Noticias de Julia Lipschutz, conocida como Katia Landau

Un artículo de Pepe Gutiérrez-Álvarez

Gracias a la reseñas sobre la edición de Sepha de Los verdugos de la revolución española, aparecido en Kaosenlared, y en el que se informaba que no había habido manera de encontrar siquiera una foto de ella, nos han llegado unas preciosas informaciones de un familiar de su segundo compañero, Benjamín Balboa, y una foto del exilio...

En la información, firmada por el amigo Manuel Osende Rigueiro, éste aconsejaba la lectura de la obra de Daniel Sueiro, La flota es roja (Argos Vergara, Barcelona, 1983), que conoció dos ediciones entonces y que según parece no ha sido reeditado. El libro cuenta "El papel clave del radiotelegrafista Benjamín Balboa en julio de 1936", detallando "Todo lo que ocurrió en los buques de guerra y Bases navales al estallar la guerra civil. La Marina dentro de la conspiración franquista y la masonería dentro de la Marina".


Sueiro consideraba que "Balboa era un gran tema para un escritor, un aspecto nuevo y decisivo en el planteamiento de la guerra civil y en su desarrollo, y del que al parecer se habían olvidado los historiadores". Para recomponer la figura de este personaje central en la contrainsurrección republicana fallecido en 1974, cuando se aprestaba a viajar al Portugal de los claveles con su compañera Katia para estar más cerca de las libertades que se estaban ganando en España, se lanzó a una búsqueda agotadora de testigos y de archivos...Sueiro fue un avanzado de la investigación de las atrocidades del franquismo a través de obras como el Valle de los Caídos. Los secretos de la cripta franquista, amén de una Historia del franquismo en cuatro volúmenes (en colaboración con otros autores), y que fue publicada en 1978, lo que demuestra -por sí hacía falta- que ya se estaba trabajando, y de verdad, por la verdad, la justicia y la reparación contra el franquismo hasta que en las alturas políticas se consideró que se estaba llegando demasiado lejos.


Hoy que se vuelva a hablar de todo aquello convendría tener más en cuenta a este escritor gallego (La Coruña, 1932-,Madrid, 1986), autor de numerosos relatos cortos como La rebusca y otras desgracias (1958) y Toda la semana (1964), y novelas como La criba (1961), La noche más caliente (1966), Corte de corteza (1969) y El cuidado de las manos (1974). Sin embargo, Sueiro fue mucho más valorado por sus reportajes y ensayos que fue publicando en torno al tema de la pena de muerte con los títulos de El arte de matar (1968), Los verdugos españoles (1972), tan ligado al inestimable documental de Basilio Marín Patino, y en el que Daniel consigue la confesión de los propios ejecutores de la ley, su referencia a los instrumentos del máximo castigo -el garrote vil en este caso-, dan a la obra un patetismo insuperable, al tiempo que suponen una repulsa distanciada y objetiva de esta forma de represión. Le siguieron La pena de muerte: ceremonial, historia, procedimientos (1974), que causaron un enorme impacto en la opinión pública.
Nos gustaría saber mucho más de Katia, pero de momento publicamos el fragmento (páginas, 278-279-280) de La flota es roja:

"...Es una mujer también refugiada, de nacionalidad austriaca, que está trabajando entonces en un comité norteamericano de ayuda y rescate. De fina y delicada belleza, animosa ante las dificultades, de inteligencia rápida, ella decide desde el primer momento sacar de Francia a aquel español singular que le acaba de ser presentado. Aunque apenas habla cuatro palabras en castellano, en seguridad que está ante una mujer distinta, una mujer europea sensible y culta; la firmeza de sus convicciones, la generosidad que en ella advierte de inmediato, esa fuerza interior que de ella emana le cautivan. Aunque un velo de tristeza, de pesadumbre cubra por momentos su mirada y detenga su espontánea sonrisa.
Es Katia Landau, la que fuera esposa de Kurt Landau. En los últimos meses del año 1937 y los primeros de 1938, esta mujer menuda y enérgica, que muestra toda su entereza en los momentos de las grandes pruebas, ha estado tratando de saber qué ha sido de su marido, dónde está, en manos de quién. Sólo se sabe que Kurt Landau desapareció en Barcelona el 23 de septiembre del 37, al parecer arrestado. Katia ha entrado en todas partes y preguntado a todos, pero de sus pesquisas no sale nada en limpio; sus investigaciones terminan en el vacío.


