Notas del boletín de abril de 2006

 

Nuestra tierra / CUANDO LLEGUE EL TEMBLOR

Los últimos 15 años fueron escenario de una onda verde que empapó discursos, empapeló ciudades, llegó a las pantallas de los televisores y generó foros internacionales. Las Cumbres de la Tierra de Río de Janeiro y Johannesburgo, en 1992 y 2002, respectivamente, reunieron a los “líderes” del mundo para pronunciarse por su aparente preocupación por los problemas ambientales. Un poco tarde se dieron cuenta de que éstos no reconocen fronteras, nacionalidades, ni poder alguno. De esos encuentros de gente importantísima, salieron las Agendas Ambientales (Agenda XXI), en las que se define como objetivo central la conciliación del desarrollo humano con el mantenimiento a perpetuidad del capital ambiental. Pretenciosos compendios de principios que nunca cumplirán quienes han sido y son los verdaderos responsables de la degradación de nuestra Tierra.
Paradojas de la sociedad occidental, capitalista, globalizada... mientras los referentes de países poderosos y de organismos internacionales se sacan la foto firmando los compromisos plasmados en Agendas Ambientales, esos mismos países y esos mismos organismos llevan adelante, una vez más, políticas de explotación de los recursos naturales que, otra vez más, tendrán consecuencias irreversibles en el ambiente. Y así estamos hoy, viendo en nuestro país (sólo un ejemplo de lo que sucede en muchos) cómo las empresas desmontan y siembran soja, extienden poliductos para transportar combustibles, estallan montañas para sacar minerales, pescan indiscriminadamente, arrojan gases sin tratamiento alguno... Las razones siempre son las mismas, no importa de qué actividad se trate: porque el precio internacional es conveniente, porque es lo que el mercado “dicta” qué hay que hacer, porque no hay leyes que lo impidan (o no hay justicia que se ocupe de estas cosas).
¿Pero cómo es posible... el mercado “dicta” sin conocer los compromisos asumidos en las Cumbres?
Los ‘90 -años de onda verde- fue la década de implantación del modelo neoliberal en los países del tercer mundo. Más mercado, más voluntades individuales compitiendo, menos solidaridades, menos Estado, menos regulaciones, más consumo, más individualismo... ¿Cómo es posible compatibilizar esto con el compromiso con las generaciones futuras y con las contemporáneas? Nunca será posible.
Pasaron los ‘90 y quedamos fuertemente divididos entre los que ganaron y los que perdieron. Los que ganaron aportan con su tarjeta de crédito los diez pesos mensuales a Greenpeace y con eso colaboran con causas justas, se sienten humanos al menos por un rato. Claro, cómo van a dimensionar los problemas ambientales si viven en burbujas de naturaleza artificial, que ocultan las consecuencias del mal uso de los recursos. Su egoísmo les impide ver más allá de lo que desean. Quieren naturaleza y la tienen, la pueden comprar, pueden abrir la ventana de su casa de country y ver verde, cercos verdes de álamos que protegen sus miradas de los grises de la otra ciudad, la ciudad de los que perdieron; van en avión al glaciar Perito Moreno y consumen naturaleza; pasan un fin de semana en una estancia turística y se empachan de naturaleza. Eso es la naturaleza para el ganador de este modelo de hambre para muchos.
