Declaración
de Principios de FAU
Aprobada en el Xº Congreso
(Montevideo, Marzo de 1993)
EL ANARQUISMO COMO CRÍTICA PROPUESTA Y ACCION
La visión que del anarquismo propugna la FAU se constituye en torno a una
crítica de las relaciones de dominación en todas las esferas del quehacer
social (políticas, económicas, jurídicas, militares, educacionales, culturales,
etc.), crítica que se redefine permanentemente según la sociedad y el momento
histórico concreto en que tiene lugar.
Al mismo tiempo, en su accionar práctico, el anarquismo se destacó
especialmente como parte de las luchas y realizaciones de un sector del
movimiento obrero internacional. Fue activo también en diversas luchas
reivindicativas y revolucionarias. Ejemplo de esto son la participación de
militantes anarquistas en los movimientos revolucionarios del siglo pasado en
Europa, su presencia protagónica en la creación del movimiento sindical en el
Río de la Plata y otros países de América Latina y EE.UU., en las luchas por
las 8 horas, en las construcciones revolucionarias en España en los años de la
Guerra Civil, en su participación en la resistencia anti-nazi en países de
Europa occidental.
El anarquismo históricamente ha tenido fuerte presencia en actividades
sindicales, estudiantiles y populares.
Y también el anarquismo ha sido propuesta; hoy retomada por distintos grupos y
sectores que se vinculan a la defensa de la naturaleza, el anti militarismo, la
defensa del protagonismo de la mujer, los derechos de las minorías, etc.
UN MUNDO QUE VIVE EN CRISIS
La vida del capitalismo es la de un sistema en perenne crisis. La idea de
algunos pensadores socialistas que hacían llegar esta crisis a un grado de
derrumbe, se ha demostrado demasiado simplista. Sin embargo el reconocimiento
casi unánime de la misma es una magra contribución que muchas veces sólo sirve
de excusa conformista, de encubrimiento de realidades falseadas o concebidas
como producto de la fatalidad. Un análisis de los acontecimientos históricos
permite observar más bien la capacidad del capitalismo para resolver esta
crisis sin tener en cuenta los intereses de las grandes mayorías. Resolver las
crisis cediendo algo a los explotados y dominados, cuando estos cuentan con la
suficiente fuerza como para hacer valer sus reclamos, o contra los explotados y
dominados, cuando estos prácticamente carecen de fuerza nos parece es la
historia del capitalismo. En ese sentido, más que la historia de un sistema
cerrado, fruto de la disquisiciones de los economistas burgueses o de una
dinámica exclusiva, el capitalismo es también lo que los explotados y oprimidos
le hemos permitido que fuera. Es por ello que contra las leyes del fatalismo y
el determinismo histórico, los anarquistas reivindicamos el sentido de la
voluntad, de la acción, de la conciencia individual y colectiva de los
oprimidos.
El derrumbe de la ex URSS y el bloque que ella dirigía constituyó el final de
la política internacional surgida de la Segunda Guerra Mundial.
Al mismo tiempo que se refuerza el rol político de los Estados Unidos, este se
debe enfrentar a una situación social y económica que cada vez más cuestiona su
hegemonía. Otros centros de desarrollo y expansión capitalistas, especialmente
en Asia con Japón y en Europa con el proyecto de lo que se convertiría en la
Europa unificada a través del Mercado Común y su proyecto político, enfrentan
en distintos momentos la hegemonía económica y financiera de los EE.UU. Un
EE.UU. que ha logrado, no obstante, su recuperación económica después de haber
tenido un periodo algo crítico.
El carácter estrechamente interdependiente del sistema internacional refuerza
la expresión de los conflictos locales y la globalidad de la crisis y los
enfrentamientos entre distintos grupos burgueses y entre las clases dominantes
y los oprimidos y explotados.
Así por ejemplo se visualiza una reformulación del sistema monetario y
financiero internacional donde nuevos actores económicos y financieros se
enfrentan a los hasta ahora dominantes. Por momentos el debilitamiento del
dólar, su cuestionamiento como casi exclusiva moneda de reserva y el
reforzamiento del marco alemán y el yen japonés sirven como demostración de esa
dinámica de enfrentamiento y apoyo en la que se basa el accionar del
capitalismo internacional. Acompaña a esto un rol de primer orden de un capital
financiero volátil que es causante de estabilidad o desestabilidad de países y
zonas enteras de un momento para otro.
Todo esto se concreta en una situación de crisis cuyas expresiones más evidentes
son la recesión, el endeudamiento de los países "en vía de
desarrollo", los efectos "tequila", el desempleo, aumento
general de la miseria, y en las zonas más empobrecidas del planeta hambruna
crónicas y catástrofes sociales expresadas en guerras locales. No menos graves
son el aumento del ultra nacionalismo y los racismo, respuestas perversas para
una situación de inseguridad y temor .
Básicamente, se observa un reforzamiento y tecnificación de los instrumentos de
represión y control que apuntan ahora hacia lo que llaman "conflictos de
baja intensidad", una especie de represión preventiva para evitar el
estallido y extensión de conflictos, habituales corolarios de desesperantes
situaciones sociales.
Simultáneamente, en otros ámbitos se ve el fortalecimiento de fórmulas
autoritarias como respuesta a situaciones de inestabilidad social. Del mismo
modo, se difunden concepciones que conciben la sociedad como una estructura
vertical, ultra jerarquizada y estática. Es el caso de algunas respuestas
ideológicas que se basan en creencias religiosas.
Quizá menos tangible, pero igualmente difundida, es la crisis que atraviesan en
prácticamente todo el mundo los partidos políticos, la casta política y los
instrumentos de mediación política. Es en parte esta crisis la que ha
alimentado el resurgir de movimientos populistas de signo autoritario. El
descreimiento en algunos de los valores tradicionales del hacer político no
hace más que reflejar decenios de lo que con razón la gente percibe como
mentira, engaño y corrupción ya del aparato estatal, ya de un estilo de hacer
política. En algunos países europeos (Alemania, Francia, Yugoslavia, la ex
URSS, etc.) esta sensación, perversamente canalizada, alimenta grupos y
movimientos de inspiración claramente fascistas. Reflorece el antisemitismo, la
xenofobia y el racismo, y la inseguridad del mañana se refugia en un ultra
nacionalismo agresivo. En algunos países de América Latina (Argentina es el
ejemplo más penoso y cercano) esos sentimientos se concretizan especialmente en
sectores del ejército y la policía y pequeños grupos civiles que continúan
actuando en lo que fue la base del aparato dictatorial. En Uruguay esta
ideología de ultra derecha se refugia, especialmente, en sectores del ejército
y militares en retiro, activos en los años de la dictadura.
Un proyecto revolucionario anarquista puede y debe reencontrar su vitalidad
sugiriendo interpretaciones singulares y radicales de la crisis y propuestas
igualmente radicales y singulares de transformación en el sentido de la libertad
y el socialismo.
En este último sentido es que encontramos precisamente el papel que está
llamada a cumplir una crítica de contenido anarquista en tanto reconocimiento
de las estructuras sociales básicas de dominación, de las clases sociales a que
estas dan lugar y de los conflictos que resultan de sus intereses
irreversibles. Sólo una crítica y una acción de esta naturaleza cubre la
necesidad de explicar las raíces de los profundos conflictos sociales de
nuestros tiempo más allá de sus manifestaciones superficiales, haciendo posible
una inserción revolucionaria de los mismos.
EL NUEVO ORDEN MUNDIAL
Dejando de lado complicaciones menores, la Guerra Fría sirvió tanto a los
Estados Unidos como a la URSS para reafirmar su hegemonía en sus respectivas
zonas de influencias, y en el plano interno, para perpetuar un sistema de
privilegio y coerción. En ambos casos, la amenaza de un enemigo externo resultó
útil para obtener el apoyo emocional de la población a una política que no
resistía el análisis racional. Ahora uno de los jugadores ha salido de la
cancha. Todo esto ha provocado un grave desequilibrio en el sistema
internacional. Sus efectos son múltiples.
Esquemáticamente podríamos decir que el orden económico es tri polar (EE.UU.,
Japón, Europa) pero es Estados Unidos quien permanece, por el momento, como
única potencia con voluntad y capacidad para ejercer su fuerza a escala global.
En determinadas zonas -y en ausencia del comunismo- Estados Unidos se prepara
para conflictos de baja intensidad, Bajo el rótulo de lucha contra el
narcotráfico, lleva el especial objetivo de enfrentar cualquier conato de
insurgencia en el Tercer Mundo. En este sentido el ataque a los intereses del
llamado mundo subdesarrollado lejos de disminuir se profundizan. Así el conflicto
Norte-Sur adquiere otra dimensión. Ese Norte-Sur que también se halla, en el
plano de clases, trasladado al interior de cada país.
En los últimos decenios, el desarrollo del capitalismo ha acelerado, incluso en
los países económicamente más desarrollados, un proceso de marginalidad en el
que van cayendo importantes sectores de la población . En esos países, y el
ejemplo de algunos ghetos de las ciudades americanas es más que elocuente,
decenas de millones de seres humanos se hunden en la miseria. En los EE.UU. son
35 millones de habitantes, en su mayoría negros e hispanos, los que viven por
debajo del nivel de pobreza. Y no se trata solamente de miseria material, lo
nuevo, lo desarrollado en los últimos decenios ha sido la gangrenación del
tejido social, de los vínculos solidarios, la disolución de la familia, etc.
etc. Para esos seres humanos el capitalismo, especialmente en su versión
neo-liberal sólo ofrece como salida la criminalidad. Ahora bien, en aquellas
sociedades que asistieron a los impulsos iniciales y posterior consolidación
del sistema capitalista, la centralización del poder político asumió la forma
democrático representativa de gobierno, en cuyo altar se celebra, a intervalos
regulares un simulacro de participación política vulgarmente denominada
sufragio universal y mediante la cual se refrenda la dominación burguesa y
estatal-burocrática, dotándola de renovada legitimidad para monopolizar el uso
de la coacción.
Exacerbados hasta lo grotesco los rasgos más repugnantes de la competencia, del
individualismo, de la agresividad, la única respuesta que la sociedad ofrece es
represión.
La mayoría de las grandes urbes de América Latina, presenta algunos rasgos
comunes: desocupación crónica, carencia casi absoluta de servicios esenciales
para los pobres, prescindencia del Estado en determinadas funciones económicas,
financieras y sociales y aumento de su presencia en su rol represivo. Una nueva
forma de Estado capitalista que difiere del denominado: "Estado de
Bienestar".
En este momento hay modificaciones en la política rectora del Nuevo Orden
Mundial. El neoliberalismo hace agua. Tal modelo ha traído efectos ruinosos en
los social y económico.
La situación económica en dos adalides de este modelo: Gran Bretaña y EE.UU.,
habla a las claras.
Dicha política, en lo social, ha hecho crecer aún más la desocupación y la
miseria a nivel de los desposeídos. Las situaciones extremas generadas han dado
lugar a estallidos populares o al aumento de un intenso descontento.
Parece que para el sistema, viejo gatopardo, ha llegado el momento de cierto
recambio para asegurar que todo continúe como siempre. Muchos teóricos del
sistema, también muchos técnicos de organismos internacionales ya lo reclaman:
"Un neoliberalismo de cara más humana", piden una mayor atención de
la esfera social, de la pobreza en aumento, ya sea a través del Estado o
preferentemente de instituciones tipo ONG.
