Cuatro psicólogos opinan sobre la tortura.

 

Ante una serie de torturas dadas por la policía en el año 1968, “Rojo y Negro publica una serie de artículos con opiniones de distintos psicólogos sobre los torturadores, que aún tienen validez.

 

Prof: J. Carlos Carrasco.

 

Entre otras tareas profesionales, se desempeñaba como director del laboratorio de psicología de la clínica siquiátrica de la facultad de medicina . Es profesor de psicología de las edades en la facultad de humanidades y ciencias

 

Nadie puede consumar un acto de vejación homosexual sin no lo es, por lo menos en potencia.

 

Ante la solicitud de una opinión técnica sobe la personalidad del sujeto que es capaz de torturar a un semejante, me encuentro ante un problema que esta muy lejos de mi especialidad en la psicología.

 

Es por ello que no pretendo que mi contestación resulte ser un análisis exhaustivo de tal fenómeno. No obstante me he sentido seducido a escribir unas breves líneas sobre el tema, por entender que todo aporte conducente a la reflexión sobre este hecho contribuirá, quizás, de alguna manera a eliminarlo.

 

La capacidad que un ser tenga para torturar a otro no puede ser concebida dentro de los limites de la normalidad. Cuando uno se plantea el análisis de este tema naturalmente desemboca, en materia psicología, en el análisis del sadismo.

Por el momento no tengo interés de tratar este asunto estrictamente desde ese punto de vista. Mas bien me interesarla encararlo a nivel de los fenómenos que se dan en el hombre común en su vida cotidiana. Visión esta mas ingenua pero no menos realista y significativa.

 

Ciertamente podemos concebir la existencia de un potencial básico de agresión en el ser humano; lo vemos claramente en la conducta de todo niño.

 

Por dicho potencial agresivo y destructor asa por todo un proceso de elaboración y canalización que forma parte del curso normal de crecimiento y desarrollo personal.

 

Cuando el hombre adulto y normal ingresa a formar parte de la vida en comunidad, la educación y su propio potencial madurativo lo han transformado en un ser capaz de convivir con sus semejantes en un nivel de relación digna, decorosa y respetuosa de los demás.

 

Esto se ha logrado en un contacto ineludible con el mundo que lo rodea, el cual lo aporta al sujeto un campo de desarrollo de su existencia.

 

Dicho campo tiene su propia estructura constituida por la tradición histórica, legal, moral, etc. Este campo se puede modificar en un momento de la historia y no por ello los hombres normales se ven obligados a hacer una regresión a los estratos mas primitivos de su ser. Ellos han de buscar los canales adecuados para emprender el mundo nuevo, por si o por no. No se justificara jamás, ni siquiera en nombre de los mas altos ideales, la adopción de conductas que correspondan, aun distorsionadas, a los niveles mas primarios de la constitución humana.

 

Porque el hombre en su crecimiento normal no va superponiendo capas mas arriba de las otras, sino que se va trasformando y modelando en una constante relación dialéctica con el contexto que lo rodea.

 

Esto hace que el hombre adulto no sea niño envuelto por sucesivos estadios de socialización sino una persona diferente al niño. Posee, como ser adulto, sus propios y característicos mecanismo par la regulación y orientación de su conducta. Cuando un individuo exhibe caracteres de conducta que son propios de muy anteriores estadios de su existencia es porque no ha completado de una manera armónica y acabada su desarrollo normal . Esto es en ultimo termino  lo que diferencia al hombre normal del anormal. Lo vemos todos los días en los enfermos de los hospitales psiquiátricos y en las escuelas de recuperación psíquica. El ser afectado por muy diversas causad en su desarrollo intelectual exhibe una conducta agresiva y destructiva, castigadora y a veces brutal hacia sus semejantes. Se trata aquí de un atraso en el desarrollo de su inteligencia y de otros aspectos de su personalidad. No ha podido incorpora los datos inmediatos de su contexto social, carece de la permeabilidad suficiente para observar y elaborar internamente las pautas culturales y en consecuencia brota de él la violencia en sus formas mas primarias. La oligofrenia no es la única razón por la cual se puede producir una carencia evolutiva. Los déficit en los desarrollos emocionales y sexuales determinan también alteraciones en la conducta que se manifiesta por las formas mas variadas de la agresión, a menudo altamente refinadas.

 

Las características de las circunstancia., como decía en párrafos anteriores, enfrentan a los individuos a la necesidad de adoptar estilos de vida.

