Hija y esposa de mineros, maestra
frustrada por la pobreza, militante comunista de base hasta los años treinta, Dolores
Ibarruri, más conocida como "La Pasionaria" -"Pasionaria" a secas
para la derecha-, se convirtió durante la guerra civil española en uno de los grandes
mitos femeninos del siglo, hasta el extremo de que su seudónimo ha llegado a ser
ampliamente utilizado por la prensa internacional para subrayar el carácter activista y
revolucionario de mujeres como Jane Fonda, Bernardette Devlin, Anna Walentovyck o Joan
Báez (1). El hecho de que a los noventa y pico años Dolores Ibarruri fuera uno de los
escasos grandes nombres de la época de la República que seguían en pie, demuestra no
solamente una notable longevidad sino también que el mito ha sido casi incombustible a la
prueba del tiempo, durante el cual ha conocido una trágica derrota, un prolongado y
desgastador exilio, y sobre todo, la crisis general del movimiento comunista abierta con
el XX Congreso del PCUS que, en su momento, llegó a poner en tela de juicio el llamado
"culto a la personalidad", factor sin el cual sería imposible comprender
completamente el ascenso de Dolores Ibarruri de "mujer de hierro" - militante
conocida por sus obras - a "mujer de mármol" (2), o sea en un personaje situado
por encima de la historia sobre el cual no tiene cabida una posición crítica.
Familia católica y carlista
En otras condiciones históricas y sociales, con una clase obrera sometida o
domesticada, la trayectoria de una mujer de la entidad de Dolores Ibarruri no hubiera
quizá trascendido el marco familiar o local dentro del cual posiblemente alguien hubiera
vislumbrado una notable personalidad detrás de una ama de casa cargada de hijos. Pero
Dolores Ibarruri nació y creció a la par de un movimiento obrero que tuvo en la cuenca
minera de Gallarta, Bilbao, uno de los centros de agitación social más activos de la
Península. Concebida en una familia de tradiciones católicas y carlistas, sus primeros
recuerdos apuntan, sin embargo, directamente hacia las luchas obreras:
"Los mineros llevaban en huelga en una ocasión varias semanas y los patronos
decidieron cortarla, enviando al Ejército. Trajeron un regimiento y lo colocaron desde
donde estaban las minas hasta el final del pueblo, con la bayoneta calada. Cuando abrieron
las puertas de las casas de los mineros por la mañana nos encontramos con ese terrible
panorama. Fue emocionante, yo era una niña, pero recuerdo que las mujeres, en lugar de
reaccionar contra los soldados, los llamaban hijos. 'Hijos -decían-, pero, no
comprendéis, no veis cómo vivimos. ¿Vosotros vais a disparar contra nuestros
hombres?" (3).
Dolores no aceptó el conformismo de sus mayores, que la educaban para ser una como ellos,
la mujer de un minero con muchos hijos. Estudió entonces elementos de cultura general y
durante un tiempo acarició el sueño de ser maestra, un objetivo muy extendido entre las
mujeres inconformistas. Sin embargo, se vio obligada de momento a trabajar como bordadora
y -como sirvienta en casa de gente acomodada, y finalmente se casó con un minero, Julián
Ruiz, un hombre íntegro y honesto -Juan Andrade, que lo conoció, lo presentaba como el
prototipo de obrero militante-, y muy metido en las luchas sociales. El cuadro del nuevo
hogar era "de una realidad cruda, descarnada, (que) me golpeó como a todas, con sus
manos implacables. Unos días breves, fugaces de ilusión y después... Después la prosa
fría, hiriente, inmisericorde de la vida. De una vida triste, mezquina, dolorosa,
deshumanizada, descendiendo un poco más cada día en el pantano sin fondo ni límites de
la miseria" . Con estos recuerdos Dolores refleja en gran medida las condiciones de
vida de la mayoría de las esposas de los obreros de su época.
Un espíritu inquieto como el suyo, educado en una relación muy directa con las
rebeldías proletarias, no podía por menos que pensar que: "... En el hogar, la
mujer se despersonaliza... Cuando nació mi primera hija, yo había vivido, en poco más
de un año, una experiencia tan amarga, que sólo el amor de mi pequeña me sujetaba a la
vida. y me aterraba, no sólo lo presente, odioso o insoportable, sino el porvenir que
adivinaba doloroso e inhumano". Madre de seis criaturas, tres de un solo parto, sólo
le sobrevivirán dos hijos: Rubén, que morirá durante la II Guerra Mundial en la defensa
de Stalingrado, y Amaya, la única superviviente, que la hará abuela y que se instalará
en la URSS. En el mito de "La Pasionaria" hay también una importante componente
del sufrimiento real de la clase obrera.
