Kati Horna: una mirada insólita y cotidiana

Por: Alicia Sánchez Mejorada (artículo publicado en la revista Cuartoscuro, sept 2001)

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Tanto por su trayectoria fotográfica como por la mirada mágica y cotidiana con que plasma sus imágenes, Kati Horna es una de las personalidades más destacadas en el ámbito cultural mexicano. Nacida en Hungría, en 1912, radicó en la Ciudad de México por más de 60 años, desde fines de 1939 hasta su muerte, acaecida en octubre del año pasado.

A los 19 años de edad se trasladó a Alemania y, por afinidades de ideario, se relacionó con el grupo de Bertold Brecht a cuyo colectivo se integró en Berlín en 1931. Su formación intelectual y artística se forja con las ideas de los considerados pioneros en fotografía moderna: los húngaros Lászlo Moholi Nagy -miembro y profesor de la escuela Bauhaus- y Jósef Pécsi, cuyo estudio fotográfico catalizó la atención de los vanguardistas de la época. Kati aprendió la técnica de la fotografía en el taller de éste último, en Budapest (1932), lo cual le sirvió para ingresar como ayudante de la agencia alemana Dephot (Deutsche Photodienst). Al poco tiempo, en 1933 huyó a París, donde comenzó a trabajar retocando fotografías de modas y haciendo fotos fijas para cine. Acompañada de su cámara Linhoff, realizó para la compañía francesa Agence Photo sus primeros reportajes gráficos: El Mercado de las Pulgas (1933) y Los Cafés de París (1934). En estas tomas se manifiesta ya su gusto por reanimar a los objetos confiriéndoles vida y personalidad propia, así como su humor y su particular enfoque creativo para detectar lo "insólito cotidiano", por ejemplo, al captar la expresión de un perro sentado esperando ser servido.

Algunos de sus amigos pertenecían a la Asociación de Artistas Alemanes en París y pronto con su carácter irónico y genial, Kati entró en contacto con el grupo surrealista que se reunía en Montparnasse en el Cafe des fleurs. Con su amigo, el dibujante Wolfgang Burger (un jóven refugiado alemán, discípulo de Max Ernst), desarrolló entre 1935 y 1937 una serie de historietas, protagonizadas por verduras o huevos pintados, que criticaban la situación política europea, ridiculizando particularmente la figura de Hitler, oponiendo a la tragedia un humor agudo y sutil, hasta cierto punto macabro. El clima de ruptura y utopía en el que vivió Kati en París contribuyó a afianzar su ideología libertaria, a la que se mantuvo firme hasta el resto de sus días.

Durante la Guerra Civil Española, con el encargo de reunir un álbum para la propaganda exterior del gobierno republicano, Kati Horna se trasladó a Barcelona (1937). Las escenas que recoge en Teruel, Aragón, Valencia y Cataluña, principalmente, documentan la contienda mostrando la vida cotidiana tanto en los frentes como en la retaguardia. Sus tomas son básicamente testimonios de la población civil durante la guerra: la mujer amamantando, la mujer que lleva la comida al campo de batalla, el interior en ruinas después de un bombardeo. Su contacto con el devenir humano, con el drama del desamparo y el tipo de acercamiento que Kati Horna efectuó hacia su entorno motivaron la pronta madurez de Kati Horna como fotógrafa, pues realizó una notable labor testimonial al retratar con una mirada solidaria, sobrecogedora y atenta la vida en toda su dignidad. Lejana siempre a la militancia política, aunque afín a los libertarios españoles, Kati Horna fue simpatizante de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) y trabajó como reportera gráfica para publicaciones de tendencia anarquista. Fue redactora de la revista semanal Umbral, y participó en otras no menos importantes, como Tierra y Libertad, Tiempos Nuevos, Libre Studio y Mujeres Libres. Una de las tomas más emblemáticas de esta época es Los paraguas (1937), registrada desde el quinto piso de la vía Durruti, sede del archivo de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en Barcelona.

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Fue a través de la revista Umbral que Kati conoció a su compañero, el pintor andaluz José Horna, quien trabajaba entonces (1938) como dibujante del Estado Mayor de la República, hasta que ingresó en la División del Ebro, cubriendo la retirada de los civiles a través de los Pirineos. Después de una serie de vicisitudes emocionales y políticas, tras la derrota del régimen republicano, llegaron a París y de ahí salieron al exilio en México. A los 27 años de edad, en octubre de 1939, Kati desembarcó en Veracruz y al poco tiempo los Horna se establecieron en el Distrito Federal.

Desde sus inicios, Kati Horna pareció intuir las claves de la narración fotoperiodística contemporánea. El primer reportaje gráfico que publicó en México, revela su capacidad intuitiva y su mirada experimental en el discurso fotográfico. Se trata de un cuento visual que había trabajado previamente en París, en julio de 1939: "Lo que va al cesto", que aparece como su primera colaboración en la revista Todo. Como una premonición de los tiempos que vendrían ella narra el sentimiento colectivo de la preguerra. En sus fotos, libros de poesía, mapas de Europa, pasaportes, monedas, la paloma de la paz, los símbolos de la amistad y la fiesta son barridos para dar al cesto de la basura. Arrasados como lo serían la humanidad, la cultura y la geografía por el enfrentamiento bélico.

