Sacco y Vanzetti  1927-2003.

 Un mensaje de lucha y esperanza que atraviesa los tiempos.

 

 

El 23 de agosto de 1927 eran asesinados por el sistema capitalista norteamericano dos anarquistas obreros: Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. El odio de la clase opresora y explotadora se hacía efectivo. Había que hacer escarmiento con quienes cuestionaban profundamente su sistema de privilegios, su sistema para los ricos y poderosos. Estos obreros revolucionarios incitaban a la dignidad, a no resignarse a tanta miseria e injusticia, incitaban también a soñar con un mundo mejor. Eran peligrosos.

Hoy en tantas partes del mundo, en Uruguay también, asesinan su recuerdo, su mensaje, su conducta social, muchos claudicantes y conciliadores. Los que han renunciado a la lucha por la causa de los oprimidos, a militar por instalar procesos de transformación que desestructure este ordenamiento social miserable, los “realistas” y “posibilistas” que enmascaran su discurso porque no se atreven a decir que ya nadan con gusto en las aguas podridas de este sistema.

Son los que acuerdan con ministros y patrones a espaldas de los trabajadores. Los que son “razonables” con los problemas de las empresas, con la deuda externa, mientras el obrero pasa a ser marginado o pierde derechos y conquistas logradas con sus luchas.

Son esa militancia de “izquierda” que ha criminalizado, lo diga o no, la palabra revolución, lucha de clases, imperialismo, burguesía opresora y explotadora, confrontación con el enemigo, unido a ello toda práctica que lleve ese sentido.

Eso sí, usan gran parte del lenguaje correspondiente a una ideología que sirve de justificación y soporte a este brutal sistema. Son modernos, incursionan por el mundo simbólico, son funcionales a la reproducción de esta estructura global de dominación.

Pero fuera de esta “izquierda” sumergida en las aguas de la institucionalidad “democrática” está lo que ha quedado en la memoria colectiva de los pueblos y lo que este tiempo enseña. Lo que enseña el vivir en condiciones infrahumanas como gran parte de los asalariados y esa enorme cantidad de  “marginados” que encaran luchas por diversas reivindicaciones y por sobrevivir.

Desde ese proceso de renovación retoman-do los sueños y peleas vigorosas de los viejos luchadores es que puede abrirse un camino real de cambios a favor de los de abajo.

El recuerdo del mensaje de estos dos luchadores obreros es siempre un ¡vamo´arriba que se puede!.

1927, la justicia de clase del gobierno norteamericano, el mismo que hoy decreta su derecho a invadir y masacrar pueblos donde crea conveniente para sus mezquinos intereses, quiso asesinar en Sacco y Vanzetti las ideas y prácticas revolucionarias clasistas.

Eran enemigos del sistema... y lo eran. Lo eran a muerte, porque estaban contra la opresión y por una auténtica libertad y justicia. Entonces para el sistema eran “terroristas”.

En este aspecto poco ha cambiado. Hoy también las clases dominantes, las empresas de diferente pelo, la fuerza represiva, la prensa servil, los amarillos del movimiento popular, quieren presentar a los que luchan como “terroristas”. No toque un supermercado ni tire una piedra. Vote bien que eso arregla el asunto.

Pero si algo muestra la historia es que el imperialismo norteamericano, la burguesía ahora más con forma de trasnacionales o mega empresas, todo el conjunto institucional para el mantenimiento y reproducción de este sistema brutalmente inhumano, sigue siendo enemigo irreconciliable de los pobres del mundo. Su monstruosidad la expresa con el genocidio actual que lleva adelante a través de las invasiones y la miseria.

Por ello las luchas e ideas fundamentales de aquellos dos inmigrantes italianos asesinados hace 76 años, aún en este contexto, siguen indicando verdades de a puño: No es posible una vida digna, justa y libre para todos dentro de este  cruel ordenamiento social.

 

Nicola Sacco.

