Derechos para Tod@s 
Número 4 
mayo - junio 2001


  

VACAS LOCAS O LOCOS HUMANOS


Manolo Garí

La encefalopatía espongiforme de transmisión bovina (EBB) o mal de las "vacas locas" es una nueva expresión de una de las dos grandes crisis alimentarias que azotan la humanidad en el actual contexto de globalización capitalista. En el ámbito de los paises empobrecidos las hambrunas por infraproducción y carencias en el consumo siguen provocando la subalimentación y la muerte. Por contra, en el de los países industrializados los hábitos alimentarios inducidos basados en el exceso de consumo de carnes ha provocado la carrera de la sobreproducción asociada a la agro-ganadería intensiva. Esta modalidad productiva está en el origen de la extensión de enfermedades como la de Creutzfeld-Jakob -tristemente noticia de primera página en la Unión Europea por haberse cobrado ya más de noventa muertos-, pero también en el del rebrote de otras como la tuberculosis o la brucelosis cada vez más difíciles de tratar por la aparición de cepas bacterianas resistentes a los antibióticos, tal como han señalado la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la propia Comisión Europea.

En el marco de la Unión Europea y también en nuestro país -como resultado de la Política Agraria Común (PAC)- las últimas décadas han supuesto, tal y como señala Ecologistas en Acción, un proceso de intensificación y especialización agraria. La producción ganadera se ha divorciado del campo y transformado en una actividad semi-industrial orientada a maximizar -que no a optimizar- producciones y ganancias cada vez más dependientes de paquetes tecnológicos e insumos externos procedentes Estados Unidos y de las multinacionales que controlan el mercado de la soja Cargill, Renessen (filial de la anterior), ADM, y Sygenta, asociada de la anterior y producto de la suma de Novartis y Astra-Zeneca. De hecho la Europa comunitaria es deficitaria en un 70% de sus necesidades de proteína vegetal para piensos compuestos. Esta tendencia se ha visto reforzada por el acuerdo agrícola cerrado en la Ronda de Uruguay sobre Libre Comercio (GATT) entre la CEE y EE.UU y por el acuerdo Blair House. Ambos acuerdos agravan la dependencia comunitaria dado que la Unión Europea se compromete a limitar la superficie sembrada de oleaginosas en su territorio.

Todo ello provocó que industriales sin escrúpulos y sin atender al más mínimo principio de precaución comenzaran a fabricar harinas para el ganado hervíboro compuestas por residuos de origen animal. Estas harinas pueden provocar la encefalopatía espongiforme a través de una proteína alterada, el famoso prión, que tiene un comportamiento patógeno en el organismo de los animales ya que trasmite a las proteínas normales un defecto -el del plegamiento erróneo- causando la acumulación de las mismas porque las enzimas, que en condiciones normales degradan las proteinas, no son capaces de descomponerlas. A través de los alimentos, de ciertos tratamientos médicos y procedimientos quirúrgicos, y del uso de grasas animales para la fabricación de cosméticos y otros productos se han abierto vías de infección para el ser humano porque los priones han superado la "barrera de las especies" en la transmisión de enfermedades y el agente infectante parece adquirir especial virulencia.

Los priones se han revelado como muy resistentes al calor, el alcohol, los desinfectantes, la luz ultravioleta y la radiación ionizante, en definitiva a la acción física y química según la Organización Mundial de la Sanidad Animal. La enfermedad de Creutzfeld-Jakob, que produce demencia y afecta al sistema neurovegetativo, parece surgida de la nada, está latente durante largos periodos en animales y personas y el agente patógeno puede sobrevivir durante años enterrado en el suelo, lo que nos plantea un grave riesgo inmediato y un peligro para las generaciones futuras.

Para la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) la encefalopatía espongiforme transmisible "se trata de un efecto del proceso de globalización de las relaciones económicas sin los controles adecuados que ha determinado que los intereses económicos primen sobre el derecho a la protección de la salud y del abandono por parte de los estados de su papel de regulación y control, lo que ha determinado la contaminación de los piensos y el trasiego de reses contaminadas por toda Europa". En lo tocante al gobierno español (Ministerios de Sanidad y de Agricultura) califica su actitud de incapaz e irresponsable ante la gravedad de la epidemia y denuncia como obsoleta la estructura de la sanidad veterinaria pública falta de recursos materiales y humanos incluyendo los del Laboratorio Nacional de Referencia, así como la ausencia de controles suficientes y la existencia de mataderos clandestinos. El problema de salubridad alimentaria es de grandes dimensiones, baste recordar que en una simple hamburguesa puede haber carne de hasta 60 animales distintos. En el Reino Unido la cuestión ha adquirido una dimensión clasista: precisamente los pasteles de carne más baratos, consumidos por las clases trabajadoras, son los fabricados con carnes potencialmente más infectadas, por lo que la incidencia de la enfermedad es desigual según el nivel de renta.

Junto a la dimensión de la sanidad pública, la EEB o "mal de las vacas locas", comporta otros dos tipos de problemas: los relacionados con la salud de los trabajadores y los medioambientales. Ante la extensión desconocida de la enfermedad en la cabaña bovina, el gobierno español (y el resto de los de la Unión Europea) tiene ante sí dos graves problemas: cómo tratar los residuos de miles de vacas potencialmente enfermas y cómo eliminar unas 500.000 Tn de harinas fabricadas con despojos de animales que se han convertido en residuos biocontaminados. Dado que el enterramiento de animales y harinas es una muy peligrosa solución, el gobierno y la industria cementera españoles están a punto de firmar un acuerdo para la incineración de harinas en estas. Dado que las cementeras suelen carecer de sistemas apropiados de control de la combustión y de depuración de los gases para evitar la y destruir las dioxinas, furanos y metales pesados que se generan, esta solución no parece adecuada sin un previo estudio del impacto ambiental y una evaluación de los riesgos laborales por exposición a aerosoles y partículas. Dicha evaluación de riesgos laborales debería extenderse a todo el proceso de manipulado de animales y harinas, incluyendo el despiece y transporte. Por otro lado, debería procederse al control y descontaminación de los elementos y maquinaria que han intervenido en todo el ciclo de fabricación de harinas así como a los útiles y herramientas de las salas de despiece en los mataderos y carnicerías que hayan podido manipular animales infectados.

Hoy es ineludible estudiar urgentemente la viabilidad técnica de opciones alternativas, sin reparar en medios económicos, para el tratamiento de los residuos basadas en procedimientos combinados de autoclave prologado con una posterior estabilización mediante biodigestión con el fin de conseguir la completa degradación de los mismos y la desnaturalización del prión. No hay excusa alguna ni argumento válido que impidan acabar con la locura actual, la provocada por un modelo productivo ganadero irracional, unos industriales cuya única religión es la del becerro de oro y unos gobernantes que además de mostrar incompetencia e irresponsabilidad han hecho dejación de sus obligaciones como tales.