EL SISTEMA CAPITALISTA
No es fácil definir el sistema capitalista. Reducirlo a un determinado
sistema de producción distribución y cambio, es insuficiente. Su complejidad va
mucho más allá y muy a menudo se ha subestimado su capacidad para producir y
reproducirse ideológica y políticamente. Son justamente los factores
ideológicos y políticos lo que ayudan a amalgamar y viabilizar el sistema.
La producción social de bienes y servicios no refleja los resultados de un
trabajo creador libremente concertado. Refleja sí la separación radical de la
clase trabajadora respecto de su labor colectiva y de los productos de la
misma. En su aspecto económico, el sistema capitalista es una forma específica
y determinada de explotación del trabajo, que incluye -pero también trasciende-
los márgenes de ganancia y la injusta retribución del trabajador. Esto es
posible por obra de la propiedad privada o estatal de los medios de producción
y la existencia de un mercado de precios donde el capital mantiene
incuestionada su presencia dominante. En este caso el poder político
centralizado es a la vez condición y consecuencia del sistema capitalista de
organización económica con el que mantiene una relación constante y de mutua
afirmación
Pero no menos importante es la existencia de una estructura de mitos, creencias
e imaginarios que circulan con eficacia en toda la capilaridad del cuerpo
social. .
Y así se corre tras los mitos de la competencia perfecta, el crecimiento
económico indefinido y la optimización de los beneficios, dejando en el camino
desfiguradas e irreconocible, las tendencias hacia un trabajo orientado hacia
la satisfacción y la concreción de un colectivo acto creador.
LA EXPERIENCIA QUE DEJA UN "SOCIALISMO" QUE CAE
La revolución de octubre de 1917 representa un punto de referencia clave en
la pretensión de construir un nuevo modelo de sociedad. Nos interesa precisar
que ya en las primeras fases de la revolución rusa se presenta el dilema
planteado teóricamente entre las distintas corrientes del pensamiento
socialista en el siglo XIX. El dilema o la controversia entre la centralización
o la descentralización, la polémica entre el fortalecimiento del Estado o la
desarticulación del mismo en favor de un poder revolucionario ejercido desde
las organizaciones populares de base.
Precisamente en el predominio de las corrientes autoritarias, estatistas y
centralizadoras encontramos una de las principales explicaciones a lo ocurrido.
En el plano específicamente político, la formidable concentración de poder
estatal favoreció una forma históricamente original de dominación y rubricó la
posición hegemónica de una clase social que ya no fundamenta sus privilegios en
la propiedad individual de los medios de producción. La burocracia como clase
dominante se constituye a partir de la administración de los asuntos de estado
y muy particularmente, del excedente económico, el mantenimiento del orden
interno, de la defensa del territorio nacional, de la cohesión ideológica y su
reproducción. Esta burocracia y la tecnocracia que le estaba adscripta
monopolizan, en tanto titulares del poder estatal, todos los mecanismos de
expresión y decisión, de represión y coacción y las fuentes de saber e
información. Esta nueva clase dominante, rígidamente estratificada, no
fundamentaba su dominación ni era posible acceder a ella sólo a través de la
competencia económica. En las sociedades que conformaban la URSS y su bloque la
movilidad social era consecuencia de una carrera técnico administrativa que
tenía lugar en el nivel específicamente estatal. Esta afirmación no puede
hacernos olvidar el hecho de que los Partidos Comunistas que constituían la
base fundamental del sistema, eran instancias también férreamente jerarquizadas
y escenario excluyente de las carreras políticas. Como a su vez estos partidos
se adscriben, se identifican y se confunden con el aparato estatal, la
pertenencia a los mismos era requisito casi imprescindible para el acceso a
cargos de cierto nivel. La relación estado-partido era entonces el contexto de
reclutamiento y formación de la clase dominante y el ámbito privativo de
ejercicio del poder político.
Desde nuestro punto de vista, los sistemas que acaban de derrumbarse y los que
aún insisten en ese sistema social, confirman las críticas hechas por el
pensamiento anarquista en el sentido de que la edificación de una sociedad
auténticamente socialista y libertaria sólo es posible entre otras muchas
condiciones no sólo por el camino de la socialización económica -que no podemos
confundir con la mera estatización de los medios de producción- sino a través
de orientaciones que plasmen la más completa socialización del poder de
decisión política.
Simultáneamente nos parece imprescindible la construcción de un ambiente
cultural acorde con los nuevos valores que servirán de soporte a lo nuevo.
AMERICA LATINA HOY
Por ser este el Continente donde se desenvuelve nuestra acción nos requiere
especial atención. Trataremos de trazar algunos rasgos fundamentales de su
situación en este momento.
América Latina mantiene su carácter de Continente "subdesarrollado" y
ha aumentado su relación de dependencia con los centros imperiales. En lo
económico las estructuras de dependencia son variadas. En algunos se observa
mayor influencia de países como Alemania y Japón, o Mercado Común Europeo.
Igualmente la de empresas europeas vinculadas a las de EE.UU.. En otros países
la hegemonía norteamericana es totalmente dominante. A nivel político el dominio
estadounidense es más parejo.
En los propios bloques regionales, entre países dependientes, Mercosur por
ejemplo, se da entre ellos determinadas relaciones de dependencia.
La mayoría, por no decir todos, de nuestros países latinoamericanos poseen rasgos
muy propios: historia, composición de clase, cultura. Estos rasgos especiales
resultan de fundamental importancia a tener en cuenta a los efectos del trabajo
operativo.
Por otra parte ciertas características comunes a la región latinoamericana
involucran a los países del área en procesos aproximadamente similares.
Encontramos así, rasgos comunes que afectan sus posibilidades de cambio.
En tal sentido debemos señalar elementos como:
1) La presencia político-económica del Imperialismo norteamericano, políticas
europeas para el área, empresas multinacionales, políticas económicas a favor
de los países desarrollados.
2) La injerencia decisiva de organismos internacionales y continentales de
instrumentación y coordinación de las fuerzas burguesas en su nueva forma de
transnacionales: F.M.I., Banco Mundial, OEA, Asociación Latinoamericana de
Integración, Mercado del Norte, el Mercosur, la Junta Interamericana de
Defensa, Conferencia de Ejércitos Americanos.
3) La subordinación, cada vez más, de los países del área, en la división
internacional del trabajo capitalista; o también con funciones económicas en
relación con los planes globales del imperio. Tratando de controlar los
procesos de regionalización. Una regionalización que ha avanzado en estos
últimos años: Mercado del Norte (Méjico) y Mercosur.
En este marco hay que señalar que el perfil de América Latina ofrece
importantes variantes con respecto a periodos anteriores. Hay nuevos
componentes y faltan otros.
La forma de régimen dictatorial generalizado, propiciada en décadas anteriores
por fuerzas imperiales, es en este momento lo excepcional. No constituye la
estrategia general del imperialismo para este momento. Por el contrario se
tiende al achique de los "ejércitos nacionales" y que su destino
prioritario sea una adecuada preparación para una eventual represión interna.
Son casi inexistentes los movimientos políticos civiles de signo nacionalista y
algo antimperialista. Los populismos son una lejana referencia histórica.
Las estrategias surgidas en el seno de las fuerzas imperiales son hoy de mayor
eficacia.
Ha cambiado la ideología justificativa del imperio para sus intervenciones en
estos países. La "lucha contra el narcotráfico" "el
terrorismo" o "el narco-terrorismo" sustituye al anticomunismo.
Han diminuido, con tendencia a desaparecer, fuertes Partidos Comunistas del
Continente. En menor proporción las doctrinas de inspiración marxista-leninista
también se encuentran en crisis. Mantienen fuerte gravitación solo en lugares
como: Cuba, Colombia y en Perú con lo que queda de Sendero. Hay un
ensanchamiento de perspectivas socialdemócratas-liberales.
Instituciones políticas y populares, con importante gravitación en otros
momentos, hoy resultan de pobre convocatoria. Hay un desgaste y descreimiento
acerca de las conocidas practicas políticas, sindicales y populares y del
"estilo" de sus dirigentes. Al influjo de esto surgen, en muchos
lugares, figuras de poca historia en la escena política. Tal el caso de
Fujimori en Perú.
A diferencia de la época anterior surgen pocos nuevos y relevantes movimientos
armados. No obstante, aún con menos cantidad de expresiones la lucha armada ha
tenido presencia fuerte. Tenemos el trágico y espectacular episodio de La
Tablada en Bs. As.; en Méjico el surgimiento del Movimiento Zapatista en
Chiapas, movimiento original, atípico y que merece comentario aparte. Más tarde
la EPR. en Guerrero con un planteo de tipo tradicional.
La fuerzas mayores de la legendaria guerrilla colombiana se han mantenido y
aumentado su poder operativo militar y su influencia política. Participaron en
conversaciones sobe "pacificación", proceso en el que 4 grupos, entre
ellos el M19, entregaron las armas y optaron por realizar una acción política
legal. Las fuerzas político-militares que se agrupan en la Coordinadora Simón
Bolivar ha seguido dando importantes golpes al ejército, tomado poblaciones y
llegado hasta las puertas de Bogotá. Es tal su poderío actual que hoy figuras
del gobierno reconocen públicamente que hay "una situación efectiva de
guerra".
En el Perú la presencia fuerte la marcó el MRTA con la toma de la residencia
del Embajador japonés en Lima. Ese operativo político-militar que se mantuvo en
la escena mundial 126 días y que tuvo desacomodado al gobierno peruano y
altamente preocupado a gobiernos y servicios de diferentes países.
Por otra parte Sendero luminoso a recibido fuertes golpes. La caída de su líder
máximo: "El Presidente Gonzalo" y sus posteriores y polémicas cartas
parecen haber sido de mucho efecto negativo en la interna. Aunque marca
presencia armada de vez en cuando aparece como disminuido en su potencial
militar y su gravitación general. Es el movimiento que más fuertemente
reivindica el pensamiento de Mao, Lenin y Stalin. Pensamiento y propuestas que
aparecen en claro retroceso a nivel mundial.
Tenemos también que al influjo de los cambios internacionales, de los problemas
que plantea la nueva coyuntura mundial, algunos movimientos de lucha armada han
adoptado políticas inéditas. El sandinismo participó de elecciones que
significaban al mismo tiempo reeditar el funcionamiento de las estructuras de
la democracia burguesa. Movimiento que quedó con incidencia decisiva en el
Ejercito y con mucho peso en el movimiento popular. Después de salir
electoralmente exitoso en la consulta realizada en 1984, perdió la siguiente
elección, y en la últimas el triunfo correspondió a la derecha.
Por su lado el FMLN de El Salvador, de 12 años de enfrentamiento armado que
arrojan un saldo de 80 mil muertos, en el marco de negociaciones fue concretando
un abandono de su lucha armada y la entrega de sus armas. A cambio a exigido
modificaciones que pretenden aseguren un funcionamiento democrático burgués con
sus clásicas libertades y derechos y ciertas mejoras para la población. En tal
funcionamiento el FMLN planteó inicialmente que pretendía quedar con decisiva
participación en el aparato policial. En lo político, en adelante, su accionar
ha sido en el plano legal. Se ha constituido ya en fuerza electoral.
Por su lado la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) firmó en 1996
un acuerdo de paz. Esto ocurre después de 36 años de lucha armada en Guatemala.
Una lucha que cuenta con unos 100 mil muertos y 40 mil
"desaparecidos".
La guerrilla de Guatemala es la última que en un corto periodo llega a un
"acuerdo de paz" y se inserta a la vida social ordinaria del sistema.
Anteriormente lo fueron: Nicaragua y El Salvador.
Antes de cerrar este capítulo de movimientos de lucha armada haremos el
comentario sobre el zapatismo que habíamos anunciado.
