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SINDICALISMO  Y  COMUNICACIÓN  INTERNACIONAL

André Panchaud

Los problemas de comunicación lingüística son una de las principales dificultades que encuentran los congresistas en las reuniones internacionales. La organización de congresos o de conferencias necesita un ejército de intérpretes y de traductores para asegurar la traducción simultánea de todos los idiomas hablados por los participantes. Esas dificultades, particularmente sensibles en las reuniones sindicales internacionales, ya habían sido evocadas hace más de una quincena de años en El gutenberg (30-1-1992).

El recurso a los servicios de interpretación, excesivamente pesado, costoso e incómodo para los organismos internacionales (ONU, Unesco, OMC, etc), se revela insatisfactorio en las reuniones sindicalistas internacionales. Todo militante, interesado por la intervención de tal o cual delegado no se puede dirigir a él sin intermediario, por ejemplo en las pausas o en las comidas. Las relaciones seguidas son así muy limitadas. El correo recibido en un idioma extranjero exige ser traducido, igualmente que la respuesta. Toda acción coordinada es así dificultada por trabajos puramente burocráticos. El presupuesto de la organización es amputado para realizar un simulacro de comunicación.

El sociólogo Pierre Bordieu evocaba los obstáculos importantes que existen para la comunicación entre sindicatos y movimientos sociales: “Los empresarios y los técnicos, resaltaba el sociólogo, hablan las lenguas extranjeras, los sindicalistas y los militantes mucho menos. Como consecuencia, la internacionalización de los movimientos sociales y de los sindicatos es difícil”.

La vía inglesa: un callejón sin salida

Todos los sistemas propuestos hasta hoy para atenuar esos inconvenientes no son nada más que sistemas que van de mal en peor. El recurso al inglés, pretendida lengua internacional, no es una solución satisfactoria. Según Claude Piron, antiguo profesor de idiomas y traductor en la ONU y en la OMS “el inglés es uno de los idiomas de los menos adaptados a las exigencias de la comunicación internacional”. Además este idioma quedará como un idioma rudimentario para la mayor parte de los que han sacrificado muchos años para estudiarlo. Estos estarán siempre, en las discusiones y los debates, en estado de inferioridad con respecto a los angloparlantes de nacimiento. En los congresos de especialistas, o el delegado es competente, pero domina mal el inglés y tiene dificultad, o tiene un excelente conocimiento del idioma inglés pero le falta competencia en el tema a tratar. Tanto en un caso como en el otro, la comunicación no puede ser más que de mala calidad. Por otra parte, se encuentran cada vez con más frecuencia, en la prensa, anuncios ofreciendo puestos de trabajo sólo para las personas cuya lengua materna sea el inglés. En esas circunstancias hay que preguntarse qué utilidad tiene el consagrar varios años para aprender el inglés si, al final, este esfuerzo no ofrece ninguna salida a quien no es anglohablante de nacimiento.

Obligando a los alumnos a aprender una lengua extranjera (adivinamos cuál) antes de haber adquirido las nociones elementales de su idioma materno, las instituciones escolares contribuyen al deterioro de la lengua materna. El sistema para producir algunos millares de técnicos y cuadros, fabrica centenares de miles de balbuceantes del idioma inglés, o más bien de ameringlés.

Una solución simple, eficaz … pero desdeñada

Sin embargo la solución existe … ahí al alcance de la mano. En un informe reciente (2005) François Grin, profesor de economía en la Escuela de traducción y de interpretación de la Universidad de Ginebra, llegaba a la conclusión siguiente: “El esperanto debe ser tomado en consideración en la búsqueda de una solución igualitaria, económica y eficaz al problema de la comunicación lingüística internacional”. Mientras que un buen dominio del inglés exige largos años de estudio en perjuicio de otras materias no menos esenciales, el Esperanto, obra maestra de lógica y simplicidad permite un buen dominio a partir de ciento cincuenta horas de estudio solamente. Es lo que confirma un anglófono, el escritor americano Upton Sinclair: “Permitidme decir que son muchos los años necesarios nada más que para aprender a leer el inglés o el francés, el alemán o el ruso; sin embargo una persona no teniendo más que una instrucción media puede comprender el Esperanto después de tres o cuatro semanas”.

Este idioma, más fácil, más lógico, más rico y más preciso que cualquiera de los idiomas del mundo, es también el mejor adaptado a la comunicación internacional. No siendo el idioma de ninguna potencia hegemónica, tiene además la ventaja de ser neutro y, por consecuencia, de poner a todos los participantes en pie de igualdad. Cada año cientos de asociaciones internacionales esperantistas se reúnen en congresos. En ellos se reúnen delegados de federaciones tan diferentes como posibles: juristas, médicos, científicos, religiosos, exploradores, filatelistas, músicos, enseñantes, ferroviarios, etc. Todas las asambleas se desarrollan sin traductores ni intérpretes y sin necesitar la instalación de costosos aparatos. La única lengua de trabajo es el Esperanto.

Lamentablemente constato: la ausencia de asociación sindical esperantista. A pesar de los inmensos servicios que podría prestar al sindicalismo internacional el uso generalizado del Esperanto, esta solución es desdeñada. Sin embargo, hace poco más de un siglo, en el congreso de Amiens (10 de octubre de 1906) la Confederación General del Trabajo (CGT) se mostró favorable al proyecto esperantista votando por unanimidad una propuesta llamando “al estudio, la práctica y la extensión del idioma internacional Esperanto en razón de los eminentes servicios que está llamado a prestar a la clase obrera organizada nacional e internacionalmente”.

A pesar de sus incontestables cualidades, el Esperanto es desdeñado por las instituciones sindicales. Muy pocos periódicos sindicales han tenido el valor (o la lucidez) de abordar ese problema. Al punto que el presente artículo no ha podido encontrar sitio en nuestro órgano sindical romanche. El sindicalismo se ha resignado a someterse sin reacción alguna al todopoderoso inglés. En nuestros días, en que los contactos internacionales revisten más y más importancia, es la solución más lógica y más económica que paradójicamente obtiene el menor número de sufragios. Todos los recursos al Esperanto son frecuentemente rechazados sobre la base de argumentos estúpidos y de una consternadora ignorancia. Como lo había justamente constatado Einstein: “Es más difícil desintegrar un prejuicio que un átomo”.

Traducción: Marteno
Original en Revista CNT, número 352 (enero 2009)