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En nombre de la clase obrera

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Junio 2009.

Una obra importante: Sándor Kopácsi, En nombre de la clase obrera. Hungría 1956: La revolución narrada por uno de los protagonistas, El Viejo Topo, Barcelona, 2008, 405 págs.

Éste libro representa un esfuerzo editorial my considerable que no debería de ser descuidado. Aborda un capítulo de primera importancia en la historia del siglo XX en general, y en el capítulo de la crisis del estalinismo, en particular. No existen muchas ediciones de este tipo. La más clásica de François Fetjö, Hongria 1956. Socialisme i llibertat, aparecida en Edició de Materials (una editorial ligada al FLP) con prólogo de Jean-Paul Sartre, data de 1966. El otro trabajo de Fetjö, Budapest, l´insurrection. La premiere revolution antitotalitaria (Complexes, Paris, 1990), ya no fue editada, aunque sí lo había sido su Historia de las democracias populares, 1953-1970 (2 Vols., Ed. Martínez Roca, Barcelona, 1971). Tampoco lo fue el conocido trabajo del militante comunista británico, Peter Frye, La tragedia húngara, que empero sí lo ha sido en Buenos Aires por el CEIP-IPS con el titulo de Hungría del 56. Esta misma editorial tradujo La revolución húngara de los consejos obreros, de Pierre Broué,

Se trata pues de un esfuerzo digno de consideración que recupera uno de los testimonios más representativo de los acontecimientos, Sándor Kopácsi (Miskolc, Hungría, 1922- Toronto, Canadá, 2001). Su historial es el propio de un militante comunista de raigambre. Su padre, tornero, le introdujo desde muy joven en el oficio y en la política, donde era dirigente socialdemócrata y sindical. En 1944, al ocupar Hungría las tropas alemanas, huyó de la ciudad con toda su familia para unirse al movimiento de resistencia Mokán. Liberado Miskolc por el Ejército Rojo, entró en las nuevas fuerzas policiales e ingresó en el Partido Obrero húngaro (POH, comunista). En 1952 fue nombrado jefe de la policía de Budapest y algo después designado diputado.

A principios de 1956, Sandor alzó su voz contra Mátyás Rákosi,
entonces máximo dirigente del Partido y del Estado, en una reunión de
miembros del POH en la policía, sumándose así a los "reformadores"
del partido. Tras el estallido de la Revolución el día 23 de octubre de 1956, se negó a que sus fuerzas dispararan contra los rebeldes y acabó por sumarse a la insurrección.
El día 3 de noviembre, contando con el respeto de los insurgentes, Sandor fue elegido democráticamente segundo jefe de la recién creada Guardia Nacional. Arrestado el día 5 de noviembre de 1956, fue juzgado junto con Nagy y sus colaboradores en junio de 1958, siendo condenado a cadena perpetua. Amnistiado en 1963, su vida laboral no fue fácil y la policía secreta no cesó de acosarle. En 1975 fue autorizado a emigrar a Canadá, donde vivía su única hija, Judith. Allí, tras varios trabajos manuales, acabó retirándose en 1987 como empleado de la limpieza de una central hidroeléctrica de Toronto. Tras la caída del Muro, volvió a Hungría en1990 con su mujer y compañera de fatigas, Ibolya, y fue nombrado general, aunque retirado. Falleció en Canadá en 2001 durante una visita a su hija...Todo estos detalles, y otros muchos, viene explicado en elaborado prólogo que firma Domingo Talens que desmenuza desde la perspectiva actual, cada uno de los puntos de la polémica histórica que le siguió. Sus conclusiones no permiten la duda: de un lado estuvo el pueblo por un socialismo en libertad, y de otro la burocracia que usurpaba el poder del pueblo.

Actualmente, estos planteamientos resultan más bien obvios, sin embargo, después de la II Guerra Mundial, el estalinismo llegó a parecer a millones de personas como la única vía posible al "socialismo". De ahí la sorpresa generalizada de muchos de ellos cuando les llegaron las imágenes se manifestaciones multitudinarias de trabajadores, los estudiantes y los intelectuales obreros húngaros que en pleno fervor revolucionario descabezaron las odiosas estatuas de Stalin, momento que quedó inmortalizado en unas fotos que nos hablaban de la víspera de nuestro tiempo: de la crisis irreversible del estalinismo. Un desastre o un desvío de una revolución que podía haber sido muy diferente...

