Este texto arrebatador pertenece a una chica de Coruña que llegó hace no mucho a Madrid y confió en nosotros, mandándonos este pedazo de entraña. Nosotros tuvimos la imperdonable “ocurrencia” de perder el correo. Más tarde de lo que debiera aquí está para el disfrute de todos.

 

Taxista.


Quiero ser una gran estrella del punk rock y no dar cuentas a nadie. Perderme debajo de las sabanas y no sentir el frío del invierno ni el sudor asqueroso del verano.
Siempre he notado que la velocidad de mi cerebro es distinta a la de mi espíritu. No puedo decir qué es lo que falla a la hora de relacionarme, quizás esa extraña forma que tengo de ver la realidad es lo que me impide ser igual y me condena a ser diferente. Me siento superior a la suciedad y a veces sin embargo me veo como la pura mierda pegada a la suela del zapato de la cual todo el mundo quiere desprenderse.
Los fuegos artificiales son preciosos. Estoy obsesionada con mi barriga y con que soy tonta. Siento que me olvido de todo pronto y no consigo pensar qué es lo que los demás esperan de una persona normal. Siempre quise tocar una guitarra en mi habitación mientras miraba por la ventana. Oigo canciones y me creo la persona más feliz del mundo. La música es la vida que los quinceañeros siempre han deseado. Y la música es lo que hace que quiera autistarme.
Las botas rojas no están a la venta. Que feliz seria con unas botas rojas grandes de charol y suela alta decoradas con pinchos y cadenas. Mi mente me impide drogarme pero siento la necesidad de ver nuevos mundos en dónde quiera que sea.
Esto no va a corregirse nunca (el texto) como tampoco yo voy a recuperar vuestras ideas. Acaso soy algo más que enfado y desilusión? No lo creo. No, no, nonono, no. Por favor no me regales más dislexia porque no puedo disfrazarme más veces esta noche.
Me siento confundida y maliciosa. Me preocupo por lo que penséis y por lo que puedo llegar a opinar.
Nunca nadie me ha leído por que nadie ha visto mi interior. Y todo son enlaces y nexos baratos. Y, tal vez, mañana lo haré, podemos hacerlo otro día, será después cuando todo lo anterior se me eche encima y yo me venga abajo. Sin comprender nada, sin darme cuenta del vacío que inunda mis poemas naturales.
En el viaje a París con el instituto, la gente se burlaba de una pandilla diferente formada por tres chicos y una chica. La chica era escuálida, pálida y enfermizamente tímida. No hablaba con nadie excepto con sus dos amigos a los cuales nadie del instituto les dirigía la palabra si no era para insultarles. Una vez en clase me senté a su lado y hablamos de música. Era una fan de nirvana y en su libreta hacia retratos de los profesores y del Ché.
Yo creo que tenía demasiada personalidad y poca seguridad. Era demasiada compleja para que los estúpidos masa-social la entendieran. Quiero tener prejuicios contra los prejuiciosos. Quiero que me ignoréis para sentirme nada. Libremente nada. Sin misiones que cumplir ni aprender de nada. No hay cosa que ocupe más espacio que el vacío. Puedes verlo a través de las persianas. Mis padres no se quieren. Lo noto en sus miradas y sus pocas palabras de cariño y amor. Un bebé necesita todo eso, amor y afecto. Yo solo soy algún trozo de cristal que se rompe fácilmente. Sin numerarme no me identificas y con esto no sé a dónde quiero ir a parar. A caso tú lo sabes. Ten mucho cuidado con lo que deseas, los deseos pueden volverse en tu contra.
Y si además de todo esto tuviera algo interesante que contar ¿no sería perfecto? Una historia cuerda y llena de flores y perfumes.
Por cierto, la puntuación es numerar a las palabras para identificarlas, por qué ha de hacerse? Es mejor el misterio de averiguar sus conjeturas.
No puedo dormir esta noche sin antes haberme desorientado en exceso. Otra vez gente y más gente y yo fuera de la acera. En medio de la carretera te atropellará un coche.
Puede que no sea bueno que mi voz sea tan sincera. Yo no soy buena quizás, pero deseo serlo. Me encanta despertar tardísimo. Y ver conciertos malos para criticarlos mientras sonrío. Me gusta entender por qué lloran las personas. Me gusta el cuello de mi perro. El olor del incienso Banjí. El color chocolate del colacao. Leer mil poesías y purificarme al hacerlo. Escuchar vinilos de mi padre. Stooges chillando y las guitarras altas haciendo de sierra que corta la serenidad. Me quiero a mi misma y me odio tanto que quisiera golpearme.

Mi cabezita es un globo hinchado de aire insignificante,¿te das cuenta? No he parado de hablar de mí y de todo lo que me hace daño. Soy una especie de mocasín que no encuentra a la persona exquisita que lo calce. Me gusta que me repitan mil veces las cosas y no hacer caso. El símbolo de la A es precioso y pretencioso. Puedes darme fuego para quemar mis penas. Dulce soledad con errores de puntuación. Todos somos una sola persona. Tú y ella, yo y él. Sabes? sé que podría seguir cavando fondo pero voy a dormir porque me caigo de sueño. Necesito vitaminas para poder escribir mis ideas primordiales en la vida del señor. Seguir viviendo de acuerdo a lo que creo, no en lo que confío.


Rosalía Rodriguez Pombo.