El EZLN no ha planteado que lucha por la toma del poder. Más bien ha dicho que
busca caminos más colectivos, más participativos. Se plantea un análisis
crítico de las prácticas de lucha armada del periodo anterior. Tiene muy
presente desviaciones de poder, jerarquizaciones y militarismo en el seno de
experiencias guerrilleras.
Veamos que es lo que dice Marcos al respecto: "Nosotros apostamos a una
premisa fundamental: no a la toma del poder, no a los cargos gubernamentales,
no a los puestos de elección popular, y vamos a ver que tipo de políticos
produce una organización de esta naturaleza... lo que necesitamos es abrir un
espacio de lucha política, donde la ciudadanía, o la mayoría de la gente, pueda
tener participación política y opinar y decidir... pensamos que lo que está
fallando es una forma de hacer política, que hay que encontrar una nueva...
Nosotros pensamos que ésa es una solución más estable y que goza de una mayor
riqueza histórica que el golpe de Estado, que una revolución relampagueante o larga,
como se quiera... lo que nosotros no queremos es que al final hagamos las
cuentas y digamos "bueno, pues ya luchamos tantos años y estamos igual
aunque cambiamos, tumbamos al gobierno y pusimos otro y pasamos tantos años y
volvimos a quedar igual...
Este enfoque deja un debate abierto. Nos dice que hay muchas experiencias
negativas de la lucha armada que deben ser sometidas a reflexión.
Tenemos por otro lado que el antimperialismo de la izquierda se destiñe y
muchas de sus clásicas banderas empiezan a ser tomadas por movimientos de
derecha: civiles y militares, tal el caso de Venezuela y Argentina.
Puede decirse que nuestros países se encuentran en peores condiciones que años
atrás. Su deuda externa, que en muchos lugares creciera brutalmente en los periodos
de dictadura, es enorme y asfixiante. La voracidad neoliberal con las
transnacionales a la cabeza han arrasado. La población pobre ha visto crecer su
miseria. La marginación crece en todo el Continente. Las sociedades
latinoamericanas cada vez más se organizan comprendiendo menos gente, la mitad
y hasta 2 tercios de la población queda marginada.
Esta situación, pese a propuestas de modificaciones en el modelo del imperio,
en perspectiva inmediata no parece ofrecer variantes de alguna relevancia. Pese
a ello, en general, los movimientos de transformación revolucionaria, están en
descenso. Una vez más queda demostrada la invalidez de la teoría "tanto
peor tanto mejor". La marginación y la miseria de la población no creará
por sí misma ninguna situación de ruptura. La miseria y la crisis son variables
independientes que no siempre se vinculan en lo político, salvo cuando logran
expresiones movilizadoras concretas.
Pero, hay que recalcar, no se detecta una acabada ideología de desesperanza y
conformismo. Con características distintas a periodos anteriores, por momentos
con cierta confusión, las poblaciones han seguido luchando. Por aquí y por allá
surgen movilizaciones y estallidos populares. Luchas por reivindicaciones
inmediatas, en defensa de Derechos Humanos y libertades, por una mejor calidad
de vida, por vivienda, por tierra, contra represiones, por justicia.
Algunas de estas luchas han sido de particular relevancia: Hace poco el
caracazo, la toma de supermercados, la ocupación de tierras, la movilización
popular que determinó la caída de Collor en Brasil, por ejemplo. Hoy el avance
de ocupaciones de ese importante y fuerte movimiento de los Sin Tierra en
Brasil; las luchas en las provincias argentinas. Las huelgas generales en
varios países.
Hay en nuestra América Latina una larga historia de resistencia de nuestras
poblaciones que contiene mucha riqueza. El imaginario social de nuestros
pueblos tiene muchos y hermosos referentes. Por ello en la medida que se
organice una ideología de justicia y se exprese políticamente, está tremenda
situación de miseria, de falta de todo, que hoy se vive puede llegar a ser
explosiva. Es más que posible que revista modalidades de acción diferentes a
las del periodo anterior. De ahí la necesidad de estar atentos y abiertos a los
nuevos problemas y respuestas que están surgiendo.
En base a los nuevos problemas emergentes, en función de las realidades
presentes, debemos ir elaborando la estrategia militante que nos permita
abordar este nuevo período histórico.
TRABAJO, SOCIALISMO Y ECOLOGIA
La explotación del trabajo humano como rasgo del capitalismo es una realidad
que el movimiento obrero internacional viene denunciando desde hace más de un
siglo. En los últimos años otros sectores sociales han comenzado a hacer conciencia
de que junto con aquel, la depredación de la naturaleza del ser humano y su
habitat es otro rasgo del sistema.
"La producción capitalista implica una creciente contaminación; pone en
peligro la existencia de muchas especies animales y la del hombre mismo,
cercado por sobrecargo de ruidos, por montañas de basura, aguas sucias, humos
tóxicos, lavaderos de minerales, centrales termoeléctricas y nucleares,
deshechos de producción químicos y toda una serie de materias nocivas
excretadas por las empresas capitalistas. Si el hombre de nuestra época no se
compromete en la lucha por mejorar sus condiciones de vida, la lucha ecológica
puede ser mas devastadora aún que la crisis económica o que la guerra. Un
modelo de desarrollo económico camina hacia a su auto-destrucción, a menos que
sea instalada una sociedad libertaria donde prevalezca el interés general sobre
el egoísmo personal. Sobre esta base es que planteamos que en el marco de este
sistema capitalista no hay solución para la crisis ecológica".
Pero no sólo ha sido privativo del capitalismo, una especie de cultura de
"chimeneas humeantes" ha formado parte del pensamiento de un buen
sector de la izquierda, especialmente aquella que veía en el modelo de
desarrollo ruso el ejemplo a seguir. La situación en que la naturaleza, como
patrimonio colectivo de la humanidad, se halla en la ex-URSS y las repúblicas
que de ella formaban parte, es simplemente catastrofal.
Hoy nuestra organización reivindica la tradición histórica de nuestro
movimiento que jamás concibió al ser humano como un "animal
económico" y que a través de los tiempos aspiró a condiciones de vida, a
una calidad de vida más integrales y armónicas y a un mayor respeto por nuestro
medio natural.
Consideramos que es errónea la concepción de algunas corrientes del movimiento
ecologista que pone el énfasis únicamente en la práctica individual; ya que el
problema del medio ambiente es algo más que "responsabilidad de
todos".
Un medio ambiente contaminado es consecuencia lógica de éste sistema enfermo y
el grado de depredación ecológica no se revierte solamente con lo que podemos
aportar individualmente. Nuestra obligación, nuestro compromiso es organizarnos
para presionar por todos los medios, en pos de un cambio global.
Tampoco nos vamos al otro extremo, de considerar que la práctica individual
aporta estrictamente en el plano moral. Por el contrario reivindicamos una
conducta ecológicamente responsable, como forma de ir construyendo toda una
serie de hábitos, que no es razonable impulsarlos recién cuando se consiga un
cambio de fondo, y que en un plano mas reducido (regional, zonal, barrial) y en
múltiples aspectos, tiene afectos prácticos concretos.
Así planteada, en el aspecto colectivo e individual, la lucha por el medio
ambiente, es una lucha contra el sistema.
LAS LUCHAS DE NUESTRO TIEMPO
Con mayor o menor intensidad, el cuestionamiento de la crisis se transforma
en opción de lucha. Luchas parciales y reivindicativas, algunas de contenido
revolucionario con mayor o menor comprensión acerca de las raíces históricas y
estructurales de la crisis, con características peculiares de acuerdo al
contexto social concreto que les sirve de marco. Sea como sea la lucha por una
mayor justicia social, política o económica, la lucha por nuevos modelos de
convivencia, se nos presenta como única alternativa cierta y como atributo
irrenunciable de los oprimidos. Ya se trate de la lucha donde resiste y se
reimpulsa bajo formas nuevas la independencia de la clase trabajadora, aún en
contextos sindicales que operan como poleas de transmisión de partidos
reformistas o francamente integrados al sistema, o las luchas de nuevos
movimientos sociales contestatarios. Ya se trate de las luchas contra la
miseria, las desigualdades y las injusticias económicas, de distintas formas de
tiranías políticas o de las minorías oprimidas o las luchas directamente
antimperialistas. Sea donde sea, asumiendo las características específicas que
cada sociedad y cada coyuntura exige creemos deseable la inscripción en ellas
de un proyecto socialista y libertario.
El desgaste y el alto nivel de descreimiento sobre la forma tradicional de
hacer política abre espacios a nuestra concepción de participación efectiva de
la gente, de prácticas de acción directa popular, de socialismo con libertad.
Pero no alcanza con constatar que el modelo llamado "socialismo real"
terminó en fracaso y que nunca fue una alternativa realmente socialista; que la
formal democracia burguesa es una ilusión tramposa y brutalmente
desigualitaria. Tampoco que ha avanzado el descreimiento sobre las
"virtudes" de esta "democracia". Los espacios que producen
un conjunto determinado de relaciones para que sirvan a un proceso de signo
libertarizante deben ser ocupados intencionalmente. Es relevante tener en
cuenta en todo momento que espacio que no ocupa una concepción la ocupa otra.
NUESTRO PROYECTO.
El proyecto revolucionario anarquista es consecuencia lógica de la crítica y
de nuestras aspiraciones de una forma de convivencia entre los seres humanos.
El anarquismo como crítica del capitalismo y del estado como poder separado y
por encima de la sociedad, como crítica de la burguesía y de la burocracia,
como crítica de la dominación, el privilegio y la injusticia en cualquiera de
sus formas, como crítica radical del autoritarismo deviene necesariamente en
actitud de lucha y en las luchas sociales de las clases oprimidas encuentra su
razón.
Nuestra crítica y nuestro proyecto no se agotan en el levantamiento, la
protesta y la rebelión sino que maduran en un modelo de sociedad libertaria
inconfundiblemente socialista, en una estrategia de ruptura revolucionaria y en
un estilo militante combativo y de agitación permanente en dirección a las
transformaciones sociales en gran escala. Este proyecto se canaliza a través de
la organización revolucionaria específica y es por tanto, lucha organizada.
En América Latina el anarquismo recobra actualidad y posibilidades de acción en
zonas de actividad donde se va expresando el protagonismo popular y en aquellos
ámbitos que tienen que ver con la calidad de la vida, la lucha contra las
dominaciones, etc. Luchas de las cuales históricamente el pensamiento
libertario ha intentado ser vocero. En nuestro país nuestra actualidad y
reconocimiento podemos hallarlo en las distintas instancias sociales donde
algunos sectores de pueblo buscan su protagonismo, donde enfrentan injusticias
y exigen reivindicaciones y en aquellas luchas generales del pueblo por una
existencia mejor.
LOS PRINCIPIOS GENERADORES
La libertad, un esfuerzo y una pasión.
Frente a la represión y la coacción, frente al dominio y la presión de poderes
extraños, los anarquistas levantamos la bandera de la libertad. Y por tal
entendemos una forma de relación en la sociedad, una relación que haga
compatible lo individual y lo colectivo, el sacudimiento de todos los yugos. Y
al mismo tiempo, entendemos la libertad como basada en la responsabilidad y no
en la coacción. Por ello entendemos el reino de la libertad como un responsable
y permanente esfuerzo de trabajo y conciencia.
