vivir a la ciudad, a ser explotados
en un trabajo indigno (en el “mejor” de los casos) o “vivir”
de la “caridad” de los punteros que reparten la asistencia
social. Cumplirían de ese modo con las exigencias de la sociedad
global: un sistema de monocultivo extractivo, productor de alimentos
transgénicos que aquí nadie come, contaminando los suelos
y los ríos, acabando con los bosques nativos y forestando con
especies de alto rendimiento, aptas para producir papel. O como lo definió
la Piri: “un campo sin campesinos”
Pero no. Prefieren resistir allí, donde nacieron, donde crecieron,
a donde pertenecen.
No les importa que algunos de sus vecinos los miren con desconfianza.
Para muchos campesinos, criados en la idea de que debían “estar
agradecidos” con el patrón, que les da empleo como puesteros
en sus estancias, o con el terrateniente que durante décadas
no se ocupó de esas tierras yermas debido a su escasa “rentabilidad”,
y que ahora aparece, escritura en mano y policías o patotas armadas
a bordo de sus 4x4; para estos hijos de tierra, víctimas también
de la república estanciera, un papel tiene más valor que
toda una vida de pies descalzos arraigados en la tierra.
Tampoco les importa que muchos de estos vecinos viajen en el colectivo
con Pamela y la miren por sobre el hombro. La Piri se los dijo claramente:
“yo les enseñé que nunca bajen la mirada, porque
nosotros no hicimos nada malo, esta tierra es nuestra y por eso nos
quedamos”. Como no le bajó la mirada al policía
que manejaba la topadora el día del desalojo, cuando se lo cruzó
en el colectivo. Fue él quien no la pudo sostener y tuvo que
bajarse para no seguir soportando tanta dignidad acumulada en esos ojos.
Quien haya pasado por la carpa de la familia Calderón, en El
Medanito, sabe que no puede haber sido de otra manera.
Basta con mirar a los ojos de la Piri, para darse cuenta de que es así.
Sergio
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EN
EL DÍA INTERNACIONAL DE LA LUCHA CAMPESINA, EN HOMENAJE A LOS
HOMBRES Y MUJERES QUE LUCHAN POR LA TIERRA
Sólo dignidad que tira para adelante
Y
en El medanito nos vamos a quedar.
Fragmento de "Somos campesinos"
La
leña arde en el fogón de la Pirina. En El medanito, provincia
de Córdoba, hace siete meses que los Calderón viven en
un campamento en la calle, al lado de su campo. El 6 de septiembre del
año pasado, un escuadrón policial integrado por 50 hombres
fuertemente armados irrumpió en el predio Santa Teresa, donde
Pirina Salas e Iván Calderón habitan desde hace casi veinte
años. Allí formaron su familia, integrada también
por sus tres hijos: Gastón de 18, Pamela de 15 y Lourdes de 8.
En el desalojo del 6 de septiembre, la policía no sólo
expulsó a la familia del campo, sino que también destruyó
su vivienda, una amplia casa de varias habitaciones hecha de ladrillos
y adobe. A pocos metros del campamento pueden verse los escombros, y
también varias pilas de ladrillos y tirantes que anuncian la
esperanza de la reconstrucción. Una esperanza activa, de lucha.
La expulsión violenta, ordenada en mayo por un juez a pedido
de un empresario terrateniente, estuvo precedida por tres meses de solidaridad
y denuncia de la situación en el campo, y por la decisión
de la familia de no renunciar a su posesión. "Problemas
de desalojos hay en todos lados. Pero a veces la gente elige no protestar,
por miedo, o porque le han enseñado que las cosas son así,
que hay que hacer lo que dice el que tiene plata, los jueces y la policía.
La justicia es de los ricos, para los pobres hay injusticia nomás",
explica Pirina.
La decisión de resistir trascendió la frontera del pequeño
paraje, alcanzando difusión nacional, impulsado por el Movimiento
Campesino de Córdoba. El MCC es una organización que agrupa
a unas 1.000 familias, por intermedio de seis centrales regionales.
La Unión Campesina Traslasierra (UCATRAS) es una de esas centrales,
y está formada por las comunidades de El Medanito, Las Oscuras,
Las Cortaderas, El Quemado, Los Quebrachitos y Villa Las Rosas, en los
departamentos de Pocho y San Pedro, a pocos kilómetros de la
frontera con San Luis.
