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Un ejército contra el olvido
12/10/2003. José Mª Pedreño. Presidente de Foro por la Memoria.


" ...Yo, como os digo, muero con toda mi entereza y convencido de que nuestras aspiraciones se lleguen a conseguir sin tardar quizás mucho tiempo y una vez logrado el triunfo ansiado, los que tengan la suerte de poderlo ver y disfrutar de él, sabrán hacer justicia, para asegurar de una vez para siempre la paz de España y del mundo entero. Y éstos sabrán aprovechar bien la lección que esos traidores y asesinos nos han dado. Así que ánimo, queridos padres, que la República querida sabrá corresponder con sus mártires y con aquellos que perdieron a sus hijos por salvarla. ¡Honor a los caídos!..." .
Extracto de la carta que Lorenzo Pérez, antifascista fusilado en Santander, escribió a sus padres unas horas antes de su muerte el 9 de diciembre de 1937

"Es una satisfacción el saber que esta roja bandera, jamás se ha arriado ante el enemigo, por eso moriré tranquilo, porque tengo la convicción que muy pronto ondeará victoriosa y entonces vosotros nos recordareis. Moriré al grito de muera el fascismo ¡Viva el Partido Comunista!"
Extracto de la carta que Manuel Ruiz, militante comunista, escribió a sus camaradas pocas horas antes de ser fusilado.


En estos días se están poniendo en evidencia varias cuestiones respecto a las excavaciones de fosas comunes para recuperar la memoria de las víctimas del franquismo.

En primer lugar hemos podido comprobar que el método de trabajo de Foro por la Memoria cubre, con creces, todos los aspectos que se dan cita en esta importante cuestión. La excavación de Otero de Herreros se cerrará en breve con la entrega a los familiares de los cuerpos de sus parientes asesinados, debidamente identificados genéticamente por orden del juzgado, dónde se denunció su asesinato. Ya disponemos del informe arqueológico (se publicará en la web en unos días), al que se añadirán el antropológico y el histórico, una vez terminados. El ayuntamiento editará una publicación con los informes finales y se celebrarán unas jornadas de divulgación histórica y homenaje a los caídos. Hubo una gran participación de la sociedad civil y militantes de izquierda de la zona, así como una gran implicación por parte de las instituciones. Los tres aspectos que se deben contemplar en la Recuperación de la Memoria Histórica se dieron cita y los objetivos se habrán cubierto con creces.

El avance en Bercial de Zapardiel ha sido mayor. El equipo dispuso de asistencia psicológica para los familiares, así como de un especialista en testimonios orales. La identificación genética vuelve a estar garantizada por el juzgado. Conforme avancen los trabajos en las otras dos fosas, iremos viendo como los objetivos marcados en el Protocolo van cubriéndose.

Nuevas peticiones y actuaciones nos esperan en diversos puntos de España, donde muchos compañeros están esperando la realización de una primera experiencia para conocer en la práctica el funcionamiento del Protocolo y constituir equipos multidisciplinares que trabajarán bajo el mismo método, uniformando todas las actuaciones, dotándolas de la eficacia y seriedad necesarias para garantizar el cumplimiento de las resoluciones de la ONU y las recomendaciones de las organizaciones de Derechos Humanos.

Nuestro objetivo es cubrir todos los aspectos que se dan cita en esta digna actividad: humanos, culturales y políticos. Esto lo hacemos por cuestiones fundamentales. Hay que dar respuesta a las familias y a la sociedad, y se debe hacer con rigor, por lo que es absolutamente necesaria la participación de las instituciones y de la administración de justicia. Así mismo, hay que dar cumplimiento a la legislación y tratados internacionales respecto a la defensa de los Derechos Humanos y la Lucha contra la Impunidad. Con el Protocolo de actuación se garantizan todas estas respuestas. Las familias tienen derecho a conocer la verdad y a la justicia, los caídos al reconocimiento y respeto histórico, la sociedad el derecho a saber y, las instituciones, la obligación de garantizar que eso ocurra así.

Sin embargo, en lo general, nos estamos encontrando con una situación verdaderamente caótica. Por un lado hay quienes desean, exclusivamente, entregar los restos a las familias para darles un entierro digno, obviando el resto de los aspectos; por otro, cierto número de científicos e historiadores preocupados, nada más, por los aspectos científicos, vuelven a poner, en el terreno exclusivamente académico, el conocimiento de la Historia, que queda relegada a simposios y cursos de verano. En ambas situaciones -y aún dándose ambas-, no se está dando cumplimiento real a las resoluciones de la ONU, ni a las recomendaciones de las organizaciones de Derechos Humanos. Ambas actuaciones, basadas, en el primer caso, en dignos impulsos humanitarios mal entendidos y, en el segundo, en un interés científico alejado del derecho a saber de la sociedad, son cuanto menos, erráticas. Incluso, la combinación de ambas, no llega a cubrir los objetivos requeridos, por mucho éxito mediático que puedan tener. Sólo cuando se tienen en cuenta todos los aspectos, el todo llega a ser más que la suma de las partes y se puede hablar, realmente, de Derechos Humanos y Lucha contra la Impunidad.

