EDUARDO HARO TECGLEN
El caso Pinochet confirma que el fascismo
lleva cuello blanco, arbola
los derechos humanos, grita democracia,
pero no reniega de sus asesinos.
Alega desde el agravio comparativo -otros
asesinos de Estado están
libres y gobernando-hasta el humanitarismo
-un viejito, enfermo, llora
en un hospital de Londres- y la moral
democrática -Chile se va a
desestabilizar sin él-; pasando
por la diplomacia y la economía. Algunos
hablan de los crímenes rojos: de
que Allende estaba en manos de los
comunistas, y su economía era contraria
al país: o sea, del país de
ellos: cuando hay un Frente Popular, o
un remedo, qué van a hacer las
personas decentes sino alzarse. ¡1936!
En la tertulia nocturna de RNE todos se
lanzaron al antifascismo:
pidieron la dimisión de los fiscales
Cardenal y Fungairiño, porque les
parecen fascistas sin disimular. Pensé
que se estaban adelantando ya a
lo que suponen que va a ser Pío
Cabanillas: y aclamaban el centrismo
aznárido: pero los oyentes que
entraron cuando se abrió el micrófono
eran de los otros, de los del eufemismo:
amantes del derecho y del
imperio de la ley que les parecía
violado por los lores. Y por Garzón:
el odio a Garzón, el pasado de
Garzón, su numero 2 -tras Felipe- en la
lista del PSOE por Madrid, su conversión
en estrella, es otro tema
pinochetista. Si esto lo veo en España,
qué vemos en las estampas de
Chile: los gestos de odio hacia la libertad;
la gente bien,
manifestándose el favor de su jefe,
que libró a Chile del comunismo. Los
militares en junta, los políticos
aterrorizados, los partidos
silenciosos, los periódicos atemorizados.
Si aquí tenemos la seguridad de
que el franquismo no va a volver, en
Chile no la tienen de que el militarismo-franquismo
de Pinochet no
vuelva en cualquier momento, con sus disparos
en la nuca y sus niños
secuestrados, como en Argentina, donde
el almirante Massera entra ahora
en la cárcel porque repartía
los bebés de sus víctimas. Pero esto son
extremos: ahora no hace falta el fascismo,
se representa en pintadas y
aniversarios, porque el fascismo es de
despacho, sonrisa y centrismo. El
de Margaret Thatcher, utilizando su influencia
pública y privada para
que salven a su amigo, que la ayudó
en la guerra de las Malvinas. Que
tampoco fue un episodio democrático,
aunque terminó muy bien: hundiendo
a los militares fascistas argentinos.
Y aún recuerdo cuando en Buenos
Aires perdonaban a sus asesinos porque
habían reconquistado la isla de
los pingüinos.