Se daban por lo tanto todas las condiciones para que Dolores Ibarruri se montara en el
carro de una clase ascendente que en 1917 mostró su capacidad cuando en agosto la unión
entre socialistas y anarcosindicalistas dio lugar a la primera huelga general de la
historia de España. Dolores interviene en este hecho como una militante experimentada al
frente de un grupo de mineros. Meses después llegarían los ecos de la Revolución de
Octubre en Rusia, un acontecimiento que le pareció "tempestuoso, estremecedor, como
debieron ser los grandes cataclismos que dieron forma al mundo". Militante socialista
como su marido, Dolores estuvo desde el primer momento con el sector
"tercerista" que representaba Facundo Perezagua, uno de los fundadores del PSOE
y había precedido a Indalecio Prieto en la dirección en el País Vasco, dándole un
contenido marcadamente clasista y antiburgués.
La escuela del partido
"... Para nosotros, la Revolución de Octubre era también el camino de la
revolución en España. Pero los socialistas, yo creo que no lo veían tan claro (...). Es
decir, se había producido la primera revolución socialista, pero el movimiento
socialista estaba dirigido por jefes reformistas, y entonces, por ejemplo, en secciones
como la nuestra, como la sección de Somorrostro (...) se pasó a la Tercera
Internacional" (4).
Aunque había comenzado su vida militante en la izquierda del PSOE, es evidente que la
formación y la consagración militante de Dolores Ibarruri tendrían lugar en el recién
formado partido comunista, y con el cual conocería muy vivamente la represión y la
cárcel, durante la Dictadura y también con la II República. Este hecho adquiere
especial significación en el caso de un trabajador y sobre todo en una mujer destinada a
ser todavía inferior a un trabajador, y que encuentra en el partido los motivos de su
emancipación de la fosa social. El partido la saca de la servidumbre y de la oscuridad,
la hace sentirse importante para amplios sectores de la clase obrera, para la idea y sobre
todo para sí misma. La misión de este partido es nada menos que la revolución
socialista siguiendo el modelo inaugurado en octubre de 1917, y en este gran desafío
Dolores aprende la regla de oro de todo militante comunista educado en la fe al partido, a
saber: la URSS está demostrando que es posible otra vida para los trabajadores y los que
la niegan con descalificaciones grotescas -la derecha- no son más que sus adversarios
naturales, en tanto que los que la critican -anarquistas, trotskistas- sirven
objetivamente la reacción.
Durante muchos años Dolores Ibarruri ha sido presentada por los historiadores oficiales
del PCE como una fundadora destacada y una "notable" desde los primeros años de
su formación (5). Nada más incierto. Durante muchos años fue miembro del Comité
Provincial de Bilbao e incluso asistió como delegada al primer Congreso, pero de hecho
será una militante muy poco conocida hasta el final de la Dictadura, durante la cual el
PCE fue, junto con la CNT, el centro de atención de la represión policial. Comenzó a
ser conocida como oradora y como colaboradora de la prensa comunista donde firmaba algunos
artículos como "La Pasionaria". Durante este tiempo no fue ni de los débiles
que regresaron al PSOE -rehuyendo por lo tanto a una dura confrontación con el poder- ni
de los fuertes que comenzaron a cuestionar la gradual adaptación del partido a las normas
derivadas de la rusificación del Komintern, al que algunos disidentes comenzaron a llamar
el Stalintern. Ambas exclusiones abrieron paso para el ascenso al campo de la dirección
de militantes como Dolores, caracterizados por su obediencia e integrismo.
"Ya en 1932 la vemos dar la batalla, al lado de José Díaz, a las concepciones
sectarias y dogmáticas del grupo encabezado a la sazón por Bullejos, que amenazaba
convertir el Partido en una versión proletaria de las sectas carbonarias..." (6).
Hasta aquí otra vez la historia oficial, la leyenda. Sin embargo la realidad es muy otra.
