Derechos para Tod@s 
Número 5 
julio - agosto - septiembre 2001


  

GOTEBORG: BALAS CONTRA PIEDRAS


Carlos Paris

No me refiero en estos momentos a la Intifada, como el título de este artículo puede fácilmente sugerir. Trato de evocar el episodio, que muy recientemente hemos podido presenciar a través de las pantallas de televisión, y de reflexionar sobre él. Uno de los manifestantes contra la cumbre de Gotemburgo avanza hacia la policía y arroja una piedra, lanza un segundo proyectil, y, entonces, al volverse, recibe un tiro en la espalda disparado por un agente armado y cae gravemente herido, debatiéndose entre la vida y la muerte. La brutalidad criminal de la respuesta policial es evidente, pero, además, es muy ampliamente significativa. Expresa la situación de un mundo en que el poder se impone con la contundencia de sus armas mortíferas, manejadas sin escrúpulos, a una disidencia armada de muy escasos recursos. Balas contra piedras en un enfrentamiento callejero, tormentas de misiles lanzados con impunidad desde inalcanzable altura, cuando lo que hay que reprimir es un pueblo rebelde a la dictadura globalizadora de las grandes potencias. Sean serbios o iraquíes. Y en el paroxismo de la búsqueda de la invulnerabilidad la fantasía del escudo antimisiles.

Cumbre tras cumbre, el espectáculo de la protesta callejera se reproduce. Así como los choques entre la policía y los manifestantes. Y también las condenas de estos últimos por parte de los medios de comunicación. Se llega a decir que son agentes de la agitación «pagados». Es de suponer que probablemente no tan exquisitamente como los reunidos en la cumbre. Pero, sobre todo, lo que no se explica es quien les paga, Cuál es la identidad del misterioso financiador. Ya no se puede decir que detrás está el oro de Moscú. O que han sido dirigidos y organizados «desde las grandes estepas del Asia central», como pretendía el Ministro de la dictadura Lora Tamayo respecto a la contestación universitaria, proporcionando a tal contestación el sonoro fondo de la música de Borodin. Y parece que tampoco se ha llegado a decir, al menos por ahora, que eran subvencionados por el Ateneo de Madrid, durante el período en que lo presidí. Lo que resulta evidente es que ciertas cabezas se niegan (por cerrazón o por sometimiento indigno) a percibir algo evidente. Y consiste en que no hace falta sino convocar, a través de internet o sencillamente «boca a boca», a una pequeña parte de las multitudes insatisfechas por la torpe y criminal manera en que nuestra sociedad es gobernada, para concentrar una muchedumbre que denuncia y protesta ante una gestión tan incompetente como criminal.

En la crítica a las protestas se suele con hipocresía afirmar que resultan válidas y aceptables, salvo cuando se desvían hacia la violencia. Repliquemos con una primera pregunta: ¿serían noticia si no incidieran en ella? ¿Provocaría el desfile de pancartas y denuncias, coreadas acompasadamente, algo más que una sonrisa conmiserativa de los grandes prebostes? No les importaría, como han hecho en ocasiones, invitar a una taza de te a la cabecera de la manifestación ¿Qué eco encuentran las pacíficas reivindicaciones, tan supremamente justas, de los trabajadores de Sintel, mantenidas tenazmente, admirablemente, durante meses? ¿De qué repercusión y difusión gozó la pacífica marcha de las mujeres hace un año?. Solo cuando la protesta ante la globalización se reviste de cierta violencia, tampoco excesiva, bien alejada del terrorismo, se convierte en noticia. E inquieta a los grandes dirigentes obligados a algo más ridículo que incómodo: llegar protegidos por túneles a su kafkiano castillo.

Pero aún más importante es otra pregunta. ¿Es comparable esta modesta violencia callejera con la gravísima y criminal que rige nuestra sociedad y de la cual son responsables, bajo su apariencia pacífica y majestuosa, los políticos y asesores técnicos que han diseñado este mundo? Un mundo en que diariamente mueren cuarenta y cinco mil niños de hambre. En que la violencia contra los pueblos empobrecidos, contra la naturaleza, contra los deposeídos, contra las mujeres es cotidiana y sistemática, mientras se fabrican los más sofisticados armamentos. Responde tú mismo, estimado lector.