Las dificultades del Winnipeg
Semanario chileno El Siglo - Septiembre 1999
Julio Gálvez Barraza
La Guerra Civil española en Chile.
El conflicto español de 1936-1939 se hizo sentir en Chile
de diferentes formas. La izquierda chilena y las organizaciones
populares, que habían observado con expectativa esperanza
el triunfo del Frente Popular español en las elecciones del
16 de febrero, promovieron, desde el comienzo de la guerra,
una campaña de ayuda a la causa republicana a lo largo de
todo el país. El regreso a Chile -en octubre de 1937- de Pablo
Neruda, quién había sido testigo presencial del inicio del
conflicto y se había alineado con los defensores del Gobierno
constitucional, permitió concretar la organización de los
intelectuales que, en su inmensa mayoría, miraban con afecto
la causa republicana y temían su desaparición. La Alianza
de Intelectuales de Chile para la Defensa de la Cultura, fundada
y liderada por Neruda en noviembre de 1937, jugó un importante
papel en el desarrollo de la solidaridad con los republicanos
españoles. Pero fue la llegada al poder del Frente Popular
chileno en 1938, encabezado por Pedro Aguirre Cerda, el factor
que permitió la materialización de esa solidaridad y el apoyo
gubernamental a la causa republicana. A comienzos del año
1939, cuando la Republicana agonizaba y la guerra estaba irremediablemente
perdida, el Presidente Aguirre Cerda proyectó planes de inmigración
amparadas en el derecho al asilo político.
Rojos y agitadores.
Por su lado, la derecha chilena combatió enérgicamente los
planes de asilo del Gobierno. Temían que los refugiados se
convirtieran en 'agitadores' y promovieran desordenes que
pudieran afectar la producción y, por lo tanto, sus intereses
económicos, aunque esto, evidentemente, no era el argumento
públicamente esgrimido. El Diario Ilustrado y El Mercurio,
convertidos virtualmente en los periódicos portavoces de la
reacción criolla, se constituyeron pronto en los promotores
de la feroz campaña contra la llegada de los refugiados a
Chile. Los argumentos esgrimidos en sus artículos eran una
apasionada defensa de los puestos de trabajo para los obreros
chilenos, quienes, por su parte, eran los más ardientes defensores
de la acogida a los republicanos españoles. Mucho mas ardiente
era la defensa que la derecha hacía en favor de los intelectuales.
Por ningún motivo se podría aceptar la llegada de pensadores
ni estudiosos españoles que pudieran interferir en el desarrollo
del intelecto nacional. Nunca antes, -ni después-, los portavoces
de los partidos de derecha defendieron tan apasionadamente
a los trabajadores y a los intelectuales chilenos. En cambio,
los órganos de prensa que más atacaban la política gubernativa
sobre la inmigración, se vinculaban tempranamente al bando
rebelde. Los diplomáticos franquistas celebraron en Santiago
el primer 18 de julio (día de la victoria para los llamados
nacionales) y en ese acto, en el local de la antigua Unión
Española, uno de los principales oradores fue el Director
del diario El Mercurio.
La prensa de oposición presentó a los refugiados españoles
como gente de mal vivir; asesinos, saqueadores de templos,
violadores de monjas, anarquizantes en el orden político,
peligrosos socialmente. Los periódicos contrarios a la inmigración
de refugiados se solazaron expandiendo a la opinión pública
la nómina de las grandes naciones que cerraban sus puertas
a los refugiados: Francia les priva la libertad; Rusia les
niega el derecho de asilo; Argentina les presenta herméticamente
cerradas sus fronteras; Estados Unidos oponía a ellos la muralla
de la Ley de Inmigración. ¿Eran los nuevos leprosos del siglo?
No, además eran asesinos y presidiarios. Y contra ellos toda
persecución pareció poca, y toda ayuda, excesiva e injusta.