Dolores Ibarruri accede al Comité Central y a la redacción de "Mundo Obrero"
como compensación a su entrega y fidelidad. Durante el período "sectario y
dogmático", Dolores escribirá y hablará con vehemencia a favor de la política
oficial y desconoce las tradiciones de debate crítico y abierto de la historia del
socialismo. Esta identificación es tal que cuando el equipo Bullejos-Adame-Trilla es
defenestrado, ella se ve obligada a efectuar su primera y última retractación (7). Nunca
más se verá obligada a hacerlo, porque desde entonces estará fuera de toda sospecha.
La misma historia oficial atribuye al nuevo equipo animado por Díaz y "La
Pasionaria" un giro que prologa lo que luego será la política del Frente Popular.
Tampoco esto es cierto. El nuevo equipo rector sigue traduciendo al castellano las
premisas de la política del "tercer período" de la Internacional Comunista
(8). Se sigue caracterizando al PSOE y a la CNT como enemigos de clase y a los trotskistas
como aliados objetivos del fascismo. El PCE trata en aquella época de crear sindicatos
minoritarios afines y opuestos a la CNT y la UGT, y trata de obligar a socialistas y
anarcosindicalistas a un frente único "por la base", o sea en contra de sus
"direcciones traidoras". Una demostración de todo esto lo encontramos en que
cuando realmente comienza a concretarse un frente único con la Alianza Obrera, Dolores
Ibarruri definirá a ésta como la "Santa Alianza contrarrevolucionaria", y
cuando entra en discusión con ella plantea la expulsión de los trotskistas -o sea de los
comunistas discrepantes reunidos en torno a Nin y a Maurín- para firmar su adhesión.
Habitualmente las historias oficiales pasan muy rápidamente sobre este período.
La creación de la leyenda
Será durante este período cuando comienza a forjarse la leyenda de "La
Pasionaria" entre los trabajadores. Con todos sus desafueros, la política del
"tercer período" estaba acompañada por un gran fervor militante, y la
represión fue muy dura contra ellos. Los períodos de encarcelamiento de Dolores se
sucedieron, y su imagen de mujer bravía y revolucionaria cobró una fuerza inusitada
cuando después de los acontecimientos de 1934 comenzó a encabezar duras manifestaciones.
Una fotografía en la que aparece tirando de los barrotes de una prisión dio
prácticamente la vuelta al mundo. Cuando el VII Congreso del Komintern dio el gran viraje
hacia la reconciliación de clases, y cada PC tomó el rostro de su máximo dirigente,
nadie como Dolores Ibarruri poseía en el PCE un poder carismático similar o parecido.
Sólo en Cataluña un nuevo cuadro dirigente, Joan Comorera, poseería los elementos
personales para ocupar dicho lugar, pero en 1936 era un recién llegado.
Si Stalin era la prolongación de Marx y Lenin debidamente iconificados y desactivados,
cada líder nacional comunista era la prolongación de Stalin. Dolores marchó a Moscú y
regresó fascinada, se le había recibido con todos los honores, era ya un monumento y
Stalin le pareció alguien fuera de lo común. Esta fascinación se mantendría en los
años ulteriores cuando, a pesar de todas las revelaciones efectuadas por el
"revisionismo" de Jruschev, ella se negó a reconsiderar esta admiración,
aunque la fórmula no fue ya la de un dirigente infalible sino la de un hombre atento y
preocupado por el destino del pueblo español. Su prestigio de mujer de hierro se afirmó
primeramente en Asturias donde fue elegida diputado por la cuenca minera, dándose tal
empatía que alguna gente llegará a creer que Dolores era asturiana. Ahora encarnaba al
partido que tanto había luchado, a los hombres y mujeres que habían dado su vida por la
revolución, a la Unión Soviética y a Stalin que eran "el faro de la
humanidad". La que había sido hasta entonces una mujer de instintos revolucionarios,
reflejo de una condición femenina que comenzaba a cambiar, se convirtió en una pensadora
cuyos planteamientos se convierten en ley. Desde ahora será el centro de un dilema
maniqueo, los que la defienden y exaltan la consagran como uno de los más altos símbolos
de la República en armas, los que la atacan son los enemigos. Su vida privada ya no le
pertenece; Julián desaparece de la escena y sus relaciones con Francisco Antón forman
parte de los secretos del partido como si se tratara de algo vergonzoso.
