Otro capítulo de la vieja impunidad.

 

En estos días, hemos asistido a un nuevo capítulo de la vieja impunidad de los poderosos. Se cerró el capítulo de la Comisión para la Paz, con repercusiones y apreciaciones dispares, según de qué lado de la muralla del poder se sitúe cada uno. Desde las esferas del gobierno, y todo el espectro de represores vinculados más o menos directamente con la dictadura, se elogió «el invalorable aporte de esta comisión, en pro de la consolidación del estado del alma». Realmente, el Dr. Batlle renovó la política, introduciendo conceptos de yoga o meditación trascendental, en un terreno tan árido como el de las desapariciones.

Lo cierto es que, la Comisión no hizo más que decir lo que ya se sabía. Esos compañeros desaparecidos, en su inmensa mayoría fueron muertos en tortura, o como en el caso de la maestra Elena Quinteros, ejecutada por decisión de J.C. Blanco y sus cómplices. En el informe final de la Comisión, la inmensa mayoría de los datos que figuran, fueron aportados por madres y familiares y por diversas organizaciones de DDHH. Es notoria, la nula colaboración de fuentes militares y policiales. De todos modos, nada cabía esperar de esas lacras, capaces de semejantes atrocidades, máxime tomando en cuenta que varios de los políticos que hoy en día adornan la farándula democrática, están seriamente implicados en dichos sucesos.

Así lo indica el informe de la Comisión, que argumenta que los cadáveres de estos compañeros, fueron cremados y vertidos al río a fines de 1984. Esto es decir, en plena época electoral, en plena negociación para la «salida democrática», para «el cambio en paz». Esto habla a las claras, y ahora con «información oficial», de las bases sobre las que se asienta nuestra actual democracia, sobre la base del encubrimiento de horrendos crímenes, y la protección de los culpables a cualquier costo.

El representante de la presidencia, Carlos Ramela, se mostraba «decepcionado», por el comunicado de la Asociación de Madres y Familiares. Sin dudas, que el Sr. Ramela, parece no tomar en cuenta las espec-tativas que había generado en la sensibilidad de un montón de gente que no logró obtener respuestas claras en ningún sentido. Quedaron sin investigar, los secuestros y detenciones a ciudadanos uruguayos en la Argentina, un Plan Cóndor intocado, y una cantidad considerable de información a la que no se recurrió. Y el aspecto más lamentable, sigue siendo la negativa a señalar a los responsables, con el alegato de la ley de caducidad. Ante esto cabe preguntarse ¿qué sentido tiene todo esto si no se habla de justicia?. Seguimos creyendo que es un intento más de poner un punto final,  de echar un manto de olvido, de dar por concluido el tema sin participación de ningún tipo. Un acuerdo de altas esferas que garantice la impunidad.

Impunidad para la que parece que no ha bastado la asquerosa «ley de caducidad». Ante el procesamiento de J.C.Blanco, ya se han realizado apelaciones, las FFAA se sienten hostigadas y notorios personajes del gobierno han mostrado, una vez más, la hilacha. El superdemocrático Luis Hierro, vicepresidente de la República, dijo «reingresar en la etapa de las revisiones, me parece un gravísimo error». ¿Por qué tanto miedo a hablar de nuestra historia reciente?. ¿Qué implicancias tiene el Foro Batllista con ese período?. Son temas de los que hay una fuerte reticencia a que sean tratados, e incluso el inefable García Pintos, tuvo la genial idea de una «ley interpretativa» de la ley de caducidad, que extendiera la impunidad a los civiles que colaboraron con el régimen. Esta iniciativa requeriría del apoyo de 2/3 de los parlamentarios, cuestión por el momento improbable, quedaría sin efecto. Y como frutilla de la torta, los militares dicen sentirse hostigados por tal situación. Parece ser que en la democracia actual, hay temas que deben estar fuera de la agenda, tabúes para evitar reticencias, no herir el honor y el buen nombre de las FFAA y su noble tarea de asesinar cada vez que los intereses de los poderosos así lo requieran.

Pero a pesar de los olvidadores profesionales y los mercaderes de la desmemoria, los desaparecidos siempre siguen apareciendo, porfiados, indoblegables. Los traemos los hombres y mujeres que no nos cansamos de preguntar, de reclamar a los gritos, justicia. Están presentes, aunque no les guste a los poderosos, en cada persona que se rebela y pelea por una vida mejor. La memoria colectiva del pueblo, de la que quieren borrar, su huella imborrable de compromiso, de dar lo mejor de sí. Es por eso que el ejemplo de Gerardo Gatti, Pocho Mechoso, Elena Quinteros, el Loco Duarte y tantos compañeros, siguen vivos en las luchas de su pueblo.

 

Y hoy como ayer reiteramos.

Ninguna transa sobre la sangre de nuestros compañeros.

Ante los represores de ayer y de hoy.

Ni olvido ni perdón.