Frente a las desigualdades sociales insultantes y la justificación del
privilegio, pregonamos la igualdad. Frente a una cultura basada en el éxito
material, el egoísmo y la competencia planteamos la solidaridad como elemento
medular de una nueva convivencia realmente humana. Frente al disciplinamiento
vertical y autoritario, frente a la obediencia ciega que inculca y estimula el
sistema de dominación, proponemos fórmulas de comportamiento individual y
colectivos basados en la responsabilidad. Frente a determinadas rutinas, la
mecanización y la repetición defendemos la creatividad en todos los campos
posibles del trabajo social.
Pretendemos simplemente ir superando, colectiva e individualmente, nuestra
propia animalidad. En ese dramático proceso de forja aspiramos a sentar las
bases para el surgimiento de un ser humano, que realiza su humanidad a través
de un proyecto creador, expresión de voluntad y dominio sobre nuestra propia
historia. Es en ese sentido que nuestro socialismo es profundamente humanista.
En el contexto de nuestros principios generadores, la libertad es uno de los
temas centrales. Lejos de ser una exageración quimérica de la problemática de
la libertad, permite a esta cobrar vida.
Para el liberalismo, la libertad es una declaración formal o algo que se aplica
especialmente en las esferas del privilegio o en su defecto se concibe como una
propiedad natural de los seres racionales, intrínsecamente libres según la
imaginería ideológica de los albores del mundo burgués. Para nosotros a lo
sumo, lo natural e instintivo es la necesidad vital de la libertad como
condición para el desenvolvimiento de las facultades humanas. Así, la libertad
propia se amplia en la ajena, satisfaciendo una de las más elementales
necesidades humanas, vivir en sociedad.
En este sentido la realización de la libertad solo puede darse en actos, lo
cual la convierte en un hecho histórico y social al que los pensadores clásicos
del anarquismo gustaban designar como la "mentalidad de la libertad".
Por ello no reducimos la libertad sólo a las libertades políticas formales,
sino que la entendemos y sentimos como el conjunto de condiciones y relaciones
sociales que brindan la posibilidad de un trabajo creador y el ejercicio
consciente y responsable de la voluntad.
Una libertad que para ser tal debe recorrer, debe circular, por todo el tejido
social.
En el planteo anarquista, la libertad, se hace real y cobra sentido si está
apoyada en la mas completa igualdad de posibilidades en los todos los terrenos
del quehacer social. Por eso el anarquismo es inseparable del socialismo y es
por eso que postula que el hombre solo puede ser libre cuando se le garantiza
el acceso a riquezas y a la satisfacción plena de sus múltiples necesidades
vitales. La igualdad debe, entonces, verificarse en el trabajo, en la salud, en
el esparcimiento, en la vivienda, en la alimentación, en la vestimenta, o en
general, en la satisfacción de todas sus necesidades intelectuales y de
conocimiento. Y el anarquismo plantea que el goce pleno de los bienes creados
por el trabajo social, sólo es posible a través de la completa superación de
todas las formas de dominación y explotación del hombre por el hombre.
Pero nuestra concepción de la igualdad no significa adherirnos a una concepción
del igualitarismo cargada de aspectos totalitarios. La igualdad de
posibilidades implica también la posibilidad de elección, es decir, en ese
plano, el respeto por la libertad individual.
En nuestra concepción del anarquismo, la libertad como acto, concebida como
realización colectiva se concreta en la ampliación, desarrollo y concreción de
la libertad individual. No como un límite, sino como un acicate a la
posibilidad de crear, que le confiere a la libertad individual una dimensión
más amplia: la creación colectiva como corolario necesario del esfuerzo
individual. El apoyo mutuo, la solidaridad y la colaboración responsable, que
tienen a la creación colectiva como meta, constituyen el elemento básico de la
convivencia libertaria, ubicándose así como condición indispensable del
proyecto de creación y como la única superación genuina del espíritu de
competencia y del éxito individual que anima las distintas formas de
convivencia autoritaria.
LA SOCIALIZACION
Realizar en términos sociales e históricos concretos los principios y
valores fundamentales de pensamiento libertario, nos lleva de la mano al
problema de la socialización. Como condición imperativa para su concreción, se
nos plantea la reapropiación por parte de la sociedad en su conjunto, a través
de sus nucleamientos básicos, de los bienes y funciones monopolizadas por las
clases dominantes, cualquiera sean éstas. En este terreno planteamos que el
camino de la transformación social, el camino de la construcción de un mundo
nuevo, es el camino de la socialización.
Una socialización que no concebimos en forma estrecha, constreñida y limitada
al campo económico. Una socialización que no es la propiedad estatal. La
socialización que concebimos no es un sistema cerrado, está abierto a la
construcción, por eso mismo abierto a la experimentación el debate y el
inevitable error. Pero lo que sí afirmamos en nuestra concepción es que ese
proceso de socialización debe ser ejercido y realizado desde los órganos reales
y básicos de la sociedad y no ser monopolio del estado.
Lo que lo nuestra Organización plantea es un proceso que haga viable la más
posible de las socializaciones en todas las esferas del quehacer colectivo. Una
socialización que incluye los medios de producción, distribución, crédito e
intercambio y al mismo tiempo, la socialización del poder político, de la
educación, de la administración de justicia, de las organizaciones de defensa,
de las fuentes del saber y la información.
Este proyecto de socialización que es al mismo tiempo la supresión de toda
clase o grupo dominante nos parece como el camino de concreción histórica de
nuestros principios.
EL PODER POLITICO
El elemento distintivo clave del proyecto de sociedad libertaria, que merece
una consideración separada y especial, es nuestra concepción acerca del poder
político.
En ese sentido, nuestra Organización reconoce que las propuestas más o menos
tradicionales del anarquismo clásico se han mostrado insuficientes cuando no
erróneas. Reconocemos por lo tanto la necesidad de ir elaborando pacientemente
respuestas más acabadas a esta problemática clave.
Para esta elaboración reivindicamos algunas premisas.
Nuestra propuesta política fundamental consiste en la destrucción del Estado en
tanto especial ámbito institucional de dominación política y en la supresión de
las formas gubernamentales que constituyan un poder separado del conjunto de la
población.
Ahora bien, cuando hablábamos de reapropiación por parte de la sociedad, del
conjunto de las mujeres y los hombres, de la posibilidad de ejercer las
funciones detentadas por las clases o grupos dominantes, nos estamos refiriendo
en lo medular, precisamente, a la desaparición del estado y junto con él toda
la cultura de poder que lo sustenta y reproduce.
Hay que plantearse la reflexión del Estado desde dos planos: como terminal de
un conjunto de diversas relaciones y como reproductor de ellas.
Para la FAU reintegrar a la sociedad el poder político es substituir al estado
y al gobierno en sus funciones tutelares y habitualmente represivas. Es
socializar los mecanismos de expresión y decisión que deben serle propios e ir
abandonando los mecanismos de represión y coacción violenta en beneficio de
relaciones de convivencia asentadas en la libertad responsable y el compromiso
libremente acordado.
En términos de realización libertaria esto quiere decir que el poder político
asume la forma de una democracia directa, ejercida desde las instituciones de
base y las instancias globalizadoras que las expresan.
Por esto pensamos una democracia distinta a la meramente representativa. Por
democracia directa pensamos en una nueva institucionalidad, donde no haya lugar
a ningún género de privilegios, sean estos económicos, sociales o políticos. En
una institucionalidad donde la revocabilidad de los miembros este
inmediatamente asegurada y donde por lo tanto, no haya espacio a la habitual
irresponsabilidad política que caracteriza a la democracia representativa, ni a
la creación de esa casta que ya tanta gente llaman con desdén: "los
políticos".
Una práctica y una institucionalidad que debe reflejar el derecho y las
obligaciones de todos los miembros de la sociedad. Su derecho a ser elegido y
elector, y también su obligación a rendir cuentas en forma efectiva, práctica,
cotidiana. Y esto debe ser válido tanto para las instancias más amplias de la
globalidad social, como también para la instancias de base. De esta forma es
que concebimos la libertad política como una construcción, un quehacer y una
voluntad colectivas que no tienen límites en el tiempo. Nuestra visión política
de la sociedad no es el fin de la historia. Es su continuación en la forma más
armónica, libre y responsable posibles.
Este es un camino que proponemos para que la totalidad de los hombres y mujeres
puedan expresar genuinamente sus necesidades, pueda discutirlas, confrontarlas
y madurarlas. Y puedan plasmar en decisiones políticas generales ese proceso de
elaboración y de intercambio. Estas son algunas de las bases de lo que siempre
entendimos como poder popular. Poder Popular que reiteramos es concebido por
nosotros como el poder revolucionario protagonizado por las organizaciones
populares, donde lo político y lo social adquieren una nueva articulación que
lo asegura. Sin tal articulación, estimamos, no habrá poder popular real.
Como más arriba dijimos el anarquismo tradicional ha tenido dificultades para
enfrentar estos temas. Las mismas no le son ajenas a nuestra Organización. Pero
sí existe en nosotros la convicción de que el tema del poder es medular para el
proyecto y el quehacer de una organización política. En ese sentido para la FAU
este no es un tema cerrado, al contrario continúa abierto y nos parece una de
las grandes cuestiones teóricas y prácticas del socialismo.
EL NUEVO PAPEL DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
El acelerado desarrollo de los medios de comunicación, especialmente las
telecomunicaciones (telediscado telefónico, fax, internet, televisión por
cable, la satelización de las comunicaciones, etc.) ha reducido el planeta. Hoy
es posible, al instante, enterarse de lo que ocurre en cualquier lugar del
mundo. Esto está cambiando radicalmente el rol de la prensa. Ya no se trata
solamente -en los hechos nunca se trató- de informar y de crear y transmitir
ideología a través de la prensa escrita a los sectores más activos de la
población. Hoy la televisión penetra en la casa de cada uno, es un miembro del
hogar.
Y en lo que se refiere a la parte informativa (por más que en realidad en
muchas ocasiones hubiera que decir más bien desinformativa) el monopolio de las
cadenas y servicios norteamericanos es casi total. El rol jugado por estas
cadenas desinformativas durante la Guerra del Golfo ha sido más que elocuente.
La CBS News, la CNN, la NVC, cubren el planeta, informan a su paladar e
introducen un lenguaje que difunde su propia ideología a miles de millones de
personas.
Así, durante la guerra contra Irak, los bombardeos a objetivos militares se
llamaron "ataques quirúrgicos", las víctimas entre la población civil
"pérdidas colaterales", las zonas todavía no desbastadas
"objetivos lucrativos".
A su medida lo mismo ocurre en el plano local y nacional. El poder de fabricar
información, de manipular la opinión, de tocas todos y cada uno de los resortes
que condicionan la conducta colectiva o individual, aumenta las posibilidades
de los grupos dominantes.
El conjunto de los medios, con la televisión a la cabeza, a generado fuertes niveles de insensibilidad ante tremendos problema humanos que son dados como episodios de novela y en cantidades saturantes. Medios que en sus diferentes mensajes impregnan de símbolos que tienden a fortalecer la nociones ideológicas y "valores" del sistema.
LA AUTO GESTION
La autogestión de la vida social debe ser la forma natural de participación
en la decisiones generales o particulares de las organizaciones de base. La
autogestión se reafirma y consolida en la estricta aplicación de la democracia
interna, a través de mecanismos participativos de diversa índole.
Nuestra concepción de la autogestión no se confunde con las versiones
distorsionadas que la emparentan con un visión estrechamente particularista. Sin
embargo, en el marco de las luchas reivindicativas cotidianas el movimiento
popular puede y debe plantearse formas autogestionarias, incluso a nivel
económico, que vayan creando las bases para el surgimiento de una nueva cultura
social y laboral, realmente participativa y responsable.