Pero del otro lado de la moneda, las consecuencias devastadoras del neoliberalismo pueden verse en cada esquina, en cada barrio, villa, asentamiento donde viven los que perdieron: chicos revolviendo la basura, madres y padres desocupados, gente que vive en la pobreza sin los mínimos recursos para cubrir necesidades vitales.
¿Quiénes serán, entonces, los que obliguen a los Estados a cumplir los compromisos asumidos en el cuidado del medioambiente? ¿Quiénes? ¿Esos pocos, los que no ven el problema porque compran verde siempre que lo quieren? ¿Quiénes, entonces? ¿Ellos, los muchos, los mismos que ahora están comiendo de la basura?
Los poderosos lo saben y ese es su margen de maniobra. Las empresas que financian campañas a favor de los pingüinos empetrolados, son las mismas que no dudarían en explotar yacimientos con el mínimo gasto posible -sin invertir en técnicas cuidadosas del ambiente- cuando eso sea rentable. Tampoco temblarían un segundo para abandonar esa actividad cuando el monocultivo de soja o algún otro producto rinda mejores frutos. Para qué pensar si esas actividades degradan el suelo, contaminan el aire, eliminan especies, atentan contra la biodiversidad... ¿Quién lo va a impedir? ¿El pueblo desocupado y desesperado? ¿Los gobiernos apurados por atraer inversiones que sirvan para mostrar los logros inmediatos de su gestión y renovarles por otro rato el mandato?
Capitalismo, neoliberalismo, egoísmo, mercado... palabras incompatibles con posibilidades de goce de nuestra Tierra, en sentido amplio, y para todos. Los de hoy y los que están por venir.
Así como el capitalismo es irreconciliable con la preservación del medioambiente -porque el egoísmo no contempla gastos para cuidar al prójimo-, la lucha por la defensa de nuestra Tierra no puede hacerse por separado de la lucha por una sociedad más justa, más solidaria, sin explotación de unos por los otros. Si se separan, aquélla se convierte en eslóganes vacíos (“salve a las ballenas”).
La hipocresía neoliberal, la onda verde, cree que corre con la ventaja de no tener enfrente un dedo acusador que pueda -teniendo las manos ocupadas, la panza llena y el pensamiento libre- detenerse a exigir compromiso con las generaciones futuras. Los poderosos saben que enormes masas de hambreados no tendrán tiempo ni fuerza para preguntarse por el grado de cumplimiento de normas de cuidado del ambiente. Y con eso juegan.
Lo que no saben, lo que quieren ignorar, es que en el subsuelo no sólo hay petróleo. Desde el subsuelo también se gestan grandes movimientos que, algún día, más temprano que tarde, harán temblar la tierra y cambiarán las cosas. Los Pueblos se despiertan y unen sus reclamos, juntan las voces, las manos. Reconocen las mismas causas de los dolores y padecimientos, les ponen nombre a los culpables. Los Pueblos sí saben que, en cada pequeña acción donde prime la solidaridad y se erradique el egoísmo, existen posibilidades de cambiar esta sociedad que devora naturaleza, y que se devora a sí misma.

