1º de
Mayo - 1886 - 2004.
Aquellos bravos luchadores
anarquistas que hoy recordamos pelearon duro contra las brutales condiciones
sociales en las que vivía el trabajador en aquella época. Hoy a 118 años de ese acontecimiento, que
marcó a fuego las luchas obreras, las condiciones del trabajador, de los de
abajo, particularmente en nuestro continente latinoamericano, son semejantes.
Los
asesinos de hoy en Afganistán, Irak y otras partes del mundo, este brutal
imperialismo norteamericano, fue el asesino de aquellos peleadores obreros que
pasaron a la historia en el mejor de los recuerdos del imaginario de los
trabajadores: los Mártires de Chicago.
La
rapacidad, el odio antipueblo de la burguesía norteamericana, fiel
representante de un sistema, no ha disminuido. Hoy es hegemónico en una
estructura imperial que diezma las poblaciones del mundo, que las sume en la
miseria más atroz.
A los
que reniegan de la lucha, a los resignados a vivir en el marco de este sistema
no les emociona invocar aquellos combates, como el de los Mártires de Chicago,
que estaban llenos de un mensaje de transformación social a fondo, de guerra de
clase.
Por eso
no son pocos los que han querido que los Mártires de Chicago como tantos otros
luchadores queden en el olvido, mediante reconciliaciones varias, seguirán
intentándolo en vano.
Las
esperanzas no se matan, las injusticias no se olvidan, no puede haber
resignación de vivir en la miseria en un mundo miserable, en un orden social
mezquino e inhumano. El mantener vivos a los caídos es una tarea de todos los
días, siendo concientes de nuestro pasado es que podremos sembrar nuestro
futuro.
Aquel
1º de Mayo de 1886.
Sacrificadas
peleas obreras habían logrado disminuir jornadas de trabajo de 16 y 14 horas.
Hasta habían arrancado proyectos de ley en algunos Estados, a nivel de cuerpos
legislativos, entre ellos el de Illinois, a favor de las 8 horas. Por supuesto
fueron proyectos de letra muerta.
La
Federación de las Asociaciones obreras de los Estados Unidos y Canadá, viendo
que sólo la acción directa podía lograr la reducción de la jornada a 8 horas,
que lo demás eran promesas que nunca se cumplirían, que la explotación seguiría
con la crueldad conocida, resolvieron en 1884 que el 1º de Mayo de 1886 sería
el momento para librar la batalla proletaria.
A la
actividad de la prensa anarquista, en especial del “Arbeiter Zeitung”, se debe,
en gran parte, la ambientación y generalización del movimiento.
Al
mismo tiempo muchos oradores organizaron mitines y conferencias agitando los
ánimos obreros.
El
sábado anterior al 1º de Mayo hay demostraciones de tal magnitud que evidencian
el grado de adhesión con que ya contaba la medida. Se dice que no había
antecedente de una manifestación obrera tan imponente, ni siquiera las
realizadas en París tiempos atrás se le asemejaba. En esta manifestación
Parsons, Fielden, Schwab, Spies, fueron los oradores que llevaron el mensaje de
combate y esperanza.
El
mismo 1º de Mayo, Spies publicó un artículo que decía:
“Ya
está echada la suerte.
El 1º
de Mayo, cuya significación y trascendencia apreciará el porvenir, ha llegado.
Durante
veinte años el pueblo trabajador ha pedido en vano la jornada de trabajo de 8
horas.
Los años
pasan y la reforma no viene.
Por
fin, los trabajadores han resuelto que la jornada de las ocho horas sea un
hecho desde el 1º de Mayo de 1886.
“Ésta
es una petición injusta”, ha dicho la prensa venal y burguesa... y han llenado
a los trabajadores de calificativos insultantes.
Pero
los hechos se han apresurado.
Ha
progresado la agitación y es cada día mayor el número de los que piden la
reducción de las horas de trabajo.
A
medida que los acontecimientos se han precipitado, el lenguaje de los
explotadores y sus secuaces ha subido de tono.
Lo que
antes tenían por injusto, lo encuentran ahora criminal y desprovisto de sentido
común y patriotismo.
Ahora
pretenden de que todo son manejos de anarquistas criminales, cuyo objeto es
engañar y abusar de los obreros para hacerles ingresar en sus filas.
¡Hombres
del trabajo preparaos!.
...Vuestros
enemigos echarán mano de todos los medios, del hambre y de la fuerza”.
El 1º
de mayo de 1886 se inició la huelga por las 8 horas.
En esos
momentos muchos trabajadores cumplían una jornada diaria de entre 14 y 16
horas.
Los
anarquistas, que contaban con una fuerte presencia apoyaron todas las
movilizaciones por las 8 horas.
El 1º
de mayo el paro fue total, una movilización de 600 mujeres que trabajaban es
sastrerías fue víctima de la represión policial.
El 2 de
mayo hubo un mitin de los obreros de Mac Cormick, que protestaron por 1.200
despidos.
El 3 de
mayo hubo un mitin cerca de Mac Cormick.Coincidió éste con la salida de un
turno que no había parado, se fue hasta la fábrica y la misma se apedreó. Llega
la policía y reprime a los obreros. Con tal saña lo hacen que deja 6 muertos y
un tendal de heridos.