La campaña emprendida por la
prensa derechista tuvo como una de sus bases una falacia:
'Si los refugiados no hubieran cometido crímenes ni delitos
no huirían hoy de la justicia de Franco, ni hubieran tenido
que salir de España'. Esta aseveración se caía al momento;
en la España de la posguerra, en la España de Franco, los
fusilamientos a los vencidos era el pan de cada día. Y para
muestra, entre tantos otros, estaba el caso de Miguel Hernández;
prisionero en las cárceles de la nueva España y posteriormente
condenado a muerte por graves delitos, entre ellos, y según
consta en la sentencia: Incorporarse voluntariamente al
5º Regimiento y, además Dedicado a actividades literarias
y ser miembro activo de la Alianza de Intelectuales antifascistas.
No hay peor astilla que la del mismo palo.
El encono con que se trató el problema tuvo una de sus máximos
reflejos en la sesión de la Cámara de Diputados del 4 de julio
de 1939, en la que se vertieron, por ambos bandos, acaloradas
opiniones y que publicaba El Diario Ilustrado del día
siguiente. Los argumentos esgrimidos por los parlamentarios
de derecha se ampliaron. Ya no sólo se defendía a los trabajadores
y a los intelectuales chilenos. Ahora también, el Diputado
Rafael Irarrázabal, señalaba que serían los niños huérfanos
chilenos los que podrían tener una seria competencia. Pablo
Neruda, a más de dieciséis mil kilómetros de distancia, dedicado
a tiempo completo a su labor de Cónsul para la Inmigración
Española, no estuvo ausente en las palabras del diputado,
quién, en la sesión parlamentaria, dijo:
Deseo tratarlo con franqueza y de ahí que deba principiar
por pedirle a la Honorable Cámara que no vea en mis palabras
un ataque injustificado a aquellos funcionarios a quienes
ellos puedan alcanzar, sino el deseo patriótico de aprovechar
esta tribuna para expresar mi pensamiento acerca de la llegada
a Chile de ciertos refugiados españoles que es el principio
de una corriente de inmigración que en la forma que se inicia
es altamente inconveniente para el interés nacional.
En otro párrafo de su discurso y refiriéndose a la llegada
de niños huérfanos españoles, el diputado complementaba su
deseo patriótico con una visión empresarial y se preguntaba:
¿Creen Sus Señorías que hay algún beneficio para Chile
en la llegada de estos niños españoles? ¿Pueden aportar ellos
algo a la industria o a la agricultura?
La historia, que por cercana en el tiempo por suerte la conocemos,
demostró lo contrario. La llegada al país de esos refugiados
españoles, seleccionados por el SERE y por Neruda, significó
un importante avance en el desarrollo de la industria pesquera,
en los oficios en general, en el periodismo y en las artes.
El Diputado Irarrázabal, descendiente de una anterior inmigración
vasca, demostraba pocas condiciones de vaticinador y nulas
aptitudes solidarias. En su apasionado discurso, continuó
con su infundada condena a los refugiados e incluyó al cónsul
especial:
La inmigración es conveniente. Nadie se opone a ella si
se ajusta a un plan metódico y ajustado a las conveniencias
y a la realidad. Pero el que cónsules chilenos que se habían
abanderizado en el conflicto español estén visando pasaportes
de acuerdo con su sentir personal y tengan convertidas a las
legaciones y consulados chilenos en verdaderas empresas destinadas
a facilitar el transporte a destajo a elementos que no pueden
volver a España, que no aceptan los Estados Unidos, Méjico
ni Cuba, merece condenarse con energía.
Lo único cierto en las palabras del Diputado Irarrázabal fue
que el cónsul se había abanderizado en el conflicto español.
Este reproche al cónsul chileno tenía el carácter de una condena.
