Intervención de FAG en las

Jornadas Anarquistas.

Porto Alegre - febrero de 2003.

 

Antes de todo, nosotros como Federación Anarquista Gaúcha, queremos agradecer la presencia de cada compañero y compañera, de cada organización y colectivo que está  participando y contribuyendo al buen desarrollo en este evento del anarquismo organizado.

En el año pasado, cuando realizamos las primeras Jornadas Anarquistas nos sorprendimos con la cantidad de adhesiones de organizaciones de distintas partes del mundo y con todo el apoyo recibido. Pudimos conocer el esfuerzo que se da en varias partes del globo para actualizar la ideología libertaria a una realidad que es bien diferente de otras en que actuaran nuestros compañeros en el pasado. Este intercambio fuera de fronteras también nos recuerda que los anarquistas de antes no esperaron la globalización y los avances tecnológicos para desarrollar un principio muy estimado: el internacionalismo; por eso ahora, más que nunca, nos cabe practicarlo.

En nuestro país, en especial la última década, ha sido marcada por un esfuerzo organizativo de anarquistas que quiere hacer de la ideología nuevamente un motor de las luchas del pueblo al que pertenencemos. Las Jornadas contribuirán ha traer a Porto Alegre muchos compañeros de otros estados, con los cuales queremos coordinar esfuerzos, unir fuerzas, para que el anarquismo brasileño vuelva a ser como en  principio del siglo pasado, lo que impulsaba las luchas y conquistas de la clase trabajadora, consciente de su fuerza, de sus enemigos y de sus anhelos por un destino colectivo de justicia y libertad. Claro está que bien entendemos las diferencias profundas que marcan la etapa que vivimos hoy.

Tenemos por objetivo en este evento el promocionar concepciones de un anarquismo organizado y comprometido en sus prácticas con las clases oprimidas. Eso porque la FAG está cargada de una concepción determinada de anarquismo, junto con organizaciones hermanas de igual orientación. Pero recalcamos, nunca fue una pretensión nuestra realizar un evento que representase la pluralidad del llamado movimiento anarquista.

También nos gustaría esclarecer que las Jornadas Anarquistas no pretenden tener cualquier carácter deliberativo. Como Organización, nuestras decisiones son construidas en instancias federativas orgánicas, y en estas Jornadas la militancia presente no recibió delegación para decidir a no ser sobre aquellas cuestiones ya definidas por el conjunto de la Organización.

Decidimos promover las Jornadas Anarquistas porque creemos que ante el contexto del Foro Social Mundial era preciso expresar las posiciones de la ideología libertaria sobre esta instancia de orientación claramente social-demócrata. Desde la realización del 1er. Foro hemos criticado el hecho de que un foro que se pretende social sea construido a partir de gobiernos, políticos profesionales, partidos y sectores burgueses. El hecho de tener como objetivo mayor el promover formas de administrar el capitalismo, un sistema que es por su propia lógica fabricante de miseria. El hecho de que los movimientos sociales tienen en este Foro un papel coadyuvante, algo como casi un adorno para que representantes del gobierno exhibieran al mundo.

Pero no es sólo por crítica que deben actuar los anarquistas. Las organizaciones que han tomado parte de esta programación son agrupamientos militantes que construyen a través de su práctica social-política, formas de resistencia popular al capitalismo. No hay fórmulas acabadas, pero hay caminos, hay esperanzas, por más cruel y dolorida que esté la situación de la clase oprimida, nos sorprendemos día a día con las formas de resistencia que los pueblos son capaces de forjar. Con muchos elementos contradictorios, muchas veces  observamos en estas prácticas, principios que corresponden con aquellos históricamente cargados por la ideologia libertaria: autonomía, democracia directa, acción directa, federalismo, solidaridad de clase.

Tenemos claro que vienen al Foro una gran cantidad de militantes sinceros, luchadores del pueblo que aspiran a una sociedad de justicia, liberdad e igualdad. Por eso, más que congregar sólo a los anarquistas, queremos comunicarnos con estos compañeros.

El año pasado centramos nuestro debate en la crítica a la globalización capitalista. Esta etapa del sistema que enganchó todos los países a una suerte de competición capitalista internacional liderada por las gigantes corporaciones transnacionales y los Estados del norte, defensores de sus matrices.