En estos días, la Junta Andaluza, tras el informe jurídico solicitado a sus especialistas, en el que estos hablaban de Derechos Humanos, Lucha contra la Impunidad y judicialización, decidía apoyar que esta tarea se realizase con el rigor requerido. Posteriormente, daba un paso atrás al plantear que se deben evitar las judicializaciones para evitar el colapso en las identificaciones. Esto muestra el caos existente. Si ARMH en algunas ocasiones ha solicitado, y conseguido, que los juzgados realizasen la identificación genética y Foro por la Memoria ha hecho que forme parte de su protocolo de actuación, solicitándolo, y consiguiéndolo, en todas las ocasiones, no se comprende la actitud del Gobierno Andaluz. Entendemos las prisas de los familiares, pero hay que hacerles comprender que cualquier actuación debe realizarse con un rigor absoluto. No estamos hablando de cuestiones sin importancia, sino de muertos por asesinato. Puede llevar años realizar la labor de forma rigurosa, pero también debemos mirar otros países donde se han tenido que realizar actuaciones similares. En Alemania, por ejemplo, después de cincuenta y ocho años de la finalización de la II Guerra Mundial, todavía se rescatan más de mil cadáveres anuales, cadáveres que, por supuesto, se identifican de forma rigurosa. Escudarse en el posible colapso institucional aludido podría esconder otras causas que habría que buscar en intencionalidades políticas de otro tipo. ¿Qué se está pretendiendo con esta marcha hacía atrás? ¿Ha recibido el Gobierno Andaluz algún tipo de amenaza? Tal vez tengamos que buscar las causas en el proceso que llevó a nuestro país a esta mal llamada democracia, en la tan traída y llevada transición. Puede que nos encontremos a las viejas oligarquías auspiciadoras del golpe de estado de 1936, vencedoras de la guerra, obteniendo grandes beneficios de una democracia vigilada, detrás de ese paso atrás dado por le Junta Andaluza. Esa vigilancia que ejercen sobre todos nosotros les lleva a ver con buenos ojos que enterremos a nuestros muertos, pero sin levantar polvo, sin que pueda demostrarse que fueron asesinados, y sin que se hable de su militancia o pensamiento político. Que la verdad histórica sea ocultada a las generaciones futuras.

¿Qué miedos tienen estos poderes oligárquicos, y la derecha de este país, a que la represión ejercida contra los defensores de la II República quede sin castigo ante la Justicia? ¿Tienen miedo a que se evidencie que vivimos en un estado franquista suavizado, solamente, con unas elecciones controladas por los poderes económicos de siempre? ¿O, tal vez tienen miedo a que se creen precedentes que les hagan más difícil repetir una matanza de similares características, como la que se está realizando contra el pueblo iraquí? ¿O es un compendio de todas estas causas y muchas más a añadir?

Cuando el bando franquista ganó la Guerra Civil juzgó a través de la Causa General todas las responsabilidades políticas. Se transformó en juez y parte, cometiendo un gran disparate jurídico, asesinando, después de la guerra, a varias decenas de miles de personas. Pasaron cuarenta años recordando a sus muertos, matando a los nuestros, metiendo el terror en la cabeza de las familias. Algunos recordamos que siendo niños se nos llevaba al monumento a los caídos a cantar el "Cara al Sol" y se nos inculcaba el respeto y el recuerdo a los muertos de un solo bando, el vencedor, ocultándonos los del otro. Buscaron a sus muertos y los enterraron dignamente, juzgaron sin ninguna clase de garantía, mediante procedimientos sumarios, a personas inocentes a las que acusaron de haberles matado y las asesinaron vilmente al amanecer. Es decir, rescataron a sus caídos y juzgaron a sus presuntos asesinos. Cuando otros pretendemos hacer lo mismo (rescatar a nuestros caídos y denunciar el asesinato conforme a Derecho, sin buscar venganza, tan solo justicia), se nos impide realizarlo y se nos vuelve a recordar que somos culpables de algo que fue juzgado hace muchos años (aunque, los herederos de la derrota, sigamos sin reconocer la legitimidad de una justicia que partió de un golpe de estado contra el gobierno elegido democráticamente por el pueblo español).

Los caídos del bando franquista fueron enterrados bajo su bandera. A los nuestros, caídos del otro bando, no nos dejan enterrarlos bajo su bandera, porque según el Gobierno y las instituciones son muertos exclusivamente de las familias y estas son las únicas legitimadas para decidir como se realiza el entierro ¿En qué clase de país vivimos? ¿No son todos los muertos iguales? Según las recomendaciones del informe Joinet de la ONU y del programa "Missing" de Cruz Roja Internacional ¿No estamos obligados a compatibilizar el respeto a las ideas y pensamiento de los muertos con el respeto a las tradiciones funerarias de las familias? ¿Qué ocurrirá el día de mañana cuando decenas de miles de socialistas, comunistas, anarquistas y republicanos hayan quedado bajo una cruz sin que se haga mención a su militancia? ¿Que dirán nuestros descendientes? ¿Acaso no llagarán a pensar que estos, nuestros muertos, fueron también del otro bando? ¿A qué se está jugando?