 

Nació en Italia el 23 de abril de 1891. Tenía 17 años de edad cuando emigra hacia los Estados Unidos. El empuje decisivo lo da su situación económica. Tiene conocimientos de mecánica, pero los trabajos especializados  no son para los extranjeros. Debe trabajar primero como mozo de agua y luego como zapatero.

Cuando estalla la guerra inmediatamente se pronuncia contra ella. Dice: “Esta guerra no es para empuñar el fusil... para luchar por un país libre... sino que la guerra se hace en beneficio de los grandes millonarios”.

Participa después activamente en la huelga de Middford, y en muchas luchas por la libertad de sus compañeros.

Se ve activo en diversas actividades obreras y sociales.

Es detenido cuando organizaba una protesta por el asesinato de Andrea Salcedo. El anarquista Salcedo es arrojado del piso 14 del Park Row Building. Lugar donde la policía secreta tenía sus oficinas. Había sido previamente torturado hasta la muerte.

 

Bartolomé Vanzetti.

 

Nació en Italia en 1888. Ya a los 13 años de edad trabajaba 15 horas diarias. Le gustaba estudiar pero apenas pudo hacer la escuela.

En 1908 con 20 años de edad llega a Norte América. En su oficio de confitero no encuentra trabajo regular. Pasa hambre, cuando encuentra ocupación, debe trabajar de 12 a 14 horas diarias recibiendo por extranjero la mitad del jornal de un norteamericano. Por rebeldía contra las injusticias es echado una y otra vez de los trabajos.

Dirá después: “Aprendí que la conciencia de clase no era una frase inventada por los propagandistas”.

Se define como comunista-anarquista. Afirma: “el comunismo es la forma del contrato social más humana, porque sé que solamente en la libertad podrá surgir el hombre a su noble y armoniosa integridad.

Participa activamente en huelgas, mitines y en organización de sindicatos. El gran conflicto de Plymouth en 1916 lo encuentra en primera línea. Salen victoriosos de esta lucha. Por su convicción y combatividad el enemigo de clase le regala persecución, inclusión en listas negras, seguimiento policial.

Cuando es detenido en 1920 vendía pescado en la calle y estaba organizando una movilización contra la muerte de Salcedo.

 

Cárcel y asesinato.

 

“El castigo tenderá pues a convertirse en la parte más oculta de proceso penal” nos dice Foucault. Pero en este juicio no se ocultó mucho la articulación sutil que posee la instancia jurídica con el poder dominante. Aquí la “justicia” mostró su cara de clase abiertamente, el castigo tenía que quedar claro políticamente. El sistema de privilegio no se toca.

El juicio duró 7 años. Después de esos 7 años de prisión Sacco y Vanzetti fueron asesinados en la silla eléctrica.

Todo fue una farsa jurídica, invención de pruebas, palizas policiales a testigos que no decían lo que ellos querían, presión y soborno a otros testigos. No permitir declarar a quienes tenían la versión opuesta al dictamen previamente establecido. Era la justicia de la clase dominante sin careta. El Presidente del jurado era el presidente de la Compañía contra la cual Vanzetti había contribuido a decretar una importante huelga.

El juez Thayer dirá claramente, sin sutileza alguna, que la justicia es para quien es obsecuente con el sistema: “Las leyes garantizan a todos los ciudadanos derechos y privilegios... Para todos los que deseen aceptar bendiciones del gobierno y que deseen servir con fidelidad y cariño a aquel mismo gobierno”.

Y el 23 de agosto después de 7 años de prisión y de farsa judicial son ejecutados estos ejemplares luchadores que quedarán en la historia como un símbolo obrero en pos de una nueva sociedad.

 

Algunas frases de los Mártires de Boston.

 

Vanzetti.

“He luchado toda mi vida por desterrar los crímenes... que la moral oficial y la ley oficial no condenan y santifican: la explotación y la opresión del hombre por el hombre... Nada es la pérdida de nuestras vidas”.

Sacco.

“Mi crimen, del que estoy orgulloso, es el haber soñado una vida mejor, hecha de fraternidad, de ayuda mutua... por ese crimen tengo el orgullo de terminar entre las manos del verdugo”.