La conmoción provocada por el XX Congreso del PCUS, con el inaudito "Informe Kruschev" sobre los crímenes de Stalin, a pesar de sus contradicciones y limitaciones, sirvieron para legitimar en cierta medida el movimiento de protesta que, en el verano de 1956, afectaba en Hungría a todos los grupos sociales y en especial a estudiantes e intelectuales Las voces más numerosas reclamaban medidas urgentes para corregir el modelo socialista. Decía Bela Kovacs, el secretario del Partido de los Pequeños Propietarios liberado en abril, que nadie pensaba entonces en volver a la situación anterior a 1945. La frase probablemente fuera exagerada. En la manifestación del 56 se confundieron distintas corrientes, desde comunistas, anticomunistas, demócratas, liberales, socialdemócratas, hasta nostálgicos horthystas, y confluyeron las insatisfacciones materiales derivadas de la industrialización acelerada y la crítica al sistema de poder responsable de la anterior. El denominador común de los manifestantes radicaba en la defensa de un patriotismo independiente y soberano.

Ya en julio de 1956, Moscú, consciente del malestar existente en el partido húngaro, envió a Budapest a dos eminentes jerarcas, Mikoyan y Suslov, para arbitrar una solución. Esta no fue otra que la de hacer dimitir de la dirección al odiado Rakosi, nombrando en su lugar a E. Geröe (igualmente poco popular por su identificación con el sistema del anterior), e incorporar a la ejecutiva a Janos Kadar y otros de los llamados comunistas nacionales (que habían pertenecido a la Resistencia), representantes de una línea centrista y moderada. La nueva dirección anunció un programa con determinadas concesiones, que fueron consideradas insuficientes por la oposición. Entre las resoluciones adoptadas, estaban la de rehabilitar a las víctimas del rakosismo, celebrándose honras fúnebres en su recuerdo (el 6 de octubre tuvo lugar el funeral por Rajk), que congregaron a mucha gente; readmitir a Imre Nagy en el Partido (13 de octubre); y mejorar las relaciones diplomáticas con Yugoslavia, siguiendo el ejemplo de Moscú. En este sentido, en septiembre se firmó un protocolo de cooperación económica, y el 15 de octubre salió para Belgrado una delegación húngara encabezada por Geröe y Hegedüs -presidente del Consejo- con objeto de proseguir las negociaciones. El regreso de la delegación a Budapest coincidió con la manifestación preparada por intelectuales y estudiantes para ese día, 23 de octubre…

Dentro de toda esta historia se encuentra Sándor Kopácsi, era uno de los nombres más reconocidos del comunismo húngaro al que sirvió con todo su entusiasmo hasta que tomó que tomar una opción entre el pueblo y los que le mandaban a disparar contra éste "en nombre de la clase obrera".

En nombre de la clase obrera…fueron las palabras que encabezaban
la sentencia dictada en junio de 1958 contra Imre Nagy, primer ministro de Hungría y veterano dirigente comunista, y sus colaboradores más próximos en el simulacro de juicio por su participación en la Revolución húngara de 1956.

El autor de este elaborado testimonio es Sándor Kopácsi, es uno de los líderes del partido que ocupa su lugar en la lucha, y este libro es su historia que escribió un testimonio de primera mano de un miembro del sector "reformador" del POH estimulado por la desestalinización anunciada por el Informe Secreto de Jruschov ante el XX Congreso del PCUS (Febrer de 1956). En estas páginas se palpa cómo la Revolución húngara pugnaba por conseguir una democracia socialista en la que los trabajadores, los campesinos, los intelectuales, los jóvenes... fueran
quienes marcaran la dirección de la economía y los asuntos públicos.
Aspiraciones que, al desbordar los estrechos límites del llamado
"socialismo real", movieron a la burocracia estalinista de Moscú a
aplastarla a sangre y fuego, fracasados los intentos de encauzarla
siguiendo el patrón de Gomulka en Polonia…

Ha transcurrido más de medio siglo desde los acontecimientos húngaros, un capítulo clave en las vísperas de nuestro tiempo. Y este libro, muy rigurosamente editado, es una contribución de primer orden para su conocimiento y estudio.