"Si no hubiéramos entrado a la organización nos hubiéramos
ido, como piensa la gente del lugar. Si a ellos le toca un problema
así, se van antes de que los corran. A nosotros también
nos hubiese pasado lo mismo si no hubiésemos entrado en la organización
y ver una realidad que no es solamente acá sino en muchos lugares,
y saber que no es solamente a uno solo que le pasa, sino que es a muchos",
comenta Pirina sobre el movimiento.
"Nos quedamos acá porque a pesar de todo la tierra sigue
siendo nuestra y tenemos ganas de luchar y seguir adelante por los chicos
que ellos tampoco quieren perder esto. Fue una decisión de sentarnos
en familia y decirles y hablarles a los chicos sobre el desalojo y lo
que podía pasar. Sabíamos de las consecuencias, que podíamos
ir presos, fue una decisión de todos: a pesar de todo nos vamos
a quedar por esto que sentimos que es nuestro".
Gastón, el hijo mayor de los Calderón, está estudiando
la carrera de Arquitectura a trescientos kilómetros de El medanito,
en la ciudad de Córdoba capital. Al igual que otros jóvenes
de organizaciones campesinas, forma parte del Proyecto Estudiantes Campesinos
a la Universidad (PECU), uno de los programas de articulación
entre movimientos estudiantiles y las comunidades del campo.
El PECU está impulsado por las agrupaciones que forman la Federación
Argentina de Estudiantes de Agronomía (FAEA), organizaciones
estudiantiles de doce universidades nacionales. Y se realiza junto a
varios integrantes del Movimiento Nacional Campesino e Indígena,
articulación que agrupa al Movimiento Campesino de Córdoba
con una decena de movimientos regionales y provinciales del resto del
país.
Pamela, la segunda hija, estudia en el colegio de Chancani, ubicado
a 50 km. de El medanito. En esa localidad se queda de lunes a viernes,
y allí estaba el 6 de septiembre, junto a su hermano, cuando
se enteró que estaban expulsando a la familia. Al bajarse del
micro y acercarse al campo, una patrulla policial con escudos y armas
largas les salió al paso, obligándoles a mantener distancia
con su familia y su casa, que era demolida.
"La lucha empezó después del desalojo, la lucha comienza
cuando te quieren quitar lo tuyo y empieza la lucha para que defendás
lo tuyo. Yo le agradezco tanto a Dios y a los compañeros por
la fuerza que nos dan, y yo trato de darle fuerza a mis hijos para que
sigan bien en la escuela a pesar de todo lo que nos ha pasado, ellos
no han tenido un desnivel en la escuela nunca. Yo les enseñé
que no bajen la mirada a nadie, porque por más que a la gente
le parezca que esto es malo, esto es nuestro, es nuestra lucha y la
vamos a llevar adelante. La lucha es siempre, si recuperamos la tierra
vamos a seguir y seguirán nuestro hijos", relata la madre
de la familia.
Gastón y Pamela, junto a compañeros de otras comunidades
-como sus primos Damián y Rita, que viven en Las oscuras-, impulsan
la formación del Espacio de Jóvenes de UCATRAS. Desde
allí están desarrollando proyectos apícolas y de
serigrafía. Y con las demás centrales del MCC participan
todos los años en el Campamento Latinoamericano de la Juventud,
junto a jóvenes de otras organizaciones populares, como el Movimiento
Sem Terra de Brasil, el Frente Darío Santillán y las demás
integrantes del Movimiento Campesino e Indígena.
Lourdes va a la escuela en El medanito, para lo que monta todos los
días en El Chavo, uno de los cuatro caballos de la familia. La
más pequeña participa en el espacio de niños de
la organización, "donde nos juntamos a jugar y junto con
algunos padres contamos cuentos, hacemos caretas, instrumentos musicales
y cantamos".
Lourdes muestra con orgullo el cuaderno escolar, lleno de palabras formadas
por letras redondas y prolijas, por donde se intercalan algunos dibujos.
También otras obras que escribe y dibuja en papel, o en la tierra
o en una chapa. Cuando se entera de un mago que vive en La Plata, desaparece
en un momento de la ronda. Al rato vuelve con una carta cerrada, pegada
con dos cintas que ocultan el regalo. En el dorso se lee "para
un mago, Lourdes Ivana Calderón, de El medanito, Departamento
Pocho".
