Un año
difícil, un desafío.
El pasado año 2002, fue uno
de los años más conflictivos de estos últimos tiempos, entre corridas
bancarias, un invierno de frío y un hambre nunca vistos por estas latitudes. La
respuesta de los gobernantes ante esa brutal situación, fue la represión lisa y
llana de toda expresión de descontento. Algunos ejemplos son bien ilustrativos.
La represión a las radios comunitarias, alegando que incitaban a la violencia
social. El procesamiento de una treintena de personas por haber participado en
los «saqueos», por el delito de querer comer. En el ámbito sindical, primero el
juicio a G. López del sindicato del taxi, por declaraciones que no gustaron al
gobierno, y sobre fin de año, el encarcelamiento de los militantes sindicales
de ADEOM, por razones realmente irrisorias. El desalojo violento de los
estudiantes del Miranda y del 11 y muchos ejemplos más, que grafican bastante
claramente, la perspectiva que se presenta, el verdadero rostro de esta
democracia.
Todos estos hechos que parecen
excepcionales y que no cuentan en muchos casos con el soporte ni siquiera
jurídico, están ahora siendo tratados en pro de solucionar esa «falencia». Se
han presentado diversas iniciativas, proyectos de ley, etc.(«regularización» de
las radios comunitarias, ilegalidad de las ocupaciones de centros de estudio,
ilegalidad de los escraches, etc.) con el propósito de dar un marco legal a
estas actividades represivas. De prosperar esas iniciativas, estaríamos en una
especie de corrimiento hacia la ilegalidad, de gran parte de las actividades populares
que hoy se desarrollan. La más mínima expresión de resistencia, de denuncia, o
de mera disconformidad estaría lindante con el marco punitivo de la ley.
Es en este marco que comenzó el
2003, con el problema bancario irresuelto, con los compromisos internacionales
difíciles de afrontar, con una economía sumergida, y con las condiciones de
vida de los de abajo ya en el subsuelo.
Ya en este 2003, se reeditó
la marcha a Punta del Este, pero esta vez con otra tónica y con otra actitud.
El cambio de actitud respecto de las anteriores marchas a Punta del Este,
estuvo signada, como rasgo destacable, a la firme decisión de llegar y entrar
en el balneario, en reclamo por los millones de dólares asignados a la
construcción de viviendas, que el gobierno hizo desaparecer. Finalmente, la
marcha de FUCVAM, que desafió la amenaza de Stirling, culminó con la detención
de cerca de 170 compañeros, que fueron liberados a las pocas horas. Y un par de
semanas después, en lucha por aumento de $ 500, reivindicaciones de vivienda,
etc. tenemos la marcha de los jubilados, a los que sí se les permitió llegar,
evitándose el gobierno de cargar con el peso político de encarcelar jubilados.
Estas dos marchas recogieron la
experiencia del año anterior, y mejoró el tono del planteo. Mejoramiento que
también se vio en las convocatorias a manifestarse contra la guerra, donde en
una primera instancia se convocó a manifestar frente al Ministerio de RR.EE.,
desde donde, no sin algunos tires y aflojes con la orientación mayoritaria del PIT,
se logró conducir la marcha, convocando FUCVAM y FEUU, hasta la embajada de los
EEUU, para señalar a los directamente responsables. Luego fueron varias las
convocatorias a manifestarse ante la embajada de los Estados Unidos, todas
ellas contaron con buena participación de gente, demostrando de esa manera el
profundo desprecio a esa política guerre-rista que ha acentuado el imperio en
este último año. Es en ese marco, que a la
vez que la denuncia y protesta de la situación internacional, se ha venido también
desarrollando una interesante actividad de denuncia de la situación nacional.
El interior que se mueve: Es quizá
de las novedades más resaltables de estos últimos meses. La campaña llevada
adelante por el PIT-CNT, de que a todo lugar a donde concurra el presidente,
allí se irá, haciendo oír los reclamos más sentidos de las organizaciones
sociales. Esta propuesta ha tenido muy buena receptividad, han habido
manifestaciones grandes a lo largo y ancho del país, por allí por donde pasa
Batlle. Sabido es que la política económica del gobierno, en los medios
populares, no encuentra el más mínimo apoyo, el rechazo a la gestión del Dr.
