Un japonés
en la Guerra Civil española
Tesis en la Universidad de Navarra
Domingo 2 de febrero de 2003.
http://www.noticiasdenavarra.com
Un estudiante de Yamaguchi rescata al único
nipón en las Brigadas Internacionales
JESÚS IRIBARREN - Pamplona
La historia de Jack Shirai
es muy poco conocida en su país natal y prácticamente
inédita aquí. Tras abandonar como marino Japón
y vivir ilegalmente en Nueva York, este joven acabó
en las Brigadas Internacionales. Mitad por su afán
aventurero mitad por su conciencia comunista se vió
envuelto en una de las guerras más sangrientas y románticas
del siglo XX. Y le costó la vida. Una bala le alcanzó
en el frente de Brunete en 1937. Sus restos deben reposar
en un lugar llamado el Cerro del Mosquito. Su recuerdo volvió
a Japón gracias a los trabajos de investigación
de un par de autores (Ayako Ishigaki y You Kawanari) y ahora
hacen escala en Pamplona de la mano de Keishi Yasuda, un estudiante
de Yamaguchi que le ha dedicado su tesis de máster
en Artes Literarias (área de Historia).
Según explica este joven de 25 años,
en Japón hay cada vez más afición por
estudiar la Lengua y la Historia española ya que coincide
que en ambos alfabetos hay cinco vocales y, a través
de distintos canales, se extiende una inquietud sobre el mundo
Hispánico. Escuchó hablar allí por primera
vez de Jack en Japón y al estar en Pamplona pensó
que merecería la pena escribir sobre él, aunque
para ello ha tenido que leerse decenas de libros sobre el
contexto político de España en los años
30 con unas clave muy distintas a las suyas.
Conforme indagaba sobre la vida de su compatriota,
el interés crecía y la relación con la
actualidad, también. No en vano Jack Shirai fue un
emigrante sin papeles y una persona que antepuso sus ideas
-quizá no muy filosóficas, pero si claras sobre
lo que debía hacer- a su vida en una especie de solidaridad
globalizada y voluntariado internacional.
No hay una fecha exacta, pero Jack Shirai nació
en torno a 1900. Su vida no fue fácil. Fue criado como
un huérfano y en cuanto tuvo la mayoría de edad
se embarcó en un mercante. Tras realizar varios viajes
por medio mundo, recaló en EEUU con 29 años.
En Nueva York, sin papeles y en la época de la Gran
Depresión, trabajó como cocinero en varios restaurantes
japoneses al mismo tiempo que se iba metiendo en círculos
obreros y de influencia comunista. También encontró
a su gran amigo Toyosaburo Sekii con quien compartió
huelgas y planes sobre la aventura de ir a la guerra de España.
Sin embargo, el partido comunista retuvo a su compañero
en Nueva York para otras labores y en 1936, tras un paso clandestino
por Francia, este joven japonés se vio en Madrid, en
plena ofensiva nacional contra la capital del República.
Quizá no cuantitativamente pero al menos
sí simbólica y moralmente, la llegada de miles
de voluntarios de decenas de países del mundo fue un
hecho fundamental para que el Madrid sitiado del No pasarán
aguantara esta primera acometida de noviembre de 1936. Ante
la pasividad y el doble juego de muchas potencias democráticas,
especialmente Francia y Gran Bretaña, la avanzadilla
social de las Brigadas fue un elemento sin precedentes en
el panorama internacional. Había de todo: italianos
y alemanes que querían una segunda oportunidad de luchar
contra Hitler y Mussolini, polacos, checos, ingleses, irlandeses
(estos últimos separados en dos batallones para evitar
líos), americanos, franceses, argelinos, belgas, húngaros,
rusos..., y, por lo que se ve, un japonés. Hasta su
emotivo adiós oficial de Barcelona en noviembre de
1938, los historiadores calculan que entre 40.000 y 60.000
soldados de cincuenta nacionalidades diferentes lucharon en
distintos frentes españoles. Cerca de un tercio de
ellos murieron, ya que se encargaron de misiones muy arriesgadas
con muy escasa preparación. Jack Shirai de hecho, como
muchos otros compañeros del batallón Abraham
Lincoln (donde estaban los americanos y que contó con
el primer oficial de color de la historia), fue al frente
sin siquiera haber podido probar las armas.