Cuando Dolores Ibarruri escribe o habla, certifica sobre una política oficial que aparece
como la adaptación de la táctica comunista a las exigencias de la defensa de la
República cuyo carácter "oligárquico" de ayer -1931- desaparece para
representar una "nueva democracia". Los grandes principios del bolchevismo que
se habían asimilado para extender la promesa socialista de octubre de 1917 -la entrega
militante, la eficacia organizativa, el ejército rojo, etcétera-, se reorientan hacia un
horizonte bastante similar al que había significado el gobierno provisional ruso de
febrero a octubre. Esto respondía, de un lado, a las exigencias de la política exterior
soviética, y por otro, a los intereses de los restos de la burguesía y de la pequeña
burguesía republicana representada, indistintamente, por socialistas de derecha,
republicanos y nacionalistas vascos, catalanes y gallegos.
Siempre que explica esta posición, Dolores Ibarruri recita una argumentación conveniente
a las formaciones aliadas, dentro de las cuales el PCE fue el más consecuente. Insiste
sobre todo, una y otra vez, en que la sublevación militar-fascista no tuvo razón de ser
porque ni se estaba desarrollando ninguna revolución social ni el PCE (lo que es verdad)
trataba de impulsarla: "... nosotros (los comunistas) no nos hemos planteado el
problema de una revolución social, sino el desarrollo democrático de nuestro país.
Porque no habían madurado las condiciones para una revolución social. Es decir, ni la
burguesía, ni los terratenientes, ni los grandes propietarios estaban tan descompuestos
para plantearnos el problema de una revolución social que liquidase a la burguesía, que
liquidase a los propietarios terratenientes, etcétera (...) no había ningún peligro
para la burguesía en nuestro país en 1936. Ningún peligro. Lógicamente la clase obrera
exigía el mejoramiento de sus condiciones de vida; pero, desde el punto de vista
socialista, no había ningún peligro..." (9).
Paradójicamente esta reiterada afirmación contradice los supuestos revolucionarios que
con tanta seguridad y pasión se proclamaban en 1931, y lo hace cuando al período
"reformista" de la República le había sucedido otro revolucionario, con un
contralevantamiento, que la propia Ibarruri había caracterizado, en su momento, como el
comienzo clásico de una revolución social que más tarde será camuflada, o presentada
como lo hace también Dolores en El único camino, con los estigmas de un caos. Su visión
de la Barcelona de 1936-1937 puede proponerse como el contrapunto de la que ofrece George
Orwell en su Homenaje a Cataluña.
El marxismo es omnipotente, y el marxismo está representado por el partido. Una vez
establecida esta medida, lo demás es sencillo. Los que se acercan a é! como Azaña,
Prieto, Negrín, Marcelino Domingo o Companys, son tratados con benevolencia. Los que se
oponen, como pueden ser los casos de Largo Caballero, Durruti o Andreu Nin, no merecen
mucho respeto. Algunos de ellos, como Nin, son "monstruos" por sus ideas, otros
lo serán en un sentido todavía más amplio: "allí -dice de Cataluña- no mandaba
nadie más que las milicias de la FAI dirigidas por el anarquista Escorza, que
físicamente era una ruina: jorobado y paralítico, sólo vivía en él la llama de su
odio a los hombres normales...". Las mismas concepciones se reproducen en sus
diferentes memorias y en las diversas historias oficiales que, bajo su dirección,
efectuaría el PCE sobre el propio partido y sobre la guerra civil. Esta dimensión de
"historiador oficial" se extiende también a la historia de la revolución de
Octubre de 1917 (10).
No se trata, por más que se diga, de un mito de la revolución (11), sino de un mito
conservador, populista, que se apoya en categorías intelectuales predemocráticas: la
sangre, la tierra, la fe, la patria, etcétera. Es un mito que mira hacia el 2 de mayo de
1808 y no hacia la actualidad del socialismo. Naturalmente. los fascistas trataron de
destruirlo imputándole las barbaridades más descabelladas, con lo que, indirectamente,
contribuyeron a que su prestigio encendiera la imaginación de una multitud de poetas,
entre los cuales hay que destacar, quizás, a Rafael Alberti, el chileno Vicente Huidroro
y el francés Louis Aragón. Durante este tiempo hasta las estrellas de Hollywood se
sentían orgullosas de retratarse con esta nueva Agustina de Aragón.