Pronto colaboró como reportera gráfica para distintas publicaciones mexicanas. A partir de 1944 fue fotógrafa de planta de la revista recién fundada Nosotros, que apreciaba las excelentes fotografías de Kati Horna y su bien manejada Rolleiflex.

"La técnica europea de Kati al captar en sus fotografías el sentido humano ha sido hasta hoy y en cierta forma insuperable -decía una nota-. Su exquisita sensibilidad capta inmediatamente la agudeza de las expresiones", como lo demuestra la serie de retratos de Alfonso Reyes en su biblioteca. En esta época realizó dos de sus estudios más reveladores y sugerentes: Títeres en la Penitenciaría y La Castañeda (ambos de 1945). Con una visión penetrante Kati Horna transfigura lo sórdido del encierro y consigue adentrarnos en mundos cáusticos y subjetivos, trastocados por su mágica mirada. Ella reviste cada imagen con una nueva interpretación. Con una libertad maravillosa recupera toda integridad humana, al tiempo que recoge los rasgos emocionales, íntimos y personales de los sujetos fotografiados. Su lente se torna en espejo que refleja el mundo interior del retratado.

Otros reportajes relevantes los realiza para la Revista de la Universidad de México (donde trabajó entre 1958 y 1964), como Los dulces de la Ciudad (1963), cuyas elocuentes tomas destacan las calabazas en tacha de un puesto callejero, registran la mirada de unas niñas tras el aparador de la dulcería de Celaya y descubren las calaveras de azúcar y los animales confitados, apiñados en los puestos del Mercado de dulces.

Desde que se inició la Revista Mujeres, en noviembre de 1958 (hasta julio de 1968), Kati fue jefa del Departamento de fotografía, ocupándose de la sección cultural y de las portadas. Durante estos años retrató a las más destacadas figuras de los sesenta.

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"Kati y yo coincidíamos en la revista Mujeres. -dice Elena Poniatowska-. Fue la época en que la conocí, y desde el principio la amé porque en vez de cansancio decía "la cansancia", y me pareció que ninguna palabra era más apropiada de feminizar. Caminaba por la calle con su cámara al hombro y su pelo suelto. Caminaba todo el día. Acompañar a Kati era un deleite surrealista porque Kati al igual que Leonora, que Remedios, que Gunther Gerzso se elevaba por los aires. Conversar con ella es una dicha."

En 1962, bajo la dirección de Salvador Elizondo y Juan García Ponce, Kati Horna colaboró con un grupo de amigos, cuyas afinidades ideológicas y deseos de revocar las normas tradicionales de la sociedad los llevaron a fundar la revista S.nob, un "hebdomadario" que "abriría a sus lectores las puertas de lo insólito". La revista fue para Kati una suerte de motor que impulsó su fuerza imaginativa y propició un renacimiento en campos que ya antes había trabajado en Europa, como las historietas realizadas en París y los montajes hechos en España. En la sección "Fetiche" Kati Horna publicó tres cuentos visuales: Oda a la necrofilia, Impromptu con arpa y Paraísos artificiales. El énfasis inusitado de sus tomas, el entorno, las metáforas visuales y los objetos que conjuga, dan como resultado ambientes quiméricos cargados de irrealidad. El enfoque personal de Kati, espontáneo y humano, capta lo sustancial de la escena y con su intuición permite que lo transitorio se vuelva eterno y mágico, como la mujer del garrafón, de la serie Paraísos artificiales.

En las páginas de S.nob escritores y artistas dieron rienda suelta a su imaginación, inventaron palabras e historietas, realizaron reportajes y entrevistas ficticias, se burlaban de lo convencional, en un intento por desacralizar, entre otras cosas, el arte. A pesar de que la revista sólo duró seis números, dio pie a otra serie de relatos fantásticos, que podrían considerarse como los cuentos más característicos de Kati: Historia de un vampiro. sucedió en Coyoacán (1962), Mujer y máscara (1963) y Una noche en el sanatorio de muñecas (1963), donde la realidad sirve como marco de mundos imaginarios. El lenguaje fotográfico de Kati despliega una extraña fuerza evocadora, mediante la cual logra la transposición de conceptos y recrea nuevas visiones de la realidad. Sus ambientaciones no transforman el estado natural de las cosas sino que, dentro de su contexto, acentúan lo "insólito cotidiano". Es también entre 1960 y 1963 cuando Kati toma sus fotografías de teatro, principalmente de las obras que dirige Alejandro Jodorowsky, como la Sonata de los Espectros (1961) de Strindberg, Penélope (1961) de Leonora Carrington, el evento efímero Poema inmóvil para un mural de Hierro (1962) y La ópera del orden (1962) del propio Jodorowsky, con escenografía de Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Lilia Carrillo y Alberto Gironella, entre otras.

