Errico Malatesta:

El Estado socialista.

 

"La conquista de los poderes públicos" es el objetivo de los socialistas-demócratas.

 

No examinaremos esta vez hasta qué punto este fin está de acuerdo con sus teorías históricas, según las cuales la clase económicamente predominante detentará siempre y fatalmente el poder político, y, por tanto, la emancipación económica debería necesariamente preceder a la emancipación política. No discutiremos si, admitida la posibilidad de la conquista del poder político por parte de una clase desheredada, los medios legales pueden bastar para lograrla. Queremos hoy discutir únicamente si esta conquista de los poderes públicos se armoniza o no con el ideal socialista de una sociedad de seres, libres e iguales, sin supremacías ni división en clases.

 

... Quedaría, sin embargo, entre los socialistas-demócratas y nosotros la diferencia de opinión, ciertamente de máxima importancia, sobre la participación en las luchas electorales y saber si yendo los socialistas al parlamento favorecen o estorban la revolución, si preparan los hombres para una radical transformación del presente orden de cosas o si educan al pueblo para aceptar, después de la revolución, una nueva tiranía; por lo menos en aquella finalidad estaríamos de acuerdo. Pero la verdad es que estas declaraciones de querer apoderarse del Estado para destruirlo, o son censurables artificios de polémica, o, si son sinceras, provienen de anarquistas en formación que aún se consideran demócratas.

 

... Por lo visto es un gobierno completo lo que nos prometen los socialistas-demócratas, un gobierno con toda la necesaria secuela de múltiples y diversos funcionarios, de policías y carceleros (para los que tuvieren intención de no obedecer), sus jueces, administradores de fondos públicos; con sus programas escolares y sus profesores oficiales, etc., etc., Y, naturalmente, con todo un cuerpo legislativo que hará leyes y fijará los impuestos y los varios ministerios que ejecutan y administran las leyes.

 

... Pero aquí se presenta una inevitable dificultad. Si es verdad que el gobierno es necesariamente y siempre el instrumento de los que poseen los medios de producción, ¿cómo podrá efectuarse el milagro de un gobierno capitalista con la misión de abolir el capital? Será, como querían Marx y Blanqui, por medio de una dictadura impuesta revolucionariamente, como un acto de fuerza, que revolucionariamente decreta e impone la confiscación de las propiedades privadas a favor del Estado, representante de los intereses colectivos? ¿O será, como parece quieren todos los marxistas y gran parte de los blanquistas modernos, por medio de una mayoría socialista mandada al parlamento por el sufragio universal?

 

... Si la institución propiedad individual es el origen de todos los males que conocemos, no es porque una cierta parte de terreno esté inscrita en el registro de la propiedad en nombre de fulano o de zutano, sino porque dicha inscripción da a este individuo el derecho de usar de la tierra como le plazca, y el uso que de ella hace es regularmente malo, es decir, en perjuicio de sus semejantes. En su origen todas las religiones dijeron que la riqueza es un gravamen que obliga a sus poseedores a cuidarse del bienestar de los pobres y servirles de padre, y en las fuentes del derecho civil vemos que el señor de la tierra está preso por tantas obligaciones cívicas que mejor parece un administrador de los bienes en interés del público, que propietario en el sentido moderno de la palabra. Pero el hombre está de tal modo forjado que cuando tiene modo de dominar e imponer a los demás su voluntad, usa y abusa hasta reducirles a la esclavitud y a la abyección. Así el señor, que debía ser padre y protector de los pobres, se transformó siempre en su más feroz explotador. Así sucedió y sucederá siempre con los gobernantes.

De nada sirve decir que cuando el gobierno salga del pueblo hará los intereses del pueblo; todos los poderes salieron del pueblo, porque el pueblo es quien da la fuerza, y todos oprimen al pueblo. De nada sirve repetir que cuando no haya clases privilegiadas el gobierno no podrá dejar de ser el órgano de la voluntad colectiva. Los gobernantes constituyen por sí mismos una clase, y entre ellos se desarrolla una solidaridad de clase mucho más poderosa que la existencia entre las clases fundadas

sobre los privilegios económicos.

 

... Aunque el gobernante no abuse ni robe personalmente, provoca en torno suyo una clase que le debe sus privilegios y tiene interés en que permanezca en el poder. Los partidos de gobierno son en el campo político lo que las clases propietarias en el económico.

Mil veces lo hemos repetido los anarquistas y toda la historia lo confirma: propiedad individual y poder político son dos eslabones de la cadena que sujeta la humanidad. Imposible librarse de uno sin librarse del otro. Abolid la propiedad individual sin abolir el gobierno y aquélla se reconstituirá por obra de los gobernantes. Abolid el gobierno sin abolir la propiedad individual y los propietarios se reconstituirán en gobierno.

 

... ¿Para qué sirve un gobierno?

El primer acto de un gobierno socialista apenas llegado al poder debería ser este: Considerando que siendo gobierno nada podemos hacer y paralizaríamos la acción del pueblo obligándole a esperar leyes que no podemos hacer sino sacrificando los intereses de unos y de otros y de todos los nuestros en particular, nosotros, gobierno, etc., declaramos abolida toda autoridad, invitamos a todos los ciudadanos a que se organicen en asociaciones que correspondan a sus varias necesidades, confiamos en la iniciativa de esas instituciones y para bien de ellas les aportaremos el tributo de nuestra obra personal. Jamás gobierno alguno hizo cosa semejante y tampoco lo haría un gobierno socialista. Por esto si algún día el pueblo tiene la fuerza en sus manos y sabe ser juicioso impedirá que se constituya un gobierno cualquiera.

 

Errico Malatesta