 
 

La mirada de los otros

En la provincia de Córdoba, al oeste de la Sierra de Pocho, cuando terminan los circuitos turísticos, aparecen los montes y las tierras semiáridas habitadas desde hace cientos de años por campesinos y campesinas que comparten la tierra en forma comunitaria, como lo hicieran sus antepasados. Al norte de Villa Dolores, entre San Pedro y Chancaní, hay aproximadamente 60 kilómetros, recorridos por un camino enripiado rodeado de algarrobos, chañares, breas y quebrachos. Por ese camino circula un colectivo que une las dos localidades, una vez a la mañana y otra a la noche, y los pobladores de las comunidades rurales de la zona, se cruzan a menudo camino de la escuela, el almacén o el dispensario.
Para llegar a este camino, la mayoría de las campesinas y campesinos de Los Quebrachitos, Las Oscuras y El Medanito deben andar varios kilómetros a pié o a caballo. Lourdes, la hija menor de Pirina e Iván, va a una escuela en la comunidad de “El Medanito” muy cerca de su casa, pero Pamela, que está haciendo el secundario en Chancaní, se encuentra con sus vecinos en el colectivo.
Pirina -o “la Piri”, como todos la conocen- quiere que sus hijos vayan a la escuela; incluso Gastón, el hijo varón de la familia, estudia en la Universidad de Córdoba. Allí comenzó este año la carrera de Arquitectura, y en su primer trabajo para la Facultad, tuvo que describir cómo era su casa.
Fue un comienzo difícil para Gastón. Sucede que su casa hoy no existe. Hace 7 meses, una orden de desalojo dictada por la Jueza de Menores de Villa Dolores los dejó a todos en la calle. Y no fue precisamente mediante una cordial invitación: cerca de 40 policías, portando armas largas, cascos y escudos, irrumpieron en su hogar y se enfrentaron al temible ejército de 15 campesinos de piel morena y curtida, sin otra arma que sus miradas plenas de dignidad. Pero como los desacatados habían cometido el delito de vivir durante 18 años en esas tierras, levantado corrales y bebederos para los animales, criado sus chivas y sus gallinas, y construido con sus manos una hermosa casa de ladrillos, la Ley determinó que una topadora arrasara con todo lo que encontrase a su paso.
Pero Pirina, Iván, Gastón, Pamela y Lourdes Calderón no se rindieron. Ni se pusieron a llorar. Ni llamaron a la televisión. Con la ayuda de sus compañeras y compañeros de la Unión Campesina de Traslasierra (UCATRAS) armaron una toldería en la puerta de su tierra y allí resisten desde hace 7 meses.
Allí reciben la visita de sus compañeros campesinos y la indiferencia de la mayoría, que mira con desconfianza a quienes osan enfrentar el poder de los señores terratenientes, de los jueces, de la policía y de los gobernantes, cuyo “modelo” de sociedad no incluye a esta clase de personas.
Probablemente sea cierto que molestan. En lugar de “modernizarse” y dedicarse al cultivo de soja, viven del monte como lo hicieran sus antepasados durante generaciones enteras, criando chivas, extrayendo leña (apenas para sobrevivir, sin sobreexplotar el monte), preparando harina de algarroba y arrope de chañar, usando hierbas medicinales como les enseñaron sus padres y sus abuelos. Molestan porque creen que no vale la pena irse a vivir a la ciudad, a ser explotados en un trabajo indigno (en el “mejor” de los casos) o “vivir” de la “caridad” de los punteros que reparten la asistencia social. Cumplirían de ese modo con las exigencias de la sociedad global: un sistema de monocultivo extractivo, productor de alimentos transgénicos que aquí nadie come, contaminando los suelos y los ríos, acabando con los bosques nativos y forestando con especies de alto rendimiento, aptas para producir papel. O como lo definió la Piri: “un campo sin campesinos”
Pero no. Prefieren resistir allí, donde nacieron, donde crecieron, a donde pertenecen.
No les importa que algunos de sus vecinos los miren con desconfianza. Para muchos campesinos, criados en la idea de que debían “estar agradecidos” con el patrón, que les da empleo como puesteros en sus estancias, o con el terrateniente que durante décadas no se ocupó de esas tierras yermas debido a su escasa “rentabilidad”, y que ahora aparece, escritura en mano y policías o patotas armadas a bordo de sus 4x4; para estos hijos de tierra, víctimas también de la república estanciera, un papel tiene más valor que toda una vida de pies descalzos arraigados en la tierra.
Tampoco les importa que muchos de estos vecinos viajen en el colectivo con Pamela y la miren por sobre el hombro. La Piri se los dijo claramente: “yo les enseñé que nunca bajen la mirada, porque nosotros no hicimos nada malo, esta tierra es nuestra y por eso nos quedamos”. Como no le bajó la mirada al policía que manejaba la topadora el día del desalojo, cuando se lo cruzó en el colectivo. Fue él quien no la pudo sostener y tuvo que bajarse para no seguir soportando tanta dignidad acumulada en esos ojos.
Quien haya pasado por la carpa de la familia Calderón, en El Medanito, sabe que no puede haber sido de otra manera.
Basta con mirar a los ojos de la Piri, para darse cuenta de que es así.

