La
reacción y su fabricación
de imágenes.
La
imagen, es sin duda, uno de los aspectos más trabajado y profundizado, por
parte de toda la clase política en este nuevo diseño de la vieja maquinaria de
la democracia formal. Ser o parecer, se resuelve a los efectos de una cuantía favorable
en las urnas, inclinada indudablemente hacia la imagen, parecer es la cuestión.
Con la enorme incidencia que van adquiriendo
los mass-media, en cuanto a la fabricación de opiniones y preferencias, se va
también incrementando el cultivo del arte de aparentar.
Dentro de las personalidades que cuentan con mayor
aprobación dentro del espectro político, se encuentra el Ministro del Interior
Guillermo Stirling. Dentro del Poder Ejecutivo, es el único que supera el 40%
de aprobación en ese producto que llaman «opinión pública». Curiosamente, el
ministro Stirling, se basa en una imagen de respeto a los derechos humanos, a
las garantías básicas de la democracia, y de una «cristalinidad» de la gestión
en un marco de lucha contra la corrupción policial.
Indudablemente, el arte de la actuación y el
ilusionismo, son practicados en buena forma por este personaje, que se las
ingenia para mantener una imagen de filántropo new-age, y al mismo tiempo,
impulsar políticas de control social, consolidando un estado policial.
Bastaría recorrer los últimos meses, para registrar
avances concretos y palpables en esa manera de pensar y actuar, que considera a
toda persona pobre como delincuente potencial.
Operativos saturación: El reparto de papeles en
esta escena fue bastante bien diseñado. Primero la presentación de la obra, y
el primer actor en escena, fue el Jefe de Policía, José Pedro Delgado pero
aparecería Stirling en escena, desmintiendo primero y confirmando al otro día.
Luego, entrarían todos los personajes cuando el Ministro fue citado al
Parlamento para informar los detalles del operativo. Allí, idas y venidas,
algunos aparentes desencuentros, pero un final feliz para los intereses del
control social. Todos contentos (izquierda incluida), ya que las formalidades
de la democracia, seguían en pie.
Una campaña publicitaria enorme, una semana de
corrido, incontables minutos de televisión con cobertura en vivo de los
operativos. Un espectáculo en el que se mostraba una más de las maravillas del
estado de derecho. Policías educados, solicitando documentos a aquellos que portaban una «actitud cavilosa», pero hubo una
parte no tan mostrable entre bambalinas, y que las cámaras no llegaron a ver o
no quisieron mostrar.
Nunca se mostraron, los operativos en que se
subieron a los ómnibus en los alrededores de los liceos Miranda, y 11 del
Cerro. Que gran casualidad, justamente los liceos que el año anterior habían
sufrido la represión policial en las ocupaciones. Allí se mantuvo detenidos a
un montón de jóvenes, por el delito de no agradar a la imagen que la policía
pretendía de ellos. Y el tan sonado caso del arquitecto de la IMM, donde la
policía sin duda le erró. Se metieron con un profesional, y el hecho desembocó
en la separación del cargo del comisario de la 9°.
Pero tanto el andamiaje político como la prensa,
mantuvieron (¿o crearon?), un consenso casi
obligatorio y del que es muy difícil encontrar voces disonantes. El hilo
conductor, parece ser el mantenimiento de la imagen a cualquier costo.
¿Cristalinidad?, al menos dudoso: Este ha sido otro de los
pilares en la campaña mediática, ese bombardeo doméstico y sutil, sin
explosiones pero con daños colaterales. Se insiste hasta el hartazgo, con la
nueva imagen de la policía en su relacionamiento, y también en las supuestas
garantías de transparencia y depuramiento en sus filas.
Algunos datos son ilustrativos al respecto. Entre
1999 y el 2003, fueron procesados 621 policías, 352 con prisión y 269 sin
prisión. Un 73% de ellos por delitos vinculados a la corrupción. Se monta una
campaña enorme en torno a esto, pero se omite decir, que cerca del 40% de estos
procesados, siguen prestando servicio en la fuerza. Es un detalle más que
importante, los encargados de mantener el «orden», tienen cuentas pendientes
con la propia justicia que dicen defender. Ciertamente es un embrollo bastante
complicado, pero de todos modos el espectáculo sigue, con el efusivo aplauso de
la platea política. En el gallinero, y obligados a soportar la obra, estamos
todos en la mira, sospechosos permanentes. El poder tiene la costumbre de
buscar responsables por fuera de sus estructuras.
