Derechos para Tod@s 
Número 4 
mayo - junio 2001


  

SOBRE LA INMIGRACIÓN, LA LEY DE EXTRANJERÍA, Y LOS MÓDELOS DE CONFRONTACIÓN

Oscar Arriaga, de Derechos para Tod@s


El conflicto de la inmigración: simbología y realidad

El alto nivel de contestación social desatado en torno a la sanción de la Ley de Extranjería 8/2000 ha disparado dinámicas políticas complejas. Y fundamentalmente parece haber cogido a la mayoría de las organizaciones políticas, sindicales y sociales a contrapié, sin un discurso claro y específico; y con escasa capacidad de aportar organización o formas de canalización positiva del conflicto. Y esto por no mencionar a algunas organizaciones tradicionales que se han instalado o bien en el triste silencio de quienes parecen no tener nada que decir o incluso en actitudes de franco boicot a las formas organizativas de la protesta generada.

Y para insertar la discusión dentro de un contexto más amplio, habría que empezar diciendo que este conflicto social se articula con varios otros de carácter exógenos (el desinflamiento del motor americano y consecuente ralentización económica mundial, el precio del petróleo, la inseguridad alimentaria que expresa el mal de las vacas locas, etc.) o endógenos (la inflación, el evidente fracaso de la lógica policial frente a la cuestión vasca, las repetidas crisis judiciales, el plan hidrológico, el Tireless, etc..). No vamos a abundar mucho en el tema. En todo caso y aunque no se trata de soltar "la madre de todo los diagnósticos", es evidente que a la derecha social y al gobierno se le han acumulado una serie de problemas que abren perspectivas para una contestación social mayor.

Sin embargo, puede decirse que, desde la percepción del trabajo en el tema de la migración, parece que, socialmente hablando, están apareciendo "cosas nuevas":

- La prensa y el aparato mediático han venido machacando (seguirá haciéndolo por supuesto) con el "aluvión de inmigrantes" -pateras, estrecho y muertes de por medio-, alarmando a la sociedad con cifras tan "terribles" como algunas decenas de "invasores sin papeles". Pues lo curioso, es que de la noche a la mañana esta sociedad ha tenido que asimilar que no son algunas decenas o cientos de personas. Son entre 200 y 300 mil personas "ilegales" conviviendo con nosotros. Esta cifra, sobre todo, cuando es la cantidad de hombres y mujeres a las que hay que "borrar" de su condición de personas por imperio de los contenidos de la Ley 8/2000, ha impactado en la conciencia de amplios sectores de la sociedad.

- Pero fundamentalmente, se ha instalado en la sociedad una problemática que por sus fronteras difusas entre lo "político" y el "drama humano", ha sensibilizado incluso a sectores que ideológicamente están en la onda del PP. No ha prendido el discurso del gobierno de que el "inmigrante es el problema" (nos quitan el trabajo, hay que controlar el territorio, la gobernabilidad,...) sino que pareciera (¿será cierto?) que muchos sectores han aparcado por un rato el egoísmo consumista del conservadurismo neoliberal para pensar en l@s inmigrantes en términos de "personas" y no de "transgresores de la ley", que no es poco.

- También hay que señalar que empiezan a producirse "conflictos de intereses" entre la propia derecha social, en la medida que la nueva ley ha bloqueado (al menos por ahora) los mecanismos de leva laboral forzosa en condiciones de semiesclavitud, minando unos de los factores de enriquecimiento acelerado de patronales rurales, burguesías locales y de otros servicios intensivos en mano de obra.

Y aunque no es fácil cuantificar este cambio de percepción social (transitorio o no, ya se verá) del conflicto en torno a los derechos del inmigrante, creo que han tenido mucho que ver las propias formas de lucha que se han ido generando:

- Un incipiente pero interesante fenómeno de autoorganización de l@s propi@s inmigrantes, aunque el contenido político con que podría dotarse esta estructuración de la inmigración combativa merece al menos un par de reflexiones (que vienen más adelante).