El acampe está formado por dos habitaciones grandes, hechas de
lona. Pirina explica que en el invierno se levanta muy temprano para
estar cerca del fogón, un bracero cubierto por el techo y las
tres paredes de chapas, punto de encuentro para tomarse unos mates,
comerse unos pastelitos y compartir un rato de charla, que termina cuando
alguno se va a hacer una de las tantas tareas familiares: largar o encerrar
las cabras en los corrales, juntar leña, y producir una cantidad
enorme de alimentos, distintos tipos de queso, harinas, arropes y dulces,
además del cabrito cordobés. Algunas de estas producciones
las comercializan a través de la Red de Comercio justo, un espacio
formado mayoritariamente por estudiantes de la Universidad Nacional
de Córdoba que articula la distribución en la capital
de la provincia.
También en ese lugar la gente se arrima a la noche a sacarse
el frío y tomar unos mates. A lo mejor aparece una guitarra y
entonces el Gastón toca y todo el mundo entona una de León
o Zitarrosa. Y seguro se canta "somos campesinos", chacarera
creada en un campamento de educación popular realizado en el
2004, en El medanito, en el que participaron organizaciones campesinas
y urbanas de todo el país.
Al costado de la casa destruida "por orden de la justicia",
se ven los corrales destinados al encierro de las cabras cuando cae
el sol y los animales vuelven de recorrer el monte de chañares,
algarrobos y breas que crece en la zona, hoy amenazado por las topadoras,
el símbolo del avance "de la frontera agropecuaria".
En el Oeste cordobés, al igual que en el Norte, se extiende la
voracidad empresaria sobre tierras en las que hace largos años
habitan campesinos, que se dedican a la cría de cabras y a la
producción artesanal, para autoconsumo y venta, de queso, pollos,
dulces, hierbas medicinales, entre otros bienes.
Las nuevas estrategias productivas buscan remplazar estas producciones
ancestrales, priorizando la obtención de la ganancia del nuevo
dueño por sobre la sustentabilidad del medio ambiente: sobre
las posibilidades de reproducción de la vida en un futuro que
aparece cada vez más cercano.
A la tardecita y con varias mandarinas de por medio, Iván cuenta
cómo está cambiando el clima. "Este invierno va a
ser duro acá; el verano que pasó también lo fue,
hubo días de 50 grados o más". También explica
la relación entre el monte, el viento y el curso de las aguas:
"Al haber menos monte, los vientos son más fuertes y encimo
voltean lo poco que queda. Además como hay menos árboles
lo que llueve no entra a la tierra, el agua corre sigue de largo, cambian
los meses de la lluvia también, no sabemos cuándo va a
llover ahora".
Para plantar soja o papa u otros cultivos vegetales más rentables,
arrasan con el monte. Destruyen así miles de árboles de
distintas especies y juntos con ellos el ecosistema que determina al
mismo tiempo una condición climática, una relación
del hombre con la naturaleza. Cambian los vientos y las lluvias y aumentan
los perjuicios para la población.
El proceso de desmonte y cambios climáticos se da en todo el
oeste y norte de Córdoba, pero de modo similar también
en Santiago del Estero, en Mendoza, en Misiones, Formosa, Jujuy y Salta.
En esta última provincia recientemente alcanzó notoriedad
en el caso de Tartagal, donde las organizaciones populares desde hace
tiempo vienen denunciando que la tala de árboles está
en la raíz del problema.
Este contexto respecto a las tierras se inscribe a su vez en otro más
amplio, del que forman parte todos los recursos naturales, en peligro
de agotamiento. En Entre Ríos es el agua, con las papeleras sobre
el Río Uruguay. También en Buenos Aires, con el Riachuelo
y el Matanza. En Catamarca, San Juan y Chubut es el aire, el agua y
la tierra, afectados por las explotaciones mineras. En Salta, Chubut
y Santa Cruz es el gas y el petróleo lo que se llevan.
En todos los casos se trata de empresas que quieren hacer aprovecharse
de los recursos comunitarios para obtener mucho dinero. Prometen empleo,
pero a poco andar causan numerosos despidos. Las condiciones de vida
no mejoran y se deteriora el medio ambiente. En Córdoba, en particular,
el avance de este modelo de "civilización", no sólo
trae esos perjuicios ecológicos graves sino que ni siquiera generan
nuevos puestos de trabajo: al contrario, expulsa a las familias. El
Medanito es un ejemplo emblemático, pero también lo son
el campo de la Ramona y Santo Domingo, entre otras tierras comunales
donde las luchas fueron protagonizadas, en gran parte, por mujeres del
campo.