Sin embargo el mismo diputado no había ocultado su declarada
simpatía por el bando franquista. En las otras afirmaciones
demostraba que tenía poco conocimiento o una tergiversada
información sobre el tema; La inmigración se estaba haciendo
de forma metódica y ajustada a la realidad chilena. En el
mismo muelle de Trompeloup se proporcionaban los visados a
los republicanos seleccionados, sin usar para ello las sedes
de las legaciones en Francia y es más, las sedes diplomáticas
chilenas que se convirtieron en verdaderas empresas destinadas
a facilitar asilo y visado a destajo fueron las de Madrid,
durante la guerra, en las que el embajador Núñez Morgado asiló
a más de dos mil simpatizantes y combatientes del bando rebelde,
amparado por el Gobierno de Arturo Alessandri Palma. Sobraba
decir al honorable Diputado que los refugiados republicanos
en los campos de concentración de Francia, dada sus precarias
condiciones, no estaban en condiciones de elegir el país de
destino.
El acoso surte efecto.
Las consecuencias de acoso derechista no se hicieron esperar
en el interior del gabinete presidencial. El insistente ataque
al plan de inmigración del Gobierno de Pedro Aguirre Cerda
comenzaba a dar resultado. El propio Neruda en sus memorias
relata así lo sucedido:
Estaban ya a bordo casi todos mis buenos sobrinos, peregrinos
hacia tierras desconocidas, y me preparaba yo a descansar
de la dura tarea, pero mis emociones parecían no terminar
nunca. El gobierno de Chile, presionado y combatido, me dirigía
un mensaje: 'INFORMACIONES DE PRENSA SOSTIENEN USTED EFECTÚA
INMIGRACIÓN MASIVA ESPAÑOLES. RUEGOLE DESMENTIR NOTICIA O
CANCELAR VIAJE EMIGRADOS.'
Qué hacer?
Una solución: Llamar a la prensa, mostrarle el barco repleto
con dos mil españoles, leer el telegrama con voz solemne y
acto seguido dispararme un tiro en la cabeza.
Otra solución: Partir yo mismo en el barco con mis emigrados
y desembarcar en Chile por la razón o la poesía.
Antes de adoptar determinación alguna me fui al teléfono y
hablé al Ministerio de Relaciones Exteriores de mi país.
Una crisis inesperada
Podemos deducir que la llamada telefónica a Abraham Ortega,
Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno del Frente
Popular, se produjo el día 4 de julio. También podemos, sin
mucho esfuerzo, imaginar la elocuencia que Neruda puso en
su dialogo con el Canciller. Pero no hace falta deducción
ni imaginación para conocer la vocación humanista y solidaria
del Ministro Ortega. Sólo basta leer la prensa de la época
para saber que fue uno de los artífices de la gesta solidaria
con los republicanos españoles. (Luego lo sería con los judíos
perseguidos por el régimen hitleriano en Alemania y parte
de Europa) Por la tarde del mismo día 4 de julio, el Ministro
Ortega, disconforme con la orden del Presidente, presentó
la renuncia a su cargo. En los círculos políticos fueron insistentes
los rumores de una renuncia colectiva del Gabinete solidarizándose
con la actitud del Ministro de Relaciones Exteriores. Fueron
tan insistentes los rumores de la renuncia del Gabinete, que
incluso la prensa capitalina se atrevió a dar algunos nombres
de posibles reemplazantes.
Al mediodía siguiente, la controversia producida al interior
del Gobierno había quedado solucionada. Aguirre Cerda analizó
detenidamente la diferencia suscitada acerca del procedimiento
para la inmigración de los refugiados en Francia y reconsideró
la situación. El Consejo de Ministros estuvo de acuerdo en
que el Canciller debía retirar su renuncia. No había motivos
fundamentales para insistir en ella. Intercedieron en la negociación
los Ministros del Interior y Agricultura, además de los diputados
Juan Bautista Rossetti y Marcos Chamudez, quienes llevaron
a Abraham Ortega, por escrito los deseos cordiales del Presidente
para que siguiera en su cargo. El Ministro accedió a retirar
su renuncia dada la forma afectuosa de los términos de la
carta, como igualmente, por las nobles expresiones que el
Primer Mandatario había tenido para él y que comunicaron al
Canciller sus colegas.