Por nuestro carácter anticapitalista y antiestatista no podemos proponer en el
marco de la lucha cotidiana soluciones que hagan del estado o del capital
privado los árbitros exclusivos de tal o cual situación. Por ello seguimos
creyendo que tienen validez los tradicionales planteo anarquistas de
colectivismo, que cuentan con una relativa experiencia y pueden mostrar ciertos
ejemplos históricos.
Democracia directa, autogestión y federalismo son entonces los tres pilares
fundamentales, complementariamente relacionados, del poder popular, del poder
político en su sentido libertario, antigubernamental y antiestatista.
LA CONSTRUCCION DE NUESTRA UTOPIA
Nuestras aspiraciones están totalmente enfrentadas a una sociedad de seres
pasivos, regimentados, uniformes y obedientes, que con la negación de su
libertad retribuyen al bienestar, concebido como una concesión de las alturas
del poder. Tampoco la concebimos como acto de clausura de la historia ni como
etapa de repetición indefinida de la peripecia humana. A esta nuestra utopía
que nosotros, los anarquistas uruguayos políticamente organizados en la FAU,
hemos llamado socialismo libertario, quizá el desarrollo histórico le conceda
otro nombre. No nos interesan demasiado las etiquetas y el envase, sino el
contenido.
Por más de un siglo y medio el movimiento anarquista ha sido acusado de
utopista. El fracaso del socialismo que quería ser real, muestra una vez más
que la utopía de la igualdad, de la libertad, de la justicia es el alimento
necesario para la esperanza, una herramienta imprescindible en la lucha de
liberación y paz justa.
La humanidad no ha vivido ni vivirá sin esperanzas. Es cierto que el
escepticismo parece invadir algunas zonas del mundo, que el hedonismo
individualista pretende erigirse en creencia. Estamos convencidos que no es más
que pasajero. La colectividad humana no elegirá el camino del suicidio.
Frente a los sistema cerrados, despóticos, autoritarios, la utopía es una
aventura que nos hermana y nos convoca a la lucha.
NUESTRO INTERNACIONALISMO.
Nuestra concepción del internacionalismo reposa en la profunda convicción de
que entre las clases oprimidas existe una situación y una condición común que
hace posible solidaridades y proyectos que desbordan las fronteras nacionales y
culturales.
Al mismo tiempo reconocemos las existencia de particularismos que actúan como
elementos enriquecedores de la realidad social. Pero la reafirmación de los
particular, de la identidad, incluso de la identidad nacional, no debe basarse en
el concepto de que el otro es el enemigo, de que el distinto es el inferior.
Más arriba dijimos que concebíamos nuestro socialismo como una forma de
humanismo. En tal sentido, la desaparición, por ejemplo, de las fronteras
nacionales no debe significar uniformización y mucho menos desaparición de las
diferencias, de las identidades. La desaparición de las fronteras nacionales sí
debe hacer posible mayores grados de acercamiento, de intercambios y
solidaridad y eventualmente, la posibilidad de encontrar una identidad más
amplia y abarcativa.
Nuestro internacionalismo no se basa en la uniformidad, en la negación de las
diferencias. Por el contrario se basa en la apertura y el respeto hacia todas
las formas de cultura y de identidad. Enfrentando el patrioterismo de las
clases dominantes, las construcciones jurídicas artificiales, las
manipulaciones de todo orden, afirmamos que no existe el ser humano sin cultura
propia, sin identidad propia, sin lenguaje propio.
Abajo todas las fronteras y al mismo tiempo respeto a todos y a cada uno.
LA METODOLOGIA LIBERTARIA
En nuestra práctica revolucionaria cotidiana los anarquistas no sólo nos distinguimos por una estrategia singular de poder sino por un estilo militante que implica una particular forma de hacer política. Esto es natural y lógico en la medida que nuestro quehacer militante se subordina y se relaciona coherentemente, además de hacerlo con nuestra estrategia de poder popular, con nuestra crítica de la sociedad y con nuestro específico proyecto de transformación libertaria. Esta metodología de trabajo revolucionario está constituida por un conjunto de elementos indisociables que pautan la coherencia y la unidad de pensamiento y acción.
LA ACCION DIRECTA A TODOS LOS NIVELES
El método de actuación preconizado por el movimiento anarquista ha sido y es
la acción directa. Si bien la acción directa es automáticamente relacionada con
el empleo de formas violentas de resistencia y lucha y con el
extraparlamentarismo, el concepto engloba una mayor riqueza de contenido. Fundamentalmente
se trata de hacer prevalecer el protagonismo de las organizaciones populares,
bregando por la menor mediación posible y asegurando que la necesaria mediación
no implique el surgimiento de centros de decisión separados de los interesados.
En ese sentido, la acción directa es la consecuencia lógica de nuestros
objetivos finales. Puesto que la gestión directa de las diversas ramas del
quehacer social es la meta de los libertarios, en rigor y coherencia sólo la
acción directa puede ser la metodología que se corresponda con ese objetivo. En
tal sentido, la acción directa es el complemento de la democracia directa a la
que anteriormente hacíamos referencia.
Los trabajadores y otros sectores oprimidos en la medida que aumenten las
posibilidades de una práctica de la acción directa y de la democracia directa,
pueden asumir responsablemente la defensa de sus intereses y adquieren la
capacidad necesaria para fortalecer su posibilidad de decisión, maduran en la
medida en que se hacen cargo de sus aciertos y sus errores asumiéndolos como
propios y evitando subordinarse a planteos externos y ajenos que los colocan en
situación subalterna.
La acción directa se expresa en múltiples variantes y en todos los niveles y
expresiones se encarga de ubicar a los trabajadores y oprimidos en el centro de
la acción política.
En este sentido, para nosotros la lucha de clases es el combate diario de los
trabajadores y todos los sectores oprimidos que a través de su propio accionar,
extendiéndolo y profundizándolo, crea las condiciones para el protagonismo, es
decir, la forja del propio destino.
Con idéntico sentido, los métodos de acción directa deben englobar todos los
ámbitos de quehacer social, político, ideológico, cultural, económico, etc. que
constituyen la capilaridad y el conjunto de todo el cuerpo social.
PARTICIPACION SOCIAL Y RESPONSABILIDAD COLECTIVA
Si las organizaciones populares de base son constreñidas al papel de
auditorio pasivo y de testigo mudo de las iniciativas ajenas, si se establece
una diferenciación artificial entre "cuadros" capaces de tomar
decisión y "masas" encargadas de la ejecución, bien poco podrá
esperarse de esas mismas "masas" a las que se invoca.
La gestación de una conciencia y una voluntad protagónica es una exigencia
prioritaria en la medida en que apunta a subvertir las raíces ideológicas que
la burguesía se ha preocupado escrupulosamente de inculcar a los sectores
oprimidos, que por esta vía aceptan como algo "natural" su
dominación. El embrutecimiento, la indiferencia, la pasividad, el sentimiento
de inferioridad, el fatalismo y la obediencia ciega, que el capitalismo
administra y estimula con mentalidad empresarial, son cuestionados en la acción
cuando esta nace como la expresión y el reflejo de una voluntad colectiva
ejercitada y manifiesta.
En sentido contrario se hace evidente la inoperancia relativa de las
plataformas reivindicativas y los planes de lucha, cuando estos no son el fruto
de la discusión y la elaboración conscientes, en esta medida, y solo en ella,
serán expresión genuina de el sentir colectivo en el traqueteo burocratico, el
protagonismo de las bases aparece siempre como un objetivo que está, mediante
vitalicias postergaciones, en permanente fase de preparación, en manos de la
burocracia. No tiene fin en la medida que este se constituye en la continuación
mas fiel de la ideología burguesa, en el seno propio de las clases oprimidas.
Existe aún otra dimensión de la participación popular que consiste en la
promoción consecuente de todas aquellas expresiones y experiencias populares
que rompan con el paternalismo y la tutela de los organismos estatales o
capitalistas. Sustituir las funciones del estado o del patrón, así sea como
ensayo y en experiencias de breve duración, constituyen por su capacidad
altamente demostrativa, una crítica al sistema de dominación y de las distintas
variantes del autoritarismo. La multiplicidad de experiencias de base con que
la experiencias popular ha explotado las fisuras del sistema en distintos
planos, creando alternativas posibles para la resolución de problemas sociales
concretos, se configura como un canal de participación colectiva a tener muy en
cuenta.
LA CRITICA DEL SISTEMA
La ubicación militante de los agrupamientos anarquistas ha estado
tradicionalmente reñida con las prácticas oportunistas. Por esto entendemos que
esas actuaciones en lugar de ir a favor de nuestros objetivos, implican
abandonar toda una estrategia de trabajo y cuestionan las bases de nuestras
orientaciones fundamentales.
Nada de esto quiere decir negar la coyuntura, suponer que nuestros principios y
nuestra estrategia solamente se pueden expresar de un único modo, por un sólo
camino, dispuesto y decidido de una vez y para siempre, independiente de las
circunstancias, los momentos históricos, los contextos sociales, etc.
Los principios orientadores no pueden aplicarse término a término, en su
totalidad, a una realidad que en sí misma siempre es dinámica y compleja. Si
pretendiéramos lo contrario haríamos de la Organización política un foro ético
y filosófico. Estos son componentes que deben estar presentes en nuestra acción
políticas, para enriquecerla, pero no para negarla o entorpecerla. El poder sin
ética, la política separada de la moral, ha producido enormes daños al
movimiento popular. Ese no ha sido la carencia de nuestro movimiento. Pero
debemos sí señalar su contraria, la ética sin política, sin capacidad de operar
en la diversidad de los momentos históricos. La opción que hicimos los
anarquistas uruguayos políticamente organizados en la FAU, es un camino para superar
esta carencia, muy notoria en nuestro movimiento desde hace ya bastante tiempo.
La insistencia en los objetivos finalistas y la preocupación por destacar las
bases estructurales de los conflictos sociales han de formar parte obligada de
nuestra prédica. Esta prédica siempre pertinaz y fundamentada, es uno de los
ejes principales de nuestra propaganda, justificada con holgura en la medida
que la misma hace posible una toma de conciencia socialista y revolucionaria.
Este planteo que parecerá obvio es al mismo tiempo decisivo en tanto que nos
enfrenta a un problema teórico-práctico de capital importancia: el hecho de que
la sociedad socialista sea probablemente la primera forma histórica conocida de
sociedad que no es posible construir enteramente de manera pacífica, ni por la
acción de supuestas leyes de la historia, sino que requiere de una profunda
toma de conciencia colectiva. Ella dará las posibilidades de ruptura.
La conciencia colectiva, socialista y libertaria, no es sólo la adopción de una
doctrina, una denominación o una simbología. Es antes que nada opción
consciente y esfuerzo perseverante, colectiva obviamente, pero también privada,
de cada uno.
Porque creemos más en lo colectivo que en lo individual, porque estamos
convencidos que lo personal solo puede desarrollarse plenamente en lo social,
por eso somos socialistas. Porque confiamos más en la propia responsabilidad
que en la autoridad, más en la discusión que en la imposición, más en el
acuerdo que en la sumisión, por eso nos llamamos libertarios. Pero el sentido
de nuestra acción política nos lo da el convencimiento que a lo largo y ancho
de nuestro país, de nuestro continente, de nuestro mundo, esos valores no son
privativos de los anarquistas. Por el contrario, dándole otro nombre u otra
denominación, en todos lados, hay multitud de hombres y mujeres para quienes
igualdad, justicia, protagonismo, responsabilidad y libertad, son una vocación,
una invitación a ser mejores y al decir de Miguel Bakunin "ir superando
nuestra propia animalidad"
En resumen, uno de los puntos medulares de la práctica política de la FAU
quiere ser la correspondencia, con el mayor alcance históricamente posible, con
aquellos principios fundamentales.