Sergio

 

 
 

EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LA LUCHA CAMPESINA, EN HOMENAJE A LOS HOMBRES Y MUJERES QUE LUCHAN POR LA TIERRA
Sólo dignidad que tira para adelante

Y en El medanito nos vamos a quedar.
Fragmento de "Somos campesinos"

La leña arde en el fogón de la Pirina. En El medanito, provincia de Córdoba, hace siete meses que los Calderón viven en un campamento en la calle, al lado de su campo. El 6 de septiembre del año pasado, un escuadrón policial integrado por 50 hombres fuertemente armados irrumpió en el predio Santa Teresa, donde Pirina Salas e Iván Calderón habitan desde hace casi veinte años. Allí formaron su familia, integrada también por sus tres hijos: Gastón de 18, Pamela de 15 y Lourdes de 8.
En el desalojo del 6 de septiembre, la policía no sólo expulsó a la familia del campo, sino que también destruyó su vivienda, una amplia casa de varias habitaciones hecha de ladrillos y adobe. A pocos metros del campamento pueden verse los escombros, y también varias pilas de ladrillos y tirantes que anuncian la esperanza de la reconstrucción. Una esperanza activa, de lucha.
La expulsión violenta, ordenada en mayo por un juez a pedido de un empresario terrateniente, estuvo precedida por tres meses de solidaridad y denuncia de la situación en el campo, y por la decisión de la familia de no renunciar a su posesión. "Problemas de desalojos hay en todos lados. Pero a veces la gente elige no protestar, por miedo, o porque le han enseñado que las cosas son así, que hay que hacer lo que dice el que tiene plata, los jueces y la policía. La justicia es de los ricos, para los pobres hay injusticia nomás", explica Pirina.
La decisión de resistir trascendió la frontera del pequeño paraje, alcanzando difusión nacional, impulsado por el Movimiento Campesino de Córdoba. El MCC es una organización que agrupa a unas 1.000 familias, por intermedio de seis centrales regionales. La Unión Campesina Traslasierra (UCATRAS) es una de esas centrales, y está formada por las comunidades de El Medanito, Las Oscuras, Las Cortaderas, El Quemado, Los Quebrachitos y Villa Las Rosas, en los departamentos de Pocho y San Pedro, a pocos kilómetros de la frontera con San Luis.
"Si no hubiéramos entrado a la organización nos hubiéramos ido, como piensa la gente del lugar. Si a ellos le toca un problema así, se van antes de que los corran. A nosotros también nos hubiese pasado lo mismo si no hubiésemos entrado en la organización y ver una realidad que no es solamente acá sino en muchos lugares, y saber que no es solamente a uno solo que le pasa, sino que es a muchos", comenta Pirina sobre el movimiento.
"Nos quedamos acá porque a pesar de todo la tierra sigue siendo nuestra y tenemos ganas de luchar y seguir adelante por los chicos que ellos tampoco quieren perder esto. Fue una decisión de sentarnos en familia y decirles y hablarles a los chicos sobre el desalojo y lo que podía pasar. Sabíamos de las consecuencias, que podíamos ir presos, fue una decisión de todos: a pesar de todo nos vamos a quedar por esto que sentimos que es nuestro".
Gastón, el hijo mayor de los Calderón, está estudiando la carrera de Arquitectura a trescientos kilómetros de El medanito, en la ciudad de Córdoba capital. Al igual que otros jóvenes de organizaciones campesinas, forma parte del Proyecto Estudiantes Campesinos a la Universidad (PECU), uno de los programas de articulación entre movimientos estudiantiles y las comunidades del campo.
El PECU está impulsado por las agrupaciones que forman la Federación Argentina de Estudiantes de Agronomía (FAEA), organizaciones estudiantiles de doce universidades nacionales. Y se realiza junto a varios integrantes del Movimiento Nacional Campesino e Indígena, articulación que agrupa al Movimiento Campesino de Córdoba con una decena de movimientos regionales y provinciales del resto del país.