Repasando cartas escritas por presos republicanos, antes de ser fusilados, cualquiera se percata de cuales eran las ideas de esos hombres y mujeres. Rara es la carta que no hace mención a los ideales que defendieron, incluso algunos pedían que el día que el fascismo fuese vencido se les recordase como padres, hermanos, hijos... y también como militantes.

¡Basta ya de tanta felonía! Déjennos enterrar a nuestros muertos tal como ellos pidieron. Nos lo piden en sus cartas, en sus palabras finales. Y déjennos pasar por el juzgado, aunque tardemos veinte años en hacer las cosas como es debido. Si realmente queremos que esto no vuelva a ocurrir, los asesinos deben ser condenados (aunque ya no podamos hacerlo físicamente) y pasar a la Historia como lo que son, como asesinos y no como padres de la democracia, salvadores de la patria o defensores de la cruz. La palabra correcta a emplear es asesinos.

Todos nuestros caídos dieron vivas a la república en su muerte ¿Por qué ahora no se les puede enterrar bajo esa bandera? ¿Qué interés tiene no hacerlo así? ¿Ocultar que eran defensores de la legalidad republicana? ¿Ocultar que los que ahora dicen ser campeones de la democracia, los Aznar, los Trillo, los Rajoy, etc son los descendientes directos, en lo ideológico -y muchos en lo genético- de los responsables de aquellas terribles matanzas de demócratas?

Estos señores deben saber que algunos estamos dispuestos a llegar hasta el final y, haciéndonos herederos de aquellos que dejaron casa y familia para luchar contra el fascismo, en defensa de la II República, de la primera democracia real que disfrutó este país, también estamos dispuestos a dejar casa y familia para excavar la tierra hasta encontrarlos a todos, alzando bien alto las banderas que compartimos con ellos, exigiendo justicia y reparación en todos los ámbitos que corresponda, descubriendo y gritando la verdad. Son muertos de todos, de las familias, de sus camaradas, de sus compañeros, de la sociedad. Desde su último aliento, nos llaman a luchar por su derecho a ser reconocidos por lo que fueron, a que se haga justicia. La izquierda de este país, los demócratas de corazón de este país, tenemos una obligación. Si no somos capaces de defender los derechos de nuestros muertos jamás seremos capaces de defender los de los vivos.

Cada militante socialista, cada militante comunista, cada militante anarquista, cada demócrata, cada hombre y mujer de este país tiene una tarea pendiente. Tenemos una deuda colectiva que saldar, la de enterrar dignamente a nuestros muertos, respetando lo que fueron en vida, reparando y atendiendo a sus familias, rindiéndoles homenaje, divulgando su historia y exigiendo que se haga justicia. Tenemos una gran deuda con ellos, mientras no la hayamos saldado con el rigor debido, no tendremos derecho a autodenominarnos demócratas por que nos faltará la dignidad para poder hacerlo.

Al igual que en 1936, el pueblo tomó las armas y constituyó un ejército para defender la democracia, hoy, en 2003, el pueblo debe volver a movilizarse y constituir un ejército. Un ejército nuevo, un ejército pacífico donde la pala y el cedazo sustituyan al fusil, donde los mandos no serán capitanes y sargentos, sino arqueólogos, antropólogos, abogados, historiadores, psicólogos, documentalistas, especialistas de todo tipo y la tropa estará formada por familiares, militantes políticos, militantes sociales, militantes de derechos humanos, hombres y mujeres de buena fe, pueblo todos en definitiva. Esa clase de ejército es el que reconquistará la dignidad y el que derrotará definitivamente al fascismo en España. Y esta tarea no va a ser fácil, si queremos realizarla con rigor conllevará sacrificios, esfuerzo común y renuncias de todo tipo. No podrá hacerse sin un compromiso claro de todos, sin disciplina, sin entender que no es cuestión de un fin de semana, sino de todos los días. El único premio que nos espera es la satisfacción de haber hecho lo que teníamos que hacer. Tenemos perdidos a nuestros muertos, no podemos descansar hasta haberles rescatado de las garras del olvido. Si somos capaces de hacerlo así, sin descanso, ayudándonos los unos a los otros, tratando de comprender los pasos a dar para hacerlo con el rigor que ellos merecen, ganaremos esta guerra contra el olvido colectivo, volveremos a reencontrar, nuevamente, nuestras señas de identidad como pueblo y puede que, cuando finalice la tarea, al levantar la vista, tal como dice la canción de Labordeta, veamos una tierra que ponga -realmente- Libertad.