Un capítulo aparte es el de la cuestión femenina y hacia el cual Dolores Ibarruri no
mostró ninguna sensibilidad. Sin duda concibió como natural que (en un conflicto en el
que la guerra se oponía -contra toda la tradición revolucionaria- a la revolución, y
las normas sociales dominantes en Occidente al socialismo y a las colectivizaciones) la
mujer jugara un papel secundario en la lucha antifascista sin plantearse ningún horizonte
emancipatorio. Esto queda claro en todas sus intervenciones como cabeza visible de las
Mujeres Antifascistas, en nombre de las cuales abogó por una mujer activa en la
retaguardia. No obstante, en ocasiones muy contadas, Dolores no dudó en arremeter contra
los hombres que hablan "de democracia y alegan que la mujer está bien en casa",
explicando que "eso mismo dice Hitler; que en Alemania se dice que para la mujer:
cocina, hijos e Iglesia". Ella fue aceptada como una excepción, como una mujer
singular capaz de asumir tareas que se consideran propias de los hombres (12).
Un mito en la resistencia
El largo exilio de Dolores se divide entre Francia -de donde se ha de marchar en 1947
cuando el POE es prohibido- y la URSS. En 1937 había sustituido a José Díaz en el pleno
del CC y en 1942, tras la muerte de éste y de derrotar a Jesús Hernández, será elegida
secretaria general, cargo que ocupa hasta 1960. Entre ambas fechas, Dolores Ibarruri es,
sin duda, el "hombre fuerte" del PCE. En 1943 es una de las figuras del
movimiento comunista internacional que estampa su firma en el acta de defunción de la
Internacional Comunista de la que se dice que "había cumplido su misión
histórica", aunque ésta era nada menos que la revolución mundial. Su nombre se
encuentra en primer plano en cada uno de los capítulos de la historia del PCE: guerrillas
antifranquistas, posibles salidas al franquismo después de la II Guerra Mundial, campaña
contra el titismo, expulsión y excomunión de Joan Comorera, crisis del estalinismo y
surgimiento del "revisionismo" jruscheviano... Cuando se plantean parcialmente
los crímenes y errores de Stalin, Dolores Ibárruri no es puesta en cuestión. La nueva
historia oficial toma distancia de la URSS y del Komintern y se dice que el "culto a
la personalidad" de Dolores fue algo espontáneo entre el pueblo y recibido con mucha
modestia. Sin embargo, parece claro que su sustitución al frente de la secretaría
general por parte de su "delfín" Santiago Carrillo es una traducción española
del cambio de Stalin por Jruschev y así lo interpreta Fernando Claudín (13).
Desde este momento Dolores aparece como la Presidenta del partido y en un plano más
decorativo, aunque esto no es obstáculo para que tome posiciones contra Claudín y
Semprún durante el debate promovido por estos; abogando por la política oficial del
partido de acercamiento a los católicos -para lo que se apoya en sus raíces católicas y
su "mano tendida" durante la guerra civil hacia la iglesia perseguida por los
"sectores anarquistas"-; por la "reconciliación nacional", etc. Como
en cada uno de los momentos de la historia del PCE, Dolores sabe adaptarse a los criterios
dominantes del aparato del partido. Así, cuando ha de optar entre la posición oficial
soviética con relación a un acontecimiento tan decisivo como el de la invasión de
Checoslovaquia y la del partido orientado ahora hacia el "eurocomunismo",
Dolores no durará en hacerlo por éste, y cuando en Moscú se monta una escisión
prosoviética, Dolores se niega secundarla. Esto nos revela que a pesar de sus ligámenes
con la URSS, mantiene una mayor fidelidad hacia su partido.
Durante su estancia en la URSS se ha mantenido como una exiliada excepcional que era
recibida con las atribuciones de un jefe de Estado en sus diferentes visitas a los países
llamados socialistas, pero su enraizamiento soviético no había anulado su afán de
regresar a España. No sabemos lo que le hubiera ocurrido a esta mujer de mármol si
hubiera vuelto como una militante prosoviética a la manera de Enrique Lister,
justificando el "socialismo real" en Checoslovaquia y Polonia, pero sin duda
hubiera neutralizado el sentimiento de aquellas muchedumbres que ocuparon la calle durante
los primeros momentos de la Transición coreando la consigna de: "¡Sí! ¡Sí!
