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58º aniversario del inicio de la guerra civil en cádiz. La historia de Antonio 'El Malagueño', una víctima del 18 de julio
EuropaSur Digital - 18 de julio de 2004

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Primeras horas. El 18 de julio ya corrían por Cádiz las noticias del golpe militar. El autor relata estos primeros momentos y la muerte, un año más tarde, de un militante anarquista, Antonio Martín Román, 'El Malagueño'.

Al mediodía del día 18 de julio era palpable en la población cierto nerviosismo y agitación. La noticia del levantamiento del Ejército en Melilla y otras poblaciones del norte de África ocurrido el día anterior había corrido de boca en boca y se oía con inusitado interés las transmisiones de Radio Ceuta. Un número inhabitual de personas entraban y salían del Gobierno Civil. En el cuartel de la Guardia de Asalto, que estaba en la plaza de Mina, la actividad era también inusual. El jefe de la misma, el muy comprometido capitán Yáñez, había ya comenzado su particular guerra contra el Ejército, al que, aunque parezca mentira, pertenecía, pues era capitán de Artillería. A las 12,00 horas acudió personalmente con una sección de guardias de asalto al Gobierno Militar, sin duda para detener al general López Pinto, pero al llegar, se encontró con que la guardia del Gobierno Militar había sido reforzada con una sección del cercano Regimiento de Artillería provista con dos ametralladoras, por lo que, sin bajar del camión donde iba, dio media vuelta y se volvió al cuartel.

La Casa del Pueblo, sita en la calle Arbolí, era un hervidero de afiliados deseosos de obtener noticias y a ella fueron acudiendo los más comprometidos para organizar, dado el caso, las acciones que se considerasen oportunas. Todos los bares y tabernas próximos a ésta, a la plaza y a Correos rebosaban de parroquianos. La concurrencia en los establecimientos de La Marina, Los Leones y la Puerta del Sol era tumultuosa.

Para evitar la propagación de noticias falsas, el gobernador civil Zapico ordenó al director de Radio Cádiz interferir las emisiones de Radio Ceuta. A las 14,00 horas, el propio gobernador reunió a los periodistas y les confirmó la falsedad de las noticias, informándoles de la detención en Canarias del general Franco.

A las 15,30 horas, el coronel Jevenois formó a sus fuerzas en el patio del Regimiento de Artillería y mandó una Batería al mando del capitán Muro con dos cañones Schneider de 75 mm. a declarar el estado de guerra, lo que llevó a cabo a las 16,00 horas en la plaza de Argüelles. A continuación procedió a cercar el Gobierno Civil por la parte del monumento a las Cortes. El general Varela sublevó al Regimiento de Infantería y acudió, poco después que lo hiciera el de Artillería, a cercar el Gobierno Civil por la parte del paseo de Canalejas.

Cuando ya estaba cercado el Gobierno Civil, los concejales Antonio Martínez Jurado y Servando López de Soria irrumpieron pistola en mano en Radio Cádiz exigiendo a su director, Julio García, el micrófono para hablar al pueblo. Desde allí invitaron al "pueblo honrado" de Cádiz a tomar las armas, a levantar barricadas, a saquear e incendiar el centro de la población y a asesinar a todos los militares que encontrasen.

Previendo que los militares sublevados tomasen la radio, el siempre belicoso y combativo capitán Yáñez llamó al director, casi al mismo tiempo que estos la ocupaban, anunciándole que iba a mandar a un camión con dinamita para volar la emisora.

Sobre las seis de la tarde eran muy numerosas las personas afiliadas a partidos y organizaciones del Frente Popular que se habían concentrado en la Casa del Pueblo.

Desde el Gobierno Civil, el gobernador Zapico ordenó se hablara a la Casa del Pueblo para que las organizaciones obreras "hicieran toda clase de barbaridades por Cádiz para que las tropas del Ejército se vieran obligadas a sacar fuerzas de las que se hallaban asediando el Gobierno y así tener posibilidades de intentar una salida". El capitán Yáñez, que antes de encerrarse en el Gobierno había tenido tiempo de detener en el paseo de Canalejas, a la altura del Cine Gades, al capitán de Infantería Julio Almansa Díaz y poco después al teniente de igual Arma Joaquín Rodríguez Llanos, cuando estos se dirigían a presentarse a su Regimiento, sugirió la idea de "que se fuera a las casas de algunos jefes y oficiales que tenían dinero y las asaltaran, pues así se verían precisados los sitiadores a retirar fuerzas del asedio".

Obedeciendo a las consignas recibidas, grupos de incontrolados salieron de la Casa del Pueblo con dirección a la plaza Topete. Nada más desembocar en ella, un individuo conocido como El Malagueño se erigió en líder del grupo que incendió los almacenes de La Innovación, rompiendo él mismo las lunas de los escaparates del establecimiento. Después de saquearlo lo hicieron arder arrojando líquidos inflamables. A continuación, una larga lista de ellos resultaron pasto de las llamas. La Balear, La Riojana, El Louvre, Merchán, Eureka, El Siglo Gaditano, Casa Valiente, Solbes, Camisería Hervías, Viniegra, Bar Lido.