No hay ninguna circunstancias que obligue a tomar un estilo de vida anormal cuando no se es normal con anterioridad.

 

A propósito del tema de los torturadores podemos recordar lo que sucedió en la ultima guerra mundial. Las autoridades del ejercito aliado denunciaron primero, juzgaron y castigaron después, a los que fueron llamados criminales de guerra. Entre estos estaban los torturadores de los campos de concentración alemanes.

 

Todos los pensadores y científicos demócratas estudiaron y criticaron severamente, y así lo hicieron publico a través de una fuerte promoción publicitaria, las monstruosidades practicadas por la gestapo.

 

Es decir que no se justifico la tortura ni aun en circunstancias de guerra ni por razones de seguridad de estado.

 

En los documentos del ejercito norteamericano a propósito del juicio de Nuremberg se ven discriminar claramente aquellos individuos que lucharon frontalmente por una ideología, aun equivocada, de aquellos otros que cometieron actos de verdadero salvajismo en las cámaras de tortura. Estos últimos fueron considerados como psicópatas, perversos, todos ellos fueron fuertemente distorsionados en su estructura intelectual, emocional y sexual.

 

Resulta claro que el psicopatólogo que ningún sujeto puede realizar un acto de violación sexual, bajo cualquier circunstancia, si no es un violador. Nadie puede consumar un acto de vejación homosexual si no es un homosexual por lo menos en potencia.

 

Esto ha sido dicho por todos los autores que mundialmente, se han ocupado del tema. La tortura institucionalizada se realiza en el curso de una situación en la cual el acto pasional no tiene lugar. Es el producto de una planificación perfectamente deliberada, a través de la cual el planificador es responsable de lo que hace.

 

De este modo, el acto de la tortura, si bien implica para su realizador una estructura de personalidad enferma, es en el fruto de una opción de estilo de vida y en cuya opción la enfermedad juega una parte de la cosa.

 

El resto va por cuenta de la catadura moral, de la cobardía personal y de la concepción que las elaciones humanas tenga el que hace la opción

 

Prof. Mauricio Fernández

 

Es profesor de psicología infantil de la escuela de colaboradores del medico de la facultad de medicina. Se desempeña como director del departamento de psicología de la escuela de sanidad del ministerio de salud publica.

 

El torturador no pretende solazarse solamente con el dolor del otro, sino destruirlo como persona.

 

Definir psicológicamente al torturador implica, necesariamente hacer referencia a una forma particular de enfermedad psíquica, tal cual es el sadomasoquismo.

 

Es esta una alteración afectiva-sexual cuya génesis debe buscarse en las primerísimas etapas del proceso de maduración del individuo. Dicho proceso no resulta solamente de las potencialidades o condiciones personales de cada sujeto sino también y en grado muy considerable, del contexto en que tiene lugar su desarrollo.

 

En tal sentido, mi opinión, que es la de un gran numero de psicólogos y psiquiatras, sostiene el papel preponderante que juega el grupo familiar o la institución que lo sustituye.

 

Entendemos a la familia como el grupo social que estructura, según ciertas normas culturales, las formas y naturalezas de las relaciones interindividuales. Dicho de otro modo, las características de la organización familiar o del grupo social que lo sustituye, acuña el destino del hombre en los primeros años de su vida. Tal acuñamiento no es inexorable, pero si crea una serie de disposiciones que, al no cambiar el ambiente en el que el individuo crece, se entronizan de tal manera que conforman su modo de vida. Cuanto mas autoritarias y frustradoras sean las formas de interrelaciones familiares, mayor será el montante de agresividad que las regule y mas trascendentes las carencias afectivas del ser humano en desarrollo.

Podremos considerar la agresión como una simple respuesta a la frustración, o como una tendencia innata a la destrucción dirigida contra el propio yo o contra el mundo, o aun como un aspecto de la energía psíquica que permite la diferenciación del individuo como tal, pero en ningun caso se puede negar la incidencia del impulso agresivo en la evolución humana.

 

La agresividad esta en las raíces de las tendencias a la autoafirmación, en el deseo de poder, en la necesidad de ser personas por si, por derecho propio.