Gracias a la firme amistad con Mathias Goeritz, quien a finales de los años 50 funda y dirige la Escuela de Diseño en la Universidad Iberoamericana, Kati Horna comenzó a dar clases de fotografía (1958-64). Era una época de apertura y de búsqueda. Sus alumnos no olvidan la pasión que Kati sentía por la fotografía y por la vida, su planteamiento filosófico, su ética profesional y la experiencia que imprimía a su labor fotográfica. Luego dio clases en la Escuela de Diseño y Artesanías (1965-68) y más adelante, a los 61 años de edad, Kati Horna continuó ejerciendo la docencia con una extraordinaria fuerza y energía vital, ahora en el Taller de Fotografía de la Antigua Academia de San Carlos (desde 1973 hasta su muerte). Siempre atenta a que cada uno de sus alumnos desarrollara "la propia sensibilidad para realizarse en imágenes".

La arquitectura fue un campo por el que Kati transitó con interés. Desde sus reportajes en España, hasta sus colaboraciones en S.nob o Diseño, ella trató de captar en sus fotos "lo insólito de la arquitectura", aquello que la distingue, la fisura que la marca, el lenguaje natural de sus muros, sus texturas y los espacios que resguarda. A mediados de los años cincuenta, por encargo del arquitecto Carlos Lazo, fotografió para la memoria de Ciudad Universitaria sedes de diversas facultades, institutos o escuelas; documentó edificios antiguos al dar cuenta de su valor histórico y de su estado. Más tarde, en 1964 registró, para el nuevo Museo Nacional de Antropología e Historia, el proceso completo de la elaboración de 12 murales. Posteriormente, en 1967 colaboró con el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez tomando fotografías para la Pre-Olimpiada y trabajó también con Ricardo Legorreta. Sus colaboraciones aparecieron en revistas como Arquitectos de México, Arquitectura ENA, Obras, Arquitectura, Calli, etc.

Durante más de seis décadas Kati Horna ejerció su oficio efectuando encargos de fotografía documental y reportajes para distintas publicaciones nacionales. Su labor como reportera, fotógrafa y maestra fue incansable. Su cámara recogió los rostros de destacadas personalidades y escenas de la vida cultural mexicana, al tiempo que se ocupó de otras temáticas, generadoras de su potencial creativo, que le permitieron recorrer las calles de la ciudad y tener "momentos robados" al trabajo para realizar ensayos, series y proponer su propia visión, sus cuentos, sus historias fantásticas. La actividad rica y variada que desempeñó Kati se refleja en sus testimonios, series fotográficas, relatos visuales, fotomontajes e imágenes construidas. El ingenio, su capacidad para dar vida a los objetos y recrear ambientes insólitos, haciendo de lo cotidiano "lo inolvidable", caracterizaron su producción. La relación que estableció entre subjetividad e ironía la llevó a trascender la vocación documental implícita en el periodismo gráfico, para ofrecernos su personal manera de entender la realidad. El talento de Kati radicó siempre en su fuerza vital, en su capacidad de asombro, en su humor, su ética y su mágica tenacidad.Anita Brenner le abrió las puertas de la revista México This Month, donde Kati colaboró esporádicamente entre 1958 y 1965, mostrando la obra de algunos artistas plásticos como el escultor Germán Cueto, "El arte sacro de Mathias Goeritz", "El mundo con las patas al revés" de Pedro Friedeberg, quien trabajaba entonces como portadista y diseñador de la revista, así como aspectos originales de personalidades de la cultura mexicana. Sus tomas muestran también escenas poco conocidas de la vida capitalina. Imágenes poéticas recuperan presencias olvidadas de la casa de León Trotsky en Coyoacán o de la Casa Azul de Frida Kahlo. En sus tomas los objetos cobran vida con un simbolismo y una dignidad maravillosa. La época de mayor producción en la trayectoria de Kati Horna se dió entre 1958 y 1972. Durante este tiempo Kati no dejó descansar su cámara, fotografiaba por encargo y fotografiaba por placer. Su lente descubrió a los más diversos artistas en sus casas y estudios. El punto focal de sus imágenes registra los ademanes corporales de los sujetos fotografiados y encuadra la vida de estas personalidades. Sus retratos parecen hablar con la mirada, con las manos, con las obras que muestran. Toda una época de la cultura en México giró alrededor de la Galería de Antonio Souza y Kati Horna fue su fotógrafa. Para entonces, tanto por su trabajo como por afinidades afectivas, ella se había relacionado con el grupo de la llamada vanguardia mexicana


Las fotos de Kati Horna las podéis contemplar en la siguiente dirección:

http://212.51.127.30/images/horna/horna.htm