No te olvides de los presos: Esta derechización que se
expresa con estas medidas, pero también con muchas más. Podríamos hablar de la
inmensa represión en las cárceles, de la invención de los costos de manutención
de cada preso, que probablemente esos millones sean asignados a tal efecto,
pero que sin duda, se queda por el camino en los bolsillos de esos «abnegados
servidores del orden público».
Lo cierto es que los presos, continúan soportando
situaciones verdaderamente inhumanas, con falta de comida, casi nula asistencia
sanitaria, maltratos y manoseos a los familiares que concurren a la visita.
Situaciones de hacinamiento reconocida hasta por las propias autoridades, y una
represión constante, como vimos recientemente en la cárcel de Canelones, y el
traslado de 100 presos a los escombros del penal de Libertad, y los que
quedaron allí permaneciendo a la intemperie en pleno invierno.
La temática de los presos vuelve constantemente al
tapete, fruto de los motines, las huelgas de hambre, y todo indica que continúe
agravándose. Por más que los jerarcas se lamenten de las roturas y los costos
de los daños, y en ese solo caso se preocupen por el costo a los contribuyentes,
es la única forma que tienen los presos de hacer oír sus reclamos. Cierto es
que poco le importa a esos mismos jerarcas, la carga a los contribuyentes
cuando se aumenta la carga impositiva, las facturas de servicios públicos. Esa
argumentación, tomándola de quien viene, es una grotesca fachada cargada de
cinismo, pero con imagen compungida.
Todos estamos ba-jo sospecha: A pesar de la presentación y
el envoltorio del paquete, no podemos pasar por alto la maniobra. Como
libertarios nos corresponde denunciar y combatir con todos los medios que
tengamos a nuestro alcance, para oponer toda la resistencia que podamos a esta
consolidación de un estado policial. En una sociedad que produce una ideología
en que la seguridad parece ser el valor fundamental. Hay toda una industria
montada en torno a la venta de «seguridad». La policía, el ejército, las
empresas de seguridad, las crónicas policiales de televisión (cada vez más kilométricas), los discursos de los defensores
del status-quo. Todo eso mueve varios millones, y a la vez permite crear una
seudo-identidad común entre sectores con intereses distintos. Pero dentro de
esa identidad fabricada, van quedando por fuera, sectores cada vez mayores. Los
desposeídos son presentados como el enemigo común, y los que aún poseen algo,
terminan en muchas ocasiones (quizá no siempre a conciencia), haciendo
trinchera común con los poderosos. Lo que podríamos llamar como uno de los
aspectos de la fragmentación social hacia abajo.
Las respuestas a todo este andamiaje, es sin duda
difícil y no hay recetas preclaras para actuar al respecto. Es un fenómeno
bastante nuevo, por lo menos en la escala actual. Pero la búsqueda de
respuestas se hace cada vez más urgente. En una realidad social con ribetes
ciertamente alarmantes, con muertes por desnutrición, con el resurgimiento de
enfermedades que son producto de la mala alimentación y que hacía años no se
veían. Con índices de desocupación y sub-ocupación intolerables, en un país en
que cada día ingresan 30 nuevos presos (en su mayoría jóvenes de barrios
pobres). En esta realidad, todos somos sospechosos y todos estamos en la mira.
Y en el arduo trabajo de construcción de una respuesta, nadie tiene la bola de
cristal ni la receta mágica. Habrá que buscar, probar, equivocarse, volver a
intentar y en ese camino se irá construyendo. Lo que sí parece ser cierto, que
el único camino posible se nos presenta por fuera de los marcos
institucionales, lo «aceptado» nos lleva al corral de «parecer»
transformadores, pero reproduciendo en fin, una pieza más del mismo engranaje.
El desafío se plantea con la urgencia que tiene,
para el movimiento popular, se torna impostergable trabajar sobre esta
problemática. En el terreno político, las organizaciones con intenciones
transformadoras o revolucionarias, no pueden dejar de lado, no pueden mirar
para otro lado, al tiempo que la derecha más reaccionaria va consolidando sus
intereses con un manto de legalidad y fe democrática. Una definición clara al
respecto, se hace urgente, con las pocas o muchas fuerzas que tengamos, todos
los que tomamos partido por la libertad, debemos hacer los mayores esfuerzos,
para ir entre todos, denunciando la injusticia, desnudando la mentira,
construyendo la resistencia.