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Manuel Fernández Arias. Combatiente en la guerra civil y en la II Guerra Mundial, superviviente del desembarco de Normandía.
La Nueva España - Asturias - 08/09/2004

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Hoy recibe la medalla de plata de Asturias: «No soy rojo, ni de ningún partido; soy un republicano que ha luchado por la libertad»

«No me dolió que Franco muriera en la cama, me dolió que muriera tan tarde; a España debe darle vergüenza Franco»


PERFIL

Manuel Fernández Arias es, junto al catalán Luis Royo, el único superviviente español de la Columna Novena que liberó París de la ocupación nazi el 24 de agosto de 1944. Pese a que no pudo llegar a la capital gala, porque estaba herido en un hospital normando, Fernández es parte de la historia de esa liberación. Fue este asturiano, nacido en Ibias hace 85 años y con familia en Gijón, quien acabó con el primer tanque nazi tras el desembarco de Normandía. «¿Por qué aplaudís?», dijo otro soldado, también de Gijón, al resto de los compañeros «si lo que ha hecho es normal para un asturiano». A Fernández Arias, que vivió en París hasta que se mudó a La Bretaña, al jubilarse, le cuesta trabajo hablar de sus méritos porque «yo hice lo que tenía que hacer. Estaba allí para luchar». Hoy serán sus paisanos quienes le reconozcan su trabajo, y, aunque posee las más altas distinciones del Ejército francés e, incluso, una medalla del Ejército americano, asegura que lo más importante será la medalla de Asturias. «Esto es un regalo del cielo que no sé por qué me dan. Yo siempre soñé con la libertad para Asturias, ahora hay libertad».
Gijón,

Carmen FERNÁNDEZ

-Con poco más de 16 años, cogió un fusil y se fue al frente. ¿Por qué se fue a la guerra?

-Por mis ideas, por la libertad. Yo no soy comunista, ni del Partido Socialista ni de ningún otro. Yo soy republicano. Nunca he militado en ningún partido, pero, creo en la libertad y por eso fui al frente. Nada más comenzar la guerra civil, en Ibias y en todos los sitios empezaron a matar a los maestros de las escuelas que enseñaban a los niños y a los jóvenes a leer y a escribir. Yo nunca puse los pies en una escuela, pero mi padre nos enseñó a leer y las cuatro reglas. Con la República, se abrieron escuelas y llegaron los maestros. A ellos fue a los primeros que mataron. Por esa libertad perdida es por lo que yo fui a la guerra civil.

-Y a Túnez y a la II Guerra Mundial, nueve años en la batalla, ¿haría lo mismo otra vez?

-Otra vez. Volvería a luchar por la libertad sin dudarlo. Hoy tengo las mismas ideas que tenía; quizá después de pasar por los campos de concentración -con los fascistas españoles que fueron unos asesinos tremendos- tengo mis ideas reforzadas. De hecho, cuando acabó la guerra todos los españoles que entramos en París teníamos la ilusión de continuar la guerra contra el fascismo en España. Quería volver a Asturias con la libertad. Y no fue así.

-¿Le dolió ver morir a Franco en la cama?

-No me dolió que muriera en la cama. Me dolió que muriera tan tarde. Para mí fue una desilusión muy grande no liberar a España del fascismo. Ahora ha llegado el momento de escribir la historia que nunca se escribió, es el momento para que a España le dé vergüenza hablar de Franco. Es el momento para descubrir dónde están los cadáveres de los campos de concentración españoles. Hay que recobrar la memoria de todos los españoles.

-¿Cómo vivió la transición española?

-Yo la observé desde fuera, siempre viví en Francia. Tenía miedo porque podía convertirse en un baño de sangre y fue un ejemplo. Ahora, ya se puede recuperar la historia.

-¿Por qué dice «ahora» si la democracia española ha cumplido 25 años?

-El Gobierno anterior a éste no hubiera permitido recobrar esa memoria y antes era muy pronto. Ahora es el momento con (José Luis Rodríguez) Zapatero de hablar de lo que sucedió en España, no sólo en la guerra, sino después, con vergüenzas como el Valle de los Caídos. En Francia, cuando se descubrieron los campos de concentración, la sociedad entera, todos los periódicos... mostraron su repulsa. Creo que España está en el buen camino, pero hay que atreverse a contarlo.

