Derechos para Tod@s 
Número 6 
octubre - noviembre - diciembre 2001


Editorial

INCIERTO FUTURO

Los acontecimientos del 11 de Septiembre van a marcar definitivamente un antes y un después en el escenario internacional. La repercusión de los atentados en el corazón del capitalismo traerá consecuencias en lo militar, en lo económico y en lo político-social.

A la grave recesión económica que está sufriendo el conjunto de la humanidad como consecuencia de esa política depredadora de las multinacionales en los países del Sur, se une al auge de los movimientos por otra Globalización que sufrirán los efectos represivos de la respuesta militar.

No tenemos que perder de vista que estos acontecimientos suceden justo en el momento de mayor auge y mayor presencia mediática de estos nuevos movimientos. Es indudable que la respuesta militar, bajo el paraguas de combatir el “terrorismo”, también tocará colateralmente a todos los movimientos contestatarios y alternativos. El Movimiento por otra Globalización tendrá que demostrar en primer lugar su capacidad de movilización y su cohesión estratégica para mantener ese espíritu inicial de pluralidad, participación y horizontalidad.

En el aspecto económico las perspectivas son muy sombrías. Junto a las primeras informaciones que nos llegaban sobre el alto número de víctimas en los atentados también nos deslizaban el gran número de “trabajadores” que con toda seguridad perderían sus puestos de trabajo. Por un lado, los muertos dejaban de trabajar por obra y gracia de los pilotos suicidas y por otro lado, los supervivientes dejaban de trabajar por obra y gracia del propio sistema capitalista organizado, dirigido y gestionado por las multinacionales.

Aunque los efectos de la recesión han sido evidentes mucho antes de los acontecimientos del 11-S, las corporaciones financieras han decidido acelerar las medidas impositivas, ajuste, regulación de empleo –llámese, despido puro y simple-, precariedad laboral, reestructuración de empresa, etc.

El sistema ha dejado al descubierto su doble cara. Por un lado, llora a las víctimas ocasionadas por un “terrorismo” fundamentalista y ciego y, por otro lado, no destaca las condiciones de precariedad laboral en que se encontraban la mayoría de las víctimas. Muchos de los muertos han sido inmigrantes. Trabajadores que se encontraban en situación irregular y que las grandes corporaciones habían contratado para aumentar sus beneficios en detrimento de sus garantías sociales y laborales. Además, estas corporaciones han aprovechado estos nefastos acontecimientos del 11-S para hacer desaparecer cuentas sospechosas de corrupción y fraude que vinculaban a estamentos de la Administración estadounidense con Gobiernos corruptos. En medio del dolor y del esperpento espíritu patriotero al que estamos asistiendo, ejecutivos de estas grandes corporaciones -que tenían oficinas en las Torres Gemelas- han aprovechado para “desaparecer” y huir con las maletas llenas de bonos-basura y dinero. Esta es la verdadera cara del capitalismo que se basa en un sistema injusto y en el que la sartén por el mango la tienen las grandes multinacionales y a sus ejecutantes, la Administración estadounidense y los Gobiernos de América, Europa y Asia plegados y rendidos a esta estrategia que condena al hambre, la miseria y la muerte a millones de personas.

Las repercusiones sociales y políticas de los atentados del 11-S están por ver. Algunas señales ya se han vislumbrado. Muchos están pidiendo “mano dura” contra todo lo que ellos llaman “terrorismo” sin definir qué es “terrorismo”. Bajo esta estrategia, cualquier movimiento o colectivo contestatario o alternativo se verá bajo sospecha. En Estados Unidos los “tanques de ideas” –que habitualmente tienen su guarida en los centros, institutos y universidades- han empezado a filtrar a la prensa del sistema las “idea-fuerza”. Esto es, conviene estudiar la posibilidad de crear tribunales militares anónimos –siguiendo el siniestro ejemplo de los tribunales militares “sin rostro” que el corrupto Fujimori nos dejó en Perú- y limitar al máximo la libertad de expresión. Los controles en los aeropuertos se intensificarán pero esto nos dá una idea de los malos tiempos que se nos avecinan. La represión y la criminalización de los movimientos por otra globalización no ha hecho más que empezar y toda alegación al 11-S sonará a escandalosa excusa para garantizar la hegemonía estadounidense.