Pamela, la segunda hija, estudia en el colegio de Chancani, ubicado a 50 km. de El medanito. En esa localidad se queda de lunes a viernes, y allí estaba el 6 de septiembre, junto a su hermano, cuando se enteró que estaban expulsando a la familia. Al bajarse del micro y acercarse al campo, una patrulla policial con escudos y armas largas les salió al paso, obligándoles a mantener distancia con su familia y su casa, que era demolida.
"La lucha empezó después del desalojo, la lucha comienza cuando te quieren quitar lo tuyo y empieza la lucha para que defendás lo tuyo. Yo le agradezco tanto a Dios y a los compañeros por la fuerza que nos dan, y yo trato de darle fuerza a mis hijos para que sigan bien en la escuela a pesar de todo lo que nos ha pasado, ellos no han tenido un desnivel en la escuela nunca. Yo les enseñé que no bajen la mirada a nadie, porque por más que a la gente le parezca que esto es malo, esto es nuestro, es nuestra lucha y la vamos a llevar adelante. La lucha es siempre, si recuperamos la tierra vamos a seguir y seguirán nuestro hijos", relata la madre de la familia.
Gastón y Pamela, junto a compañeros de otras comunidades -como sus primos Damián y Rita, que viven en Las oscuras-, impulsan la formación del Espacio de Jóvenes de UCATRAS. Desde allí están desarrollando proyectos apícolas y de serigrafía. Y con las demás centrales del MCC participan todos los años en el Campamento Latinoamericano de la Juventud, junto a jóvenes de otras organizaciones populares, como el Movimiento Sem Terra de Brasil, el Frente Darío Santillán y las demás integrantes del Movimiento Campesino e Indígena.
Lourdes va a la escuela en El medanito, para lo que monta todos los días en El Chavo, uno de los cuatro caballos de la familia. La más pequeña participa en el espacio de niños de la organización, "donde nos juntamos a jugar y junto con algunos padres contamos cuentos, hacemos caretas, instrumentos musicales y cantamos".
Lourdes muestra con orgullo el cuaderno escolar, lleno de palabras formadas por letras redondas y prolijas, por donde se intercalan algunos dibujos. También otras obras que escribe y dibuja en papel, o en la tierra o en una chapa. Cuando se entera de un mago que vive en La Plata, desaparece en un momento de la ronda. Al rato vuelve con una carta cerrada, pegada con dos cintas que ocultan el regalo. En el dorso se lee "para un mago, Lourdes Ivana Calderón, de El medanito, Departamento Pocho".
El acampe está formado por dos habitaciones grandes, hechas de lona. Pirina explica que en el invierno se levanta muy temprano para estar cerca del fogón, un bracero cubierto por el techo y las tres paredes de chapas, punto de encuentro para tomarse unos mates, comerse unos pastelitos y compartir un rato de charla, que termina cuando alguno se va a hacer una de las tantas tareas familiares: largar o encerrar las cabras en los corrales, juntar leña, y producir una cantidad enorme de alimentos, distintos tipos de queso, harinas, arropes y dulces, además del cabrito cordobés. Algunas de estas producciones las comercializan a través de la Red de Comercio justo, un espacio formado mayoritariamente por estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba que articula la distribución en la capital de la provincia.
También en ese lugar la gente se arrima a la noche a sacarse el frío y tomar unos mates. A lo mejor aparece una guitarra y entonces el Gastón toca y todo el mundo entona una de León o Zitarrosa. Y seguro se canta "somos campesinos", chacarera creada en un campamento de educación popular realizado en el 2004, en El medanito, en el que participaron organizaciones campesinas y urbanas de todo el país.
