Hubo un tiempo en que las guerras no necesitaban
coartadas. Eran guerras de conquista, por la
riqueza, por el poder, no hacía falta otra
justificación. Los que aspiraban a ganarla se
jugaban sus posesiones y su vida en la batalla,
pues iban al frente de sus tropas, y todo lo
perdían si eran derrotados. Con el
perfeccionamiento de las armas, las guerras se
fueron haciendo más destructivas. Los promotores
de las mismas ya no eran guerreros al frente de
sus ejércitos sino que estaban a salvo en sus
fortalezas, mientras los soldados mataban y
morían por ellos. Por ello hacían falta
justificaciones que convencieran a las tropas de
su deber de ir a luchar: nacionalismos,
religiones e ideologías fueron los argumentos
que convencieron a los pueblos de que debían
matarse entre ellos. Pero más recientemente,
porque todo debe mejorarse, los publicistas de la
guerra han cambiado los viejos eslóganes que
sonaban a caducos por otros más políticamente
correctos como: la paz mundial, la democracia,
las libertades, las guerras humanitarias y, lo
último, los "ataques preventivos"...
Paralelamente a estos cambios, los efectos de las
guerras se intensificaron. Cada vez muere más
gente y, de los que mueren, cada vez menos son
soldados y más son población civil
(principalmente mujeres y niños/as), acaparando
esta parte de población civil el 90% de las
víctimas. Pero aún ha habido una última vuelta
de tuerca. Después de la guerra en Afganistán,
que aún tuvo que justificarse como un acto de
justicia por los atentados del 11-S, la
largamente anunciada guerra en Iraq se nos
presenta ya descarnadamente como una simple lucha
por el petróleo, donde lo que se discute no es
si habrá guerra ni quien la ganará, que eso es
obvio, sino cómo se repartirá el pastel de
chapapote iraquí.
Evidentemente
tampoco se especula sobre el posible número de
muertos por esta guerra, nadie habla del millón de
víctimas
que ya se han producido a causa del embargo contra
Iraq, de la situación en que quedará la
población que sobreviva, ni mucho menos, del
impacto sobre el medio ambiente. Las encuestas
dicen que la mayoría de la población en los
países occidentales, rechaza la "guerra del
petróleo", pero esta sociedad es incapaz de
hacer nada porque está adormecida, carece de
verdadera participación y se haya sumida en la
languidez del voto. En el estado español nos
encontramos con un rechazo abierto a la guerra
"según las encuestas", mientras el
gobierno ofrece a Bush su apoyo incondicional,
pese a lo cual, como decíamos antes, la
capacidad de protesta real es desoladoramente
minoritaria. Y es esa pasividad, ese silencio lo
que nos hace cómplices, porque, si queremos,
tenemos a nuestra disposición innumerables
maneras de oponernos activamente a este genocidio
anticipado y demencial.
Dentro de los actos
en defensa de la paz y el medio ambiente,
convocamos la Repoblación en el Campo de
Maniobras de Chinchilla. Repoblaremos nuestros
degradados montes con especies autóctonas. Por
nuestras tierras y por el planeta. Contra esta
guerra y contra todas.
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