PRESTIGE
CALENDARIO
Croniquillas desde el chapapote (IV)
4/1/03
Eran las dos del mediodía y nos retirábamos de la playa de As Pedriñas después de haber robado al Prestige y a sus cómplices, un contenedor casi rebosante de un chapapote que parecía chocolate sucio y espeso cuando el sol le daba desde muy arriba desde un cielo tan claro como negra era la costa que calentaba. Alguien que venía desde la playa se sacó de un golpe la mascarilla que le asfixiaba y le gritó a la última ola que saltaba sobre las rocas cada vez mas cercanas: ¡Nunca Mais! ¡Nunca Mais! A su lado, una chica de Cádiz, agotaba, derrengada, que descansaba contra la pared no dejó pasar la ocasión y apuntilló: “¿Nunca más? ¿Cómo que nunca más? Mañana a las nueve otra vez aquí”. La risa disipó el cansancio de los que la oímos por unos momentos, justo los que tardamos en llegar hasta donde los “manos limpias “despojaban a los primeros retirados de la tarea, de las diferentes capas de protección como si fuéramos cebollas humanas, enfangadas tras un temporal de lluvia negra.

Ayer fue una tarde movida aquí en Muxía. Hubo varias asambleas de voluntarios y se discutió, con el ahínco que discuten los que creen con pasión en las cosas, sobre el trabajo aquí. Había quién creía que la desorganización se comía nuestras horas de trabajo y el chapapote –y la Xunta— se reía de nosotros en las cuevas donde se escondía tras cada marea. Había quien decía que eso era la estrategia de gente interesada en que no viéramos el lado oscuro de la tragedia y que prefería llevarnos a los lugares donde el chapapote se llama “galletitas” y nos alejaba de las playas donde el moco negro es la tónica y no la excepción. Había incluso quien pensaba que la estrategia de la Xunta y del PP pasaba por aburrir a los voluntarios, ahogar el movimiento de solidaridad para privatizar la recuperación del litoral y capitalizar su propia regeneración moral y política. Y había también quien pensaba y así lo decía que nos dejáramos de tanta reclamación y de tanta queja, que nos dedicáramos a hacer lo que nos mandaban y punto, que ser voluntario era eso , dejar que otros te lleven para acá y para allá, coger lo que buenamente te quieran dar y mantener la boca cerrada. Hay quien cree que el voluntariado que acude a este tipo de misiones debe ser anónimo, además ciego y mudo. Al menos conmigo se equivocan.

As Pedriñas es una play más pequeña que La Calita y con tanta piedra como los antiguos pavimentos de la Calle Zarza o Meleros donde jugaban al boli antaño los niños del Barrio Alto. Está muy cerquita de la Plaza del Coido esa plaza arruinada por el chapapote de la que hablaba el primer día. Hoy, después de haberla limpiado otros grupos de voluntarios más de una vez, amaneció de nuevo asfaltada hasta sus rincones más escondidos.

Hoy, el desplazamiento fue a pie, no necesitamos los camiones del ejército para llegar. Atravesamos Muxía antes de las nueve, un centenar de sombras azules –hoy no había monos blancos– con las botas forradas con bolsas de basura para no extender el chapapote por las retorcidas calles del pueblo. Nuestro fru-fru hacía asomarse a las mujeres de Muxía que sonreían agradecidas. Cuando llegamos una cierta paralis se extensión entre nuestro grupo. El encargado de Protección Civil nos enseñó la mancha que se escondía detrás de cada piedra y dentro de cada persona de las que escuchábamos, nacía de nuevo la pregunta del millón: ¿cómo vamos a poder con esto? ¿ va a servir de algo?. En eso estábamos cuando alguien rompió la inercia. Cogió un palustre y un capazo y se perdió, bajando con cuidado, entre las piedras. Ya no hubo más “pajas mentales”. Como si la presa de la solidaridad gaditana se hubiese roto en el talud de arriba, un río azul se extendió sobre el negro de la playa y ya solo oyó el ruido de los palustres, de las espátulas. Casi sin darnos cuenta, las horas largas de sudor hicieron que el nivel del container cercano fuera subiendo hasta asombrar a los visitantes que venían a disparar las cámaras de su ocio contra nuestras negras siluetas.

