Editorial:
Ayer, hoy, mañana y siempre
Solidaridad y movilización.
El nombre Solidaridad como
periódico obrero popular ha recorrido los tiempos. En las primeras décadas del
siglo así se llamó el vocero de la “Central” obrera.
En tiempos recientes, poco
después de la caída de la dictadura hizo su aparición como expresión de
inquietudes y propuestas obreras y populares. Ahora retomamos nuevamente este
nombre histórico.
Es que es mucho lo que
expresa esta sola palabra.
Significa ella,
principalmente, un valor que atraviesa distintas prácticas sociales con
proyección de futuro.
Es respaldo de unos con
otros, es el apoyarse mutuamente, es sentimiento de compromiso con nuestros
hermanos, es ruptura con el mezquino individualismo, es sufrimiento ante las
angustias y dolores de otrosseres humanos. Es valor sobre el que debe descansar
un nuevo ordenamiento social que no se fundamente en la competencia, en
ideología de lobos rapaces.
La solidaridad es también,
en la dimensión cotidiana de la vida societaria de los de abajo, fuerte pilar
para hacer posible reclamos, mejoras y una forma de relacionamiento. Es también
elemento imprescindible para conformar una fuerza social capaz de arrancar
conquistas sociales y perfilar un futuro de justicia y libertad.
Es maravillosamente cruel el
constatar como este valor, la solidaridad, el mutuo apoyo, que han sido
factores de primer orden en la evolución y humanización de nuestra especie, hoy
aparecen por efectos de la ideología dominante como algo casi lírico. Se
resalta la competencia, el individualismo feroz, el preocuparse sólo de lo
propio, el egoísmo, el escalar. Junto al “tanto tienes tanto vales” todo esto
se intenta elevarlo a valor supremo. Y no es poco lo que de esto se internaliza
en los integrantes de la sociedad. Es la ideología que conviene a la
reproducción de un orden para ricos y poderosos. Es una ideología que logra
efectos de profunda fragmentación en el mundo de los de abajo. Al tiempo que el
poder dominante está fuertemente articulado.
Mientras el tejido social
solidario ha sido apuñeleado, roto en muchos pedazos, altamente fragmentado,
los de arriba han seguido avanzando en el desarrollo de su mundo vil, brutal,
mezquino, despiadadamente cruel. Muchas veces esa misma ideología sugiere que
la dispersión, que grupos y personas marchen por separado es una forma cultural
superior. Parienta ella de la muerte de las ideologías.
La estructura de poder
dominante, la que asegura un ordenamiento de la sociedad para el usufructo de
unos pocos y una miseria lacerante para las grandes multitudes, está bien
organizada, sus contradicciones no son sinónimo de dispersión y se muestran
unidos a la hora de asegurar lo suyo y contener y reprimir al pueblo.
Lanzan hacia abajo imágenes,
ideas, nociones, sentimientos, “valores” conteniendo mensajes de que la vida
debe ser de esa manera que es hoy, de que así será siempre.
En tal contexto la
solidaridad es una herramienta de combate, ella es para golpear la atomización,
para nuclear, para reforzar movilizaciones. Es por otra parte elemento propio
de los oprimidos y explotados, elemento que se debe retomar con vigor por todo
lo que
significa y potencia.
Con lucha y solidaridad
podemos seguir pisando fuerte,
soñando fuerte.
Independencia de clase.
Movilización para la esperanza.
Corren tiempos de cambio, no hay duda. Hemos asistido en todo este tiempo
último a cambios diversos a nivelmundial y de nuestra América Latina. Hoy mismo
ocurre en nuestro país.
Cambios que abarcan esferas
distintas. En lo general el sistema capitalista se transforma manteniendo lo
esencial de él. Ha entrado hace tiempo en una etapa que tiene sus
peculiaridades, sus diferencias con etapas anteriores: “postfordismo”,
globalización, pensamiento único, forma de estado acorde a este proceso. Ha
traído de la mano para su desarrollo, su despliegue, grandes descubrimientos
técnicos-científicos que hubiera merecido un mejor destino. Su expresión social
en estas décadas ha sido el conocido y llamado modelo neoliberal. Aumento
desmesurado de riqueza y poder para unos pocos y miseria despiadada para los
pueblos.
Etapa y modelo en que se
agudizó el ataque al conjunto de los derechos humanos. Masacre, asesinatos,
torturas, despojo, quite de conquistas logradas con grandes luchas, invasiones
como las de Afganistán e Irak. Agresión violenta y feroz en diferentes campos
simultáneamente. Una articulación: económico, político-jurídico e ideológica
llevó adelante esta política brutal. La agresividad ideológica ha sido
constante y de gran penetración. Han tratado de instalar profundo, nociones y
representaciones, “valores”, que justifiquen su saqueo, privilegios y su
inmundo mundo. Al mismo tiempo han tratado de desterrar, y hasta enterrar,
aquellas ideas que le son opuestas y que contienen gérmenes de futuro distinto.
