Todo lo que queda del franquismo
José Mª Pedreño - Madrid, 19 de marzo de 2004
Cuando el día 15 de marzo las noticias nos despertaron
con la retirada de la estatua ecuestre de Franco, en Madrid. El debate sobre
la retirada, o no, de los símbolos franquistas volvió a revolotear
sobre la sociedad española. Unos centenares de nostálgicos, dirigidos
por Blas Piñar, protestaron y lloraron la retirada, pero la mayor parte
del pueblo nos alegramos de tan sabia decisión. Aunque nos hubiera gustado
ser avisados para participar con nuestros aplausos de lo que debería
haber sido una fiesta de la democracia.
La estatua en cuestión pesaba como una losa sobre Madrid. Pero no era
la estatua (no es la estatua) la que pesaba como un losa. Es el franquismo
ideológico que a todos nos dejó algo difícil de sacudirse
de encima con tantos símbolos (objetos y personas) vivos del régimen
franquista.
Y es que la sombra de Franco no cubrió sólo la “sagrada” Transición,
sigue cubriendo nuestras vidas. Está vivo continuamente en el mundo
de la política, en las relaciones sociales, en la economía…
Hay que tener en cuenta que sólo los menores de 30 años han
vivido toda su vida fuera de los años oscuros del franquismo. La mayor
parte de nosotros fuimos educados con sus planes de estudios, bajo su represión
moral (y en muchos casos física) y hemos heredado muchas costumbres
y rasgos de aquellos oscuros años.
Vivimos una sociedad sumisa, pero no porque naciese sumisa,
sino que fue obligada a serlo a fuerza de espada y sacristía. Una sumisión heredada
de padres a hijos, de abuelos a nietos. Esa sumisión que vemos día
a día en los ciudadanos, con unos derechos y unas libertades que nos
atrevemos a ejercer y en la izquierda con la aceptación de unas “reglas
de juego”, emanadas de una sumisión aprendida a golpes, que la
obligan ser (contra su voluntad y sin estar obligada a ello) políticamente
correcta.
Franco vive entre nosotros, en nuestra cabeza, su régimen nos dejo
complejos y traumas escondidos difíciles de extirpar sin la terapia
adecuada. La eliminación de los símbolos de su régimen
cruel, asesino de personas y mentes, forma parte de la terapia. Franco, dominando
la capital administrativa del Estado, la estatua ecuestre enseñoreándose
del centro de Madrid, controlando los ministerios, suponía una alegoría
de lo que significó la Transición, una prueba palpable del “atado
y bien atado” de su testamento.
Franco dejó muchas cosas entre nosotros: estatuas, símbolos,
legislación, asesinatos masivos sin resolver, traumas… y un rey.
Hemos empezado por las estatuas, los símbolos, la investigación
de los asesinatos, intentando que se anule la legislación que generó su
régimen, tratando de quitarnos los traumas… y terminaremos (esperamos
que pronto) por derribar a su rey.
José Mª Pedreño
Madrid, 19 de marzo de 2004
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