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Diario vasco 10 10 2001

Editorial

La vía de Elkarri

EL acto con el que Elkarri estrenó su Conferencia de Paz acreditó la capacidad de convocatoria de esta organización y sirvió para poner de manifiesto que, siguiendo una metodología establecida de antemano, Elkarri concibe el proceso iniciado como una fase de "pre-diálogo" que anteceda a un período más resolutivo en las relaciones entre los partidos políticos vascos, cuyo objetivo final sería la elaboración de un acuerdo de un folio de extensión. El hecho de que Elkarri no considere necesario que dicho acuerdo deba ser formalmente suscrito por las formaciones que eventualmente coincidan con su contenido otorga un papel de primer orden a los "moderadores", que se convierten así en intérpretes de las voluntades que ellos mismos crean detectar en la posición de los distintos partidos. No obstante, esta peculiaridad, inhabitual en cualquier otra conferencia de paz, tampoco estuvo ausente en el contenido de las distintas intervenciones del acto de inauguración, en las que la violencia aparecía como un problema que inducía a pensar en una culpabilidad difusa y a imputar la responsabilidad de acabar con ella no tanto a quienes la emplean como al esfuerzo que la sociedad y las instituciones han de hacer para procurar la refundación del propio sistema democrático. En sus nueve años de existencia, Elkarri ha experimentado una evolución que le ha llevado desde posiciones próximas a la izquierda abertzale a situarse en la equidistancia primero y, más tarde, en la defensa de la participación de todas las formaciones políticas como requisito para cualquier proceso de paz. Pero por positiva que resulte dicha evolución, el propósito de ocupar el centro del panorama político y de las sensibilidades sociales en Euskadi resulta tan atractivo como difícil de conciliar con la realidad. Elkarri está en condiciones de constituir una referencia de encuentro para las distintas sensibilidades del nacionalismo. Pero es indudable que tanto sus orígenes y trayectoria como sus actuales planteamientos no le permiten situarse en el eje del diálogo político en Euskadi, sobre todo si se tiene en cuenta que la Conferencia impulsada por Elkarri se va a desarrollar fuera de las instituciones.

La voluntad de Elkarri es la de aportar una metodología que favorezca el logro de una situación de paz y normalización política. Pero en un sistema democrático el procedimiento no representa un aspecto instrumental o accesorio, desconectado de la virtualidad de su plena realización. En democracia el procedimiento adquiere una dimensión sustancial. Y en ese sentido, los mensajes predominantes en el acto de inauguración celebrado en el Euskalduna mantienen una estrecha vinculación entre paz y política que dificultará que la Conferencia pueda desanudar el nudo gordiano de las discrepancias de fondo para contar, al final, con respaldo de todos los partidos vascos. Elkarri sitúa el concepto "igualdad" como piedra angular del edificio que pretende construir mediante el diálogo. Pero sería una grave equivocación que la apelación a la "igualdad de condiciones democráticas para materializar todos los proyectos políticos" -invocada por los promotores de la Conferencia- termine traduciéndose, exclusivamente, en una mera reivindicación de la igualdad de condiciones para la realización de todos los proyectos políticos en liza. Porque la existencia de un sistema político legitimado condiciona que cualquier pretensión de modificarlo deba alcanzar, previamente, un consenso mayor que el que sustenta el marco jurídico-político que se pretende sustituir. Las consecuencias que el proceso abierto por Elkarri pueda provocar en la evolución de los acontecimientos, en el comportamiento de ETA, o en las relaciones políticas vascas constituyen aún una incógnita que sólo el paso del tiempo podrá determinar. No obstante, la Conferencia de Elkarri concita tantos riesgos como oportunidades de que en estos próximos seis meses la sociedad vasca se pueda aproximar más a la paz y la normalización.