Habían llegado a España pocos meses después de desatada la guerra, en noviembre del 36. Kurt Landau, activo militante del PC austriaco hasta 1927, dirigente más tarde en Berlín de la Oposición de Izquierda y miembro del Buró Internacional, cabeza de una de las escisiones del partido en mayo de 1931, entra en Barcelona en relación con el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) en el momento en que éste sufre los peores ataques de Trotsky, por haber accedido a formar parte del Gobierno de la Generalidad, y del que por cierto será expulsado más tarde por imposición soviética. Las divergencias políticas entre Landau y Trotsky se recrudecen desde este momento. Este último, que ya se había referido al "diletantismo con las ideas, la charlatanería periodística al estilo de Landau", al que había incluido entre los "confusionistas" y los "desertores", acabará por hablar del "papel lamentable" desempeñado por el austriaco en la revolución española.22 Landau, que se definirá como un marxista que rechaza el trotskismo, atacará duramente a Trotsky en sus últimos artículos; publicados bajo los seudónimos de Wolf Bertram y Spectator, alguno después de los sangrientos sucesos revolucionarios de mayo del 37 en Barcelona, en que a las divergencias con los trotskistas se suma la persecución por parte de los estalinistas.
Las investigaciones fallidas de Katia Landau quedarían registradas en un libro titulado El estalinismo en España.23 Tampoco otras investigaciones posteriores aportarían pruebas documentales de lo que todo el mundo, sin embargo, admite, tanto hoy como ya entonces: que Kurt Landau fue asesinado por la GPU (policía política de la Rusia soviética), como una víctima más del estalinismo en España.24 Pasados los años, la visión de aquella mujer en relación con estos hechos sigue siendo la misma de entonces, como se refleja en estos párrafos de cartas personales, fechadas en México en 1980, y dirigidas al autor de este trabajo: segundo, etc., y lo hago sólo para evitar malentendidos), quiero aclarar que Balboa y él nunca se conocieron. Kurt era el tipo de revolucionario profesional, por lo menos en el sentido en que empleábamos ese término en aquel entonces. Era un excelente orador y tenía una pluma verdaderamente brillante. Nos hemos separado del PC de Viena en 1927, y de Trotsky y el movimiento trotskista en 1931; sus métodos internos y su carácter autoritario hicieron para Kurt la colaboración imposible. Las divergencias se acrecentaron especialmente en la cuestión de la proclamación de una 4.a Internacional para la que faltaban en aquel entonces todas las premisas, y, en mi criterio, faltan hasta esta fecha, a pesar de todo. Kurt se consideró hasta su fin marxista-leninista y defensor de la URSS. Después de los acontecimientos de mayo de 1937, vivía ilegalmente en un suburbio de Barcelona. El 23 de septiembre de este mismo año fue secuestrado, ferozmente torturado y matado. Hay una versión que supone que fue llevado a Rusia, pero no existen pruebas fehacientes respecto a este particular. Ahora, por primera vez en muchísimos años, ha salido en Cahiers León Trotsky, enero-marzo 1980, páginas 71-95, un artículo de un joven historiador vienes de talento, Hans Schafranek, sobre Kurt. Que una publicación trotskista publique un artículo sobre Kurt es un verdadero milagro y demuestra que tienen una mentalidad bastante más abierta que el gran Maestro..."


Cuando se encuentran en Marsella, desgarrados por las miserias de la guerra, de la derrota, con las cicatrices aún abiertas en el fondo de sus almas, Katia tiene poco más de treinta años; Balboa cumple los cuarenta. "Y cosa curiosa -recordará Katia-, no nos pusimos a hablar de política, sino de teosofía." También ella había pertenecido en su juventud, en la adolescencia, a un grupo teosófico vienes, del que se había alejado pronto, mas no sin haber leído antes a fondo a madame Blavatsky, a Anny Besant, a Krishnamurti...; concretamente los discursos de Buda le habían parecido magníficos. Comprobó en seguida que los conocimientos de Balboa en el campo de las religiones, y no sólo en el de la teosofía, eran amplios y profundos. Espontáneamente coinciden ambos en esos principios de convivencia que atañen a la moral, a la ética, al humanismo. Balboa necesitaba en aquel momento, por otra parte, una persona de confianza que le pasara a máquina sus recuerdos de los acontecimientos de julio del 36 y su participación en ellos. Ese papel lo cumpliría también Katia con eficacia, y al tiempo que escribía cuartillas y más cuartillas en una vieja máquina alquilada, comprobaba la simplicidad de la ortografía española y su propia facilidad para dominar un idioma que iba a ser el suyo en adelante.
En mayo de 1941 se trasladan los dos a Casablanca, donde Katia presa, ahora, consiste en comprobar que, corno otros compatriotas, ha de pasar varios días en la cárcel para extranjeros existente en aquella ciudad americana; cuarentena que afortunadamente consiguen abreviar las gestiones del máximo dirigente de la JARE, Indalecio Prieto. "Estamos haciendo toda clase de esfuerzos para que puedan ustedes salir mañana - le dice éste en carta que lleva fecha del 30 de septiembre, escrita con su letra menuda e inconfundible, en papel de The Barclay -. Se tropieza con la dificultad del funcionamiento de un solo Jurado y de la existencia de muchos casos. Se nos han dado esperanzas de que los de ustedes se resolverán mañana por la mañana."


