Derechos para Tod@s 
Número 8 
abril - mayo - junio 2002




Editorial

EL IMPERIO VÁ DESNUDO


Cosas grandes están pasando en este mundo nuestro de cada día. Cosas que nos duelen bien adentro, porque son zarpazos directos a la vida y a la ilusión, son bocanadas de muerte y flagelación: la masacre del pueblo palestino que es también masacre a la verdad (la desinformación asqueante de los medios), masacre al sentido básico de la vida y la convivencia (la impunidad de los helicópteros Apache bombardeando civiles indefensos de los campos de refugiados, los tanques y las topadoras arrasando Jenín que hedía a cadáveres de niños calcinados entre los gritos de quienes agonizaban sin ayuda médica, mientras el ejercito israelí impedía a propósito el paso de las ambulancias).

Y en un amanecer como casi cualquier otro, nos desayunamos la noticia de la intentona de golpe en Venezuela, seguramente el primero de una crónica anunciada (y el gobierno español del PP directamente implicado en la conspiración).

Pero también nos miramos en un espejo de ciudadanía rebelde, reconocimos nuestra imagen en el espejo de un río hecho de gente en las calles de Barcelona expresando su rechazo al proyecto de la Europa xenófoba y mercenaria del capital.

Y nos despertamos también un día sobresaltados –ruido de palabras desordenadas, ruido de medios haciendo ruido, ruido de políticos que se llaman a sí mismos "democráticos"-, todo el establishment haciendo ruido al unísono para darnos la mala nueva de que el fascismo había resucitado en Francia, a través de Le Pen.

Cosas grandes están pasando. Pero si de releer estos meses se trata, como tenemos un extraño sentido contracorriente, queremos empezar por lo último: las elecciones de Francia.

Fue este un fenómeno social mucho más complejo de lo que se nos presenta. Es cierto que ha habido un crecimiento de la derecha xenófoba. Sin embargo lo que no está tan claro es que se votaba cuando se votaba a Le Pen: hubo por supuesto, voto xenófobo y racista, pero también mucho voto lepenista "antisistema", es decir, un NO a esta Europa, aunque hecho desde la precariedad social, la desesperación y cierto lumpenismo político.

Pero lo más importante, la superposición de otros dos fenómenos que si no nuevos, al menos van cobrando fuerza e identidad. El primero es que hubo una crecida muy importante del voto de izquierda no asimilada al sistema neoliberal y/o social liberal, pero hecho, aquí si, desde la consciencia política, desde la búsqueda intencionada del cambio rupturista y transformador.

El segundo elemento es la paulatina deslegitimación de estas democracias liberales vaciadas de contenidos en aras del mercado, expresada a través de la creciente abstención, aun en países de tan fuerte tradición republicana como es Francia. Es la "americanización" de las democracias (en USA los presidentes son elegidos por menos del 20% del registro electoral), pero en un contexto de historias de luchas y de hegemonías imperiales tan diferentes que seguramente no producirán el mismo resultado. Y el sistema tiembla por debajo: se cae la ficción.

Y nuestro Pepe el Grande de andar por casa (Aznar, claro), no desaprovecha la oportunidad de ejercitar su oportunismo y su cinismo: nos cuenta que, como siempre, él y el PP estaban en lo cierto cuando alertaban sobre los problemas de la inmigración y la inseguridad. Y que cuando estas advertencias no se toman en serio, crecen los enanos fascistas. Claro, lo que Aznar no dice es que, a poco que se analice la legislación anti-extranjería española (vamos, cosas que ya están, no que se proponen hacer en un futuro incierto) y las propuestas de Le Pen sobre el tema, se descubre que el cuerpo legal español es todavía más reaccionario y antidemocrático que el discurso de Le Pen en Francia: ¡En España no sobrevendrá el lepenismo sencillamente porque ya está en el Gobierno!. Hasta tal punto, que las tesis "progresistas" de Aznar de castigar a los países emisores de inmigración (vaya casualidad, aquellos con los que el gobierno español incumple la decisión de la ONU del 0,7%), vá a ser frenada por ... ¡Chirac!, es decir, por lo más desacreditado y corrupto de la derecha conservadora en Europa.

Con todo, a nivel europeo, como advertía Vázquez Montalban en un artículo reciente, los lideres de la derecha clásica han optado por combatir a Le Pen .... ¡arrebatándole sus consignas y discursos!. De allí el impulso dado durante la Presidencia española de la UE al fortalecimiento y coordinación de la legislación (y la ilegalidad) represora de la inmigración.

En definitiva, pasan tantas cosas..., a lo mejor, demasiadas cosas. Pero el hilo vertebrador de la realidad es que el sistema se está encerrando en sus encuentros a puertas cerradas, en sus cumbres sin parlamentos y con ciudades militarizadas por tierra, mar y aire contra la sociedad civil. Cuando el poder se hace represivo comienza a ser menos poder; ya no convence, ya es incapaz de construir la alienación ideológica que legitima (que es distinto a legalizar) su hegemonía. Por eso, la re-lectura de las elecciones de Francia, es explicativa no sólo de la anemia del demoliberalismo en Francia sino de los síntomas de debilidad que empieza a mostrar el proceso de globalización neoliberal que ya no aguanta ni expresiones populares como la de Chavez (más allá de las inconsistencias que en ocasiones pueda apuntar) ni la resistencia de pueblos como el palestino, ni movilizaciones como las que están recorriendo el territorio del Estado Español cercando con alternativas y alegrías los encuentros de los sátrapas de la EU del capital.

Algún niño, a lo mejor venido de inmigrantes y luchas sin cuartel, ha gritado que "el imperio va desnudo". Y el imperio, entre muerte y muerte, empieza a sospechar que a pesar de los chalecos antibalas y los escudos antidisturbios, efectivamente, va desnudo.