- Un verdadero salto cualitativo en la estrategia de resistencia a la Ley de Extranjería, ya que aun en términos pocos concretos, aparece el perfil de un nuevo planteamiento: no se trata ya de "reformar" la Ley, sino de hacerla papel mojado a través de una dinámica social que la supera (por ejemplo, con su "salto a la torera" por parte de algunos empresarios, para nada sospechosos de "radicales").

- Métodos de luchas que aunque no son nuevos, están funcionando "de otra forma", en parte, por las condiciones de vulnerabilidad y debilidad de los propios afectados. Queremos decir, que los encierros, aparecen en primer lugar involucrando a las iglesias progres/tolerantes (pero iglesias al fin). Pero además lo hacen desde medidas que incitan a la provocación por el absurdo. El sistema persigue, apalea y encierran a los que los que cuestionan su carácter depredador y excluyente. Pues los inmigrantes se AUTOENCIERRAN. Frente a un sistema que promueve la explotación, la hacinación y la miseria de los inmigrantes, pues ellos van y están dispuestos a DEJARSE MORIR DE HAMBRE. Como ironizaba un columnista de un conocido periódico, el esperpento hacía presencia en el circo político de la derecha, cuando funcionarios del Gobierno Central y de Catalunya se quejaban "del chantaje social de que era objeto el Estado". ¡El Estado chantajeado por la voluntad de no ingerir alimentos de unos pocos centenares de pobres!.

Lo anterior, encadenado con formas imaginativas de relacionar las luchas de la inmigración con la sociedad como marchas, donaciones masivas de sangre, trabajos voluntarios, etc.

Además es importante reflexionar también sobre los efectos "secundarios" de estas formas de lucha, que deslegitiman por doble vía al gobierno y la derecha: primero porque no les ha permitido actuar desde la represión directa (las expulsiones) vaciándose de contenido el discurso "del orden" (la solución policial), pero que además, ha bloqueado la remisión del conflicto a los confines del sistema ("los grupúsculos marginales de siempre"). Esta remisión funciona normalmente como mecanismo de ubicación del conflicto fuera de la "sociedad civilizada" (la conciencia de las capas medias) y por tanto, es el problema de los "otros", del cual solo nos tenemos que defender … Es decir la justificación de la represión pura y dura.

En segundo lugar, también hasta ahora, esta dinámica de confrontación pacífica desde los encierros, con mínima exposición a la represión callejera activa a pesar de las semanas que lleva, ha potenciado el enganche de múltiples formas de solidaridad (aportación de comida, mantas, visita de famos@s, acciones de desobediencia civil, etc.).

Se necesita una visión que supere la mera descripción/interpretación de la coyuntura

En esta tal vez un poco larga introducción, se busca trazar una semblanza, a medio camino entre la descripción y la identificación de los que creo son los elementos nuevos que están apareciendo.

Sin embargo, a pesar de la ya comentada fuerte conflictividad social, no es pensable una derrota en toda regla del gobierno, y menos aún, que esta se produzca en un plazo corto de tiempo. Por consiguiente, cabe pensar en un proceso más amplio y más largo, que exigirá ir replanteando las formas de organización y resistencia, y de paso, creando también nuevos discursos. En otras palabras, dotarnos de una perspectiva más estratégica, amplia y compresiva del fenómeno de la migración para evitar un nuevo retroceso que, después de lo ocurrido, sería grave.

La intención de este ejercicio, es por tanto, tratar de establecer una necesaria base de sustentación para algunas reflexiones más conceptualizadoras. Y cuando digo "reflexiones" tal vez sea indulgente conmigo mismo, porque en realidad propongo aportar al necesario debate, las incertidumbres, las dificultades que se nos presentan en el día a día cuando tratamos de transformar las grandes afirmaciones de tipo téorico-ideológicas en formas concretas de actuación política.