EL PODER DE VIGILAR
LA CARCEL COMO EXPRESIÓN DE UN PODER DE CLASE
El anarquismo ha estado históricamente contra las cárceles.
Un concepto de libertad y respeto a la persona humana determinaron, la mayoría
de las veces, un odio visceral por esa institución. La cárcel ha sido vista
como un símbolo de poder de los de arriba y destinado a castigar a los
"hijos del pueblo". Nuevas investigaciones confirman estos conceptos
e intuiciones libertarias. Nos ha parecido de particular importancia
extendernos en la consideración de este tema. Hemos tomado para el desarrollo
de él las nuevas investigaciones aludidas. No se nos pasa inadvertido que
Kropotkin a emitido juicios muy semejantes a muchos de los que figuran en estos
nuevos y brillantes estudios.
De tanto en tanto aparece a nivel de distintos países del mundo el problema de
la instalación de la pena de muerte para determinados "delitos
criminales". Esto ocurre comúnmente a raíz de la aparición o reaparición
de determinados hechos criminales.
Los medios de comunicación exacerban su estilo y resaltan hasta lo grotesco el
peligro social de estos hechos. Medios de comunicación que continuamente
dedican gran espacio a sobredimensionar todo episodio ilegal proveniente de los
extractos pobres de la sociedad. "Si se puede hablar de una justicia de
clase no es sólo porque la ley mismo o la manera de aplicarla sirvan los
intereses de una clase, es porque toda la gestión diferencial de los ilegalismo
por la mediación de la penalidad forma parte de esos mecanismos de
dominación".
En tal plano es que nuevos "monstruos y anormales", gente a "corregir"
son materia que la prensa y televisión elaboran a diario con deleitación.
"Nos preguntamos si un delito cometido dé para tanto, como para ponerlo en
el ojo de la tormenta política, como para que sea el comentario central, como
para que sea la preocupación básica, como para que tenga los minutos de
televisión, los metros cuadrados de páginas rojas de los diarios, como para que
en eso se ocupen los políticos, centren sus mensajes los comunicadores
sociales.
Obviamente hay otra cosa, hablar de política criminal es hablar de unos de los
capítulos claves de poder".
La sociedad europea, que había sustituido la Religión por el Estado, ofrecía un
primer ejemplo de una civilización de la vigilancia. "El siglo XIX fundó
así la edad del Panoptismo".
Es que esto implica "una óptica, órganos de vigilancia generalizado y
constante. Todo debe ser observado, visto, transmitido: organización de la
policía, institucionalización de un sistema de archivo (con fichas
individuales)".
El sistema carcelario tiene un funcionamiento que difiere grandemente con sus
enunciados. "La institución penal, con la prisión en su centro, fabrica
una categoría de individuos que constituyen con ella un círculo: la prisión no
corrige, atrae incesantemente a los mismos, produce poco a poco una población
marginalizada que es utilizada para presionar sobre las
"irregularidades" . "ilegalismos" que no se deben
tolerar". De esta manera canaliza "las infracciones de los
delincuentes hacia las poblaciones que se quieren vigilar especialmente
("siempre es más fácil robar a un pobre que a un rico"). En este
plano de la estructura de dominación del criminal no solo tienen necesidad de
policía, jurados, tribunales, sicólogos, sociólogos, también la prensa y la
opinión pública. El será blanco de todos los odios, polarizará las pasiones;
para él se pedirá la pena y el olvido".
En los efectos del sistema carcelario es donde tenemos fundamentales relaciones
de poder de clase. "El objetivo de la prisión-correccción, de la cárcel
como medio para reformar al individuo, no se ha conseguido; se ha producido más
bien el efecto inverso y la cárcel ha servido sobre todo para intensificar los
comportamientos delictivos. Ahora bien, cuando el efecto no coincide con la
finalidad se plantean distintas posibilidades: o bien se utilizan esos efectos
para algo que no estaba previsto con anterioridad pero que puede perfectamente
tener un sentido y una utilidad. Eso es lo que podríamos denominar el uso... a
partir de esos usos en cierta medida imprevistos, nuevos, y pese a todo
buscados hasta cierto punto, se pueden erigir nuevas conductas racionales que
sin entrar en el programa inicial responden también a sus objetivos, usos en
los que pueden encontrar acomodo las relaciones existentes entre los diferentes
grupos sociales... usos racionalizados, organizados en función de nuevos
fines".
El sistema capitalista ha organizado los "ilegalismos" de tal forma
que aseguran y reproducen su dominación. "Los ilegalismos se han
reestructurado con el desarrollo de la sociedad capitalista. Se ha separado el
ilegalismo de los bienes del de los derechos. Separación que cubre una
oposición de clases, ya que, de una parte, el ilegalismo más accesible a las
clases populares habrá de ser el de los bienes: transferencia violenta de las
propiedades; y, de otra, la burguesía se reservará el ilegalismo de los
derechos: la posibilidad de eludir su propios reglamentos y sus propias leyes;
de asegurar todo un inmenso sector de la circulación económica por un juego que
se despliega en los márgenes de la legislación, márgenes previstos por sus
silencios, o liberados por una tolerancia de hecho... para los ilegalismos de
bienes -para el robo-, los tribunales ordinarios y los castigos; para los
ilegalismos de derechos -fraudes, evasiones fiscales, operaciones comerciales
irregulares-, unas jurisdicciones especiales, con transacciones, componendas,
multas atenuadas, etc. La burguesía se ha reservado la esfera fecunda del
ilegalismo de los derechos".
De tal forma la burguesía concibió "un sistema penal con un aparato para
administrar diferencialmente los ilegalismos, y no, en modo alguno, para
suprimirlos todos".
Toda esta estrategia de poder aparece cubierta con el manto de la defensa de la
sociedad. "Esta estrategia nueva se formula fácilmente en la teoría general
del contrato. Se supone que el ciudadano ha aceptado de una vez para siempre,
junto con las leyes de la sociedad, aquella misma que puede castigarlo. El
criminal aparece entonces como un ser jurídicamente paradójico. Ha roto el
pacto, con lo que se vuelve enemigo de la sociedad entera; pero participa en el
castigo que se ejerce sobre él. El menor delito ataca a la sociedad entera, y
la sociedad entera -incluido el delincuente- se halla presente en el menor
castigo".
Hoy por hoy, y desde siempre, las prisiones no son mantenidas por la eficacia
en la triste función asignada.
"La prisión, en su realidad y sus efectos visibles, ha sido denunciada
como el gran fracaso de la justicia penal". Se ha demostrado que la
detención provoca la reincidencia: la prisión no puede dejar de fabricar
delincuentes. Los fabrica por el tipo de existencia que hace llevar a los
detenidos; la prisión favorece la organización de un medio de delincuentes
solidarios, jerarquizados, dispuestos a complicidades futuras; las prisiones no
disminuyen la tasa de criminalidad, más bien la extiende, multiplica y
transforma.
Si admitiéramos "que la ley esté destinada a definir infracciones, que el
aparato penal tenga como función reducirlas y que la prisión sea el instrumento
de esta represión. Entonces hay que levantar un acta de fracaso".
Pero este fracaso se transforma en triunfo para el sistema de dominación. Por
ello hay "que darle una vuelta al problema y preguntarse de que sirve el
fracaso de la prisión... habrá que buscar lo que se oculta bajo el aparente
cinismo de la institución penal".
Es que finalmente un conjunto complejo constituye lo que puede denominarse el
"sistema carcelario". No es "sólo la institución de la prisión,
con sus muros, su personal, su reglamento y su violencia. El sistema carcelario
reúne en una misma figura unos discursos y unas arquitecturas, unos reglamentos
coercitivos, y unas proposiciones científicas, unos efectos sociales
reales".
En el plano de dominación que se inscriben estas prácticas es "preciso entonces
suponer que la prisión, y de una manera general los castigos, no están
destinados a suprimir las infracciones; sino más bien a distinguirlas, a
distribuirlas, a utilizarlas".
En ese pequeño ejercicio de poder de la prisión no está lo fundamental. "Ese
pequeño ejercicio de poder es el pretexto para el ejercicio de poder de
vigilancia y control sobre la totalidad de la población". Ese poder de
vigilancia "que tiene la gran habilidad de distribuirse capilarmente por
la sociedad".
LA PRACTICA POLITICA
Los puntos desarrollados anteriormente constituyen un rico núcleo
metodológico y una guía no desdeñable para la acción revolucionaria. Sin
embargo son en sí mismos insuficientes para dar respuestas acabadas en cada
momento concreto. Tanto para la acción desde las organizaciones populares de
base pero sobre todo para aquella que es propia de la organización específica
de los anarquistas, es necesario introducir y desarrollar el concepto de
práctica política.
Para nosotros práctica política es toda actividad que tenga por objeto la
relación de los explotados y oprimidos con los organismos del poder político,
el Estado, el gobierno y sus distintas expresiones. Práctica política es el
enfrentamiento con el gobierno como expresión del poder impuesto, la defensa y
la ampliación de las libertades públicas e individuales, la capacidad de
propuestas que atañen al interés general de la población o a aspectos parciales
del mismo. Y práctica política es también la insurrección como instancia de
cuestionamiento violento a una situación que queremos cambiar. Práctica
política son las propuestas que recogiendo los reclamos populares enfrenten los
organismos del poder, presentan soluciones a temas generales y concretos y
obligan a aquellos organismo de poder a adoptarlas y hacerlas válidas para el
conjunto de la sociedad. Así, por ejemplo, las propuestas de Amnistía para los
presos políticos, movilizaciones que amplíen derechos populares, las que como
la Ley Orgánica Universitaria intentaron mediatizar el peso del poder político
en la enseñanza o las que tratan de lograr lo mismo en otras áreas sociales,
son ellas expresiones de práctica política, Allí debemos estar presentes,
porque es esa presencia la que nos justifica, día a día, como Organización
Política. Porque el rol de una Organización Política no es ni puede ser la de
un cenáculo de reflexión o meditación ideológica, de doctrinarismo. Sólo
nuestra participación en el drama cotidiano del pueblo justifica nuestra
existencia.
Así como hay prácticas políticas reaccionarias, conservadoras, liberales,
reformistas, etc. debe haber una práctica política revolucionaria. Y es la
presencia en el quehacer político, permanente, con un perfil revolucionario o
combativo la que permite ir acumulando las necesarias fuerzas capaces de nutrir
un proceso de ruptura.
Un segundo e importante aspecto designado por la práctica política es el que
tiene que ver con el análisis concreto de coyunturas políticas concretas y
fundamentalmente con lo que de este se deduce, es decir: la relación, disposición
y orientaciones de las principales fuerzas en pugna, las líneas fundamentales
de agitación en cada etapa y, por lo tanto, los centros fundamentales de
accionar de nuestra organización.
Por último, y aún cuando a esta altura seguramente es redundante señalarlo, la
importancia de la práctica política estriba en que ésta, unida a las razones
tácitamente aportadas hasta ahora, es el elemento que corona, justifica y
define a nuestra organización en tanto tal.
LAS ALIANZAS
El carácter del programa y de la práctica anarquistas reclaman igualmente
una especificidad en la política de alianzas.
Cuando en forma genérica hablamos de política de alianzas nos referimos a
aquellas que se dan entre diferentes organizaciones políticas revolucionarias y
obviamente se parte del reconocimiento de que todas las organizaciones
defienden un objetivo a largo plazo, cuya expresión práctica es la realización
de su programa específico.
