Bolivia, la del sacrificio y la esperanza.
Los fuertes aires neoliberales.
Para la década de 1980, el panorama
político había tenido sus cambios en relación al periodo anterior: tanto
militares -en los sucesivos golpes de Estado e interinatos- como el MNR
-incluido
Siles Suazo- aplican un férrea política neoliberal. Resistiendo dichas
políticas, como así los sucesivos golpes de Estado, está el pueblo, que incluso
frenó el golpe de Estado de 1979, aunque no puede resistir los fuertes embates
represivos del golpe de Estado de 1980, liderado por García Mesa. Pero otra vez
el movimiento popular, logra que un interinato militar, llame nuevamente al
Congreso conformado en 1980 y que retorne a la presidencia Siles Suazo.
Pero decíamos que se imponía una
sola lógica: la neoliberal. Y que la crisis económica que se desata a raíz de
la crisis de la deuda en 1983, donde la recesión económica es gigantesca y la
inflación alcanza el 1000% ayuda a que los planes de ajuste propiciados por el
Fondo Monetario se impongan como el “salvataje” para estos gobiernos.
Obviamente, la coalición que llevó al gobierno a Siles Suazo se hace pedazos y
vuelve al gobierno, ahora por vía electoral, el otrora golpista Bánzer. La
política del FMI no cesa de aplicarse, se busca la contención del gasto
público, la reducción de salarios y subsidios a la minería, lo que generó un
fuerte conflicto en setiembre de 1986, donde los mineros obtuvieron sus
reclamos, y donde la mediación la realizó la Iglesia Católica.
A fines de la década de los ’80 y
durante la década de los ’90, la política de gobierno estuvo dirigida al
desmantelamiento del sector minero y fabril. Ello generó que miles de obreros
quedaran desocupados y ensayaran otras formas de sobrevivencia. Entre ellas,
apareció el cultivo de hojas de coca, que tenían un mercado asegurado, los
Estados Unidos. Además, los productores obtienen un ingreso superior por las
plantaciones de coca que si cultivase alimentos. Y hoy, el sector cocalero es
uno de los sectores sociales con más fuerza en Bolivia.
La
resistencia del pueblo boliviano hoy.
Si bien aún sobrevive un fuerte
sector minero, no es el mismo que otrora. Los campesinos indígenas han tomado
hoy el protagonismo de las luchas sociales y han estructurado los nuevos
movimientos sociales y organizaciones políticas de Bolivia. También ha
disminuido el papel del proletariado tradicional, aunque se mantiene organizado
y con cierta gravitación. Los funcionarios públicos han desarrollado fuertes
movilizaciones, tal es el caso de los maestros. La policía cada tanto, como
vimos en febrero de este año 2003, protagoniza algún motín y se pone del lado
de los sectores populares. La policía, en la Revolución de 1952 jugó un papel
importante junto a las milicias populares, por lo tanto, los sectores políticos
ven con cierto temor dichos motines y buscan rápidamente contemplar los
reclamos de la policía, para que continúe reprimiendo al pueblo.
Esta nueva constelación o entramado
social boliviano ha funcionado como un frente de clases oprimidas por la
vía de los hechos y también en materia programática y de perspectivas
revolucionarias. En el 2000 enfrentaron a Aguas del Tunari, una multinacional
francesa que adecuó su nombre a Bolivia, que quería quedarse con el monopolio
del agua, y tras la fuerte resistencia del pueblo boliviano, agrupado en la
Coordinadora por el Agua y por la Vida, logró desbaratar el proyecto de las
multinacionales y el Estado. A principios de este año, asistimos en enero y
febrero a una gran rebelión popular en contra de la política de ajuste, donde
se imponía un 13% de rebaja salarial a todos los funcionarios públicos,
incluidos los policías, lo que motivó incluso que la represión fuera
encomendada al ejército. En setiembre- octubre, asistimos a otra insurrección
popular en defensa del gas natural, donde los Estados Unidos buscaban
apoderarse de ese recurso y utilizarlo para su propio beneficio, expoliando al
pueblo boliviano. Dicha insurrección se llevó de paso al presidente Sánchez de
Lozada, aunque su vicepresidente fue promovido como figura de recambio y
distensión, prometiendo una consulta popular sobre el tema del gas natural.
Debemos resaltar que esta no es una
resistencia por reacción, por hacer algo en contra de las políticas de
gobierno, sino que son acciones planeadas con anticipación, aumentando los
niveles organizativos del pueblo, la conciencia y la combatividad. El pueblo
utiliza todos los medios a su alcance para desarrollar la acción directa a
todos los niveles. Si bien hoy, dentro del espectro político de la izquierda
boliviana podemos distinguir dos corrientes mayoritarias, una la Evo Morales y
el MAS, y la otra la de Felipe Quispe. Ambos, recorren las vías
institucionales, pero vemos a Quispe más a la izquierda que a Morales, aunque
no negamos la fuerte combatividad, horizontalidad y democracia con que están
empapados ambos movimientos en sus bases. Creemos que hay un fuerte avance en
estos últimos años en el seno del pueblo boliviano, uno de los avances más
serios, firmes y de perspectivas revolucionarias más claras en toda América
Latina.