A México, punto y destino final de su largo exilio, llega Benjamín Balboa -vía Cuba- en octubre o noviembre de ese mismo año, 1941. Katia logrará unírsele, por fin, pocos meses después, en marzo de 1942. En lo sucesivo ella será Katia L. de Balboa, si bien no formalizan jurídicamente su matrimonio hasta diez años más tarde. "En nombre de la Ley y de la Sociedad, hoy, 29 de diciembre de 1953, declaro unidos en perfecto, legítimo y disoluble matrimonio civil al señor Benjamín Balboa López con la señora Julia Lipschutz de Balboa, con todos los derechos y obligaciones que nacen del matrimonio", escribirá en el libro del Registro Civil que tiene a su cargo el juez de la villa de Jiutepec, en el estado mexicano de Morelos, que los casa. Balboa aparece en posesión de la nacionalidad mexicana, por carta de naturalización n.° 241, expedida en la ciudad de México el 5 de marzo de 1942, y divorciado por ejecutoria de 30 de abril de 1953; Katia, "actualmente en calidad de emigrante", aparece por única vez con su nombre austriaco: Julia Lipschutz Klein.


Balboa afronta el destierro con serenidad y buen talante. No puede decirse de él por ese tiempo, los primeros años del exilio, que sea un personaje de Max Aub, uno de aquellos refugiados españoles atados al bicarbonato y al insomnio, que se pasan la vida gastando los nudillos, de tanto golpear con ellos el mármol de las mesas de los cafés de la capital mexicana, hablando del pasado con acento duro e hiriente, a la espera de la caída de Franco. Puede desear como el primero que esto ocurra, pero es pesimista al respecto. Y prefiere mirar al porvenir más que volverse hacia el pasado. Ni siquiera es amigo de tertulias ni de grandes reuniones conjuradoras de nostalgias o utopías. Busca trabajo para rehacer su vida, o, si se quiere, para dar el soporte necesario a su radical independencia. Sin sentirse angustiado jamás, sin desesperar en ningún momento.
"El destierro no afectó a su carácter tolerante y bondadoso -evoca pasados los años, quien lo conociera hacia 1943, en la adolescencia: la hija de unos amigos de Balboa, también refugiado, que vuelve a verlo en su lecho de muerte -, (25). Sabia aceptar bromas y devolverlas. LO QUE más me gustaba era su risa franca y espontánea, que brotaba a la me provocación cuando mi madre le hacía algún cumplido o mi padre le recordaba su origen gallego. Su acento era peculiar y su manera de hablar, clara y pensada, le daba cierto encanto. Ahora que el tiempo pasado, creo que entiendo mejor su manera de ser y por qué en aquel momento yo no me explicaba su indiferencia y ecuanimidad. Me refiero a los primeros años de nuestra amistad, 1943. Me extrañaba verlo campante sin trabajo adecuado, o a veces con subempleos... Él mantenía su serenidad contra viento y marea. Parecía no tener ninguna necesidad. Aceptaba los acontecimientos como algo ineludible. Le gustaban mucho los animales, y cuando hablaba de su perro Lobo, se entusiasmaba como un chiquillo. Admiraba profundamente la inteligencia y el instinto de aquel animal, jugaba con él y se regocijaba haciéndole trucos; se sentía orgulloso cuando el perro caminaba delante de él llevando' periódico en el hocico. Era muy amante de las plantas y de las flore! la naturaleza en todas sus manifestaciones. Le fascinaba el mar embravecido, las noches de tormenta...: para él eso era algo grandioso, d de admirarse. También el firmamento y la astronomía le atraían. Tenía pensado escudriñar las estrellas desde la terraza de su casa, con a líos magníficos prismáticos que tenía. Serenamente pienso que Balboa poseedor de un espíritu superior, que supo siempre dar a las cosas y circunstancias su verdadero valor, sin hacer alarde de ello. Tenía escala de valores muy suya, tal vez incomprensible para los de Alguna vez le oí hablar del escritor Henry David Thoreau con admiración y un poco de envidia, como compartiendo sus aficiones y su manera de vivir..."

Notas del libro

(22). Ver La revolución española, Vol. 1, 1930-1936. León Trotsky. Edición, prólogo y notas de Pierre Broué. Libros de Confrontación. Historia 3 y 4. Ed. Fontanella. Barcelona, 1977. Para las citas de este párrafo, Ibid., p. 169 del vol. 1 (transcribe una carta de Trotsky del 18 de junio de 1931); pp. 264 y 265 del mismo vol. (texto consagrado a la sección española de la oposición de izquierda, en 22 de diciembre de 1932); y pp. 297 y 298 (trascribe un artículo de Trotsky publicado en New International en octubre de 1939) (Esta edición se encuentra actualmente por Internet).


(23). Katia Landau, El estalinismo en España, París, 1938 (editado por SEPHA).


(24). En la recopilación que Pierre Broué efectúa acerca de estas víctimas menciona a Andrés Nin, Kur Landau, Erwin Wolf, Marc Rhein, Moulin, Camillo Berneri, Marcial Mena, Jaume Tepat, Joan Hervás, José Mª Arenillas, Bob smillie, etc (v. La Revolución española, ed. Cit., vol. 2, p. 292, n. 4).