En nuestra política de alianzas pretendemos no hipotecar nuestros objetivos
finalistas, por el contrario queremos fortalecer situaciones que beneficien el
desarrollo del movimiento popular y nuestra estrategia general. Hay
confluencias en la acción que están llamadas a cumplir un papel relevante en el
proceso de unificación de fuerzas en torno a la derrota, total o parcial, de
las clases dominantes. Si cada coyuntura determina o condiciona líneas
fundamentales de accionar, parece lógico suponer que análisis coincidentes
favorezcan cursos de acción similares. Incluso tales coincidencias pueden trascender
los ocasionales encuentros sobre hechos puntuales, tomando la forma de acuerdos
estratégicos o tácticos.
En este caso, la FAU debe responsablemente a asumir su cuota parte en las
propuestas concretas que surjan del seno del movimiento popular así como en la
lucha coordinada contra el enemigo común. Esta confluencia no debe ser sólo
super estructural, a nivel de dirigentes, ni deberá menoscabar la iniciativa,
la espontaneidad el poder de decisión y la independencia de niveles de las
distintas organizaciones populares de base. Por esto no podemos concebir esta
confluencia como la mera acumulación de sellos políticos, sino que debe darse
fundamentalmente en el marco de actuación de las distintas organizaciones
populares (comités barriales, sindicatos, centros estudiantiles, actividad
social, etc.)
La FAU cree positivo la coincidencia y confluencia con otras fuerzas políticas
cuando estas signifiquen un avance para el fortalecimiento popular, para el
proceso revolucionario.
LA FAU COMO ORGANIZACION DE LA ACCION POLITICA.
La FAU pretende ser una expresión política de los intereses de las clases
dominadas: explotadas y oprimidas, y se ubica al servicio de las mismas, aspira
a ser un motor de las luchas sociales.
Un motor que ni las sustituye ni las representa. Que sí, pretende dinamizarlas
y organizarlas, contribuir a superar su mero aspecto espontáneo, trascender los
vaivenes de la coyuntura y asegurarle continuidad a las rebeldías, las luchas
cotidianas, las expectativas y aspiraciones, etc.
Para nosotros, la Organización política es también el ámbito donde se va
acumulando la experiencia de la lucha popular, tanto a nivel nacional como
internacional. Una instancia que impide que se diluya el saber que los
explotados y oprimidos van adquiriendo a través del tiempo.
La Organización Política actúa también como el escenario de producción de los
análisis coyunturales y de las orientaciones fundamentales pertinentes. Por
ello, es la Organización Política, la instancia adecuada para asumir los
distintos y complejos niveles de actividad que puede exigir la labor
revolucionaria, la única instancia capaz de asegurar el conjunto de recursos
técnicos, materiales, políticos, teóricos, etc. que son condición indispensable
de una estrategia de ruptura.
Nuestra visión de la Organización Política es contraria a las distintas
formas de "vanguardismo", de "depositores de la conciencia"
en fin, de grupos auto-elegidos, que se sienten tocados por el dedo de Dios. La
Organización, manteniendo y promoviendo el espíritu de revuelta, asume como
propias todas las exigencias presentes y futuras de un proceso revolucionario.
Es desde la labor militante organizada, y sólo desde ella que puede promoverse
coherentemente y con fuerza redoblada la creación, fortalecimiento y
consolidación de la organizaciones populares de base, que constituyen los
núcleos del poder popular revolucionario.
La organización política no es una cosa acabada, está sujeta a influencias
diversas que van exigiendo adecuaciones. También es una instancia especial de
aprendizaje en relación con las luchas sociales con las que articula su
accionar.
Y finalmente, en el estricto ámbito de la acción política (y no desconocemos la
existencia de otros, sino que reivindicamos lo político como un ámbito
separado) la FAU aspira a ser la herramienta para hacer realidad nuestros
principios libertarios.
LA ORGANIZACION COMO ESCUELA DE VIDA
Partiendo en todo momento de la base de lo que el ser humano es, sus
grandezas y miserias, sus debilidades y heroísmos, aspiramos a que la
Organización propicie el surgimiento de valores éticos, de relaciones
personales que sean portadores de nuestros ideales. La organización debe llegar
a ser una escuela ética, de acuerdo con los valores que propugnamos. Es
imposible vivir sin contradicciones, sin errores, sin dudas en el seno de esta
sociedad capitalista ya que sus valores son antagónicos, opuestos a los que
queremos privilegiar y ellos están mas internalizados de lo que suponemos. Pero
hay situaciones gruesas en las que no se puede caer. Por ejemplo, es
incompatible con una ética libertaria, vivir de la mano de obra asalariada de
otros, o vivir en el lujo del consumismo si sus hijos, pareja, compañeros de
idea, amigos o viejos a cargo padecen la miseria. Tampoco es compatible que un
militante social, en su condición de tal, obtenga privilegios por encima de sus
iguales. Por ejemplo, no concebimos a un militante gremial, que, abusando de su
licencia gremial, conquista de sus compañeros, se transforme en un rentado con
licencia de por vida. No concebimos a un militante que garronee en el trabajo a
sus compañeros, o un estudiante que vaya al liceo exclusivamente a militar,
porque estudiar también es un trabajo.
Debemos asegurar que prevalezca un clima interno que asegure libertad y respeto
para opinar, discutir, plantear problemas, reflexionar y resolver, iguales
entre iguales, sin jerarquías institucionalizadas, sin privilegios, sin líneas
de obediencia a voces de mando.
Entre nosotros, fraternidad y solidaridad no pueden ser palabra vana, deben ser
un esfuerzo y una conducta. Y también deben ser el resultado del trabajo de
todos. La FAU no es una Organización acabada, es más bien un proyecto. En este
sentido, también un proyecto de vida que concita la voluntad de hombres y
mujeres de nuestro pueblo dispuestos a encontrar formas de una mejor y más
humana convivencia. Depende de todos y de cada uno. Nuestro sentido de la
libertad sólo es posible con el esfuerzo de nuestra responsabilidad.
Una forja constante, que no se decreta de una vez y para siempre, sino que se
procesa en el esfuerzo revolucionario constante.
PERIODO DE TRANSICION HACIA LA SOCIEDAD LIBERTARIA
Pretendemos luchar por una utopía
realizable. Una utopía que es una forma distinta de organización social y de
convivencia entre los seres humanos.
Se trata de una forma de organización social aún no experimentada. En ese
sentido nos planteamos lo imposible, para hacerlo realidad. Así concebido, lo
imposible es lo que demora un poco más, exige más esfuerzo, tenacidad,
imaginación y responsabilidad.
Hay dos exigencias básicas revolución y período de transición.
La transición es un tema que los socialistas revolucionarios del siglo XIX no
pudieron enfrentar por limitaciones históricas. En nuestro siglo la defensa del
socialismo real o diversos modelos leninistas, condicionado por circunstancias
de sobrevivencia, limitó, salvo honrosas y escasas excepciones, el análisis a
un nivel panfletario o sumamente simplista, hoy ante los nuevos hechos
históricos hay un retorno al punto de partida para estas corrientes.
En nuestro movimiento es inexistente la literatura acerca de esta temática. Es
más parece ser un tema que ha sido constantemente soslayado. Si acaso,
aparecen, por aquí y por allá, menciones aisladas y parciales que se
corresponden con este problema. Pero un tratamiento sistemático de este tema
tan trascendente no ha sido realizado. Ni siquiera está planteado como
problema.
Y sin embargo es un tema relevante que tiene efectos sobre el conjunto del
trabajo revolucionario a realizar antes y después de la destructuración del
orden capitalista. De acuerdo a como se interprete esta temática se harán
determinados encares y se establecerán determinadas prioridades.
Hemos designado período de transición a aquel que se sucede a un evento
revolucionario y da comienzo a una nueva forma de organización social. Para
nuestro caso específico este comienzo es orientado hacia una sociedad comunista
libertaria.
Ante que nada conviene establecer una premisa que alumbra todo este planteo. La
sociedad socialista y libertaria no puede surgir por "evolución" del
seno de la sociedad capitalista. Este sistema no hace lugar a modificaciones en
tal dirección. Combate firmemente todo intento de modificación de sus
estructuras fundamentales. Es enemigo declarado de este cambio. Un nuevo orden
social, correspondiente a otro sistema, derivará de una ruptura. En el proceso
previo los elementos relevantes para esa ruptura serán fieramente atacados por
el sistema que trabaja siempre para su reproducción. Componente que afecta esa
reproducción fundamental será violentamente atacado. Violencia que puede
expresarse en distintos niveles: político, ideológico, económico, social.
De todas maneras, es necesario destacar, que hay un conjunto de actividades que
pueden y deben ser realizadas en el seno de las sociedades capitalistas.
Actividades sociales y políticas que permiten un ejercicio de participación y
resolución de problemas a la población. Ellas generan, al mismo tiempo,
nociones y experiencias que hacen al crecimiento de la conciencia y a la confianza
en las propias fuerzas.
Mayores serán las posibilidades de formas de organización hacia lo libertario
cuanto más se haya desarrollado la participación popular en la etapa previa a
la revolución.
Antes de abordar directamente el tema transición nos parece necesario sentar
otra premisa para evitar equívocos.
La desestructuración de un sistema abre nuevas posibilidades, surgen
combinaciones nuevas que no estaban en el orden anterior. De ahí que no pueden
verse los límites con una mirada preñada del horizonte que hoy tenemos frente a
nuestros ojos. Han de surgir posibilidades que no podían ser imaginadas en la
situación anterior. No sería correcto entonces ver solo los referentes
anteriores sin incorporar el "salto" que habilita la ruptura para
iniciar un proceso hacia lo libertario. De todas maneras el "salto"
no produce posibilidades ilimitadas, posibilidades mágicas. Las posibilidades
de un determinado ordenamiento social después de la revolución guardará cierta
relación con la realidad que le precedió.
No cambiará radicalmente toda una cultura de corte autoritario, individualista,
de poca participación, de sumisión al arriba. Una milenaria cultura que ha
echado raíces. Citando a Bakunin podemos decir que "el ser humano está
determinado por las innumerables relaciones políticas, religiosas y sociales,
por los hábitos, las costumbres, por todo un mundo de prejuicios o pensamientos
elaborados en el correr de los siglos." Se trata en suma de educar para la
libertad, de elevar a la conciencia de su propia fuerza y de su capacidad a
hombres y mujeres habituados a la obediencia y a la pasividad" tal cual
decía Malatesta.
No debemos olvidar nunca que la transición es un período sumamente conflictivo,
en el que sus protagonistas se encuentran bajo la presión de situaciones
limites, de conflicto entre el deber ser y lo que es, debiendo tomar decisiones
que, lamentablemente no se sienten como correctas en forma pura o cierta,
situacion que hay que asumir o renunciar a participar en la historia. Tampoco
debemos olvidarnos que en la historia son innumerables las transiciones que
devienen en situaciones permanentes, mas allá de la voluntad de sus actores. A
as causas interiores señaladas hay que agregar las exteriores, sean desde el
marco internacional o desde el interior de la sociedad, sean los elementos
reaccionarios o sean quienes en discordancia con la sociedad anterior propugnan
un modelo de cambio y de sociedad antagónico al que queremos construir.
Y se trata también de tener en cuenta y valorar los esfuerzos cumplidos por la
humanidad a través de su historia, para mejorar su propia condición. Junto al
sometimiento, el ser humano es también portador de un instinto de libertad,
como lo definen Bakunin y Chomsky. La luchas de los pueblos por justicia, por
mejores condiciones de vida, etc. reflejan ese instinto.