 

Esta disposición, aparentemente negativa, podrá canalizarse en una forma sana o de manera enfermiza. Podemos suponer, legítimamente, que desde las primeras etapas de la vida existe una fuerte tendencia a la propia realización, a encontrar nuestra identidad como persona. El lograrlo es lo que nos hace seguros, independientes, sano psíquicamente. De ahí la necesidad del niño de ser fuerte, grande, ordenador y manejador de las situaciones. De ahí también la tendencia a derribar los muros de la prisión familiar en que los padres son carceleros, severos o indulgentes.

 

Es el grado de la severidad o de la indulgencia, o mejor aun, la dosificación de una u otra, el que condicionara el poder o la impotencia, la sumisión o la dominación, la libertad o la esclavitud. Para muchos autores en estos opuestos se encuentran las bases del sadomasoquismo.

 

El sadomasoquista padece de un infantilismo psicosexual; no ha podido desarrollarse, su maduración es lenta y lleva en si una carga exagerada de agresividad y dependencia.

 

Diríamos que su vinculación con los demás es muy similar a la del niño con sus padres. Necesita dominar a alguien pero ser dominado por el, logrando así al mismo tiempo, libertad y seguridad. Se trata de un sentimiento paradójico, ambivalente ; de ahí que no hablemos de sadismo y masoquismo separadamente sino de sadomasoquismo. Aparece como una forma compleja que asume la afectividad y que en ultima instancia, en forma, en forma simplista, podríamos reducir a la formula libertad-sumisión.

 

Para el sadomasoquista el someterse a la fuerza es ser casi tan fuerte como aquel que la ejerce. El placer que produce ser flagelado o promover dolor a otro nos parece un carácter secundario del sadomasoquismo; lo mas importante es la relación afectiva de naturaleza ambivalente que se genera.

 

Entendemos que este análisis se ajusta cabalmente a la personalidad del torturador. En efecto, el torturador satisface su necesidad de dependencia ejecutando la orden de quien lo utiliza como instrumento y colma de aspiraciones de dominio convirtiéndose en el dispensador de la vida o de la muerte.

 

En este ultimo aspecto, sádico propiamente dicho, asume su papel mas despreciable socialmente. No pretende solazarse solamente con el dolor del otro, sino destruirlo como persona. Su principal deseo no es lastimar sino establecer su superioridad.

 

Por lo general el torturado es visto como un individuo fuerte, independiente, libre, con una ideología propia, capaz de establecer y romper relaciones interpersonales.

 

Es contra esto que no puede el torturador, el sadomasoquista, y de la única manera como logra imponerse al otro es destruyéndolo en su univoca personalidad.

 

De ahí que sean validos para el todos los procedimientos de tortura, físicos o morales. Tiene que sentir que posee al otro ya que no se posee a si mismo.

 

Y cuando cree que lo ha logrado o que esta a punto de hacerlo, se torna humanista, contemporizador, bueno, asume el rol de la figura paterna.

 

Pero si no es escuchado, si no obtiene los fines objetivos que se ha propuesto ( declaración o delación) tampoco logra sus fines subjetivos (dominación, dependencia del otro) . Como por su particular organización psíquica no puede resolver su conflicto básico de relación afectiva, cierra su problema circular tornando a la tortura o a la amenaza. Llega a liberar al torturado pero bajo amenaza, forma de dominio a la distancia, única manera de no romper una relación que no puede establecer de otro modo. El torturador, el sadomasoquista esta terriblemente solo, porque esta gravemente enfermo.

 

Ni con su mandante ni con su torturado logra establecer una relación definitiva, segura y con ella alimenta la causa de su enfermedad; la carencia afectiva. Para compensarla supone o elabora un espíritu de cuerpo con sus iguales, una camaradería organizada. Así siente que pertenece a un grupo que desempeña un papel legitimo y que se vincula a grupos opuestos a través de su lucha contra ellos, porque los presupone regidos por las mismas leyes. Como ejemplo de esta aseveración me remito a la s.s. De la Alemania nazi.

 

Como psicólogo, quiero dejar bien aclarado mi opinión acerca de la personalidad sadomasoquista del torturador, reiterando su condición de enfermo resultante de una organización familiar o social igualmente enferma.

 

El sadomasoquista puede ser responsable de sus actos en ultima instancia, pero es un producto de una forma particular de relaciones interpersonales.

 

El hecho de que su escala de valores sea repudiable no significa que el único responsable de su ejercicio sea el.  Lo son: por un lado, quienes participaron en su desarrollo y, por otro lado la sociedad que a la vez de haber generado las causas de la enfermedad familiar, mantiene y utiliza al enfermo para sus designios igualmente patológicos.