Al costado de la casa destruida "por orden de la justicia", se ven los corrales destinados al encierro de las cabras cuando cae el sol y los animales vuelven de recorrer el monte de chañares, algarrobos y breas que crece en la zona, hoy amenazado por las topadoras, el símbolo del avance "de la frontera agropecuaria".
En el Oeste cordobés, al igual que en el Norte, se extiende la voracidad empresaria sobre tierras en las que hace largos años habitan campesinos, que se dedican a la cría de cabras y a la producción artesanal, para autoconsumo y venta, de queso, pollos, dulces, hierbas medicinales, entre otros bienes.
Las nuevas estrategias productivas buscan remplazar estas producciones ancestrales, priorizando la obtención de la ganancia del nuevo dueño por sobre la sustentabilidad del medio ambiente: sobre las posibilidades de reproducción de la vida en un futuro que aparece cada vez más cercano.
A la tardecita y con varias mandarinas de por medio, Iván cuenta cómo está cambiando el clima. "Este invierno va a ser duro acá; el verano que pasó también lo fue, hubo días de 50 grados o más". También explica la relación entre el monte, el viento y el curso de las aguas: "Al haber menos monte, los vientos son más fuertes y encimo voltean lo poco que queda. Además como hay menos árboles lo que llueve no entra a la tierra, el agua corre sigue de largo, cambian los meses de la lluvia también, no sabemos cuándo va a llover ahora".
Para plantar soja o papa u otros cultivos vegetales más rentables, arrasan con el monte. Destruyen así miles de árboles de distintas especies y juntos con ellos el ecosistema que determina al mismo tiempo una condición climática, una relación del hombre con la naturaleza. Cambian los vientos y las lluvias y aumentan los perjuicios para la población.
El proceso de desmonte y cambios climáticos se da en todo el oeste y norte de Córdoba, pero de modo similar también en Santiago del Estero, en Mendoza, en Misiones, Formosa, Jujuy y Salta. En esta última provincia recientemente alcanzó notoriedad en el caso de Tartagal, donde las organizaciones populares desde hace tiempo vienen denunciando que la tala de árboles está en la raíz del problema.
Este contexto respecto a las tierras se inscribe a su vez en otro más amplio, del que forman parte todos los recursos naturales, en peligro de agotamiento. En Entre Ríos es el agua, con las papeleras sobre el Río Uruguay. También en Buenos Aires, con el Riachuelo y el Matanza. En Catamarca, San Juan y Chubut es el aire, el agua y la tierra, afectados por las explotaciones mineras. En Salta, Chubut y Santa Cruz es el gas y el petróleo lo que se llevan.
En todos los casos se trata de empresas que quieren hacer aprovecharse de los recursos comunitarios para obtener mucho dinero. Prometen empleo, pero a poco andar causan numerosos despidos. Las condiciones de vida no mejoran y se deteriora el medio ambiente. En Córdoba, en particular, el avance de este modelo de "civilización", no sólo trae esos perjuicios ecológicos graves sino que ni siquiera generan nuevos puestos de trabajo: al contrario, expulsa a las familias. El Medanito es un ejemplo emblemático, pero también lo son el campo de la Ramona y Santo Domingo, entre otras tierras comunales donde las luchas fueron protagonizadas, en gran parte, por mujeres del campo.
