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Carrero espiaba a su propio gobierno. Estados Unidos conocía a fondo las actividades secretas de control interno que llevaba a cabo el entonces presidente del Ejecutivo
EDUARDO MARTÍN DE POZUELO - 25/08/2005


EL OBJETIVO DE ESTA red era conocer y controlar las inquietudes políticas de miembros y militares de otros ministerios

Durante el año 1973 los agentes de Información norteamericanos destinados en la embajada de Estados Unidos en Madrid centraron gran parte de su trabajo en la figura de Luis Carrero Blanco, al que observaban de cerca con tanta atención como a Franco, a don Juan Carlos o a la oposición española. Los informes secretos con el almirante Carrero como objeto central de los mismos eran enviados con urgencia al Secretario de Estado, Henry Kissinger o directamente a la Casa Blanca, donde Richard Nixon dirigía el país más poderoso del mundo.

Fue el 26 de agosto de aquel año cuando la inteligencia de la embajada de EE. UU. en Madrid alertó al Departamento de Estado que el presidente español tenía su propio servicio de espionaje interno con el que vigilaba a los militares de su Gobierno. Carrero "tiene un brazo de inteligencia propio", escribieron los funcionarios norteamericanos en el documento A-192 calificado secreto y que trata sobre la génesis y desarrollo del desaparecido Servicio Central de Información. Carrero, el entonces comandante San Martín y el que fuera ministro de Educación, Villar Palasí, son, con Muñoz Grandes, los actores de la versión norteamericana de la historia de unos servicios secretos españoles destinados a perpetuar el franquismo.

Este es su relato: Hacia 1967 el General Agustín Muñoz Grandes, Jefe del Alto Estado Mayor (AEM), estableció un cuerpo de agentes de inteligencia en las embajadas españolas que se sumaban a los militares destinados en las embajadas con cobertura diplomática y que competían con otro grupo más pequeño de oficiales adscritos a la dirección general de Seguridad (DGS). Los agentes de DGS en las embajadas figuraban oficinistas o secretarías, mientras que los enviados por Muñoz Grandes recibían cobertura diplomática. Así las cosas, los agentes del AEM y los de la DGS centraban su observación en los españoles residentes en el extranjero y por esa razón no los hubo en todas las embajadas sino en aquellos países en los que había un número significativo de españoles. También se colocaron en consulados españoles de las zonas donde se concentraban los inmigrantes españoles, precisan los norteamericanos. El objetivo era reunir información sobre las actividades políticas de los españoles que residían fuera. Un miembro de estos cuerpos, de servicio en Francia, era el comandante José Ignacio San Martín.

En el informe secreto se destaca que "cuando el general Manuel Díez Alegría sucedió a Muñoz Grandes como jefe del Alto Estado Mayor en julio de 1970, desmontó el cuerpo de AEM, porque creía que el Alto Estado Mayor debía de preocuparse de la inteligencia militar y no de la vida política de los españoles que vivían fuera. Díez Alegría actuó de acuerdo con Gregorio López Bravo, ministro de Exteriores en ese momento". Poco después, el entonces ministro de Educación, Villar Palasí, creó una unidad de investigación al mando de San Martín para controlar a los universitarios que fue positivamente valorada por el antiguo subsecretario de Gobernación Cruylles, quien utilizó su información "para detectar y desanimar a los líderes y agitadores estudiantiles", en palabras textuales del informe que, en este pasa-je, suaviza la realidad de lo que acontecía con los agitadores universitarios.

Fue en 1971 cuando el almirante Carrero Blanco decidió establecer un servicio de inteligencia especial para que le informara de la fiabilidad política de los oficiales de los distintos ministerios del Gobierno. Cruylles presentó a San Martín para la dirección de este puesto pero se quedó muy preocupado "después de que San Martín pareciera excesivamente entusiasmado por su trabajo".