Los gobiernos de la periferia del sistema ofrecerán toda la riqueza pública nacional creada por la clase trabajadora para ingresar en el juego y acabarán con recursos liquidados y fortunas para pagar en deudas.

Este año queremos enfocar el debate para la región en que nos insertamos: América Latina, donde los Estados Unidos quieren dar su golpe final de usurpación y dominio. En este momento el Imperio parece estar con su atención puesta en lugar más lejos, en particular para los pozos de petróleo de Oriente Medio, donde fue elegido el más nuevo Satán. Pero no podemos bajar la guardia, pues para nuestro continente se prepara la concretización de un control total –social, político e económico– con la implantación del ALCA; y también militar, con la instalación de bases militares en todo el continente, entrenamientos para militares latino-americanos y otras herramientas de control, como el Plan Colombia.

La batalla a librar es grande, y tenemos certeza que sólo el avance de la resistencia popular es capaz de hacerla. El año que pasó fue rico en experiencias en este sentido: la de los piqueteros de Argentina, la lucha contra las privatizaciones en Perú, la revuelta indígena-campesina en Paraguay, la resistencia zapatista de Méjico, los saqueos en Uruguay, la resistencia del pueblo venezolano a los golpes, y ahora recientemente, la resistencia a la represión estatal que protagonizaron campesinos cocaleros y jubilados de Bolivia.

En Brasil, se vive una experiencia inédita. La victoria de Lula ha sido celebrada por muchos, con la gran prensa a la cabeza, como a llegada del pueblo al poder. Es posible que vengan, en lo inmediato, días de menos movilización por parte de aquellos movimientos sociales de influencia petista. Días de mucho diálogo de gabinete, muchos apretones de manos y pocos avances concretos. Por todo lo que hemos visto, el gobierno de Lula será algo muy parecido a una continuidad del anterior, con una fachada más popular, y lo que es peor, quizás con menos contestación popular. Pacto social como ha hablado la izquierda que quiere sepultar de una vez el concepto de lucha de clases. Como siempre decimos, el precio de la gobernabilidad es hacer lo que dictan los organismos internacionales del capitalismo gobernados por los Estados Unidos. Es mantener intocadas las estructuras fundamentales del sistema. Pagar la deuda en día para banqueros y especuladores sin que sobre lo suficiente para atender la deuda social brutal e histórica. Entonces la esperanza queda a la espera ... de que un día va a mejorar, quien sabe cuándo, tal vez para el momento en que la izquierda logre mayoría en el Congreso...

Los anarquistas y toda la izquierda de intención revolucionaria tendrán que aprender cómo tratar con esta nueva realidad. En medio de una crisis social y económica sin precedentes, causada por el modelo neoliberal, el Estado y el capitalismo consiguen una vez  más, ventilarse: llegando al gobierno la social-democracia, con el ex-obrero metalúrgico Lula.

Hemos dicho que Lula y la coalición electa para este turno de gobierno ganaron una faja presidencial que puede ser comparada con una camisa de fuerza. Ellos mismos saben de eso, pues tuvieron que aceptar la confección de esta faja en el período pre-electoral, empezando con el patrón de la industria textil seguido de banqueros e inversores capitalistas extranjeros.

En esta camisa de fuerza, uno de los brazos está atado por la política externa determinada por el FMI, que interfiere y cobra las deudas a cada paso de la economía y política brasilera. El PT cambió el planteo de rompimiento con el FMI y de no pago de la deuda por una rendición total, y eso no significa poca cosa para quien habla tanto de cambios. Pagar la deuda externa significa limitar severamente los gastos en áreas sociales, altas tasas de interés, recesión, desocupación, venta de empresas públicas, etc.

Pero faltó el otro brazo de esta camisa de fuerza. Éste está atado por la colaboración de clases hecha para garantizar el suceso de Lula en los votos. El programa reformista radical de otrora fue diluido, para evitar una reacción golpista de la clase dominante e intentar agradar al menos a una parcela de esta clase. Y fue diluido también el carácter de clase trabajadora que, a pesar de todo, aún era cierta señal identificatoria del PT. Lula representa hoy, en dimensión real, la alianza del trabajador con el patrón, un proyecto útil a las clases dominantes, no necesariamente lo preferido, esto revitaliza el sistema de dominación que combatimos  y se torna en, nuevo modelo capitalista para el próximo periodo.