-Cuente usted, por favor, ¿cómo salió de España?

-Cuando cayó Asturias, caí prisionero, estuve en varios campos de concentración, y, después, en un batallón de trabajadores nos llevaban para arreglar los caminos, para hacer trincheras -con una bayoneta detrás de la cabeza para que trabajáramos- y, después de la guerra, nos llevaron a los Pirineos para fortificar. Una noche me escapé, risqué por los Pirineos y pasé a Francia. Al día siguiente, estaba en un cuartel ofreciéndome para luchar contra el fascismo. Nada más llegar se olía, se veía la libertad, y eso que estaban en guerra.

-¿En qué se nota la libertad?

-Mire, la libertad se nota porque respira uno mejor. No tenía nada que ver con la oscuridad que había -y que hubo durante muchísimos años, incluso después de Franco- en España, donde la gente cerraba las ventanas para hablar de política. En la calle, las chicas reían, la gente hablaba. La gente estaba alegre. Esto es lo que yo quiero para España y voy a luchar por ello.

-¿Por qué se fue a África?

-Franco y Petain tenían un acuerdo para que todos los españoles que luchábamos en Francia fuéramos deportados y eliminados en los campos de concentración. Pero, en la Legión Extranjera, con la que hice la guerra de Tunicia contra el general Rommel, yo no estaba bien porque eran muy militares. Preferí irme con Leclerc. Éramos muchísimos españoles.

-Usted desembarcó en Normandía, ¿cómo fueron los días previos?

-Yo desembarqué, pero no la primera noche, porque éramos una división blindada y no podíamos llegar los primeros. Pero eran unos momentos alegres.

-Por primera vez, el pasado 24 de agosto, Francia reconoció la labor de los españoles...

-No fue Francia, fue el alcalde de París. La Nueve, la Columna Dronne, estaba formada básicamente por españoles. De hecho, las órdenes eran en español y había oficiales españoles, pero el Gobierno francés no lo reconoce.

-¿Espera que Chirac les reconozca el mérito?

-No lo sé. No puedo quejarme personalmente. Fui bien acogido, me trataron como a un hijo, me enseñaron un oficio y siempre viví bien; pero me chocó siempre que no hayan reconocido lo que hicimos los españoles.

-¿Por qué cree que nunca quisieron reconocer los franceses que había mucho español?

-No lo sé. Pienso que había una leyenda sobre los «rojos españoles» falsa. Yo no era rojo y muchos no éramos rojos, ni de ningún partido. Soy un republicano que luchaba por la libertad, por defender esa República que un criminal, a través de un golpe de Estado, había derrocado en España. Yo trabajé treinta meses como un esclavo en las manos de un dictador por luchar por la libertad. Si en los cincuenta o los sesenta hubiera habido otra guerra contra Franco en España, habría vuelto a luchar.

-¿Qué opina de Irak?

-Estoy en contra de la guerra.

-Pero si usted fue a tres...

-Fui por mis ideas, por la libertad y, ya le digo, volvería a ir. Creo que todo hombre debe vivir libre y si se le quita la libertad debe luchar para recuperarla. Pero a la guerra sólo se puede ir por ideas, no por otros intereses. Durante nueve años, cada día, me jugué la vida y podía haber caído, pero por la libertad. Un soldado en Irak muere por intereses de otros, por caprichos de otros.

-¿Qué recuerda de su llegada a París?

-Llegué con una escayola en todo el tronco. Todas las enfermeras americanas, mis compañeros... habían escrito «Vive la liberté», «I love you». Parecía un periódico. Al llegar, mi única obsesión era ir a ver Nuestra Señora de París. En Ibias, un vecino, cuando se enteró de que yo sabía leer, me dijo: «Te voy a traer un libro», y me trajo la historia del Jorobado. Nunca había leído un libro, fue el primero, así que cuando llegué a París quise ver aquella iglesia, pero era imposible caminar por las calles de París, todo el mundo estaba feliz. Había vuelto la libertad.