En Muxía las gaviotas del muelle, las palomas de las torres, tienen por días las patas más negras y en la punta de las alas se deposita poco a poco la muerte que, quizás mañana, quizás pasado corte su vuelo y las haga morir ahogadas como las que hoy hemos recogido en As Pedriñas. Quizá el esfuerzo de hoy , haya salvado la vida a una sola pareja de gaviotas pero sean ellas las que repueblen de graznidos de vida A Costa da Morte.

Mientras, me quedo con una frase feliz que ayer nos hizo sonreír de felicidad a los que aquí nos encontramos: trabajando y rajando: “Gracias a o branco, o negro vuelve a ser azul”.

jrinconares@terra.es

Croniquillas desde el chapapote (III)
3/1/03
En Muxia no es chapapote todo lo que es negro y ha llegado por mar a las playas. Esta también Baltasar, un voluntario senegalés que está mañana cuando el camión nos traía derrengados de la playa de Nemiña nos ha contado algunas tragedias que como la que hoy vivimos aquí, se han vivido en su tierra sin que en el norte nos enteremos siquiera. La verdad es que no creo que se llame Baltasar porque va con otros dos voluntarios más blancos que él que dicen llamarse Melchor y Gaspar. La otra parte de su historia si que la creo.

Tampoco todo el chapapote que hoy se mastica en Galicia es negro ni viene del petróleo ni se agarra con una fuerza digna de mejor empresa a las rocas que el que hemos sacado esta mañana con los palustres o con las manos de las cuevas y las escolleras de Nemiña. Hay un chapapote de desinterés que no tiene olor a fuel pero obliga a los voluntarios a viajar en autobús, a pagarse su pasaje, mientras los aviones militares descansan en sus bases o se reservan para apoyar a la “Alianza por la Libertad” en su campaña contra los pueblos más pobres. Hay un chapapote que no mancha de negro la ropa pero hiela los corazones y que almacena las cuerpos y las voluntades de la gente solidaria en pabellones deportivos con condiciones higiénicas deplorables, imposibilitándoles el descanso y el sueño. Hay otro chapapote de incompetencia y dejadez que deja en manos de los ayuntamientos la atención de los que venimos a trabajar aquí mientras el Gobierno y la Xunta se desentienden de de nosotros.

Esta mañana nos levantamos a las siete pero salimos a trabajar cuando eran las diez. Después de apenas descansar unas horas apiñados de mala manera, como ganado, en el Polideportivo de Muxía, después de hacer eternas colas para ducharnos, para mear, para comer, para todo, las ganas de trabajar de los voluntarios desbordaron el escaso mecanismo que la voluntariosa gente de Protección Civil pone en marcha cada mañana para organizarnos. Cientos de personas daban vueltas alrededor de las cajas de material y de los autobuses sin saber a ciencia cierta qué hacer, mientras el sol iba saliendo y se reía de nuestra holganza a la vez que anunciaba una espléndida jornada para el marisqueo de fuel. En más de una ocasión estuve tentado de mandarlo todo a la m... y volverme a dormir. El fuel en las playas y mientras, setecientos voluntarios dábamos vueltas alrededor de los agobiados miembros de la organización a los que en algunos casos se les notaba los esfuerzos que tenían que hacer para hablar castellano a la multitud.

Cuando llegamos a la playa, tras un maravilloso viaje de 35 minutos en los camiones para el ganado que el ejército pone a nuestra disposición, equipados como para la guerra bacteriológica —chándal, chubasquero, mono blanco, mascarilla, gafas, guantes, etc… — nos encontramos de verdad con eso que da nombre a mis croniquillas, con el temido chapapote.

