Editorial:

Sin independencia de clase nada.

 

Pasó un nuevo 1º de Mayo. Fecha de gran simbolismo y contenido social. Pese a los cambios operados en diversos campos desde aquel tiempo a nuestros días hay cuestiones que se mantienen con una semejanza que asombran e indignan. Aquellas luchas, el asesinato de aquellos bravos luchadores anarquistas siguen señalando quienes son los enemigos del pueblo y un camino fundamental a seguir en pos de una auténtica emancipación. 

Es cierto, este 1º de Mayo se da hoy y aquí en un contexto social que tiene sus particularidades: con la izquierda electoral en el gobierno. Esto se refleja de diferentes formas a nivel del movimiento obrero popular. Hay ciertas expectativas, promesas y discursos que aluden a mejoras que serán realizadas y clamando por un nuevo relacionamiento con el medio obrero-popular. 

Ha quedado claro, el gobierno lo ha dicho de diferentes maneras, no habrá cambios de fondo. La política que se sigue, en lo fundamental, es la continuidad de la anterior. No hay ruptura ni siquiera a nivel de una concepción reformista.

Para el 2 de mayo estaba anunciado el comienzo de la instalación de los Consejos de Salarios, un mecanismo que estaba sin funcionar desde hace mucho tiempo. De parte del gobierno esta instalación está siendo acompañada por ambiguas declaraciones, de ellas puede deducirse que las mejoras que los trabajadores en tales Consejos puedan lograr serán relativizadas, cuando no incumplidas, por la situación que determinadas patronales aduzcan. Las patronales están dispuestas a dar lo menos posible y si pueden nada. Lo de toda la vida. Una vez más el eje de importancia no es la negociación sino la disposición de pelea de los trabajadores para lograr mejorar su dramática situación actual. Sin decisión de lucha no habrá logros. El diálogo y la negociación servirá si se encara desde posiciones de lucha. De arriba no vendrá nada, en tal sentido, hay que ir a la decidida búsqueda de las conquistas pérdidas.

Hay un hecho, producto de múltiples causas, que arroja un saldo positivo para el movimiento obrero, es la organización y reorganización de sindicatos que se está dando. Un sindicato fuerte es garantía real para muchas cosas. Para mantener y lograr reivindicaciones. Ha sido y será el escudo del trabajador contra el enemigo de clase, una herramienta de protección, lucha y esperanza. Organizar y fortalecer los sindicatos es una tarea del momento. La coyuntura hace un espacio que debe ocuparse.

El trabajador, el pueblo, saben que el Estado no es de todos, que es un elemento que compone la malla de opresión y que funciona para la continuidad de privilegios e injusticias de todo tamaño. Es el mismo poder político de ayer hoy administrado por una fuerza que es titulada como de izquierda. Por las arterias de esta institución histórica infernal corre constantemente toda la lava antipueblo que todos conocemos. Mecanismo e intenciones reaccionarias están concentradas ahí. Su fuerza interna va ganando las mentes y los corazones de los que allí llegan y se ponen a su servicio. De un organismo central y represor, entre otras cosas, no puede esperarse una política efectiva de descentralización de zonas de actividades sociales.

Y quizás la dinámica del Plan de Emergencia sea aleccionadora al respecto. Nada de participación de las organizaciones sociales, nada de confianza en las fuerzas populares. Todo desde el gobierno y mecanismos burocráticos que en el marco de una concepción elitista se van formando. Esa dramática y ultra urgente situación que debe tratar el plan, de hecho, va quedando en un segundo plano, lo importante es que todo este digitado, controlado, medido, pesado, observado, dudado. Todo hijo de una concepción perversa de centralismo a ultranza, de desconfianza a priori en la capacidad de realización de las fuerzas sociales. Y el vaso de leche no aparece. Los flacos pesos tampoco. Los discursos sobre la forma de organización que se está desplegando para el Plan de Emergencia por momentos son del absurdo mágico. Son unión de factores diversos y de distintos planos, articulaciones y relaciones que van y vienen, es una trama laberíntica donde los entrecruces de elementos adquieren tal dimensión y vida propia que casi casi opaca esa lacerante miseria y angustia que espera y espera. Diría un criollo tanto gre gre para decir Gregorio. En tal marco vicioso, con insensible lentitud, el Plan igualmente vendrá. Le va mucho al fresco gobierno en que esto se concrete. Y lo que debiera estar ya funcionando más adelante aparecerá. Tampoco cubrirá esta brutal situación de nuestra gente en estado de “indigencia”, los datos dicen que son cerca del doble de los comprendidos para el Plan. Una lucha y reclamo del conjunto del movimiento popular debe comprender esta mínima y urgente reivindicación. Que se instrumente de una vez el Plan y que comprenda a más gente.

Es fundamental que la mirada de la actual coyuntura se haga desde la perspectiva de la independencia de clase. Esa es la única garantía de que se puedan efectivizar logros al tiempo de no perder el contenido que permita ir abriendo caminos hacia otro destino.

“Con independencia de clase” decía la poderosa he histórica columna de las barriadas del Cerro y La Teja. Rescataba con énfasis esa rica historia, esa concepción de independencia de clase, que viene de los inicios de nuestra luchas obreras y populares, esa que debe hoy, como siempre y más que nunca, refrescarse y vigorizarse.

Simplificando podríamos decir:

 

Con independencia de clase todo, sin independencia de clase nada.