Batlle parece ser el punto de consenso de los más diversos sectores e
intereses. Así lo demuestran esas movilizaciones, en lugares poco ortodoxos
como el interior de la república, donde de a poco se está generando, una
disposición a la pelea. Se incluye a la dinámica de la movilización, a todo un
sector que venía quedando aislado. Y la respuesta del gobierno ante esto, no se
ha hecho esperar. El Dr. Batlle, inició una campaña de desprestigio hacia los
convocantes y participantes, tratándolos de «ignorantes» y sintiéndose
«decepcionado». Sin duda que esperaba quizá felicitaciones por su obra. Los que
sí han agradecido, son los personeros del FMI, que tienen al Uruguay como un
«alumno destacado», a base de quitarle la manzana a la gente para obsequiarla a
esos tan amables maestros. Pero en medio de esta realidad que castiga y fuerte,
la resignación no se consolida, y se van buscando salidas y paliativos, como
una bronca quieta que se incuba, y que habrá que canalizar.
Con un gran desafío por
delante: Este año que promete ser tan jodido o más, que los años
precedentes, los militantes populares nos encontramos ante un desafío de larga
data, que aún no hemos podido concretar de manera aceitada. La respuesta
conjunta de las diversas expresiones populares. Y cuando a esto nos referimos,
hablamos del espectro de los sectores oprimidos, dejando de lado esos supuestos
«aliados» demasiado circunstanciales que componen los sectores patronales y
empresariales. Para ser más explícito, la cuestión aquí pasa por una alianza en
el marco de los oprimidos, y no por concertaciones policlasistas, donde
nosotros ponemos la gente y el sudor y ellos ponen las «ideas», sus intereses y
la cara para la foto. La proyección en el tiempo, y con un contenido que
beneficie los intereses populares, es prácticamente imposible teniendo como
aliados a esos explotadores domésticos. Así parecen indicar, no sólo las experiencias
históricas, sino también las más recientes. Ni siquiera la tan propagandeada
Concertación para el Crecimiento, logró mantenerse con una base mínima. No
podemos permitir la utilización de verdaderas urgencias de la gente, como
simples componentes de plataformas, como un relleno de discursos «pre-campaña».
Esas energías deben ser volcadas al fortalecimiento de un pueblo fuerte e
independiente en su criterio, el movimiento social no puede ser furgón de cola
de «intereses superiores» que se limitan a plantear una administración humana
del capitalismo, con todas las contradicciones que esto encierra.
La consecución de mejoras en las
condiciones de vida de la gente, sólo podrá venir de la mano de la búsqueda de
modos de convivencia distintos a los planteados por el sistema. Que en el seno
del pueblo, no se reproduzcan esas lógicas verticales y las actitudes serviles.
Un relacionamiento horizontal, basado en la búsqueda de puntos de acción
comunes, y el respeto a las diferencias que puedan existir.
Estos tiempos últimos, nos hablan de diversos
intentos en tal sentido, que no siempre han logrado su objetivo por razones
diversas. Varias han sido las
coordinaciones, frentes, etc. que se impulsaron por diversos sectores en el
último año. Es el fenómeno de la fragmentación, de la atomización de las
luchas, con una excesiva carga de particularismos. Y no es que los aspectos
particulares o específicos no deban ser tenidos en cuenta, sin duda que sí.
Pero el desafío consiste, en lograr que esas particularidades enriquezcan un
conjunto más amplio, que vaya englobando esa lucha conjunta que posibilite una
respuesta eficaz y contundente.
Desde las cooperativas de vivienda, los sindicatos,
los diversos agrupamientos barriales, los gremios estudiantiles, y las varias
formas que se va dando la gente para su sobrevivencia, desde allí debemos
responder como conjunto. Generar en esos ámbitos, la revitalización de una
esperanza de cambio, de la posibilidad de un mañana distinto y la voluntad de
luchar por él. La necesaria e imprescindible solidaridad de los que luchan,
para que no se desangren solos, esa herramienta para potenciar al conjunto,
parece ser la única llave para un futuro distinto.