Nemiñas es una playa pequeña, quizás como La Puntilla pero tiene roquedales por el centro y acantilados por los lados que nos podrían recordar a La Colorá. Hay tantas versiones del chapapote como formas eligen los voluntarios para recogerlos. En las rocas es un moco negro y viscoso que las hace brillar con el sol y, para sacarlo, hay que rascar con la espátula o con el palustre. Cuando era pequeño me admiraba de la habilidad con la que mi padre recogía el cemento sobrante de la unión entre los ladrillos y lo volvía a colocar sobre la nueva hilera. Hoy eché de menos sus consejos para rascar las rocas aunque al final, deseché, como casi todos, la espátula y el palustre y terminé rebañando las oquedades con los dedos. De todos modos la roca parecía siempre con la misma cantidad de petróleo que cuando empezamos.

Sobre la arena de la playa, las olas traen unas bolas que pueden parecer algas marrones pero son mucho más mortales. Es chapapote, también. Hay que rastrillar en cuanto se retira la ola y llenar el capazo con las manos antes de llegue la nueva y haga avanzar la frontera negra.

Por fin, el espectáculo más dramático aparece cuando nos internamos entre las cuevas que la marea deja expeditas. Allí se encuentra el verdadero reino del chapapote más mortífero, mezclado con las piedras y con la arena pero de una densidad y olor que nos obliga a retirarnos de cada cala en ratos cortos pues de otra manera terminaríamos intoxicados. Aquí hay que entrar en la oquedad antes de la ocupen las olas y retirar el fuel a mano, en capazos que hay que transportar a lo largo de caminos de rocas que resbalan.

En fin, que hoy hemos currado y bien. Hoy no hablamos tanto como ayer. En cierta manera el peso del chapapote que se ha quedado en la playa o entre las olas nos pesa tanto en la conciencia que nos quita las palabras superfluas. Sólo un consuelo nos queda ante tanta fatalidad: sean un cien gramos o una tonelada o cien, los muchos o los pocos kilos que hemos conseguido retirar hoy, ya no están en el mar, ya no seguirán asesinado nuestro futuro. ¡Quien no se consuela es porque no quiere!

jrinconares@terra.es

Croniquillas desde el cahpapote (II)
2/1/03
Si ayer les contaba que para los pueblos de la antigüedad. Fisterra era el “Finis Térrae” , el final de la tierra para mis compañeros y para mí, Muxía debe estar en el “Quinto Pinae” por no usar una expresión más sexista pero más explicita. Tras cruzar toda Portugal, y créanse que la mejor vía de unión entre Galicia y sus voluntarios andaluces es la autovía lusa, tras 19 horas de semisueño y semivigilia y con el culo mas cuadrado que los carteles de “Nunca Mais “que florecen por estas tierras aparecimos por Muxía con el mediodía ya pasado.

Ha sido una noche larga, muy larga, de 1.400 kilómetros redondos, como los llamábamos entre bromas porque se repetían en vez de avanzar y porque siempre estábamos a 50 kilómetros del sitio donde esperábamos estar.

Desde que amaneció y paramos a desayunar en los alrededores de Vigo los kilómetros redondos, empezaron a estirarse. El cuerpo nos pedía acción, pala y chapapote y mirábamos el cielo con aprensión. Nos llovió torrencialmente al llegar al norte de Portugal y todo nos hacía pensar que diluviaba sobre la Costa da Morte.

Cuando por fin llegamos a Muxía, aterrizamos en la lonja y la vimos desierta, sólo pululaban por ella algunos operarios de Telecinco desmontando los restos del programa de las uvas y junto a ellos un autobús de Telefónica que anunciaba “llamadas gratis para los voluntarios” pero llevaba cerrado varios días. ¡Payasos!