Sus grandes aparatos
ideológicos-“culturales” trabajan para lo suyo y para inhibir determinados
elementos ideológicos. Tratan de enterrar del pensamiento nociones e ideas
vinculadas a la posible construcción de un mundo de justicia, igualdad y
auténtica participación del pueblo. No mencione usted: lucha de clases,
socialismo, imperialismo, confrontación, ni siquiera burguesía. Es hasta casi
mágico, de asombro, que un orden social que tiene una clase, a nivel de modelo,
dominándolo todo, logre opacar y hasta hacer dudar a muchos la mención con su
nombre propio: burguesía.
La más desarrollada
expresión del sistema al momento: EE.UU. es una ejemplo paradigmático de la
violencia que ejerce el sistema. Y no es sólo con las armas, va a Irak en
cruzada por determinados valores: “democracia y libertad”. Decir cínico a esto
es tan poco que no sabemos como se puede calificar. Pero esta misma violencia
que vemos ahí más directamente es del mismo calibre que las que aplican en el
mundo las transnacionales, los organismos internacionales y losmedios de
comunicación y formación funcionales al sistema.
Por todo ello es de
primordial importancia mantener a flote los valores que pueden procesar un
mundo distinto, que pueden irse desplegando para asegurar que gane terreno
social la verdadera paz, no las de los sepulcros; la justicia, no la que
legitimaimpunidades asesinas; la igualdad, no para votar cada tanto; el
disfrute de lo socialmente producido, no el que se rescata de los tarros de
basura.
La independencia de clase,
social-política, es un eje portador de futuro. Ella sin concesiones al mundo de
la infamia podrá ir conquistando, día a día, hora a hora, mejores condiciones
de vida mientras no pierde de vista el horizonte. Es concepto y herramienta
para el hoy y el mañana.
Se ha dicho con acierto que:
“En cualquier sociedad, múltiples relaciones de poder atraviesan, caracterizan,
constituyen el cuerpo social. Estas relaciones de poder no pueden disociarse,
ni establecerse, ni funcionar sin una producción”. El sistema capitalista hace su
producción a destajo. Se vea más o menos, se oculte o nó, está ahí, como en el
tango de Gardel, si el músculo duerme la ambición siempre trabaja. La ambición
del que domina, oprime y explota.
Nuestra producción es otra.
Elaborándola todos los días en las cambiantes circunstancias sociales, en las
coyunturas específicas de cada formación en un determinado momento histórico.
Con atención especial a las composiciones específicas que cada cambio trae.
Nuestra producción es de
independencia de clase. Sí, no la queremos a la burguesía, preferiríamos que no
esté más.
Sí, una concepción y una
práctica de independencia de clase tiene su producción específica, propia.
Tiene al mismo tiempo su propia producción de poder, poder popular en este
caso.
Una forma de hacer política
que no tiene porque esperar por “algún día”, debe procurar, con los pies en la
tierra, que sea algo de todos los días. Luchando cotidianamente por diversas
reivindicaciones: trabajo, salud, vivienda, Derechos Humanos, educación.
Ganando espacios de dignidad y justicia en cuanta oportunidad se presente.
Avanzando con realismo y coherencia.
Rompiendo terrones y
acariciando la utopía.
En nuestro país este
concepto no es nuevo, sin historia. Por el contrario viene del fondo de nuestra
historia obrero-popular. La lucha de los primeros sindicatos fue en procura de
mejores condiciones de vida, frente a un enemigo que sólo deseaba verlo como el
esclavo moderno, y teniendo conciencia de que no tendría destino digno dentro
de este ajeno sistema tenía claro que había que pelear por otro. Como tantos
otros “pobres del mundo” amaban y odiaban. Odiaban la crueldad y perversidad de
este sistema y amaban la posibilidad de un mundo justo y solidario. Sí odiaban
y amaban, quizás porque los sentimientos eunucos no preñas futuro.
Adecuado a las nuevas
condiciones históricas este concepto fundamental tiene plena vigencia. Ya nadie
es tan ingenuo como para no saber que es esta una sociedad de clases.
Sino quienes son esos que
están ahí teniendo todo mientras otros no tienen casi nada onada. La ausencia
de clases, la “armonía” no es hoy sino el final de un camino.
Ya que se ha puesto un poco
de moda el Procer Artigas, podríamos decir: con independencia de clase no
ofendo ni temo. Y Sería el camino idóneo para que los “más infelices sean los
mas privilegiados”.