Y se podría empezar por tratar de identificar -por supuesto sin pretender construir una receta- los "tipos" de respuestas más importantes pre-existentes en el momento de la entrada en vigor (el 23-1-2001) de la Ley de Extranjería 8/2000, en cuanto hecho visible y concreto que ha disparado el conflicto.

La condena de la Ley 8/2000 desde la perspectiva de "la democracia" (o mejor dicho, la socialdemocracia)

Suele presentarse con una cierta "especialización" en temas de racismo y tener un fuerte contenido jurídico. En su extremo cuestionan la constitucionalidad de esta Ley, que deberíamos conceptuar como netamente pre-democrática o fascista, porque supone en la práctica la desaparición civil forzada de personas. En efecto, lo ocurrido en las dictaduras latinoamericanas de los 70-80´s (por ser lo más cercano a la memoria de la sociedad española), con todo el horror que implica la tortura y muerte de miles de personas desaparecidas, el principio represivo es formalmente el mismo: la negación sistemática y programada de derechos humanos básicos, como son, el derecho a la integridad física y moral de las personas, a la identidad., a la vida pública, etc.. Situaciones todas ellas en que esta Ley incurre.

Dentro de esta visión de "consecuencia" democrática, también puede incluirse a los que piensan que no es coherente que exista una libertad jurídica protegida -el derecho a emigrar- sin que exista su contrapartida -el derecho a la inmigración-.

Constituyendo un elemento importante para visualizar la irracionalidad del modelo de sociedad que se propugna desde esta derecha cutre, adolece por supuesto de un problema básico, y es que por un lado no aclara si existen Leyes de Extranjería que si puedan ser constitucionales. Y en segundo lugar, no nos dice nada del fenómeno social propiamente dicho, sobre sus causas, sobre sus motivos, su imbricación con otras formas de exclusión, con la lógica de adecuación funcional del capitalismo español al proceso de mundialización, etc.

La oposición "humana" a cualquier Ley de Extranjería

En el fondo, se plantea como una cuestión ética, y por tanto, por sobre o antes de cualquier formulación política. Se trata de una premisa esencial de dignidad humana. Ningún ser humano es ilegal. Los seres humanos no pueden clasificarse según el color de sus pieles, su cultura y por tanto, tampoco por su lugar de procedencia.

Es un discurso que ha calado en amplios sectores sociales que expresan su solidaridad a través de prácticas no identificadas con las formas tradicionales de "hacer política desde la izquierda", y que incluso, rechaza la estructuración de su discurso en términos políticos.

Se han difundido también algunos mensajes que pretenden "positivizar" el fenómeno de la inmigración. Los informes de la Naciones Unidas expresando que a España le hace falta el ingreso de alrededor de 200 mil inmigrantes al año para mantener una pirámide poblacional equilibrada, estudios de incluso algunas consultoras internacionales sobre el beneficio económico aportado por los inmigrantes a las cuentas de la solidaridad social, los emprendimientos de algunas Comunidades Autónomas -como la aragonesa- que ven en el flujo (¿controlado?) de inmigrantes una salida a los problemas de despoblamiento interior. Y por supuesto, con un razonamiento un tanto histórico-ético, que afirma que las sociedades que han afrontado sin prejuicios los flujos de inmigración han resultado ser más dinámicas por la riqueza de la diversidad que consiguen.

Todo esto puede ser cierto, pero al mismo tiempo suena un poco a una apelación a la conciencia egoísta del/la ciudadan@ medi@, a convencerle de que no pasa nada, que va a ser para mejor, lo cual no es del todo positivo. ¿Y si tuviésemos que resignar parte de nuestro bienestar en aras de una mejor convivencia? ¿Qué pasaría entonces?. Esta es la parte débil del razonamiento.