Los miembros de Protección Civil de Muxía nos organizaron la estancia y nos dieron la mala noticia: Dada la hora a la que habíamos llegado y la proximidad de la pleamar no podríamos bajar a la playa hasta mañana. Los demás voluntarios que llevaban desde las ocho en las piedras estaban a punto de volver y no valía la pena prepararse para una hora. La decepción se hizo patente en las caras fatigadas de mis compañeros y compañeras. Cuesta resignarse a estar mano sobre mano después de 20 horas clamando por una pala.

Sin embargo, el momento más crudo estaba por venir. Apenas llegamos nos asomamos al muelle de Muxía y a las playas que dan al sur, las más protegidas del temporal. Sentimos una cierta decepción, un cierto alivio al comprobar que apenas había unas pequeñas manchas de fuel de reflejos multicolores en las aguas entre los pocos pesqueros del muelle. Apenas olía a fuel y pensamos por unos momentos que quizás la historia fuera menos grave de lo que nos habían contado.

Pero tras dejar los bártulos en el pabellón donde vamos a dormir —a intentarlo— nos topamos por casualidad con el verdadero desastre en las playas que dan al norte. Allí todo estaba, está, negro de chapapote, las rocas, el paseo, la plaza, el parque infantil etc….. Un pino teñido de negro, aguja a aguja, vuelve la cara al mar como huyendo del desastre que lo esta matando y por la superficie metálica del tobogán resbalan los pegotes de alquitrán dejando a su paso un fúnebre rastro viscoso.

Un centenar de voluntarios se afana en limpiar lo que el mar aún no ha ocupado acelerando el ritmo acuciados por la pleamar que manda de nuevo a las olas contra las casas , contra el paseo. El mar parece el de siempre, bravos y limpio, pero en la cresta de las olas cabalga el fuel en bolas negras que se pegan a las rocas recién limpias o se estrellan contra el columpio o las fachadas cercanas.

Me sentí inútil allí sobre la muralla de piedra ennegrecida disparando mi cámara de fotos contra el chapapote, regalándole a la tragedia mi ocio forzado hasta mañana. Creo que los demás compartían mi frustración y que a todos nos embargaba la culpabilidad por no haber llegado unas horas antes, unos días antes o quizás un siglo antes para evitar esta tragedia.

No sé, quizás porque hoy comí, comeré y dormiré a costa de los de aquí sin haber tocado alquitrán o por que me desborda la magnitud del desastre o de la tarea a realizar, ahora las palomas y las gaviotas de Muxía me parecen más negras y tristes que las que recuerdo de otros viajes.

Aun no sabemos qué haremos esta tarde. Algunos piensan apuntarse para ayudar en la cocina pero no hay suficientes cacharros para fregar ni patatas que pelar para quitar el mono de venganza de los 700 voluntarios que hoy nos juntamos aquí. Otros organizan una tournée por los alrededores que le proporcione una visión más general de la situación.

Yo he tenido que esperar a que sean las cuatro para que abra el cibercafé de Muxía desde donde les envío la segunda edición de estas croniquillas. Después me daré un largo paseo, antes de que oscurezca, por las calles de este pueblecito que alguien ha condenado a morir embreado. Hace un rato me he descubierto en la mejilla derecha una pequeña mancha oscura. No se si me salpicó una ola cargada de chapapote en la Plaza de Coido o si se me escapó la primera lágrima negra aquí en Galicia. Ya les contaré.

jrinconares@terra.es.
100 voluntari@s acudirán desde Cádiz a Galicia estas Navidades organizados por Ecologistas en Acción
30/12/02
Ecologistas en Acción ha organizado durante las vacaciones de Navidad varios grupos de voluntarios desde Andalucía que acudirán a Galicia para colaborar en las labores de limpieza del vertido de fuel ocasionado por el Prestige.

Ecologistas en Acción está desarrollando una intensa actividad que no se reduce a colaborar en las labores de limpieza de la costa gallega y cantábrica -ya han participado numeroso grupos de otras provincias-, sino que hemos organizado concentraciones y manifestaciones de protesta convocadas en diferentes puntos de la geografía española, exigiendo la investigación y depuración de responsabilidades por la actuación del Gobierno y la Xunta de Galicia.

