CARTA

OPINIÓN

 fAu

 

Federación

Anarquista

Uruguaya

 

 

 

                                                                   MAYO DE 2004.

 

 

 

En defensa de lo mejor de nuestro pasado.

Ni olvido ni perdón, ni impunidad.

 

Ya van más de 30 años que el horror y la saña se institucionalizaron. Pero por supuesto la dictadura no apareció de la nada. Fue precedida por un proceso en donde se atacaron brutalmente los intereses populares y esas libertades públicas que son el fruto de largas luchas.

Van ya más de 30 años que la impunidad sigue sin ser tocada. Por unos cuantos el horror de todo un periodo histórico quiere ser olvidado.

La pobreza en el Uruguay creció un 45% en los últimos 4 años.

35% cayó el salario real para los que tienen trabajo.

Uno de cada dos niños menores de seis años es pobre.

30 mil familias están en condiciones de extrema pobreza en asentamientos.

Un tercio de los jóvenes menores de 25 años, vive por debajo de la línea de pobreza.

Casi un millón de personas tiene problemas de empleo, lo cual representa mas de la mitad de la población económicamente activa

Se sabe, se violan los derechos humanos todos los días en diferentes planos de la vida de la gente que tiene como recurso sus manos para trabajar. Para ocuparlas en un trabajo que no hay en cantidad suficiente. Hay subocupación, salarios de hambre, marginación, alto nivel de población en la pobreza o bajo la línea de pobreza. Para los pobres la atención de su salud es casi inexistente. A nivel de la educación las limitaciones avanzan: escuelas y liceos en estado ruinoso. Las cárceles han sido lugares de exterminio, por los problemas de hacinamiento y desatención de enfermedades, alimentación. A lo que hay que agregar la represión policial y el ultraje que hace efectivo. Aumentó a grados hirientes la miseria general. Los niños son los más castigas, un alto porcentaje vive por debajo de la llamada línea de pobreza y muchos sufren de desnutrición. No son pocos los que están infectados por el plomo que les acarrea consecuencia irreparables.

En estos dos años se ha perdido más poder adquisitivo y aumentado la desocupación.

Recién en estos meses aparecen cifras que nos dicen que el aumento de la miseria se detuvo. Se detuvo en un punto que ya  es crítico. Cifras macro que no es visible su llegada a los bolsillos de los necesitados.

Son los derechos de la inmensa mayoría de los humanos de nuestra sociedad que han sido duramente golpeados, que están violados.

Pero hubo un largo periodo en que se sometió a ultraje a toda la población. El sistema se despojó de cosméticos y operó con saña. Con los mismos “valores democráticos” que hoy opera en las cárceles de Irak o regando de sangre de civiles sus calles.

Aquí también sacaron las bestias a la calle, garrote en mano, tuvieron a la prepotencia y arbitrariedad como banderas, con manos libres para asesinar y torturar rebeldías.

Eran años de esperanzas. El pueblo estaba en la calle, organizado, peleando por una vida digna. La utopía de un destino mejor para el ser humano se alojaba en el corazón de nuestra gente.

Es larga la historia de los pueblos, de nuestro pueblo, en sueños que guardan relación con esos discursos que hablan de derechos, de libertad, de igualdad, de fraternidad. Discursos y valores que han sido vivido en forma especial por los pueblos. Ellos han luchado por su permanencia, despliegue y transformación. Esos valores constituyen lo más “sagrado” de esta civilización. Sin ellos no sería civilización sino barbarie. Sería eso mismo que practican solapada o abiertamente los de arriba, dependiendo la forma de circunstancias históricas. Así es, el reducto real, efectivo de estos valores está en el pueblo. Que en algún grado, y con ciertos contenidos, esos valoren se practiquen de él ha dependido. En su imaginario reside la esperanza de que aquellos valores humanistas, justicieros, igualitarios algún día se plasmen en la vida social. No dependerá de transnacionales depredadoras, de ejércitos invasores, de estructuras de poder y opresión en manos de unos pocos y para disfrute de unos pocos. No vendrá de ahí una civilización con esos valores humanos, no vendrá una organización social que proyecte y potencie el desarrollo pleno de sus integrantes. Un sociedad donde el colectivo sea efectivamente protagónico de su devenir, de su vida cotidiana, de su drama y sus alegrías.

 

Ningún cálculo político con el horror y el crimen.

 

“La vida es bella” nos dice una película hermosa. Es posible que sí, si las estructuras del horror y la mezquindad lo permitieran. Lo cierto que hoy para una inmensa mayoría la vida es fea y las perspectivas nada jubilosas.

La barbarie, el horror, la extrema crueldad, el egoísmo impúdico, no pueden ser observados desde la perspectiva de miedos o cálculos políticos.

No teñir hoy de gris y con basura las esperanzas, los sentimientos, las nociones, las ideas de la gente es de principal importancia, más si es que aspiramos a cambios profundos. Las ideas mueven montañas dice un viejo refrán, cosa verdadera. Las ideas y los sentimientos que a ellas acompañan.  

El saber lo ocurrido, la verdad total, el que la impunidad asesina de los poderosos no quede en sombras, no quede cubierta, tiene importancia para el hoy y el mañana.

No perdonar, rechazar absolutamente la impunidad asesina, no es un problema menor ni de ”real política”, es delimitar fronteras, es no confundir ni ayudar a confundir, es no disminuir, rebajar, esa fuerza moral-política que es un elemento imprescindible en cualquier lucha o proyecto de cambio.

El no perdonar la infamia es revalorizar un universo de valores, ideas, esperanzas de un ordenamiento social sobre bases distintas, donde dentro del colectivo un ser humano vale un ser humano. Aquí el no olvidar y el no perdonar no es un rencor es un sentimiento superior. Es al tiempo que la identificación del “estado del alma” del sistema, la indignación profunda por las atrocidades y la actitud de que ¡nunca más! se repita. Sabiendo que un ¡nunca más! verdadero se vincula únicamente con la estructuración de otro ordenamiento social con otros valores.

Cuando dejemos de sentir el horror como tal, cuando las atrocidades nos parezcan que se pueden canjear por baja política, es porque ya habremos, como el Fausto de Gohete, vendido el alma al diablo. Pero por mucho menos que Fausto y matando el mañana.

Nuestros queridos compañeros torturados, desaparecidos, asesinados. El ultraje de años a nuestro pueblo no pueden ni deben ser olvidados. Todos estos esfuerzo y sacrificios no han sido en vano. Los compañeros que quedaron en el camino, que generosamente lo dieron todo, seguirán por siempre siendo una antorcha. El profundo homenaje, el no olvidarlos, es continuando su lucha, seguir persiguiendo sus ideales de justicia y libertad. Sus ideales de una sociedad distinta. 

 

Con los compañeros siempre.

El olvido nunca.