La prensa del país se hizo amplio eco del conflicto suscitado
por la inesperada renuncia del Ministro, pero no se conoció
en detalle el origen de las diferencias. Tampoco los periodistas
conocieron el contenido de la carta enviada por Aguirre Cerda
a Ortega. El Diario Ilustrado del 7 de julio, a dos días de
la crisis, publicó una entrevista al Ministro en la que este
explicaba la política de inmigración:
-Celebro, -nos dice el señor Ortega-, que haya sido precisamente
'El Diario Ilustrado', que es el órgano de prensa que más
ha atacado la política gubernativa sobre la inmigración, quien
se haya preocupado de dar a conocer, por mi intermedio, la
verdad de lo que ocurre en cuanto a los inmigrados españoles
se refiere.
Quiero que por ustedes el país sepa a qué atenerse y que quienes
han sentido inquietud, se tranquilicen.
-¿Cuántos son, en realidad, los inmigrantes españoles que
se embarcarán en el 'Winnipeg'?
-Justamente 1.350 hombres, algunos casados y con familia.
Debo hacerles presente que, cumpliendo instrucciones precisas
de este Ministerio, el Consulado General en París, y no solamente
el señor Neruda, como se ha dicho, los seleccionaron cuidadosamente
por oficios. Son todos obreros especializados, pescadores,
agricultores, parceleros, metalúrgicos, etc. Toda gente que
hace falta en el país.
De este modo, el Ministro Abraham Ortega, sintetizaba ante
el país la línea programática anunciada en su primer mensaje
ante el Congreso Nacional por el Presidente. La política de
asilo emprendida por el Gobierno, tergiversada en su número,
en su selección y objetada en su calidad por los portavoces
de la derecha, contemplaba un claro esquema que cumplía dos
funciones: Sólo entrarían obreros y técnicos especializados,
muy necesarios para el desarrollo del país en esa época y,
además, cumplía con el deber solidario del Gobierno del Frente
Popular. El otro motivo de acoso derechista, el número de
inmigrantes, también lo dejaba claro; 1.350 hombres, número
al que agregando la familia de los casados, sumó posteriormente
las más de dos mil personas que aproximadamente llegaron en
el Winnipeg el 3 de septiembre de ese año. De paso, el Ministro
Ortega, resguardó la imagen de Neruda, que como Cónsul Especial
para la Inmigración, era acusado de seleccionar a su antojo
a los pasajeros del barco.
En la mañana del sábado 8 de julio, el Ministro Ortega envió
un cable a Neruda en el que insistía en mantener el criterio
del Gobierno respecto de la selección de los inmigrados. El
mismo día, el diario vespertino La Segunda de las Ultimas
Noticias recogía la información sobre dicho cable al cónsul,
aunque redactada con cierta ironía. Se refería al Cónsul Especial
por su nombre original, Neftalí Reyes. Pero, además de la
información del cable del Ministro, insinuaba que: El Gobierno
no ha recibido por el momento la renuncia del señor Reyes,
pero en círculos allegados a la gestión gubernativa hemos
sabido que puede producirse. Es decir, según ellos, Neruda
debería de haber renunciado y la fuente de información eran
los frecuentemente recurridos 'círculos allegados', de los
cuales casi nunca se sabe su origen ni a quiénes son allegados.
El costo económico del viaje.
Otro de los argumentos esgrimidos por la derecha, seguramente
el que creían más sensible a la opinión pública, era el costo
económico del plan de inmigración. El Diario Ilustrado
del día 5 de julio, en su editorial manifestaba: El dinero
se agota; pero quedan las responsabilidades, y lo que ahora
realiza Francia tendrá en lo sucesivo que hacerlo el Gobierno
de Chile, salvo que despoje de su trabajo a los obreros chilenos
en actividad para proporcionar medios de vida a esos extranjeros.