Entonces, los dos brazos están presos, pero han tenido una fiesta a la hora de hacer una cena simbólica, abrazando un brasilero esperanzado o rompiendo el protocolo de formalidades de un jefe de Estado. Sin embargo, están bien atados para no meter la mano en asuntos que son fundamentales para los centros de poder. Y eso es lo que los  anarquistas siempre reafirmaron y la historia ha confirmado: la administración ejecutiva del gobierno es solamente una parcela del poder. Hay otras fuerzas mayores, los poderes corporativos, económicos y financieros, el imperialismo de otros Estados. En esta etapa, la democracia burguesa no deja de permitir la alternancia de los turnos de gobierno, pero desarma y reprime todo intento de reforma en las estructuras fundamentales que le dan vida.

El suceso del Frente Popular puede ser explicado también por las condiciones sociales-económicas del país. La prensa contribuyó mucho con el candidato Lula, apuntando al “pacto social” como tabla de salvación, canalizando la necesidad de esperanza del pueblo. Desde los trabajadores que sentían como el sueldo perdía valor, el empleo destruyéndose, la marginación, miraran los servicios públicos fallar deliberadamente, hasta un sector expresivo de la burguesía industrial que no tuvo empacho de pedir lugar para las operaciones financieras especulativas.

El país está en una posición periférica y dependiente de los centros mundiales de poder. Las negociaciones del ALCA, la intervención militar en América Latina comenzada con Alcántara, los ajustes fiscales del FMI, los plazos de la deuda, todo eso va a continuar. Los anarquistas y el campo de la izquierda revolucionaria tendrán que ajustar sus tácticas para hacer lucha de clases con independencia del gobierno Lula.

La crisis que impactó los países vecinos del Uruguay y Argentina no está lejos de nosotros. Vivimos ahora un momento de aumento del costo de vida con elevación de los precios de los alimentos, del gas, de las tarifas públicas. Eso junto con desocupación y empleo precarizado forman un cuadro social desesperante. El Brasil está con una población económicamente activa de 73 millones de trabajadores, de estos cerca de 27 millones con derecho laboral y 30 millones en la condición de trabajo informal, sin ningún tipo de protección social. 53 millones de pobres no ganan ni 80 reales por mes, lo que sería el mínimo para satisfacer sus necesidades nutricionales. Son 14 millones de desempleados. En el estado de Rio Grande del Sur, 1,7 millón están en grado de pobreza máximo, y el cono urbano de Porto Alegre abriga 590 mil miserables.

En las villas y barrios obreros, la desesperanza, la lucha por la sobrevivencia individual, la violencia del pobre contra el pobre, el envolvimiento con drogas pesadas, la explotación sexual de niñas y mujeres corroen el tejido social y tornan la organización popular en una tarea más difícil que antes.

Todo lo que puede esperarse de este gobierno es un suave incremento de programas de asistencia social, lo evidencia el  ya anunciado “hambre cero”. Sin embargo, sabemos que la pobreza y la miseria de los nuestros va a continuar generando más privilegios para las clases dominantes. Este gobierno, la élite y las instituciones políticas burguesas no pueden representar nuestros intereses, ni debieran negociar el destino colectivo del pueblo.

No esperararemos lo que no será hecho por los gobernantes de turno. La situación va de mal a peor y las reclamaciones se hacen más urgentes. El pueblo tiene que parar de delegar su vida eternamente a intermediarios, al político que se viste mejor y habla más bonito. Es preciso recomponer el tejido social, recuperar valores que están perdiéndose, procesar un movimiento social con protagonismo del pueblo, y no ir por los espacios institucionales, hoy determinados por ciertas administraciones de izquierda.

Invitamos a todos, mujeres, hombres y niños, a tener coraje de compartir los más justos sueños colectivos y vencer las pesadillas que tenemos vividas bajo este cruel sistema.

 

¡Luchar para organizar, organizar para luchar!.

¡Viva el Anarquismo

Brasileiro!

¡Viva la resistencia de los pueblos de América Latina y del mundo!.

¡Por el Socialismo y la Libertad!.