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1976. La fuerza de la lucha feminista. Más de 4.000 mujeres desbordaron a las propias organizadoras de las primeras Jornades Catalanes de la Dona, celebradas en la Universitat de Barcelona
El Periódico - 24/03/2005



En la calle Mujeres en una manifestación contra las agresiones sexuales, el 17 de mayo de 1976. Foto: ARCHIVO


Se había iniciado el camino hacia la igualdad de sexos

RAFAEL PRADAS
BARCELONA

Las organizadoras esperaban unos cientos de asistentes, pero el 27 de mayo de 1976, el Paraninfo de la Universitat de Barcelona se desbordó. Más de 4.000 mujeres se reunían en las primeras Jornades Catalanes de la Dona. Primera oportunidad, en efecto, de debatir libremente sobre trabajo, política, sexualidad, familia o educación después de la larga noche de la dictadura. De hecho, el gobierno de Arias Navarro era puro continuismo y habría que esperar a la UCD y al PSOE para que se produjeran cambios favorables a la mujer.
Recordar la situación que se vivía debería avergonzar: el adulterio significaba cárcel, la patria potestad de los hijos solo la tenía el marido, la mujer necesitaba autorización del hombre para tener pasaporte o abrir una cuenta bancaria. Sólo en Catalunya el viejo derecho civil introducía matices de igualdad económica, pero no resolvía otros temas, desde la prohibición de los anticonceptivos al veto a la mujer en algunas profesiones, como la de juez.

"Una explosión de libertad"
La abogada Magda Oranich que participó activamente en las jornadas, y en especial en la ponencia jurídica, recuerda: "Fue una explosión de libertad. Se reunieron mujeres de todas edades y condiciones, entre ellas las expresas del franquismo. Desde el punto de vista de las leyes, tanto de las estatales como las autonómicas, puede decirse que las reivindicaciones que se plantearon se han conseguido prácticamente todas".
En las conclusiones se reivindicaba el derecho a un puesto de trabajo, el fin de la discriminación en el trabajo, el reconocimiento de los derechos sociales para las trabajadoras del hogar, la socialización del trabajo domestico a través de servicios colectivos, la enseñanza pública obligatoria, laica, gratuita, antiautoritaria y no discriminatoria, el derecho a disponer del propio cuerpo y la abolición de los servicios sociales que las mujeres tenían que realizar durante tres meses, encuadradas en la sección femenina de la Falange.
Pilar Aymerich siguió las jornadas en su doble condición de fotógrafa y feminista. Lo recuerda así: "Había, sobre todo, dos tendencias claras: una creía que la revolución feminista, los cambios si se quiere, debía hacerse también con los hombres porque formaba parte de la lucha democrática; y la posición más radical, partidaria de que la mujer marchase sola. Las mujeres obreras ponían énfasis en el feminismo como parte del obrerismo y de la política".
El movimiento feminista, surgido desde abajo, había ido calando poco a poco en los sectores más avanzados de la sociedad catalana. Un hito fue la publicación del libro La dona a Catalunya, de Maria Aurèlia Capmany, que jugó un gran papel en las jornadas.
Las sesiones en la Universitat de Barcelona culminaron, pues, un proceso en el que participaron mujeres de numerosas sensibilidades, culturas y tendencias. "Se ha conseguido mucho, pero aun faltan cosas, especialmente a nivel de mentalidad. La sociedad es mejor, pero no diferente, que es lo que queríamos", reflexiona Aymerich al volver la vista hacia atrás.
Basta con leer las crónicas de sucesos sobre mujeres maltratadas o muertas por quienes no entienden que los tiempos, definitivamente, están cambiando.