Una demostración inequívoca y documentada de la ceguera de
ese argumento se encuentra en el texto del discurso -España
no ha muerto-, pronunciado por Neruda, el 24 de marzo de 1939,
en Montevideo, en el Congreso Internacional de las Democracias.
En viaje a Francia a cumplir la bella misión solidaria encomendada
por el Gobierno chileno, Pablo Neruda asistió a ese Congreso
como delegado de la Alianza de Intelectuales. En el texto
del discurso, el poeta responsabiliza, clama, exige, a sus
hermanos de Continente, la ayuda económica necesaria para
transportar a los refugiados a América. Chile, su Gobierno
y su pueblo, tenía la voluntad de recibir a los refugiados
españoles. Pero no bastaba sólo la voluntad. Las constantes
crisis económicas y el violento terremoto que sacudió el sur
del país en enero del 39 hacía difícil costear el transporte
de tanta gente. Y esa tarea, la de conseguir los medios económicos,
también la asumió el poeta.
América entera debe movilizarse, a nosotros nos toca también
borrar esa vergüenza, y al decir con orgullo que mi Gobierno
recibirá, a pesar de la desolación que recién nos azota, a
los emigrados españoles, tengo que pedir la ayuda de todos
vosotros, porque si bien Chile tiene tierras para la paz y
para el trabajo de quienes quieran cobijarse bajo nuestra
solitaria estrella, no tenemos en nuestro país, sacudido por
la desgracia, el dinero necesario para transportar españoles.
La solidaridad americana.
El día en que El Diario Ilustrado articulaba la argucia económica,
en Francia, el doctor José Manuel Calvo, Secretario del Comité
Chileno de Ayuda a los Refugiados Españoles (CHARE), depositaba
dos millones y medio de pesos en la Legación chilena de París.
Ese dinero era la garantía de techo y alimentación a los refugiados
durante seis meses, a fin de que no fuesen carga para el Estado.
Los fondos provenían de las organizaciones solidarias de Argentina,
Uruguay y Colombia. El mismo día llegaba a Chile, desde la
organización argentina, la suma de 800.000 pesos chilenos,
recibidos por Ismael Valdes, tesorero del CHARE, como primera
cuota para completar la garantía.
La Federación de Organizaciones Argentinas Pro Refugiados
Españoles, FOARE, agrupaba a más de 500 organizaciones para
la ayuda a los refugiados y ex combatientes de la República.
Hasta el mes de mayo de 1939 había recaudado 70 millones de
francos, situándose en el segundo lugar en el mundo en la
ayuda a la España Republicana. (El primer lugar lo ocupaba
Suecia). La solidaridad Argentina tenía doble mérito. La materializaban
organizaciones populares que debían burlar la vigilancia policial,
que perseguía a los comités de ayuda a los republicanos. Tan
valiosa fue la colaboración del pueblo argentino, que sólo
el Comité de Mujeres, mantuvo desde el comienzo de la guerra,
tres colonias de 200 niños cada una.
Según el acuerdo de la Organización Mundial en favor de los
Refugiados, que funcionó en París y en la cual participaba
Neruda y el doctor Calvo, los fondos recaudados por Argentina,
Uruguay y Colombia se destinarían a la atención de los refugiados
que viajaban a Chile. Este acuerdo desmoronaba los argumentos
esgrimidos por El Diario Ilustrado. Sin embargo, el sábado
22 de julio, volvía a la carga con nuevos entredichos. Insistía
en la 'defensa' de los trabajadores chilenos y cuestionaban
la representación del cónsul especial para la inmigración.
El país tiene absoluto derecho para pedir seriedad en la
política gubernativa, para saber qué limites tendrá esta inmigración,
y qué número son los definitivos en la admisión de los extranjeros,
única manera de poner fin a las inquietudes en los trabajadores
chilenos, sobre cuyo pan pesarán las primeras y más inmediatas
consecuencias de esta inmigración sin control.
En estos mismos días, se ha reunido en París una Conferencia
para tratar el problema mundial de los refugiados, con participación
preponderante del delegado chileno, el cónsul Pablo Neruda.