 

En definitiva sigue siendo verdad que: genética y media relación dialéctica, genera la personalidad de los individuos.

 

 

 

Dr. Jorge Galeano

 

Director del instituto de psicología de la facultad de humanidades y ciencias. Profesor de psicología experimental. Docente adjunto de psiquiatría de la facultad de medicina.

 

Requiere un amplio margen sádico …

Un alto coeficiente de resentimiento social.

 

La tortura es una situación agresiva, en la cual el contexto del daño es particular que merece un análisis cuidadoso, ya que la lesión ostensible no es el elemento calificador ni el mas importante. Se diferencia asi de las otras formas de agresión, en las cuales el carácter y el momento cualitativo del ataque agresivo se valoran por la magnitud de la lesión.

 

En la tortura el daño es ineludiblemente doble: moral y corporal, aunque no en la misma proporción ni con la misma intención.

 

El ataque apunta principalmente al daño moral y por esta razón no queda limitado al momento de la tortura sino que se prolonga y puede constituirse en una situación traumática de gravitación constante en la vida del sujeto torturado.

 

La tortura es abyecta porque tiene el sentido de un ataque moral. Este ataque a la norma moral o al principio ideológico se dirige a romper el eslabón que la sustenta, y así provocar la claudicación moral del torturado. Se pretende con esto que lo que se defiende en el plano moral o ideológico pierda valor con esta claudicación. Todos lo que participan en la misma ideología sufren las peripecias del torturado y se debilitan o fortalecen según este fracase o triunfe sobre los torturadores.

 

Por esta razón hay un real e importante empecinamiento para que el torturado fracase, porque no solamente lo debilita transitoriamente, sino que lo anula definitivamente como persona pensante, y todo esto tiene repercusión en la propia ideología por la que es sometido a la tortura.

 

La repulsa universal de la tortura deriva del contexto en el que la agresión se realiza: un sujeto torturador, actúa sin la atenuante del arrebato emociona y arremete, por mandato, a un sujeto inerme, siguiendo un plan quesee desarrolla en el tiempo y usufructuando el privilegio de la impunidad circunstancial – ya que el torturado esta indefenso – y de la impunidad residual, ya que el torturador esta protegido por quienes ordenan la tortura.

 

La consecuencia de este tipo de agresión se vuelca totalmente sobre el torturado, mientras el torturador y el mandante gozan de impunidad.

 

La agresión se lleva a cabo por la doble vía del ataque corporal y de los más variados procedimientos con los que se obliga al sujeto a someterse a las condiciones más humillantes. Todos los relatos de las torturas tienen caracteres semejantes.: celda con excrementos, golpes, interrogatorios confusos, insultos, amenazas y ataques sexuales.

 

Todos estos procedimientos están orientados hacia la claudicación de la escala de valores del torturado, exigiéndole que abandone sus principios en defensa de su vida severamente amenazada.

 

El torturado, que es el que ejecuta la orden de agredir, desempeña un papel activo en el ataque. Por esta razón cualquier persona no es apta para este oficio. La necesidad de intentar que el sujeto claudique moralmente, hace que el torturador carezca de una escala de valores propia.

 

El ataque sexual, que es una forma constante de tortura, requiere un amplio margen sádico para poder ser realizado, así como un alto coeficiente de resentimiento social. La mayor parte de los torturados son persona severamente perturbadas del punto de vista psicológico, correspondiendo la mayoría de ellos a personalidades psicopatitas y a sujetos intelectualmete marginales.

 

Las características personales del torturador hacen que sean tratados por sus mandantes como meros instrumentos despreciados.

 

La existencia de torturas es un índice de crisis social. Cuando aparecen estos métodos de represión, es porque un sistema de valores caducos pretende subsistir sobre los principios emergentes, a los que solo puede oponer la fuerza del poder arbitrario.

 

 

Dr. Juan Carlos Pla.

 

Psicoanalista, asistente de la clínica psiquiatrita de la facultad de medicina. Medico psicólogo de la oficina universitaria de la salud.

 

Festival de la mugre

 

La revista “rojo y negro” me pregunta que ideas tengo sobre la psicología de los torturadores.