Ecologistas en Acción-Andalucía exige también el cumplimiento inmediato de todas las reivindicaciones planteadas por la Plataforma "NUNCA MÁIS" de Galicia: Declaración de Zona Catastrófica; Planes de actuación que impidan el aumento de los efectos de la catástrofe y garanticen la restauración de la costa; ayudas e indemnizaciones que supongan la superación de las repercusiones económicas, sociales y medioambientales de los vertidos; aplicación inmediata de medidas de control del tráfico marítimo de mercancías, supervisando el estado de los buques y las infraestructuras portuarias que almacenan sustancias peligrosas; y, además, adopción de medidas de prevención que eviten catástrofes como estas en el litoral andaluz, una de las zonas del mundo con mayor riesgo de mareas negras, ya que por el Estrecho de Gibraltar pasan cada año más de 5.000 petroleros, la mayoría de banderas de conveniencia y sin las mínimas medidas de seguridad.

Desde Cádiz saldrán dos grupos, de 50 voluntarios cada uno, en la tarde del próximo día 1 de enero, uno desde la Bahía de Cádiz y otro desde el Campo de Gibraltar, estando prevista la vuelta en la mañana del día 6. El destino previsto es Muxía, en la provincia de la Coruña, uno de los municipios más afectados por la marea negra. El Ayuntamiento de Muxía nos ha confirmado ya que nos tiene asignado trabajo para estos días y que nos facilitará alojamiento y comida.

Esta actividad va a ser posible gracias a la colaboración de numerosas administraciones: la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, el Área de Medio Ambiente de la Diputación Provincial y varios Ayuntamientos.

Durante la estancia en Muxía podéis contactar con nosotros en los siguientes teléfonos:

677 51 74 19 (Antonio Muñoz)
690 38 19 34 (Juan Clavero)

Los Gaditanos en Solidaridad con Galicia
NUNCA MAS CATÁSTROFES ECOLÓGICAS POR LOS INTERESES DE LAS GRANDES EMPRESAS Y LA INEPTITUD DE LOS GOBIERNOS

Tres años después del desastre del ERIKA, esta nueva catástrofe es una demostración más de la inoperancia del gobierno español y la UE en la aplicación de medidas que impidan la continuación de esta siniestra letanía de mareas negras. Ante la catástrofe ecológica provocada por los vertidos del PRESTIGE, Ecologistas en Acción exige:

1.- La investigación y depuración de responsabilidades por la actuación y absoluta dejación de responsabilidades en la crisis del Gobierno y la Xunta de Galicia.

2.- El cumplimiento inmediato de todas las reivindicaciones planteadas por el movimiento de protesta en Galicia.
·Declaración de Zona Catastrófica.
·Planes de prevención que impidan el aumento de la catástrofe y garanticen la restauración de la costa.
·Ayudas e indemnizaciones que supongan la superación de las repercusiones económicas, sociales y medioambientales de los vertidos.

3.- La aplicación inmediata de medidas de control del tráfico marítimo de mercancías; supervisando el estado de los buques y las infraestructuras portuarias que almacenan sustancias peligrosas, especialmente en el litoral gaditano, sometido a un altísimo riesgo de marea negra debido al denso tráfico de petroleros por el Estrecho de Gibraltar.

4.- El abandono de una política energética que sigue basándose fundamentalmente en los combustibles fósiles, a pesar de sus nocivas consecuencias medioambientales. En particular pedimos la paralización de los proyectos de centrales térmicas en la provincia de Cádiz.

Por último, Ecologistas en Acción denuncia un modelo globalizador que juega a la ruleta rusa con la salud del Planeta y condena a la miseria a la mayoría de sus habitantes, llamando a la movilización social como única forma de conseguir que estas catástrofes ecológicas no se repitan NUNCA MÁS.

Cádiz 19 de diciembre de 2002
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