Preguntamos si es una representación oficial del Gobierno,
y si las declaraciones avanzadas por ese funcionario tienen
respaldo oficial.
El poeta da la cara.
Entre las miles de definiciones que puedan hacerse del poeta
no podremos encontrar una que diga que escondía la cara, que
rehuía la acción. Neruda fue un hombre consciente de su 'pertenencia'
a una sociedad, a un pueblo. Y en tanto 'pertenencia', integrante,
con derecho a participar con voz y voto. Aunque su voto fuera
igual al de miles de ciudadanos, su voz, por capacidad y talento,
era singular. El poeta entró en el debate nacional y con humildad,
con modestia, hizo sentir su opinión. La revista Ercilla,
a fines de julio, publicaba una entrevista a Pablo Neruda
hecha en Francia.
-¿Cuántos refugiados irán a Chile?
-Los que el Gobierno pueda recibir. Todos son técnicos y harán
un gran bien a mi patria. Las industrias los absorberán provechosamente.
He tenido que apartarme de sentimentalismos y abordar el problema
desde un punto de vista científico, seleccionando a las personas
que formarán el grupo. Ciertos sectores políticos han dicho
que los refugiados irán a aumentar la cesantía. Y esto no
es otra cosa que una maniobra de los que no están con la política
democrática de la nación.
-¿No irán intelectuales?
-Se ha prescindido en absoluto de los intelectuales, es decir,
de aquellos que no puedan aportar nada dentro de actividades
manuales de las industrias. Sin embargo, hay entre ellos muchos
técnicos y cuya situación bien podría considerarse. Por el
momento, en el deseo de no provocar ninguna competencia al
intelectual chileno, no han sido tomados en cuenta, en espera
de datos estadísticos que permitan asegurar que es necesaria
la presencia de muchos elementos valiosos.
En este contexto se desarrolló la solidaridad y el apoyo que,
a través del asilo político, el Gobierno del Frente Popular
chileno ofreció a los republicanos españoles. Dentro de este
marco de discusión, con la opinión pública dividida en dos
formas diferentes de asumir un compromiso humanitario, Neruda
tuvo la delicada tarea de promover y organizar el viaje. El
poeta cumplió la difícil misión de seleccionar a los refugiados
españoles que cumplieran con las susceptibles condiciones
impuestas por la derecha, para viajar a Chile.
Un digno colofón a la fuerte oposición derechista ante la
llegada de los refugiados la dio el corresponsal de El
Diario Ilustrado en Valparaíso. El día 3 de septiembre
de 1939, en el muelle del puerto y en una entrevista a un
afligido pasajero que temía por la quebrantada salud de su
pequeña hija, le hizo saber que: somos periodistas, que
combatimos su venida al país, pero que ahora que se encontraban
en tierra chilena debían formarse la idea de que estaban en
su propia patria y que los chilenos, sin distinción de credos,
eran sus hermanos. Su hijita se salvaría, porque los médicos
chilenos eran sabios, capaces, y nos abrazamos. El corresponsal
del diario inició así una sabia forma de reconciliación. Luego
la historia, con el brillante comportamiento de los refugiados
en Chile, se encargaría de comprobar lo equivocados que estaban
los opositores al plan de inmigración del Gobierno del Frente
Popular y lo acertado que estuvo Pablo Neruda en su elección.
Sin embargo, en esta epopeya, la historia no ha reivindicado
aún debidamente el nombre de Abraham Ortega Aguayo, Ministro
de Relaciones Exteriores del Gobierno del Frente Popular,
como uno de los principales artífices de la solidaridad chilena
con los republicanos españoles.
Artículo publicado en el semanario chileno El Siglo en tres
partes:
I Parte; Semana del 3 al 9 de septiembre, 1999.
II Parte; Semana del 10 al 16 de septiembre, 1999.
III Parte y final; Semana del 17 al 23 de septiembre, 1999.
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