Artículos y Documentos

Justícia cataloga los viejos archivos de vagos y maleantes
El Periódico - 08/01/2006



María García y Raúl Gómez en pleno trabajo de recuperación de los archivos en la Fiscalía de Menores. Foto: DANNY CAMINAL


• El proceso de limpieza y clasificación de unos 15.000 expedientes terminará a final de año
• El fondo, que contiene documentación expedida entre 1945 y 1980, se trasladará al Arxiu Nacional

MONTSE MARTÍNEZ
BARCELONA

Del escalón más bajo de la sociedad al archivo histórico. Prostitutas, vagos, alcohólicos, homosexuales, transexuales, mendigos, rufianes, trileros, enfermos mentales, toxicómanos, consumidores de porno o correos de paso clandestino de la frontera. Fueron protagonistas de la ley de vagos y maleantes (1933), perseguidos por el delito de ir contra la moral y las costumbres de la época. La Conselleria de Justícia está catalogando aquellos expedientes judiciales generados en Catalunya antes de enviarlos al archivo histórico.
Rescatados del olvido, cada uno de los expedientes está siendo minuciosamente limpiado, rehabilitado en caso de sufrir desperfectos y catalogado informáticamente.
El proceso es supervisado por la jefa del servicio de archivos judiciales de Justícia, Bibiana Palomar. Un equipo de técnicos archiveros prevé invertir aproximadamente un año en poner en orden todo este legado. Las previsiones apuntan que, a finales del 2006, finalice el exhaustivo trabajo.

MATERIAL OLVIDADO
Hasta que no acabe el proceso de catalogación no se conocerá el número exacto de expedientes, aunque se calcula que pueden alcanzar los 15.000. Pero para hacerse una idea del volumen de documentación, desde 1933 a 1980, basta con el dato de que ocupa 268 metros lineales. El primer expediente data de 1945. El fondo ha permanecido durante muchos años completamente olvidado en los sótanos de la Audiencia de Barcelona, junto con documentación de otras jurisdicciones, hasta que fue localizado en 1999.
El destino será el Arxiu Nacional de Catalunya, ubicado en Sant Cugat del Vallès (Vallès Occidental), que cumple las funciones de archivo histórico de los órganos judiciales a la espera de que Barcelona disponga de su Arxiu Històric Provincial.
La responsable de los archivos judiciales de Justícia insiste en destacar que la catalogación de este material sensible se llevará a cabo con las máximas garantías de protección de datos para los afectados. En cuanto se convierta en fondo histórico, la documentación podrá ser consultada por el público, pero siempre bajo medidas de seguridad. Los expedientes no podrán ser revisados sin previo consentimiento de los afectados o hasta que no hayan transcurrido 50 años.

INVESTIGADORES
Son muchos los investigadores interesados ya en el fondo. Entre ellos se encuentra Víctor Bedoya, de 28 años, licenciado en Humanidades, que prepara un doctorado sobre la represión de los gays durante el franquismo. Este profesor de Historia destaca la importancia de estos documentos para recuperar una parte importante de nuestro pasado.
Después de obtener un permiso del expresidente del Tribunal Superior de Justícia, Guillem Vidal, para consultar el fondo, Justícia se lo denegó hasta que el material no esté catalogado. El profesor se pregunta cómo es posible que este material haya podido ser ignorado tanto tiempo por descuido.


La peligrosidad de Silvia

• Un travestido de 56 años relata su paso por la cárcel durante cinco meses y medio por su condición de "invertido"
• Reclama que la sociedad reconozca el sufrimiento de los que fueron presos sociales

M. M.
BARCELONA

Manos de hombre con gesto de mujer. Unas uñas largas y afiladas ponen fin a unos dedos de falanges rudas. Silvia Reyes Plata, de 56 años, se frota las manos, las entrelaza, las abre, las cierra, las muestra, en un movimiento sin fin que denota que está inquieta. No en vano aborda uno de los periodos de su vida más intensos.
"Domingo, no te quiero ver más por aquí, no te vistas más de mujer, me decía siempre el juez", explica Silvia, un travestido encarcelado en 1974 por la ley de peligrosidad social, conocida hasta el año 1970 como ley de vagos y maleantes. Aún se acuerda del nombre de aquel magistrado: Antoni Sabater.
Pero Silvia --Domingo en todos los documentos oficiales-- agotó sus vidas y --"a la séptima o la octava", dice riendo--, el juez la encarceló durante cinco meses y medio. Era la medida de seguridad oportuna para conseguir que dejara de ser un "invertido tarado disfrazado de mujer".
Silvia dice que si no se hubiera reído del mundo se hubiera muerto de tristeza. "Fue una época muy dura", rememora, para matizar que, si pudiera hacerse una gradación, todavía lo pasaron peor los travestidos que los gays. "Nos machacaron psicológicamente", lamenta mientras acaricia las puntas de una larga cabellera.
Primero ingresó en la Modelo y luego pasó por la madrileña prisión de Carabanchel para acabar en Badajoz, donde encerraban a los homosexuales de toda España para intentar cambiarlos.

Coletazos del franquismo
Mientras relata su infierno busca consuelo. Silvia reconoce que cuando a ella le tocó ir a prisión, en 1974, el franquismo daba ya sus últimos coletazos y que la situación que vivió no tenía parangón con la de 20 años antes. Conoce a gays que ahora tienen 70 y 80 años con marcas en su cuerpo de las palizas que recibieron en prisiones y cuartelillos. "A mi nadie me puso la mano encima en la cárcel", dice, para añadir que vivió la muerte de Franco entre rejas. "Pero el daño moral --dice-- también duele mucho". Todo ello le lleva a tomarse muy en serio el trabajo en la Asociación de ex Presos Sociales, presidida por Antoni Ruiz. El Gobierno les ha prometido un resarcimiento económico, pero también es importante el reconocimiento de la sociedad.

Discriminación social
"Las personas que hemos pasado por esta situación nos hemos hecho muy duras", dice esta mujer, que tampoco ha querido ser "mujer completa". Silvia se ha valido de hormonas para tener pechos --"no muy grandes, pero bonitos", afirma sopesándolos-- pero ha renunciado a operarse. Las hormonas la sumían en una tristeza profunda, pero las aguantaba porque no sólo le compensaban sus incipientes pechos, sino también la desaparición de la barba y del pelo en el pecho.
Recuerda que cuando actuó de bailarina de estriptís en Suiza y tenía que hacer un desnudo integral usaba un esparadrapo para desplazar hacia atrás sus testículos y su pene y parecer una mujer durante unos cuantos segundos.
Pese a haber querido huir sistemáticamente de ese mundo del espectáculo rayano con la prostitución, la discriminación social la abocó irremediablemente a las actuaciones en un bar después de sistemáticos rechazos en la hostelería. Las negativas, rememora Silvia, siempre iban precedidas de una pregunta. "¿Usted qué es, una mujer o un hombre?", recuerda Silvia, para volver a contestar igual que lo ha hecho toda su vida: "Soy un travestido".

Interés por los hombres
Nacida en Canarias en 1950, a los 20 años se fue a la mili para intentar curarse. "Hice la instrucción, disparé y jugué al fútbol con los otros soldados", explica, para añadir: "Por cierto, eran todos guapísimos". Y tuvo que aceptar la evidencia. Tras un periodo personal confuso y duro, asimiló que el servicio militar no funcionó y que, además de seguir pensando como mujer, cada vez le gustaban más y más los hombres. Con esa certeza arrancó una vida que se convirtió en una lucha diaria contra la marginación, en la que todavía sigue empeñada.