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El Pozo del tio Raimundo y el padre Llanos
periodistadigital.com - 30/04/2004

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Padre Llanos


En mi colegio, católico, muy católico, jamás oí hablar del padre Llanos. Sabía de él por lo que me contaba mi madre, comunista, muy comunista. Sin embargo, El Pozo del Tío Raimundo se mencionaba de forma recurrente, como un territorio mítico en donde sucedían cosas terribles o gloriosas, desgraciadas o esperanzadoras, según lo oyera en el colegio o en casa.

Para el catolicismo de niñas bien, El Pozo era un lugar de abstracta miseria al que debíamos sentirnos privilegiadas de no pertenecer; y punto. Para el comunismo de barrio céntrico, El Pozo representaba la miseria concreta que había que combatir, y allí se cocía algo de trascendencia política en lo que los curas rojos, con el padre Llanos a la cabeza, tenían mucho que ver. Pero, por aquel entonces, yo no quería saber nada de curas, por muy rojos que fueran, que es lo que con frecuencia sucede a las niñas de colegios católicos bien. El Pozo no pasaba de ser para mí un lugar de referencia demagógica ("pues id a El Pozo del Tío Raimundo y ya veréis cómo vive la gente", retaba a las niñas pijas de mi colegio; pero yo no había ido jamás), un lugar extrarradio de nuestra conciencia geográfica, extramuros de nuestra realidad cotidiana. Luego me fui enterando de que hay dos catolicismos, como hay dos Españas (¡ay!), y hasta dos comunismos, y la figura del padre Llanos fue cobrando el sentido real y legendario que merece en la historia reciente de este país, así como El Pozo del Tío Raimundo ocupó el emblemático espacio geopolítico que le corresponde en la construcción de la historia reciente de esta ciudad. Después me olvidé de El Pozo: aquel símbolo de la pobreza desarrollista y de la lucha obrera antifranquista pasó a convertirse para mí en un barrio medio, trabajador.

La desgracia se ha ocupado, no ya de traerlo de nuevo a la memoria, sino de hacer de aquel barrio, que nos pillaba lejos, el corazón mismo de Madrid. A través de su tragedia, ha vuelto el padre Llanos, que murió en 1992, y ha vuelto El Pozo del Tío Raimundo, asombrosamente vivo. El reverendo padre José María de Llanos, que era jesuita, hijo de militar, universitario, forjador espiritual de falangistas y hasta confesor de Franco, fue enviado en labor apostólica a las barriadas proletarias del sur de Madrid cuando el PCE clandestino vinculó la oposición estudiantil al movimiento obrero. El integrista llega a El Pozo en 1955 y experimenta tal revolución personal que, ya simple padre Llanos, se queda a vivir en una chabola, siempre abierta a niños, vecinos, drogadictos, inmigrantes, y dedica su vida a la labor social entre marginados y trabajadores, y a la denuncia de las injusticias capitalistas, llegando a militar en el PCE. Alrededor de la iglesia que levantó en el poblado de Entrevías, proyectada por el arquitecto Sáenz de Oíza, se gestaron las primeras asociaciones de vecinos de Madrid. Dicen que pegaba en las parroquias fotos de Juanito Valderrama y Lola Flores, que se enfrentaba cuerpo a cuerpo con la Guardia Civil, que daba plantones a Franco, que lanzaba consignas sobre Vietnam y que el mismísimo Escrivá de Balaguer se postró a sus pies proclamando "¡soy un pecador!". Montaba cines de verano y comunas obreras, formaba a sindicalistas, escribía. En su 85º cumpleaños, la asociación de vecinos de Vallecas le entregó una placa grabada: "José María de Llanos vino a El Pozo camino de Dios, tropezó con el hombre y de su mano llegará a Él". Cuando murió, Umbral dijo que era "el hombre más bueno, (...) el único santo con boina", y Haro Tecglen manifestó su asombrada admiración de ateo por ese jesuita que era "una de las últimas reservas del pobre, del desvalido, del explotado".

Todo esto, que no enseñan los católicos de la Ley de Calidad, sobrevive en El Pozo del Tío Raimundo. Nos lo ha enseñado el espanto; así de enrevesada es la historia. Y ahora me entero de que la obra del padre Llanos continúa, que hay curas rojos que lanzan consignas contra Bush, que las fiestas del barrio se celebran, como es natural, el Primero de Mayo, aunque éste será el segundo año consecutivo que no sea así (el anterior, para mostrar -qué triste paradoja- su condena a la invasión de Irak; éste, por luto injusto). Y me entero de que el 14-M, sólo tres días después de su tragedia, El Pozo volvió a hablar en las urnas: 61%, PSOE; 16%, IU. Sólo un 21,6% a ese PP de los otros católicos, los que jamás me hablaron del padre Llanos. Salud, vecinos.