Lula y el P.T. hacen el trabajo de la derecha.

 

El Año de 2002 asistió en Brasil a una gran maniobra de alianza de clases y conformación de una nueva élite política. El llamado mayor partido de izquierda de toda América Latina, el Partido de los Trabajadores (PT), llegó al gobierno del Estado capitalista a través de elecciones tranquilas y limpias. Para tanto, hizo una serie de alianzas, empezando por el vice del ex-metalúrgico y hoy presidente Lula. El vice, José de Alencar, es un empresario de la rama textil, con mucha plata ahorrada fuera de Brasil pero con algún tono de burguesía nacional. O sea, la vieja escuela de formación stalinista descubrió, después de ser derrotada, a la tantas veces dicha burguesía nacional productiva. La descubrió como elemento de marketing político, la utilizó bastante bien en su campaña electoral y a partir de planteos más que lavados, ganó el Ejecutivo del gobierno estatal capitalista.

Si fue dicho arriba que Lula ganó en elecciones tranquilas, consolidando así un proceso de elecciones burguesas supuestamente limpias, se comprende así que el PT y su dirigencia mayoritaria no representan más ninguna amenaza al orden capitalista en Brasil, y por extensión en Latinoamérica. No por coincidencia, todo el mecanismo de política económica ejecutados en detalles por el gobierno que lo antecedió (el de Fernando Henrique Cardoso, amigo y subordinado del capital financiero), no cambiaron nada en los tres primeros meses del PT en el gobierno. Al revés, esta nueva fracción de clase dirigente aumentó los rigores de control de la parte productiva de la economía, queriendo ofrecer la percepción al Fondo Monetario Internacional (FMI) que es tan o más “responsable” (o vendepatria, sumiso, traidor, la denominación cambia según la posición en la sociedad y en su política concreta) que el de Cardoso.

Algunos indicativos de esta sumisión total al FMI y su recetario son visibles. En el Banco Central de Brasil, en su presidencia está un hombre que hasta hace muy poco tiempo era el presidente mundial del Banco de Boston! Este financista, Henrique Meireles, es diputado federal por el partido de Cardoso (llamado de socialdemocrata en la sigla, PSDB) y desde el año 2000 transfirió sus funciones junto al banco yankee para el Brasil para poder lanzarse en la vida política. Hoy las tasas de interés pagas por el gobierno Lula son la tercera del mundo. Cardoso terminó su gobierno con la tasa en 25%, el Ministro de la Economía y el Banco Central la subieron primero a 25,5% y ahora recién subió a 26,5%. Para tener en cuenta lo que esto significa en términos de valores, 1% del montante financiero de este interés es igual a la totalidad del presupuesto de la campaña social más hablada del gobierno, el llamado Programa Hambre Cero. O sea, este programa que objetiva dar la comida a los brasileros con hambre es igual al 1% de los 26,5% que este mismo gobierno paga a los banqueros y grandes especuladores.

Lula tiene como marco político la independencia del Banco Central; el desmantelamiento del sistema estatal de jubilaciones (incluso con los jubilados pagando impuestos aunque ya estén afuera del mercado de trabajo); desmantelamiento (dicen ellos flexibilización) de las leyes de protección laboral y permisión a los capitales extranjeros que sean dueños de empresas de comunicaciones brasileras. O sea, toda la agenda más dura que Cardoso y los oligarcas de su cogobierno (élites intelectuales, financistas y capitales transnacionales más los oligarcas de siempre) no consiguieron o ni siquiera intentaron de hecho aprobar, la tarea más sucia toca ahora a los “socialistas” del PT.

El conjunto de estas políticas re-conservadoras en términos económico y sociales tendrá como consecuencia directa en corto plazo la elevación de la mano de obra desempleada a niveles nunca antes imaginados. Hoy en Brasil hay 20% de desempleo, con mano de obra parada. Somos 170 millones, o sea, 20% es una cantidad considerable de gente.

La elevación para 25% o 30% de estas tasas lleva a niveles de no-gobierno, de incontrolabilidad, masas y masas de nuevos pobres que no hay ni habrá programa asistencial o política represiva que frene o controle. No estamos diciendo que habrá ruptura, pero sí que las propuestas más lavadas del PT de extensión de los derechos y ciudadanía simplemente serán un discurso ridículo cuando comparados con los padrones reales de vida de los brasileros.

Hablando de ridículo, los grandes medios en general y a toda poderosa Red do Globo está enamorada del presidente popular y emotivo. La exploración de la emotividad del pueblo para con un político de origen humilde que llegó al puesto máximo es enorme. Pero esto tiene explicación. Las deudas de los conglomerados nacionales de telecomunicaciones y medios impresos también es enorme. La única salvación está en obtener dinero público, donación mismo (llaman de préstamo a fondo perdido) del orden de 500 millones de reales solamente para la Red do Globo. La suma de maniobra política de control (la unión de un ex-obrero pacificado con las élites nacionales) con objetivo de sobreviviencia financiera está llevando a los brasileros a ser tomados como blancos de una campaña de emotividad como ausencia de la política. Es cierto que los grados de confianza e identidad  tienden a bajar con el tiempo, pero este corto plazo es lo suficiente para que Lula realice sus deberes con las élites y el gran capital transnacional financiero, o sea, los dos mayores poderes de la democracia burguesa brasilera.

