Palabras dichas en el acto de recuerdo al compañero Carlos Molina.

En setiembre de 1998 la muerte le hizo una payada pero una vez salió airoso el Gaucho Carlos Molina. Siguió y seguirá en los tiempos, en la memoria de ese pueblo que tanto quiso. Combatiente por la igualdad y la libertad, contra todo tipo de injusticias. Reclamaba en uno de sus versos desde el corazón: “Bartolomé dame el cielo, con estrellas libertarias, para una vida sin parias”.

Recorrió el país con su guitarra rebelde de punta a punta varias veces y durante años. Su vigoroso canto o payada denunciaron y repudiaron injusticias donde las hubiere: explotación, represiones, miseria.

Un hombre integro, consecuente, dolorido con los sufrimientos de los de abajo, identificados con sus sueños de un mañana distinto y mejor.

Nunca amansó su voz, nunca su canto eludió el compromiso, nunca le cantó a los de arriba.

Dice bien Atahualpa del Cioppo: A Molina también lo ha empujado el éxodo, del campo hacia la ciudad. El recuerdo de su pago no le borró el de otros, y al llegar al sur comprobó que la miseria y el hambre del “pión” y la “piona”, y del habitante de los pueblos de ratas, eran iguales a las del desocupado del frigorífico o a las del poblador de los cantegriles.

Denunció con sensibilidad profunda y herida, tronando ira, aquella yerra humana que realizara un estanciero, inmundo personaje para quien animales y piones eran lo mismo.

Nos dijo en sencillas décimas las condiciones de vida del pión del campo, todas las arbitrariedades que contra él comete el privilegiado:

Le cantó a mil huelgas, estuvo con su prosa rebelde y solidaria en cantidad de ocupaciones de fábricas.

Fue una larga y combativa huelga de los trabajadores de la industria frigorífica. Y allí estuvo la presencia hermana de Carlos Molina. Dice una crónica de la época:

Creemos haber sido testigos de un hecho nunca visto en los anales de las huelgas. Un día, una noche mejor, el payador Carlos Molina se trasladó al Cerro. Hubo mitin. desfilaron oradores conocidos y oídos todos los días. La noche era fría y lluviosa. Había más gente que de costumbre, estoica y resignada. Seguía lloviendo, pero la muchedumbre se apretujaba y crecía. Cuando el Bardo de Tacuarí dijo en verso y con guitarra cosas que todos sienten vimos rostros varoniles surcados por lágrimas y puños crispados que ni siquiera se distendían para aplaudir y gargantas que no podían ni gritar, atenaceadas por la emoción... Molina, el payador libertario, hablo por todos. Su numen vibró en la sacrosanta rebeldía proletaria, rugió la protesta contra el Estado, los políticos, las empresas, y los terratenientes”. 

Y en sus versos “Solidaridad” sale con firmeza a enfrentar mentiras que difunden las empresas a través de los medios y dar su decidido apoyo al combate del gremio de la carne.

Otro tanto haría con el combativo gremio de Funsa a quien acompañó en sus luchas. Dedicó a aquel reaccionario patrón, Pedro Saenz décimas indignadas por las reiteradas tropelías cometidas:

“Don pedro el inquisidor

o Don Pedro sanguijuela

tiene en su feudo una escuela

de violencia, de terror

allí ejerce el contralor

del músculo proletario

pero cuando cree necesario

o surge algún imprudente

le habla “razonablemente”

con el sable del sicario.

Hombre de gran ternura supo amar al pueblo como odió la injusticia, la desigualdad, la prepotencia de los de arriba. Y sus versos y payadas fueron resonando en relación con sus cosas queridas. Unió siempre a su condición de excelente poeta repentista su actitud de compromiso. A su ternura a su  humana comprensión unía la firmeza en sus convicciones, como decía frecuentemente: “hay que ser intransigente pero no intolerante”.

Quiso al pueblo, a sus compañeros y amigos. A muchos les dedico algunos de sus poemas. Tal el caso del “Flaco” Alfredo Zitarrosa, nos dice: “Lo conocí al “flaco” Alfredo en el Ateneo del Cerro que era un centro libertario”. Ese Ateneo de sus amores que frecuentó durante años. Le escuchamos decir con emoción otros versos, los dedicados a León Duarte, Gerardo Gatti y el Gaucho Idilio.

Su solidaridad  valiente y comprometida atravesó esas fronteras que para él no existían. 

Estaba actuando Carlos Molina en la Argentina y desde el escenario marchó preso. El poeta Juan Gelman, el mismo a quien la dictadura uruguaya asesinara su nuera y cuyos restos aún no aparecen, cuenta el episodio en un poema:

“Soy de un país donde hace

  poco Carlos Molina

Uruguayo anarquista y payador

    fue detenido

Molina cantaba, bellezas y dolores

Cuando de pronto el Che empezó a

vivir a morir en su guitarra

y así la policía lo detuvo”.

Así fue su vida: digna, rebelde, consecuente. Conviviendo, tuteándose con los sueños.

Gaucho, tu poesía, tu ejemplo de vida, tu mensaje, atravesarán los tiempos, serán inmortales.

Querido hermano, compañero, amigo, Carlos Molina, ¡hasta la utopía siempre!.