«Los dictadores no pueden ir por el mundo como turistas de lujo»
El Pais, 26/10/98
 

ISABEL ALLENDE • ESCRITORA CHILENA
 

              JAVIER VALENZUELA, Washington
              La escritora Isabel Allende lleva una semana larga pesando los pros y los contras
              de la detención del general Augusto Pinochet en incesantes conversaciones
              personales y telefónicas con sus amigos en Estados Unidos, Chile, Venezuela,
              Perú, Reino Unido y España, y la balanza termina inclinándose siempre a favor del
              juez Baltasar Garzón. Aun siendo muy consciente de los problemas que le causa a
              Chile, la autora de La casa de los espíritus y Paula y sobrina del asesinado
              presidente Salvador Allende cree que las ventajas para la comunidad internacional
              son muy superiores. "Los dictadores no pueden ir por el mundo como turistas de
              lujo", declaró ayer a EL PAÍS.

              Isabel Allende habló por teléfono desde su casa de San Francisco con el
              corresponsal de este periódico en Washington. Tenía avidez de noticias. Antes de
              comentar el caso, pidió las últimas informaciones sobre la situación de Pinochet, la
              actitud del Gobierno británico y la polémica interna desatada en la justicia y la
              clase política españolas. "Este", dijo, "es un hecho histórico, un paso adelante
              extraordinario, uno de los más grandes desde los juicios de Nuremberg hacia la
              creación de una conciencia internacional de que las violaciones de los derechos
              humanos son delitos universales, que no prescriben jamás. Ya se estaba
              produciendo un movimiento con lo ocurrido en Ruanda y Bosnia-Herzegovina, y
              ahora ocurre esto, que me parece muy positivo".

              "Lo que ha hecho Garzón", prosiguió, "me parece muy valiente, y tengo miedo de
              que le peguen dos tiros. Garzón ha colocado a la comunidad internacional ante la
              responsabilidad de hacer cumplir con hechos sus declaraciones de que los
              derechos humanos son inalienables. Los dictadores, en activo o jubilados, no
              pueden convertirse en turistas de lujo que se pasean por el mundo con el dinero
              que robaron en sus países y colocaron en cuentas en Suiza".

              Regreso y exilio

              Isabel Allende nació en Perú en 1942, donde su padre, un hermano del que luego
              sería el presidente socialista Salvador Allende, ejercía como diplomático chileno.
              Regresó con su familia a Chile, pero para tener que exiliarse en 1973, tras el
              golpe de Pinochet que derrocó y mató a su tío. Se instaló en Venezuela, donde
              escribió su primer éxito literario, La casa de los espíritus, y luego en California,
              donde la agonía y muerte de su hija, víctima de una rara enfermedad del
              metabolismo, le inspiró uno de los textos más impresionantes de la literatura
              contemporánea en español, Paula. Su último texto, Afrodita, es un libro de
              recetas de cocina afrodisíacas. Haber vivido en cuatro países americanos le ha
              concedido a Isabel Allende una visión continental.

              "La detención de Pinochet", dijo ayer, "me parece un buen precedente, toda una
              advertencia para esos capitanes enloquecidos que tenemos la desgracia de
              padecer en América Latina. Porque no estamos hablando sólo de saldar las
              cuentas por lo que ocurrió en Chile, sino también en Guatemala, El Salvador o
              Argentina". Pero como tantos demócratas chilenos, Isabel Allende también se
              inquieta por las consecuencias en su país del caso Pinochet. "Si pienso en Chile",
              dijo, "la noticia me produce justa alegría y también gran preocupación. La
              detención de ese hombre ha producido mucho revuelo en Chile, y eso en vísperas
              de las elecciones. Cabe el peligro de que Pinochet se convierta en una especie de
              mártir de la derecha, que sirva para reforzarla".

              "Pero las noticias que recibo de Chile", añadió, "no son tan malas. Algunas cosas
              que está haciendo la derecha para protestar por la detención de Pinochet son tan
              descabelladas que provocan la risa general en el país. Por ejemplo, eso de
              retirarle el servicio de recogida de basuras a las embajadas. Y también me han
              dicho que la búsqueda de firmas a favor de Pinochet en la zona alta de Santiago
              no ha tenido mucho éxito".

              La escritora concluyó así sus reflexiones: "La democracia en Chile se mantiene
              según un acuerdo que concede inmunidad, yo diría impunidad, a las Fuerzas
              Armadas. Se pretende una especie de borrón y cuenta nueva. Pero la gente que
              fue víctima de la represión, los familiares de los asesinados y desaparecidos, quizá
              pueda resignarse a que no haya justicia, pero jamás podrá aceptar que, al menos,
              no salga a la luz la verdad. Sólo cuando Chile conozca toda la verdad sobre el
              golpe de Estado y el régimen de Pinochet podrá haber una reconciliación
              nacional".