Las
publicaciones obreras en ese momento tenían un gran tirada.
Circular
del Desquite se llama al manifiesto publicado por Spies, al otro día de la
represión; éste decía:
“Ayer,
frente a la fábrica Mac Cormick, fusilaron a los trabajadores. ¡Su sangre pide
venganza!... Si se fusila a los trabajadores responderemos de tal manera que
nuestros amos lo recuerden por mucho tiempo...”.
El día
4 se convoca a un mitin, concurren 25.000 personas. Los oradores fueron Spies,
Parsons y Fielden. Al final ya cuando la gente comenzaba a irse se presentó la
policía. Cuando ésta intentó comenzar la represión, cayó sobre ellos algo que origina un gran estruendo, dejando
en el piso a más de 60 policías, de los cuales 8 resultaron muertos. La
represión fue cruel. Seguido a esto se detuvieron obreros, se allanaron casas.
Los oradores fueron detenidos. Se prohibieron los mitines, se cerraron diarios.
Desde
la prensa oficial se reclamaba la “crucificación”. Se utilizaron toda clase de
artimañas para acusar a los anarquistas.
Parsons,
al cual no habían encontrado, decidió entregarse, para seguir la suerte de sus
compañeros.
El 20
de agosto 8 obreros fueron condenados.
Neebe
fue condenado a 15 años de cárcel. Schwab y Fielden a cadena perpetua.
Lingg,
tenía prontas 2 bombas, moriría pero se llevaría a los carceleros. En una
requisa se las encontraron, de todos modos pudo suicidarse un día antes de la
ejecución.
El 11
de noviembre 4 anarquistas fueron ejecutados: Spies, Fischer, Engel y Parsons.
Antes
de morir, con total dignidad y entereza nos dejaron estas palabras de aliento y
esperanza:
Augusto
Spies:
“Si yo
hubiera arrojado la bomba no vacilaría en afirmarlo aquí. Cierto que murieron
algunos hombres y fueron heridos otros más. ¡ pero así se salvó la vida de
centenares de pacíficos ciudadanos! Por esa bomba, en lugar de centenares de
viudas y huérfanos no hay más que unas cuantas viudas y huérfanos.
Al
dirigirme a este tribunal lo hago como representante de una clase enfrente de
los de otra clase enemiga.
El
veredicto y su ejecución no son más que un crimen maquiavélicamente combinado y
fríamente ejecutado, como tantos otros que registra la historia de las
persecuciones políticas y religiosas.
Es la
anarquía a la que se juzga. Yo me sentencio porque soy anarquista.
Podéis
sentenciarme, pero alimenos que se sepa que en Illinois ocho hombres fueron
sentenciados a muerte por creer en un bienestar futuro, por no perder la fe en
el último triunfo de la libertad y la justicia”.
Alberto
Parsons:
“Yo
como trabajador he expuesto los que creía justos clamores de la clase obrera,
he defendido su derecho a la libertad y a disponer de los frutos del trabajo.
En los
veinte años pasados mi vida ha estado completamente identificada con el
Movimiento Obrero en América, en el que tomé siempre una participación activa.
Se nos
ha acusado ostensiblemente de asesinos y se acaba de condenarnos como
anarquistas. Pues bien: yo soy anarquista.
¿Creéis
que la guerra social se acabara estrangulándonos bárbaramente? ¡A no¡ Sobre
vuestro veredicto quedará el del pueblo americano y el del mundo entero.
Quedará el veredicto popular para decir que la guerra social no ha terminado
por tan poca cosa!”.
Jorge
Engel:
¿En qué
consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un orden
social donde sea imposible que mientras unos amontonen millones otros caen en
la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos,
así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencias deben ser utilizados
en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza,
y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad, el
bienestar.
No
niego que yo haya hablado en varios mítines, afirmando que si cada trabajador
llevase una bomba en el bolsillo, pronto sería derribado el sistema capitalista.
Esa es mi opinión.
Adolfo
Fischer:
“En
todas las épocas, cuando la situación del pueblo ha llegado a un punto tal en
que una gran parte se queja de las injusticias existentes, la clase poseedora
responde que las censuras son infundadas, y atribuye el descontento a la
influencia de ambiciosos agitadores. La historia se repite. En todo tiempo los
poderosos han creído que las ideas de pro se abandonan con la supresión de
algunos agitadores; hoy la burguesía cree detener el movimiento de las
reivindicaciones proletarias por el sacrificio de algunos de sus defensores.
Pero aunque los obstáculos que se opongan al progreso parezcan insuperables,
siempre han sido vencidos, y esta vez no constituirán una excepción a la
regla”.
Luis
Lingg:
“Yo
repito que soy enemigo del orden actual y repito también que lo combatiré con
todas mis fuerzas mientras aliente. Os reís probablemente, porque estáis
pensando: ya no arrojaréis más bombas. Pues permitidme que os asegure que muero
feliz, porque estoy seguro que los centenares de obreros a quienes he hablado
recordarán mis palabras, y cuando hallamos sido ahorcados ellos harán estallar
la bomba. Os desprecio; desprecio vuestro orden, vuestras leyes, vuestra
fuerza, vuestra autoridad.
¡AHORCADME!.”