Parte del propio PT ya se dió cuenta de esto y gritan por todos lados y yeitos con intento de hacer alguna forma de oposición, con críticas “constructivas”, desde adentro pero por izquierda. Por ahora, el único sector que tomó la iniciativa fueron los sin-tierra. La dirección nacional autorizó que las coordinaciones estaduales ejecuten su cronograma de ocupaciones de tierras estatales, de latifundistas y edificios  públicos (como los bancos, agencias de financiamiento y el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria, órgano responsable por las desapro-piaciones de las tierras ociosas). La derecha gritó, preguntando qué grados de control tiene el PT sobre este movimiento?. Dicen de frente que la promesa del presidente era de controlar estas bases “radicales” (según la derecha y los medios), y ahora exigen una demostración pública de voluntad política de garantizar en la ley y de hecho, que este tipo de movilización popular no gane otros bultos ni llegue a otros sectores.

El otro tema de fondo, que es el ALCA, sigue siendo negociado en locales cerrados, la agenda es la misma y nadie conoce la posición oficial del gobierno Lula. El PT está, para efectos de comparación, muy parecido a los primeros gobiernos del Congreso Nacional Africano (con Nelson Mandela en la presidencia) en Sud África. Los cuadros  decían que “no hay ninguna alternativa” en el sistema global que permitiera otro rumbo en las políticas nacionales, específicamente en la política económica. El PT hace lo mismo en temas centrales, justo los que más hacían oposición y críticas al gobierno de Fernando Henrique Cardoso.

Otro gobierno que recién siguió muy prontamente las orientaciones del FMI, siendo más realistas que el rey y terminó como ex-gobierno, es el de Fernando de la Rúa en la Argentina. Ojo, no estamos diciendo que Lula va a caer o cosa por el estilo, lo que todos apuntalan es que esta nueva élite dirigente (y no dominante) sería hoy el último gran recurso del capitalismo que opera y se desarrolla en Brasil para hacer valer sus máximas y orientaciones programáticas sin mucha oposición. Los cuadros dirigentes del PT por su parte, siguen diciendo querer hacer lo mínimo, lo que sea menos mal. Cuando preguntados de frente al respecto de un programa mínimo aunque sea con algunas reformas, ellos te hablan de esperanza y emotividad. Habría que preguntar cuánto de verdad sus bases están dispuestas a encarar? Y ¿cuánto de verdad estas mismas bases están dispuestas a soportar, cuanto cuesta desconstruir un falso ideario de transformación pacífica?.

Lo que de hecho hoy está pasando en Brasil es todavía un proceso de espera, un momento de aguardar y ver qué medidas del gobierno afectarán directamente a las condiciones de vida del pueblo. Por ahora, la manutención de la política económica y la continuidad de las negociaciones  al respecto del ALCA ya son una señal concreta de lo que está por venir. La deuda pública (interna y externa) impide hoy por hoy cualquier posibilidad concreta de inversión estatal para fines públicos. Para colmo, los niveles de violencia en lo social están en alta, suben desesperadamente. Lula recién habló para empresarios al respecto del combate a realizar en contra de la criminalidad. No por acaso todas las prerrogativas de los militares de subordinar de hecho al sistema castrense la pata policial del Estado sigue igual. Donde gobierna el PT u otro partido dicho de izquierda, los niveles represivos solamente tienen apariencia más democrática, en esencia no cambiando nada. Hasta los milicos tienen buena relación y conviven bien con el gobierno de Lula y donde sea que el PT gobierne. En los hechos, las relaciones fundamentales de la política  y la supervivencia a los poderes dominantes sigue igual.

Para conclusión, hay un tema relevante que ya se hace percibir en los primeros 3 meses del gobierno de los ex-reformistas (hoy ni siquiera son esto). Los niveles de confianza y paciencia de la población disminuyen, hay una percepción más apurada que ocupar el gobierno capitalista no significa tener la chance de alteración de este mismo sistema. La identificación del pueblo es con Lula, por su origen y carisma, pero no con los cuadros dirigentes o sus medidas políticas. Seguramente que Lula como recurso político de la derecha brasilera y los mandantes transnacionales no será capaz de efectivizar todas las medidas tomadas como necesarias por el enemigo. Trabajando bien, desde las bases y con constancia y consistencia, es más que posible de crecer en un espacio político donde no hay casi ninguna autonomía para el movimiento popular.Y es justo este movimiento popular con articulación y capacidad de exigencia propia que puede desestabilizar la “ex-izquierda”en el poder, y también no permitir la aprobación de medidas oficiales anti-pueblo. Ahora es una carrera para llegar a algún nivel de presión popular. Esto es, antes que el PT haga los pasos fundamentales que la derecha le determinó que lo hiciera.