La Piri desconfía de la prensa comercial, porque "las pocas veces que han venido te hacen quedar mal", pero se abre a hablar con los compañeros. "Yo quiero que todos sepan que acá existimos, que estamos luchando por nuestra tierra, porque los niños puedan ir a la escuela y terminar sus estudios, que podamos seguir viviendo de nuestro trabajo como hemos vivido siempre, porque con este nuevo modelo que impone el gobierno, es un campo sin campesinos. A nosotros nos quieren erradicar como sucedió con los indios".
El 24 de marzo pasado, a 30 años del golpe de estado de 1976, Pirina habló en el acto realizado en la ciudad de Córdoba. "Una experiencia muy fuerte, había 50.000 personas. Se me nublaba la vista", sonríe. "Fue algo muy grande. Lo que dije, en nombre del movimiento campesino, es que nosotros somos la continuación de esa lucha".
En esa movilización el Movimiento Campesino de Córdoba distribuyó diez mil volantes, presentándose a la comunidad. "Organizarnos más", dice el Movimiento en ese texto. "La lucha campesina no es únicamente de las familias del campo, ni es sólo por la distribución de las tierras. Es una lucha integral, una forma de resolver problemas como la pobreza, el desempleo, la violencia, la marginación, la falta de educación, el transporte, la vivienda".
Lo mismo señala Alberto Salas, hermano de Pirina y también miembro de la organización, en la comunidad de Las Oscuras: "En este camino que estamos andando hemos descubierto que existen dos mundos totalmente distintos. De un lado está el mundo de los políticos, de la corrupción, de la desocupación. Del otro lado está el mundo de la solidaridad, del trabajo . A este mundo es al que quiere llegar UCATRAS".
"Estamos acostumbrados a vivir en el mundo de siempre y a muchos nos cuesta darnos cuenta de la existencia de ese otro mundo al que queremos llegar. Sólo cuando empezamos a ver que teníamos derechos, nos paramos y dijimos: 'bueno compañeros, hay otro mundo distinto, mejor, y ahí debemos llegar'. A través del contacto con otro cumpas es que pudimos empezar a conocer ese otro mundo. Nuestro objetivo es llegar todos parejitos a lo bueno, al otro mundo. Hemos descubierto que uno no hace nada, que debemos hacer las cosas entre todos. UCATRAS nos invitó a soñar en el otro mundo (del trabajo, la justicia y la salud,.etc.), pero no como los políticos que vienen y te prometen que te van a solucionar los problemas, que te van a hacer una casa, UCATRAS es la invitación a que la casa la hagamos juntos", escribió en la revista que presentó la organización en diciembre de 2003, a dos años de su primer encuentro, en Chancaní.
"Defender la vida campesina para que podamos seguir viviendo en el campo, produciendo como lo hicimos siempre, que el monte no se termine y no que avance la frontera agrícola que desmonta todo y que sabés que van a pasar varios años para recuperar un árbol. Esa es la vida campesina, poder alimentarnos del trabajo nuestro, de la tierra, de las huertas comunitarias, no tener que consumir alimentos transgénicos, sino la verdura propia que la podemos hacer en el campo, que no se pierda esa cultura", dicen los Calderón y los Salas, reunidos en torno al fogón que mates de por medio puede albergar visitas de compañeros, cercanos o lejanos.
Diversas voces relatan la existencia de comunidades y personas, en muchas regiones, que tienen una visión distinta a la hegemónica de lo que es el progreso. Donde la mirada es clara, abierta y compañera. El campo de los Calderón, en el departamento de Pocho, en la provincia de Córdoba, es uno de esos lugares donde se comparten dignidades y esperanzas de lucha. Ahí donde los jóvenes cuentan cómo se organizan, y donde la Lourdes le regala un dibujo a un mago que no conoce. Donde Iván y Pirina, donde tantos compañeros. Arde la vida en el fogón de El medanito.