 

Un estudio de las estructuras psicológicas de una institución siniestra es tema apasionante para una praxis que se pretenda desalineadora. Claro que lo siniestro cuando dialoga ya es menos siniestro. Obviamente el aparato torturador no se nos abre para que lo investiguemos clínicamente.  Se imaginan: venga ud. Doctor a dialogar con el agente mengano o con el comisario fulano, a que le diga como vive la relación con el prisionero vejando y aporreando, como se sienten cuando vuelven a sus casas. Tampoco hemos tenido la oportunidad de asistir a ningún esbirro que, individualmente, me diera alguna luz sobre el tema. Otro hecho destacable: hay trabajos escritos sobre diversas categorías de presos, no sobre sus conserveros.

 

Estas puntualizaciones casi bobas nos permiten concluir algo que no lo es tanto: solo podemos saber de los torturadores por los torturados. Y esta, pensamos es una característica constitutiva de la situación. La tortura implica ocultamiento y mala fe. Se esconde, se niega desfachatadamente. Pero necesita a la vez mostrarse, no es concebible la tortura sin que de algún modo no se entere de ella el conjunto del pueblo. Quizás su ideal fuera el rumor de boca en bocal impersonal: “parece que le han hecho tal o cual cosa a un estudiante, a un obrero, a los ladrones lo dejan a la miseria; estas allí y no sabes lo que te va a pasar”. De vez en cuando, conviene que se difunda alguna hazaña concreta: “a Juan López, propiamente a el lo torturaron”. “en esas condiciones cantas cualquier cosa”.

 

Por eso la tortura tiene algo de gran teatro del horror. Una mascarada tenebrosa dirigida a la victima y al público implícito más allá de las paredes de la policía.  El afuera establece en parte el limite de la brutalidad: sus posibilidades de protesta, la realidad del país (no es lo mismo Uruguay  que paraguay, por ejemplo). Y su condición: no hay brutalidad policial sin el cinismo, la hipocresía y la abyección de las clases dominantes.

 

Esta mascarada da sentido del exhibicionismo del esbirro, de su preparación de la escena.

 

¿Y que es la escena? ¿Como es la escena? Un festival de sangre. La victima esta presa; es esencial hacerle sentir que esta totalmente en manos de sus torturadores, bajo su dominio omnipotente. Partiendo del hecho de que aquella no puede responder directamente a la agresión, se trata de crear la atmósfera de anonadamiento y terror en que siente que le pueden hacer cualquier cosa: “ te vamos a romper el culo” “ te vamos a destrozar los huevos”, “ te vamos a violar”, “te vamos a cortar las tetas”, “ a tus hijos les vamos a decir lo que te estamos haciendo”, “ a tu marido y a tu mujer los vamos a dejar espantosos”, “ no vas a poder caminar ni respirar, te vamos a ahogar”. Es tan importante como lo que efectivamente se le hace al prisionero, el clima de amenaza. Amenaza terrorífica que es el agente psíquico de la promesa de disolución de la persona del detenido.

 

Festival de la mugre, si. Actuación desenfrenada de los núcleos perversos del, en este momento del suplicio, agente policial. Revancha de la impotencia de su niño sádico y envidioso contra el goce y la creatividad de sus padres. Allí esta el otro o la otra., no ya una persona sino, desde ahora, simple objeto para ejercicio del, aquí en esta cámara, torturador. “mosca, te voy a aplastar, pero antes te voy a hacer sufrir un poco, va a sentir como estallan tus partes como brota tu sangre”. Y que los ataques son en el fondo a la pareja humana y su productividad, lo muestran las amenazas o ataques contra el marido o la mujer ( en los países extremos mas horribles: “ ves, estos son los ojos o el pelo o los testículos de tu compañero”) ; y lo muestra el transparente significado homosexual de muchas `palabras y actos del torturador. Y que los ataques son evidencia de una impotencia profunda, lo revela la fachada opuesta del esbirro: su hinchazón megalomaníaca.

 

Terminando la escena, es posible que el agente vuelva a su casa, escuche a Gardel, tome mate con la patrona y sea servicial con sus vecinos. ¿Por que no? Mas, la libre descarga de sus partes enfermas en su triste fama puede que le despeje el campo de su familia para sus partes sanas. Muchas veces no se produce esta disociación: el agente es demasiado enfermo y/o la institución demasiado invasora. Y la corrupción más diversa gana su vida toda.

 

Estas líneas pergeñadas de apuro dejan en el tintero problemas tan enormes como el de las variaciones psicológicas de la tortura y los torturadores en cada sociedad concreta. Y como el del enfrentamiento del torturado con sus agresores.