Lo mismo ocurrió con casas particulares, como la de la familia Blázquez. Pronto grandes hogueras alumbraron el centro de la ciudad. Se levantaron barricadas con adoquines en las entradas de la Viña y Santa María y en las calles Arbolí, Prim y San Juan, éstas últimas con objeto de proteger e impedir el acceso a la Casa del Pueblo. Se intentó quemar las Descalzas, San Antonio y San José. Fue la respuesta al asedio del Gobierno y con ello se intentó, como anteriormente he indicado, que las tropas acudiesen y liberasen del cerco a los que se encontraban encerrados en el mismo.

A las 20,00 horas, una hora después de que comenzaran los saqueos y los incendios, grupos de falangistas y un cabo y cuatro números de la Guardia Civil comenzaron a patrullar y a impedir la actuación de los incontrolados. A estos se les unieron más guardias civiles y fuerzas del Ejército, que facilitaron la actuación de los bomberos al disparar sobre los incendiarios a los que lograron dispersar. Al día siguiente se rindieron los encerrados en el Gobierno Civil. El capitán de Asalto Yáñez y un oficial de Telégrafos llamado Parrilla fueron los que allí realmente mandaron. Afortunadamente, para medio Cádiz, este último no pudo hacer realidad las palabras que pronunció en un determinado momento del asedio: "Mañana hemos de formar un tribunal popular y fusilar a medio Cádiz".

Ese día, no obstante, continuaron los incendios en la calle Hércules y el Balón, siendo quemadas las Escuelas de La Viña. También fue asaltada la Audiencia, generalizándose el paqueo durante toda la mañana. Las tropas del Ejército ayudadas por regulares, falangistas y guardias civiles lograron dos días después la pacificación de la ciudad.

Pronto comenzaron a realizarse las primeras detenciones. Cuando se produjo el asalto a los almacenes de La Innovación se encontraban en la plaza Topete personas ajenas a los grupos de incendiarios.

Antonio G.G., domiciliado en la calle Sacramento, industrial, que luego se afiliaría a la Falange, fue uno de los que presenciaron los hechos ocurridos. Una vez que los sublevados triunfaron, denunció a El Malagueño ante las autoridades acusándolo de ser el cabecilla de dichos grupos. Rápidamente se supo la identidad del acusado. Resultó ser un albañil llamado Antonio Martín Román, natural de Málaga y domiciliado en la calle Teniente Alberni número 2 de Cádiz, donde vivía con su esposa y dos hijos. Estaba afiliado a la Sociedad de Albañiles, afecta a la CNT., sindicato de significación anarquista. Fueron a por él pero no se le pudo encontrar, motivo por el cual no pudo ser apresado.

Pero un día en que Antonio G.G. iba por el Campo del Sur, era el 22 de enero de 1937, vio por allí a El Malagueño. Como por dicho lugar patrullaba una pareja de carabineros, acudió a éstos para que lo detuviesen. Lo cual hicieron los números Segismundo Brussi y Federico Brussi, con la ayuda de Federico Rodríguez

Antonio Martín fue encarcelado en la Cárcel de Cádiz a la espera de ser procesado. Tuve ocasión de leer la carta dirigida al delegado de Orden Público firmada por su mujer, Carmen, que alguien le redactaría y escribiría, en la que solicitaba la libertad de su marido. En ella justificaba la pertenencia de su marido a la CNT y pedía benevolencia, alegando que su marido jamás fue significado por violento y que ella se encontraba al cumplir los nueve meses de estado con dos hijos menores de dos y cuatro años. De nada sirvió. No hubo ningún tipo de clemencia ni compasión. El juicio sumarísimo fue celebrado el 29 de marzo de 1937. Antonio G.G. declaró como testigo, siendo su testimonio determinante para que fuera condenado a muerte. La sentencia fue ejecutada y El Malagueño fue fusilado en los fosos de Puerta de Tierra las 6,30 horas del día 19 de abril de 1937. Tenía 38 años de edad. Su nombre está inscrito en los libros de registro de defunciones del Cementerio de San José, con fecha 20 de abril de 1937, constando como causa de la muerte "Pasado por las armas".

Antonio tuvo la mala suerte de vivir en un mundo de miseria, de incultura y de injusticia social. Quizás por eso, cuando le llegó la ocasión, quiso ser "alguien" y en un momento, pasó de ser un honrado y pacífico obrero a improvisado líder de un grupo de incendiarios. Eso mismo le pasó a otros muchos, tanto de un bando como de otro, en esa desgraciada contienda civil. /MIGUEL GARCÍA DÍAZ