Fernando

 

 
 
LECTURA

Cuando tenga la tierra

Cuando tenga la tierra
sembraré las palabras
que mi padre martín fierro
puso al viento...

Cuando tenga la tierra
la tendrán los que luchan
los maestros, los hacheros,
los obreros

Cuando tenga la tierra
te lo juro semilla
que la vida
será un dulce racimo
y en el mar de las uvas
nuestro vino
cantaré...

Cuando tenga la tierra
le daré a las estrellas
astronautas de trigales
luna nueva

Cuando tenga la tierra
formaré con los grillos
una orquesta donde canten
los que piensan

Campesino
cuando tenga la tierra
sucederá en el mundo
el corazón de mi mundo
desde atrás, de todo el olvido
secaré con mis lágrimas
todo el horror de la lástima
y por fin te veré, campesino
dueño de mirar la noche
en que nos acostamos
para hacer los hijos

Campesino
cuando tenga la tierra
le pondré la luna en el bolsillo
y saldré a pasear con los árboles
y el silencio
y los hombres y las mujeres conmigo
Cantaré...

Daniel Toro - Ariel Petrocelli

PARA NO PERDERSE
* Memoria verde. Historia ecológica de la Argentina, A. E. Brailovsky, D. Foguelman
* La tierra que nos quitaron. Reclamos indígenas en Argentina. Morita Carrasco, Claudia Briones
* Soberanía alimentaria. Por el derecho del pueblo argentino a la alimentación, Centro de Estudios y Promoción Agraria
* Protección del medio ambiente, varios autores
* Ambiente, poder y participación - El caso de la región La Plata y su zona de influencia, María Cristina Linchetta
* Hábitat y vivienda, J. E. Havel
* Interacción entre los seres vivos y el ambiente, Susana Liria Paradell
* Qué te pasa calabaza, INTA
* Reciclado. Una solución al problema de la basura, Norma Cantoni
* ¡Qué calor!, Hugo Roberto Tricárico

* En Internet:
-Grupo de Reflexión Rural: www.grr.org.ar
-Amigos de la Tierra: www.amigosdelatierra.org.ar
-Taller Ecologista: www.taller.org.ar
-Asambleas de Vecinos Autoconvocados por el No a la mina: www.noalamina.org
-Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú: www.noalapapelera.com.ar
-Grupo Guayubira: www.guayubira.org.uy
-Comisión de Apoyo por Tierra: caxtierra.blogia.com

* Videos:
-Como una llamarada (2004)
El avance de los transgénicos y las consecuencias del uso de agrotóxicos
Realización colectiva (Grupo de Estudios Rurales, Patricia Diglio, Diego Domínguez, Pablo Lapegna, Pablo Sabatino)
El modelo de desarrollo único impuesto por la globalización neoliberal se manifiesta también en un modelo único para la agricultura: industrial y productivista. Los resultados de este modelo en Argentina son más de 100 mil familias campesinas y trabajadores rurales expulsados del campo; la concentración de la tierra en pocas manos; el avance de la soja transgénica en detrimento de otros cultivos, de la ganadería, y de la producción lechera; el desmonte y la deforestación de extensas zonas, la desaparición de reservas naturales; el crecimiento de la indigencia y el hambre. Como una llamarada documenta las consecuencias de este modelo en Colonia Loma Senés (Formosa), una comunidad rural de pequeños productores agropecuarios que cultivan para el autoconsumo familiar, comercializando sus excedentes una vez por semana en la Feria Franca de Pirané.
-Campesinos, la voz que no se escuchaba
La lucha de los movimientos campesinos en Argentina
-Viaje a la tierra de los Sin Tierra
Una visita al Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST)
-MOCASE. La lucha por la tierra (2003)
Realización colectiva (Juan Mascaró, Eleonora Menutti, Marcelo Otero)
Como respuesta a un contexto caracterizado por el caudillismo y el clientelismo político, se fue gestando en la provincia argentina de Santiago del Estero una organización que lleva más de una década luchando por los derechos de los pequeños productores familiares: el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE). Integrado por 8.500 familias, apuesta al crecimiento a partir de una construcción de base, democrática y participativa, por fuera de las estructuras partidarias o sindicales tradicionales.
-La tierra es nuestra (2003)
Indymedia Buenos Aires (Juan Lewin, Andrés López, Manuel Palacios, Pablo Boido, Rodrigo Paz)
Video informe sobre la toma de tierras de un Movimiento de Trabajadores Desocupados en La Matanza, Provincia de Buenos Aires. El relato nos acerca a las formas de autoorganización de los trabajadores desocupados alrededor de una necesidad, y cómo la acción directa deriva en un duro enfrentamiento con las fuerzas de seguridad. También nos muestra sus propuestas para pensar otras lógicas de propiedad, por fuera de la sociedad capitalista.