La Piri desconfía de la prensa comercial, porque "las pocas
veces que han venido te hacen quedar mal", pero se abre a hablar
con los compañeros. "Yo quiero que todos sepan que acá
existimos, que estamos luchando por nuestra tierra, porque los niños
puedan ir a la escuela y terminar sus estudios, que podamos seguir viviendo
de nuestro trabajo como hemos vivido siempre, porque con este nuevo
modelo que impone el gobierno, es un campo sin campesinos. A nosotros
nos quieren erradicar como sucedió con los indios".
El 24 de marzo pasado, a 30 años del golpe de estado de 1976,
Pirina habló en el acto realizado en la ciudad de Córdoba.
"Una experiencia muy fuerte, había 50.000 personas. Se me
nublaba la vista", sonríe. "Fue algo muy grande. Lo
que dije, en nombre del movimiento campesino, es que nosotros somos
la continuación de esa lucha".
En esa movilización el Movimiento Campesino de Córdoba
distribuyó diez mil volantes, presentándose a la comunidad.
"Organizarnos más", dice el Movimiento en ese texto.
"La lucha campesina no es únicamente de las familias del
campo, ni es sólo por la distribución de las tierras.
Es una lucha integral, una forma de resolver problemas como la pobreza,
el desempleo, la violencia, la marginación, la falta de educación,
el transporte, la vivienda".
Lo mismo señala Alberto Salas, hermano de Pirina y también
miembro de la organización, en la comunidad de Las Oscuras: "En
este camino que estamos andando hemos descubierto que existen dos mundos
totalmente distintos. De un lado está el mundo de los políticos,
de la corrupción, de la desocupación. Del otro lado está
el mundo de la solidaridad, del trabajo . A este mundo es al que quiere
llegar UCATRAS".
"Estamos acostumbrados a vivir en el mundo de siempre y a muchos
nos cuesta darnos cuenta de la existencia de ese otro mundo al que queremos
llegar. Sólo cuando empezamos a ver que teníamos derechos,
nos paramos y dijimos: 'bueno compañeros, hay otro mundo distinto,
mejor, y ahí debemos llegar'. A través del contacto con
otro cumpas es que pudimos empezar a conocer ese otro mundo. Nuestro
objetivo es llegar todos parejitos a lo bueno, al otro mundo. Hemos
descubierto que uno no hace nada, que debemos hacer las cosas entre
todos. UCATRAS nos invitó a soñar en el otro mundo (del
trabajo, la justicia y la salud,.etc.), pero no como los políticos
que vienen y te prometen que te van a solucionar los problemas, que
te van a hacer una casa, UCATRAS es la invitación a que la casa
la hagamos juntos", escribió en la revista que presentó
la organización en diciembre de 2003, a dos años de su
primer encuentro, en Chancaní.
"Defender la vida campesina para que podamos seguir viviendo en
el campo, produciendo como lo hicimos siempre, que el monte no se termine
y no que avance la frontera agrícola que desmonta todo y que
sabés que van a pasar varios años para recuperar un árbol.
Esa es la vida campesina, poder alimentarnos del trabajo nuestro, de
la tierra, de las huertas comunitarias, no tener que consumir alimentos
transgénicos, sino la verdura propia que la podemos hacer en
el campo, que no se pierda esa cultura", dicen los Calderón
y los Salas, reunidos en torno al fogón que mates de por medio
puede albergar visitas de compañeros, cercanos o lejanos.
Diversas voces relatan la existencia de comunidades y personas, en muchas
regiones, que tienen una visión distinta a la hegemónica
de lo que es el progreso. Donde la mirada es clara, abierta y compañera.
El campo de los Calderón, en el departamento de Pocho, en la
provincia de Córdoba, es uno de esos lugares donde se comparten
dignidades y esperanzas de lucha. Ahí donde los jóvenes
cuentan cómo se organizan, y donde la Lourdes le regala un dibujo
a un mago que no conoce. Donde Iván y Pirina, donde tantos compañeros.
Arde la vida en el fogón de El medanito.
Fernando
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LECTURA
Cuando
tenga la tierra
Cuando
tenga la tierra
sembraré las palabras
que mi padre martín fierro
puso al viento...
Cuando
tenga la tierra
la tendrán los que luchan
los maestros, los hacheros,
los obreros
Cuando
tenga la tierra
te lo juro semilla
que la vida
será un dulce racimo
y en el mar de las uvas
nuestro vino
cantaré...