¿Qué
enseñanzas concluimos del proceso boliviano?.
En primer lugar, la historia
boliviana nos demuestra la capacidad escondida en el pueblo, capacidad que
despierta y utilizada, organizada, genera fuertes cambios de la correlación de
fuerzas a favor del pueblo. 1949, 1952, 1971, 2000, 2003, son años
donde en Bolivia se ha asistido a un fuerte protagonismo popular, quebrando los
proyectos imperiales y de la burguesía local. Y eso sólo ha sido posible porque
el pueblo boliviano se ha mantenido firme, organizado y ha sabido afrontar los
vaivenes y cambios en la composición social que ha impuesto el neoliberalismo y
ha sabido también organizarse en la forma adecuada. La lucha del
pueblo boliviano ha tenido altibajos –como la de cualquier pueblo- pero no ha
cesado, sino que se ha acrecentado y ha obtenido importantes victorias lo que
ha permitido continuar enfrentándose con gran fuerza a las clases dominantes y
al imperialismo.
En segundo lugar, los intereses
de las clases populares siempre han estado claros y diferenciados de los
intereses de las clases dominantes; incluso en aquellos momentos donde las
perspectivas rupturistas han estado muy cerca de concretarse. Jamás el
pueblo boliviano fue presa de las alianzas de clase o incluso con los
militares. Las mantuvieron mientras le sirvieron al pueblo para avanzar u
obtener algunos logros, como la Reforma Agraria, por ejemplo. Cuando el otro
miembro de la alianza la traicionó o sus intereses se demostraron contrapuestos
a las de las clases oprimidas dicha alianza se rompió por la vía de los hechos.
El centro principal siempre lo constituyó la fuerza del pueblo organizada,
jamás el ejército, la policía, la burguesía ni tampoco la pequeña burguesía.
En tercer lugar, la
experiencia de 1949-1952 fue la más rica, dado que se estuvo al borde de la
instalación del socialismo con carácter autogestionario y basado en el poder
popular y no en el Estado. El hecho de no romper la estructura estatal y
organizar de otro modo la sociedad, de confiar en un proyecto político pequeño
burgués, de dejar la conducción del proceso en manos de un partido político que
en su seno contenía desde la extrema izquierda a la extrema derecha, el hecho
de no haber aniquilado a la burguesía como clase, el haber permitido la
reorganización de la burguesía desde el Estado y la reorganización del
Ejército, todos estos hechos hicieron fracasar el proyecto popular y que el
proceso se dirigiera a una simple modernización del Estado y a reestructurar la
función del país y de la burguesía local en el marco del esquema de dependencia
a escala mundial.
Por último, debemos resaltar la
paciencia, la confianza en las fuerzas propias que posee el pueblo boliviano,
que siempre busca los caminos para generar mayores organizaciones populares,
más abarcativas, organizar a todos los sectores sociales. Y estamos hablando
del país más pobre de América del Sur, de una país cuya población vive en la miseria
extrema, donde campea el analfabetismo, y sin embargo, la dignidad rebelde y
resistente de este pueblo boliviano nos debe enorgullecer. Nos debe
enorgullecer como seres humanos, como revolucionarios, como hombres que desean
un futuro diferente para nuestros pueblos.
Las enseñanzas del pueblo boliviano
son inmensas, no podríamos abarcarlas en este artículo. Ha cometido errores
como todos los pueblos, pero ha asumido los mismos, los ha corregido y ha
avanzado en organización, en conciencia, en pelea. Ese es el mayor legado del
pueblo boliviano y el mayor aporte que recibimos. Por lo tanto creemos que
estas enseñanzas son aplicables para otros pueblos que buscan el socialismo y
la libertad. Son aplicables aquí y ahora en Uruguay. “Sólo el pueblo salvará al
pueblo”, como decía la ROE en 1973
frente a los Comunicados 4 y 7. Hoy, repetimos la consigna, porque sabemos como
anarquistas que sólo en la fuerza y capacidad del pueblo organizado está la
solución a los angustiosos problemas que sufre la gente.
Por lo tanto, como concluimos de la
larga experiencia del pueblo boliviano, el centro, lo decisivo, son las fuerzas
propias organizadas del pueblo. Allí radica la fuerza y la viabilidad de los
planteos. Es ingenuo creer que desde fuera de las organizaciones populares
vendrán las soluciones a los problemas más graves que vivimos a diario. Crecer
en organización y en combatividad, abarcar al amplio espectro de clases
oprimidas y tener una perspectiva de largo aliento son las claves que ha
utilizado el pueblo boliviano para construir día a día embriones de poder
popular.