El caso es que San Martín consiguió montar un equipo con antiguos agentes de las embajadas y se instaló en Madrid, el número 3 de Castellana, sede de presidencia y a su unidad la bautizaron como Servicio Central de Documentación. Esta oficina, escribieron los agentes norteamericanos, "está dividida en tres secciones: una se ocupa de los oficiales españoles de nivel superior, incluyendo los ministros; otra se ocupa de los oficiales de nivel intermedio; y hay una unidad administrativa. San Martín, ahora teniente coronel, tiene el rango de Director General en la Presidencia, y él y sus agentes han logrado introducirse con éxito en el Ministerio de Información, en el Movimiento Nacional y en el Ministerio de Educación". En cambio, señalaban los agentes de EE. UU., López Bravo logró impedir el intento de infiltrarse en el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Otra institución aparentemente impermeable a la infiltración de Carrero fue la Guardia Civil, aunque "a pesar de los esfuerzos del antiguo ministro de Gobernación Garicano Goñi, los agentes de San Martín lograron introducirse ampliamente dentro de ese ministerio, excepto en la DGS, donde habían logrado mantenerlos fuera", según consta en el documento.

En el informe sobre este férreo sistema de control interno montado por Carrero Blanco, los norteamericanos destacaban que el citado servicio "no tiene poder para meter en la cárcel a nadie por traición o por supuesta deslealtad al régimen (al contrario de la GPU soviética o de la Gestapo nazi). "Su función -escribieron-es asegurar la continuidad del sistema constitucional establecido por Franco, que se recoge en las Leyes Fundamentales españolas". También identificaba a los oficiales que no se consideran completamente leales a estos conceptos y "normalmente, suele retrasarse su ascenso" por la vía administrativa.

"San Martín se ha convertido en uno de los tres principales investigadores del Gobierno español", aseguraban los agentes norteamericanos en aquel agosto del 73. De los tres, informaron, "dos parecen ser políticamente ambiciosos y el otro, el coronel Blanco, sólo parece buscar efectividad profesional. El general Iniesta, el jefe de la Guardia Civil, lleva mucho tiempo activo políticamente y es conocido por su ambición en este campo. A lo largo de los años ha pronunciado una serie de discursos políticos que han sido ampliamente recogidos en la prensa y muy criticados y ridiculizados en los círculos políticos españoles. Iniesta trató de ridiculizar a su propio ministro cuando Garicano Goñi lo era de la Gobernación. Él mismo ha estado sujeto a la burla pública generalizada en ciertos momentos, como, por ejemplo, cuando durante meses la Guardia Civil no logró capturar y retener al notorio y popular bandido gitano, El Lute".

Investigación: Eduardo Martín de Pozuelo
Edición: Iñaki Ellakuría
Documentación: C. Salmurri, F. Martínez
Mañana: Franco no se sentía obligado por su ley / 47

 

LAS PARADOJAS DEL ALMIRANTE
El antiamericanismo de Carrero y su odio al comunismo
IÑAKI ELLAKURÍA - 25/08/2005

En los diferentes informes secretos a los que ha tenido acceso La Vanguardia se constata la preocupación de la inteligencia norteamericana por "el profundo antiamericanismo" mostrado por el que se postulaba como el mejor colocado en la carrera por la sucesión de Franco. En un documento de 1970 se refieren al respecto de esta manera: "sin lugar a dudas anti-Estados Unidos en el pasado, Carrero Blanco continúa desarrollando aparentemente una cierta antipatía intelectual por las instituciones y por la política americanas". Una postura que preocupaba a EE. UU. por las consecuencias que podría tener que el poderoso almirante estuviera un día dirigiendo la suerte de España.

Pero Carrero Blanco tenía, según dicho informe, un punto de concomitancia con los estadounidenses: su odio por el comunismo.

"Fuertemente anticomunista, Carrero Blanco aprueba cualquier muestra de fuerza contra el comunismo y, en ese sentido, admira la política de Estados Unidos", subrayaron los redactores del informe, quienes añadieron que "tanto públicamente con en privado, Carrero Blanco ha mostrado la importancia que da al mantenimiento de los vínculos actuales de España con EE. UU. particularmente en lo concerniente a la Defensa".

Unas creencias que llevaron al delfín de Franco a afirmar en una ocasión que "debido a la penetración soviética en la región mediterránea, tendría que continuar la cooperación estrecha de EE. UU. y España". -