Cuando
tenga la tierra
le daré a las estrellas
astronautas de trigales
luna nueva
Cuando
tenga la tierra
formaré con los grillos
una orquesta donde canten
los que piensan
Campesino
cuando tenga la tierra
sucederá en el mundo
el corazón de mi mundo
desde atrás, de todo el olvido
secaré con mis lágrimas
todo el horror de la lástima
y por fin te veré, campesino
dueño de mirar la noche
en que nos acostamos
para hacer los hijos
Campesino
cuando tenga la tierra
le pondré la luna en el bolsillo
y saldré a pasear con los árboles
y el silencio
y los hombres y las mujeres conmigo
Cantaré...
Daniel
Toro - Ariel Petrocelli
PARA
NO PERDERSE
* Memoria verde. Historia ecológica de la Argentina, A. E. Brailovsky,
D. Foguelman
* La tierra que nos quitaron. Reclamos indígenas en Argentina.
Morita Carrasco, Claudia Briones
* Soberanía alimentaria. Por el derecho del pueblo argentino
a la alimentación, Centro de Estudios y Promoción Agraria
* Protección del medio ambiente, varios autores
* Ambiente, poder y participación - El caso de la región
La Plata y su zona de influencia, María Cristina Linchetta
* Hábitat y vivienda, J. E. Havel
* Interacción entre los seres vivos y el ambiente, Susana Liria
Paradell
* Qué te pasa calabaza, INTA
* Reciclado. Una solución al problema de la basura, Norma Cantoni
* ¡Qué calor!, Hugo Roberto Tricárico
*
En Internet:
-Grupo de Reflexión Rural: www.grr.org.ar
-Amigos de la Tierra: www.amigosdelatierra.org.ar
-Taller Ecologista: www.taller.org.ar
-Asambleas de Vecinos Autoconvocados por el No a la mina: www.noalamina.org
-Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú: www.noalapapelera.com.ar
-Grupo Guayubira: www.guayubira.org.uy
-Comisión de Apoyo por Tierra: caxtierra.blogia.com
*
Videos:
-Como una llamarada (2004)
El avance de los transgénicos y las consecuencias del uso de
agrotóxicos
Realización colectiva (Grupo de Estudios Rurales, Patricia Diglio,
Diego Domínguez, Pablo Lapegna, Pablo Sabatino)
El modelo de desarrollo único impuesto por la globalización
neoliberal se manifiesta también en un modelo único para
la agricultura: industrial y productivista. Los resultados de este modelo
en Argentina son más de 100 mil familias campesinas y trabajadores
rurales expulsados del campo; la concentración de la tierra en
pocas manos; el avance de la soja transgénica en detrimento de
otros cultivos, de la ganadería, y de la producción lechera;
el desmonte y la deforestación de extensas zonas, la desaparición
de reservas naturales; el crecimiento de la indigencia y el hambre.
Como una llamarada documenta las consecuencias de este modelo en Colonia
Loma Senés (Formosa), una comunidad rural de pequeños
productores agropecuarios que cultivan para el autoconsumo familiar,
comercializando sus excedentes una vez por semana en la Feria Franca
de Pirané.
-Campesinos, la voz que no se escuchaba
La lucha de los movimientos campesinos en Argentina
-Viaje a la tierra de los Sin Tierra
Una visita al Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST)
-MOCASE. La lucha por la tierra (2003)
Realización colectiva (Juan Mascaró, Eleonora Menutti,
Marcelo Otero)
Como respuesta a un contexto caracterizado por el caudillismo y el clientelismo
político, se fue gestando en la provincia argentina de Santiago
del Estero una organización que lleva más de una década
luchando por los derechos de los pequeños productores familiares:
el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE). Integrado por
8.500 familias, apuesta al crecimiento a partir de una construcción
de base, democrática y participativa, por fuera de las estructuras
partidarias o sindicales tradicionales.
-La tierra es nuestra (2003)
Indymedia Buenos Aires (Juan Lewin, Andrés López, Manuel
Palacios, Pablo Boido, Rodrigo Paz)
Video informe sobre la toma de tierras de un Movimiento de Trabajadores
Desocupados en La Matanza, Provincia de Buenos Aires. El relato nos
acerca a las formas de autoorganización de los trabajadores desocupados
alrededor de una necesidad, y cómo la acción directa deriva
en un duro enfrentamiento con las fuerzas de seguridad. También
nos muestra sus propuestas para pensar otras lógicas de propiedad,
por fuera de la sociedad capitalista. |
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