De trabajadores inmigrantes
(colaboración de compañeros en Argentina).

Hace nueve meses que estoy en Bs. Aires; desde que llegué me sorprendió la cantidad de trabajadores inmigrantes (principalmente peruanos, bolivianos y paraguayos) empleados -y desempleados- aquí.

Es curioso como las sociedades construyen sus propios imaginarios. Tanto en Uruguay como en gran parte de la Argentina, tradicionalmente nos reconocemos como descendientes de las inmigraciones europeas desde mediados del siglo XIX, pero suspendidas desde la segunda mitad del XX. Desde los 90’ ha sido notoria la inmigración de países limítrofes (incluido Perú).

El 5 de diciembre de 1999, Clarín saca un suplemento titulado «Argentinos: retratos de fin de milenio», una selección de entre 16.800 fotos, tomadas por 28 fotógrafos; «De acuerdo con éste compromiso, mostrar como somos los argentinos que cruzamos al nuevo milenio».(1) Llama entonces la atención-más en una radiografía principalmente urbana-la ausencia de los trabajadores antes mencionados, no están. Si aparecen caras similares de trabajadores, «cabecitas negras», lo hacen cuando son nacionales (de las salinas de Jujuy,de la caña en Tucumán, carboneros en Santiago del Estero, etc.), y bién ubicados en sus lugares de orígen: lejos de la ciudad.

Los trabajadores inmigrantes de hoy, iguales que aquellos que en el siglo XIX «pagaron con trabajo la generosidad de la tierra»(1), no aparecen.

No todos los inmigrantes fueron olvidados, hay una foto que da cuenta de: los «Nuevos inmigrantes». Una foto en la que se ven claramente rostros de niños europeos y asiáticos; y aunque cueste advertir, entre la multitud (principalmente caucásica) hay una dominicana, un peruano y un paraguayo, de rasgos bastantes lavados.

Pero, ¡a no sorprenderse, no es solo una hipocresía de los medios. Tampoco son visibles estos trabajadores (que parecen la más clara representación de aquellos del s. XIX, cuya cuestión resultaba tan preocupante) en el espacio de discusión de las Ciencias Sociales; parece que la academia anda con cierta miopía...

¿Dónde aparecen estos hombres y mujeres?

En la calle, a diario, en los policiales (y no en los de Adrián Suar), o bien en estos titulares: «LA INVASION SILENCIOSA (2), «Bolitas Go Home» (3). Aquí sí se los identifica instantaneamente, y aquí es donde recién aparece lo que «hay para saber» específicamente de ellos: que vienen a quitar el trabajo y la seguridad de los argentinos...

La situación nos coloca en un dilema no tan lejano al del s. XIX

La lucha «intestina» entre los trabajadores por conseguir un empleo está instalada, y a ningún asalariado puede pedírsele que se retire de ella pues no hay «fuera del trabajo». Si se está obligado en lo que se come, al menos se debe tratar de resistir en lo que se piensa. rendirse en esto sería abandonar lo último que queda: la claridad de la propia situación, la propia identidad.

La lucha entre las personas por lograr un trabajo, como una lucha entre «enemigos» no debe aceptarse; esta visión-y mas entre los trabajadores-es la más torpe consecuencia de las condiciones del actual órden social. Las condiciones ( falta de trabajo) de la economía capitalista presionan sobre el conjunto de los asalariados ocupados, provocando temor de aquellos que reclaman un puesto de trabajo o que están «más dispuestos» (expuestos) a trabajar, a ceder en sus demandas. Todo parece conducir entonces a la respuesta individual: «hacer la de uno», y defenderse de cualquier amenaza inmediata.

Sin embargo, puede tenerse por segro que éste temor no se irá con los trabajadores inmigrantes expatriados, mientras continúe la falta de empleos y la dependencia de ellos.

Los intereses primeros de cualquier trabajador asalariado ( sin importar su nacionalidad ) son simples: trabajo. La oposición de intereses entre los trabajadores es ambigua: odia a su igual en tanto es una amenaza a sus oportunidades, pero el otro no puede pensar sino lo mismo; y mas aún: estar del lado de los empleados o los desempleados es algo cada vez mas efímero.

Sobre la base de esta lucha entre trabajadores, de esta falsa oposición de intereses, no se encontrará una solución verdadera, solo se camina al enfrentamiento y al atraso. Esta guerra es tan torpe que incluso los soldados enemigos se enfrentan bajo la misma consigna (...en verdad ésto sucede en la mayoría de las guerras.)

¿Está ud. dispuesto a condenar a alguien porque busca su sustento donde lo encuentre? ¿Ud. no lo haría? ¿Y envidia realmente los trabajos-literalmente: la explotación, para muchos-de que toman parte éstos trabajadores? A estos inmigrantes la cuestión se les plantea en términos de subsistencia (como Darwin hace ya dos siglos) No vienen atraídos por mejores oportunidades para hacer crecer su capital, vienen por salarios bajos y bajo pésimas condiciones.

Hay por lo menos dos buenas razones para no aceptar éste enfrentamiento como propio. Aún venciendo en la lucha intestina por empleo, desplazando competidores momentaneamente y consiguiendo un trabajo; no puede salir de ella, es necesario luego velar a toda costa por la posición alcanzada, siempre. Tal vez el presente sea de lucha, pero piense bién si quiere un futuro de lucha. Fuera de que encuentre o nó un trabajo, ¿cual es su moral?, ¿cuales sus valores? Ataca hoy a sus competidores, y mañana con sus mismos argumentos ellos le privarán de un salario. ¿Quién será su aliado? Si se piensa una moral, esta debe amparar la misma condición humana, no la situación casual con respecto al empleo.

La única posibilidad de progreso sobre esta situación ha de venir del entendimiento y la colaboración entre los que se encuentran en ella sumergidos. Si hay oposición, debe ser contra las condiciones que hacen escasos los medios para subsistir y obligan al enfrentamiento entre quienes procuran lo mismo. Y si no se han de superar en el mediano plazo estas condiciones, por lo menos no degrademos a odiar falsamente a quién en nada se diferencia de uno, al triste espectáculo de la pelea de gallos.

«Esperar la Revolución Social como quién espera un aguinaldo, sin que venga precedida y anunciada por pequeños actos de rebelión y diversos movimientos insurreccionales, es acariciar una vana y pueril esperanza.»(4)

He aquí una oportunidad de rebelarse; no exige un día entero de marcha, ni dejar de comer, ni una cuota del salario. Simplemente no aceptar éste falso enemigo, no es tal, es un igual. Es uno mismo, buscando sobrevivir en otro país. Esta «rebelión» no promete grandes avances, no aumentará el trabajo; pero permite resistir parte de la degradación; y desde la resistencia aún se puede pensar, desde el engaño yá nó.

1) Suplemento «Viva» (CLARIN) 5-12-99

2) Semanario LA PRIMERA ( «La invasión silenciosa» ) 4-4-2000

3) Semanario 3 PUNTOS («Bolitas GO Home») 13-4-2000

4) LA CIENCIA MODERNA Y EL ANARQUISMO.( Kropotkin ) 1910