¡Dolores a Madrid!".
El regreso de Dolores Ibárruri a la normalidad fue uno de los falsos traumas de los
comienzos de una "transición" que lo reformaba todo para mantener lo esencial.
y aunque Dolores había mostrado su voluntad moderadora, la derecha seguía viendo en ella
a la bolchevique con el cuchillo en la boca de la leyenda. Los hechos se encargaron de
demostrar que la antigua vehemencia de los tiempos de la II República había dejado lugar
a una "pobre mujer", a una nueva versión del mito que el cineasta José Luis
García Sánchez autor de una interesante película sobre ella, "Dolores",
presentaba como sigue: "(Dolores) es una persona absolutamente fascinante, y todo un
símbolo. Un símbolo mucho más que un mito en el sentido que ha perdido una guerra, se
le ha muerto unos hijos, ha luchado y ha perdido. Digamos que es una perdedora, como
tantísimas mujeres que hay en España. Es por esto que no me parece un mito, y el
problema no es que haya hecho algo especial, sino que representa muchas cosas. Para mí
Dolores Ibarruri es mi abuela, es la Santa Teresa de Jesús, es la militante anónima de
un partido de izquierdas, es la madre de una familia de derechas" (14).
En esta adaptación, el símbolo se antepone al mito, y se desdibujan los elementos que
convergieron en el apogeo de éste: la fiera y voluntariosa resistente contra el racismo,
la voz de las Mujeres Antifascistas, la dirigente de un partido vinculado con el Komintern
y al servicio del sector antirrevolucionario de la República, la encarnación de la
ortodoxia hasta muy recientemente, la defensora acrítica del "socialismo realmente
existente", la implacable juez de trotskistas, anarquistas, titístas, etc. (15) El
símbolo enfatiza el sufrimiento, la continuidad militante, la sencillez de una mujer
célebre que demuestra su normalidad, la Madre de Gorki que perdió sus hijos y que
adoptó a muchos militantes del partido...
Y ella ha sabido jugar este nuevo papel. Volvió a recobrar su acta de diputado por
Asturias, pero no fue a las Cortes para clamar por ninguna subversión sino para desear
buena suerte a Suárez. Como presidente honorario de las Cortes por su antigüedad,
demostró que lo podía hacer tan bien como lo hubiera hecho cualquier político
conservador. Votó con entusiasmo la Constitución, y no quiso comprometerse abiertamente
con ninguna de las fracciones que se disputan los restos del naufragio del partido
eurocomunista en crisis. Por su historia podía haber optado por Ignacio Gallego, aunque
también podría haber prolongado su viejo tandeo con Carrillo, pero se mantuvo como la
Presidenta del partido y al margen de las discrepancias. El mito o el símbolo sería por
ello aceptado por todos, incluso por adversarios políticos de antaño que se sentaron en
la amplia mesa en la que se festejaba su noventa aniversario.
Pero este homenaje no podía ocultar los signos de una decadencia. La Dolores Ibárruri
homenajeada era la militante-madre-abuela de García Sánchez, mientras que nadie quería
recordar las concreciones de su pasado político. Este se ha convertido en una especie de
no lugar, que se justifica pero que no se analiza. Quizá sea esta la única manera para
no cuestionarla.
NOTAS:
(1) Lo cual, apuntamos, no deja de ser descabellado ya que ninguna de ellas se aproxima a
sus concepciones políticas, irrepetibles sobre todo después del XX Congreso del PCUS. No
obstante, su eco como mujer perseguida sigue influyendo, como lo muestra el dato de que
Joan Báez le dedicara una de sus canciones en un recital ofrecido en la TVE al principio
de la Transición.
(2) Como habrán ya adivinado los lectores, empleo la terminología de dos famosas
películas de Andrzej Wajda: El hombre de mármol y El hombre de hierro. Creo que Dolores
Ibarruri reúne ambas facetas, la de un mito burocrático y la de un símbolo de la
resistencia contra la opresión.
(3) Esta cita, como todas las que no se dice lo contrario, pertenece a su conocido libro
El único camino (Ed. Bruguera, Barcelona. 1977).