Tenemos entonces, que aún estimando las posibilidades que genera el
"salto", una revolución no hace espacio para un ordenamiento social
libertario inmediato. Aún tomando como modelo una cierta historia de participación
de la población. "Entre el hombre y la sociedad existe una acción
recíproca. Los hombres hacen de la sociedad lo que esta es y la sociedad hace
de ellos lo que son. Para transformar la sociedad hay que cambiar a los hombres
y para transformar a los hombres hay que cambiar a la sociedad" escribía
Malatesta. Es necesario detenernos y examinar las consecuencias prácticas que
en todos los ámbitos conlleva este concepto.
Por de pronto, la revolución no la harán solo los libertarios. Es de suponer
que varias organizaciones políticas y sociales de distintas orientaciones
ideológicas estarán presentes; que fuerzas del orden destruido seguirán
operando. Al mismo tiempo los cambios en las costumbres y formas de pensamiento
de la gente no serán tan radicales como para matar todo un largo pasado. Todo
esto establece límites al proceso que se inicia. Importante es el ubicar esos
límites para no proponer inviabilidades que nos dejan fuera de toda incidencia.
Pues como dice Malatesta la vida debe continuar al otro día de la revolución y
si no se puede organizar libertariamente esa vida la gente preferirá el
autoritarismo a la ausencia de funcionamiento social.
Sentado ya el criterio de que no habrá una sociedad libertaria al otro día de
la revolución, es obligatorio plantearse todo lo concerniente a como es este
período de transición hacia lo que se propone como ordenamiento social mas
acabado. Cuales son las propuestas generales, a adecuar a cada circunstancia
histórica concreta, de formas de organización social para los distintos
niveles: económico, política, ideológico-cultural, militar (organismos
regulares de defensa de la revolución) etc.
De acuerdo con el modelo de sociedad anarquista que queremos construir ,
nuestra acción en el ahora y en el mañana de la transición se da sobre dos ejes
interdependientes e indivisibles: el poder popular y la organización
específica. Sobre el primero tal como ya dijimos, todo acto de democracia
directa, de participación, toda instancia autogestionaria es un aporte en la construcción
de nuestra utopía. Pero simultáneamente es importante asumir la lección de la
historia de que es imposible llegar a una sociedad socialista libertaria sin
una organización anarquista inserta en la realidad y fuerte políticamente, con
una estrategia revolucionaria que contemple los métodos a aplicar en cada
coyuntura.
No bastan frases generales y vagas. Hay que pensar el funcionamiento de la
economía, las instancias globales de decisión política, la articulación de las
distintas áreas sociales, los valores a resaltar. etc.
Hay que desalojar las consideraciones que excluyen un conjunto de problemas
prácticos detrás de algunos supuestos que la historia se ha encargado de
invalidar. Es común encontrar en nuestro movimiento y entre los clásicos
teóricos del socialismo, el supuesto, sino expreso si implícito, de que los
problemas que impiden una justa y solidaria organización social son
"externos" a la gente. Se trataría de estructuras económicas y
políticas como el Estado las que estarían impidiendo que se expresara una
especie de bondad innata que está pugnando por salir a la superficie social. Se
trataría tan solo de quitar esas estructuras (que así visto, nadie sostiene) y
lo demás vendría solo.
De ahí entonces que solo amerita una lucha constante la ruptura del sistema. Lo
demás no revestiría complejidad.
Una parte de esto, obviamente, es verdad. Esas estructuras fundamentales del
sistema tienden a reproducirlo. Solo su destrucción habilita un sistema
distinto. Pero, de ahí a la creencia que la disposición al socialismo
libertario es algo casi dado hay un buen trecho. La gente lleva sobre sus
espaldas siglos de nociones y representaciones, de referentes políticos y de
convivencia, de individualismo negativo. Hay practicas sociales y políticas que
tienen raíces profundas. El poder no solo está en el Estado en forma exterior a
la gente. Hay egoísmos que pueden reproducir o producir nuevas formas de
explotación u opresión. El ser humano junto a ese instinto social y de libertad
tiene otras cosas.
La complejidad que reviste un proceso de transformación exige un alto nivel de
comprensión de los mecanismos sociales. Caminar con un proyecto finalista con
tal ductilidad que pueda él ser operativo en las más diversas circunstancias
coyunturales. Plantearse y resolver problemas, planificar periodos de acción,
estar atento a los cambios, estimar las fuerzas propias, las del enemigo y de
amigos puntuales. Desarrollar una capacidad de análisis que permita adelantarse
a acontecimientos para poder operar con mayor eficacia en ellos. Trabajar por
un desarrollo técnico y político que permita la incidencia pertinente.
La construcción de una sociedad socialista y libertaria es tarea voluntaria
vinculada a los procesos reales y no es posible efectivizarla de un día para
otro. Es entendamos un proyecto social voluntario que requiere un proceso, un
largo aprendizaje de nuevas formas de funcionamiento. Requiere el desechar
viejos y vigorosos mitos que todo parece indicar están dispuestos a irse muy
lentamente y sin dejar de dar la lucha previa.
La destrucción del Estado (entendiendo por Estado la forma actual
jurídico-político de la sociedad de clases, la legitimación de las relaciones
sociales vigentes), no es un acto puntual, coyuntural, sino una acción
continua, permanente de destrucción y simultáneamente de construcción de un
nuevo relacionamiento social, es un proceso que no necesariamente es uniforme y
lineal.
La forma que podría llegar a adquirir esa transición necesaria la designaremos
hoy con el nombre de Poder Popular Democrático. La libertad será una
orientación constante y prioritaria de todo este período. Se conjugará aquí la
nueva situación posrevolucionaria, las fuerzas sociales y políticas en juego,
las luchas ideológicas, el estado espiritual de la población, los avances
posibles y la atención de la vida social en todos sus aspectos. Cada proceso
ofrecerá sus posibilidades específicas, pero el modelo de transición parece ser
común a todos ellos.
Los planteos hechos más atrás sobre democracia directa como sistema y acción
directa como orientación guardan estrecha relación con la definición que aquí
hacemos de Poder Popular Democrático.
Otra cosa que históricamente es impensable es que sean los anarquistas solos
los que hagan la revolución. Igualmente impensable que solos hagamos la
reconstrucción. Pues ello implicaría una concepción de dictadura que no
permitiría la expresión de la discrepancia o de distintas propuestas. Aún en el
caso de ser mayoría se estaría confrontando y acordando. Y eso es el principio
básico de la política. Está fuera de nuestra concepción una sociedad de
doctrina ideológica única y de organización política única. La doctrina válida
de libertad está en estricta relación con lo que pueda construir cada sociedad
en ese sentido.
Es imposible adivinar cuáles y con que característica serán los actores
hegemónicos en una futura coyuntura revolucionaria. Pero debemos admitir que
podemos no ser la fuerza mayoritaria.
En ese caso podremos llegar a ser, y eso depende de nuestro desarrollo
político, una fuerza de alguna gravitación en algún proceso revolucionario. Lo
que implica tener claro todo lo que hay que confrontar y compartir.
Hay muchas veces un pensamiento deseoso que se sitúa por fuera de las
realidades sociales. Cree posible todo lo que se elabora a nivel de procesos de
pensamiento. Pensamos que algunos discursos libertarios tienen algo de esto. De
ahí la subestimación de problemas concretos que hacen a la acumulación de
fuerzas para la ruptura y al transito posible después de ella. Los dos temas
anotados: 1) concepto de exterioridad y de como es el ser humano; 2) confusión
de procesos sociales con procesos de pensamiento han arrojado un saldo muy
negativo a nuestro movimiento.
En virtud de estos y otros conceptos se ha despreciado la labor específica
política. Una sociedad con libre articulación de todas sus instancias sociales,
con toda la gente participando, no precisaría de la instancia política
específica. Esto que se espera de una sociedad acabadamente libertaria es al
mismo tiempo trasladado al presente y a la etapa de transición. Por ahí puede
estar viniendo esa falta de idoneidad política del anarquismo, esa falta de
"oficio" a la que hace referencia Peirats refiriéndose a las
experiencias de España y que es trasladable con carácter más general al
anarquismo. Por su lado está por demostrarse que una sociedad libertaria pueda
prescindir de la instancia globalizador que hace a lo político.
Aquella carencia, aquella falta de oficio de la que hablaba Peirats al
referirse al rol del movimiento libertario en España, es consecuencia de varios
hechos:
1) La ya mencionada carencia e imprecisión sobre el período de transición. El
absoluto revolucionario y anarquista, eternamente postergado para el mañana,
anula la posibilidad de buscar respuestas para el hoy.
2) El rechazo y la confusión sobre lo que es acción política, que se identifica
solamente con mecanismos y prácticas propias del sistema.
3) Una visión totalizante del accionar revolucionario, donde no se percibía
como necesario la confrontación y acuerdos con otras fuerzas
Para nosotros la acción política es una instancia, al mismo tiempo que
globalizadora, de síntesis que la sociedad debe brindarse para ir resolviendo
los problemas de carácter general y nacional. Es una instancia que va más allá,
abarca mucho más que lo simplemente corporativo, parcial o regional. Es a
través de ella donde se hace posible ir resolviendo el conjunto de necesidades
y problemas globales de la población de un país.
La acción política es instancia específica y diferenciada y constituye un
espacio particular de las practicas. La organización que la expresa, es decir
la Organización política, debe comprender esa particularidad.
Las confrontaciones, contradicciones, acuerdos que se derimen en el campo
político tienen un tenor general y sintético. Por lo menos hoy y en el periodo
de transición la organización política se diferencia de las otras practicas
sociales por los temas que aborda y la forma en que los trata. El hecho de que
debe procurarse una articulación distinta a las conocidas de la organización
política libertaria con las otras practicas sociales no resta el carácter
especial que aquella tiene.
El proceso de ruptura y el de la Transición requieren una organización política
revolucionaria fuerte y de desarrollo parejo, con adecuado conocimiento: de las
fuerzas en pugna; de los distintos acuerdos a que es posible arribar; de los
movimientos generales de la coyuntura; del estado ideológico de la población.
Igualmente: buen desarrollo técnico; planes para periodos; propuestas para todo
evento relevante; especial conocimiento del medio en que se opera.
Conscientes somos que las precedentes consideraciones no agotan, ni por lejos,
el tema de la transición. Hemos procurado en esta oportunidad dejar planteado
un problema que entendemos de principal importancia para nuestro futuro. Como
propuesta general para una Declaración de Principios estimamos que es
suficiente, pero para otros propósitos insuficiente. Creemos que, en futuras
instancias, debe seguirse tratando y enriqueciendo la problemática planteada.
Hay una serie de temas para lo que podemos decir lo mismo. A esta altura se
hace imprescindible tener en cuenta experiencias y elaboraciones que refrescan
y enriquecen nuestra doctrina libertaria. Los conceptos, como todas las cosas,
sufren modificaciones ampliaciones y desarrollo y todos sabemos que el refresco
es fundamental para toda organización que desea operar en su tiempo y su medio.
Es notorio que hemos elaborado una Declaración de Principios poco ortodoxa en lo
metodológico. Los temas de mayor nivel de abstracción se encuentran
acompañados, permanentemente, con temas de la etapa histórica. Fue propósito
deliberado hacer este acople. Nos pareció conveniente que los principios, aún
manteniendo su calidad de tal, tuvieran siempre acompañados, ante la presencia,
de los factores históricos con los que deben trabajar en este periodo.