Su aventura militar comenzó en Albacete,
donde las Brigadas tenían su cuartel general. Justamente
ensayaron la marcha en fila y el orden de formación
y recibieron instrucciones por parte de un comisario francés
cuyo idioma apenas entendían. Por suerte, Shirai fue
destinado a la cocina dada su preparación y porque
era un puesto esencial para el batallón: "Eres
tan imprescindible como el médico", le dijo el
responsable del Abraham Lincoln. Pero Jack no renunció
a su deseo de pelear en las trincheras y tras las bajas por
el acoso de la aviación, el calor del verano y el frío
del invierno, lograría encontrar un puesto en la sección
de ametralladoras.
La tesis relata todo el itinerario del batallón
de Jack por el frente de Madrid (Jara, Pingarrón, Jarama...)
hasta llegar a la batalla de Brunete de junio de 1937. Se
trataba de una amplia ofensiva organizada por el general Vicente
Rojo en la que iban a tomar parte casi 70.000 soldados republicanos,
entre ellos 12.245 brigadistas. El ejército de Franco
estaba liquidando el frente norte y la República quería
distraer su atención y romper el cerco de Madrid. Pese
a estar en inferioridad de condiciones, el batallón
Abraham Lincoln debía tomar un cerro estratégico
llamado del Mosquito. Fue un suicidio y justamente lograron
defender sus posiciones en la parte baja de la colina ante
la contraofensiva nacional. Jack Shirai había dejado
el cazo y manejaba una ametralladora pesada. La situación
se complicaba porque el fuego enemigo había bloqueado
una camión que venía con víveres. Jack,
sabedor de la importancia de la manutención, salió
de la trinchera para tratar de empujar el vehículo
y una bala le atravesó la cabeza. Jack era muy apreciado
en su batallón y recibió el difícil honor,
en esas condiciones, de ser enterrado. Sin embargo, su gobierno
aún no ha reconocido su aportación por la democracia
y la libertad.
EL EUSKERA DESPISTÓ A LOS NIPONES
EN GUADALCANAL
Si resulta raro encontrar a un japonés
en la guerra española casi más exótico
es hallar vascos en la guerra del Pacífico pocos años
después. Pues sí, no sólo hubo marines
de origen vasco en la otra parte del planeta, sino que el
euskera se utilizó como lengua de comunicación
entre la flota americana para que los mensajes no fueran descifrados
por los nipones. De hecho la importantísima batalla
de Guadalcanal comenzó en euskera. El 1 de agosto de
1942, un Egon arretaz egunari (Atentos al día X) ,
advirtió de la fecha elegida y el 7 de agosto, la frase
Segarra erragiza zazpi (Operación manzana a las siete)
desató las hostilidades para sorpresa de los japoneses.
El planificador de este sistema, según el historiador
Daniel Arasa, fue el capitán del cuerpo de transmisiones
Frank D. Carranza, hijo de emigrantes vascos. El bueno de
Frank se dio cuenta en el centro de entrenamiento que había
60 marines de origen vasco que hablan bien el euskera y el
inglés. Hasta entonces se utilizaban mensajes encriptados
por máquinas como Enigma y otras, pero los japoneses
lograban descifrarlos y era muy lenta la transmisión.
El euskera tenía la ventaja de ser totalmente desconocido
para el enemigo (ni siquiera es una lengua románica)
y, además, poniendo marines bilingües a ambos
lados de la comunicación, el proceso era muy rápido
y vivo ya que ni siquiera había que escribir. Carranza
propuso que se preparan operadores y en 1942 comenzaron las
transmisiones en euskera. El almirante de la flota del Pacífico,
Nimitz, se rodeó otros de tres oficiales euskaldunes;
los tenientes Nemesio Aguirre, Fernández Bakaikoa y
Juanna. Se creó todo un argot codificado en euskera
para dar instrucciones a las tropas al estilo de Arreta zuhaitzari
(Atención al árbol) para avisar de que los enemigos
se ocultaban en las copas de los árboles; Egalarari
lagundu (Informad a la aviación)... La batalla, con
miles de bajas por ambos bandos, duró hasta febrero
de 1943 y marcó el destino de la guerra. Pero no sólo
fue el euskera el idioma minoritario utilizado para despistar
al enemigo. Se usó también idiomas indios que
mezclados volvían locos a los japoneses: así
el lunes se usaba el euskera; el martes, el navajo; el miércoles,
el iroqués; el jueves, el comanche; el viernes, el
euskera; el sábado, un poco de todo; y el domingo,
de nuevo el navajo. Esperemos no acabar como los indios. Carranza,
por otra parte, después de Guadalcanal participó
en la campaña de Europa y fue el primer oficial que
plantó las banderas francesa y americana en el puente
e Hendaia tras liberar Iparralde.
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