(4) Cf., Jaime Camino. Intimas conversaciones con La Pasionaria. Ed. Dopesa. Barcelona.
1977, p. 69.
(5) Durante mucho años en las historias oficiales del PCE y en la de algunos
historiadores afines -como es el caso de Tuñón de Lara-. Dolores Ibarruri aparece como
una dirigente del partido desde su fundación. Tuñón de Lara da por supuestas unas
revelaciones personales de Dolores según las cuales el primer PCE preparaba una
insurrección armada... Este hecho ha sido desmentido por dirigentes del PCE de entonces.
Precisamente algo semejante fue empleado por la policía para desarrollar una vasta
operación represiva contra el joven partido. Sobre la historia del PCE se puede consultar
las obras escritas por Joan Estruch (en dos partes, la primera aparecida en Ed. Viejo
Topo, Barcelona. 1977, y la segunda. en Ed. Siglo XXI. Madrid. 1982), la de Pelai Pagés
-que alcanza hasta 1930-, publicada por Ed. Hacer, así como la contribución de Juan
Andrade que se encuentra en Ed. Fontamara.
(6) Cf. Andrés Carabantes & Eusebio Cimorra, Un mito llamado Pasionaria (Ed. Planeta,
Barcelona, 1982, p. 57). Esta biografía, como la de Teresa Pámies, Una española llamada
Dolores Ibarruri (Ed. Roca, México, 1975), es una contribución a la historia oficial y
se limita a ordenar los diversos escritos autobiográficos de Dolores Ibárruri.
(7) Cf. Guy Hermet, Los comunistas en España, Ed. Ruedo Ibérico, Paris, 1972, p.55.
(8) Para un estudio sobre las relaciones PCE-Komintern ver, entre otros, Fernando
Claudín, La crisis del movimiento comunista (Ed. Ruedo Ibérico, París, 1969) o, Pierre
Frank, Histoire de I' Intenationale Communiste (Ed. La Breche, París, 1979).
(9) Jaime Camino, ob. cit., pp. 74-83.
(10) Este es el caso de El único camino, de su último libro, Memorias (Planeta, 1984), y
de las historias del PCE, de la guerra y la revolución aparecidas en la editorial Ebro.
En las versiones más clásicas, el POUM, por ejemplo, aparece simplemente como la
"quinta columna", en tanto que en las versiones "revisionistas" el
POUM y la FAI aparecen como unos "izquierdistas" equivocados que contribuyeron a
la derrota. Aunque en diferente grado, esta responsabilidad se reparte incluso entre los
aliados, atribuyéndose a los republicanos moderados la "traición" a la
"revolución democrática" y a las democracias europeas la "traición"
al antifascismo. Finalmente, en su Historia de la Revolución de Octubre (Ed. Ebro,
París, 1967), Dolores se atiene a la versión oficial soviética más reciente que amplia
el escamoteo de las actividades de los principales dirigentes de la revolución (con la
excepción de Sverdlov y Lenin. fallecidos en 1922 y 1924 respectivamente) al mismísimo
Stalin.
(11) Teresa Pámies, así como otros dirigentes "eurocomunistas" no han dudado
en establecer un parangón entre Dolores Ibarruri y Rosa Luxemburgo. Para constatar lo
abusivo del paralelismo el lector no tiene más que conocer algunas de las biografías de
la segunda.
(12) En diversas declaraciones Dolores Ibarruri había manifestado qué no se consideraba
feminista y sus reservas sobre cuestiones como la libertad sexual y el aborto. Es quizá
por que ninguna tendencia del feminismo la ha adoptado como una de sus pioneras a pesar de
su prestigio.
(13) Fernando Claudín, Santiago Carrillo, Ed. Planeta, Barce1ona, 1984. p.113.
(14) Entrevista aparecida en la revista Fotogramas. A pesar de sus indiscutibles valores
cinematográficos, la película ha tenido una exhibición muy limitada por motivos en los
que la política no juega un papel secundario. También es cierto que el mito no arrastra
ya muchedumbres como antes.
(15) Cuando esta dimensión no ha podido ser escamoteada, como fue cuando se reeditó sin
modificaciones El único camino, Irene falcón; su alter ego, explicó públicamente que
Dolores ya no compartía los criterios del estalinismo y que éstos eran secundarios en su
vida.
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