En contrapartida, a la hora de intentar profundizar y relacionar la lucha de las personas inmigrantes con otras problemáticas sociales, presenta como es lógico no pocos obstáculos. Por un lado, que por su categoría casi de "no-discurso", de no formalización política, resulta endeble (dentro de los sectores que comparten estas posiciones) para confrontarse con éxito frente a otros mensajes de la derecha y frente a las campañas de intoxicación institucional, y que más o menos vienen a decir: Pero, ¿que pretendéis? ¿qué cualquiera pueda entrar libremente al Estado? ¿Qué resolvamos todos los problemas de todos los países del mundo?. ¿Queréis que cualquiera pueda ingresar libremente? ¿Cómo gobernar, cómo controlar la demanda y oferta de trabajo?. ¿Debe el Estado abandonar la "gobernabilidad" de su propio territorio? (Cuando lo escribo no puedo dejar de imaginarme estas preguntas planteadas por la meliflua voz de Aznar).

Para algunos sectores de la izquierda en general, y en particular, de la izquierda anti-sistema estas pudieran ser preguntas "triviales", no compatibles con un pensamiento revolucionario. Sólo que los sectores sociales que deben necesariamente involucrarse en este conflicto, a los que dirigimos nuestro discurso, no participan de estos a priori revolucionarios. En general, suelen ser simplemente solidarios en términos difusos (sobre todo l@s jóvenes), con respuestas que no se conforman según los cánones político-organizativo-ideológicos a los que estamos acostumbrados en la izquierda clásica, radical o no.

En otras palabras, lo ideal es que fuésemos capaces de contestar en forma más o menos convincentes a la cuestión: ¿Qué pasaría si no hubiese Ley de Extranjería, ninguna Ley de Extranjería?. Nosotros estamos de acuerdo con que no la haya. Pero... ¿se trata simplemente de decir lo que creemos o de que la sociedad civil lo asuma como su propio valor?.

La subsumisión de la xenofobia y el racismo dentro de las formas generales de exclusión del capitalismo salvaje

El capitalismo salvaje triunfante, ha exacerbado los mecanismos de distribución desigual del poder y las riquezas, a todos los niveles: a nivel planetario, profundizando la brecha norte-sur, y a nivel de cada sociedad particular, con desequilibrios internos en términos de territorios y regiones e intensos procesos de dualización social, que se expresan a través de una creciente exclusión económica, social y cultural.

Esta dinámica de concentración, centralización y exclusión, está presente en todos los procesos sociales, contribuyendo a relanzar la xenofobia y el racismo no sólo como una forma más de exclusión social, sino porque es particularmente funcional con la estrategia del poder del sistema y la precarización del conjunto de relaciones laborales y sociales que introduce.

La lógica de globalización del capitalismo salvaje comandado desde lo ideológico por el neoliberalismo y desde el mercado por el capital financiero y las grandes corporaciones multinacionales, está produciendo como resultado una inmensa devastación de amplias zonas no centrales del planeta, en términos económicos (los planes de ajustes bajo la doctrina FMI,...), políticos (doble rasero frente a las dictaduras y regímenes autoritarios, democracias de papel incapaces de garantizar los mínimos derechos, ,...), sociales (la subordinación de las producciones locales-regionales a la lógica de los mercados mundiales que para los países periféricos significa la desarticulación de estructuras sociales-culturales internas, destrucción del espacio público), culturales (homogeneización según la cultura dominante audiovisual, normalización a escala planetaria de los patrones de consumo, pérdida de las identidades nacionales y/o regionales) y medioambientales (producción-consumo depredador, utilización económica de las reservas ecológicas de la humanidad, destrucción de los ecosistemas regionales para funcionalizarlos con las exigencias del mercado mundial...).

Este fenomenal proceso de devastación de las condiciones de vida en la periferia del sistema, junto a los conflictos bélicos y las catástrofes naturales (que por supuesto no son ajenos a la lógica de la mundialización) es el gran motor de expulsión de personas de sus lugares de nacimiento, creando a escala planetaria una pulsión al movimiento obligado de personas, sin precedentes en la historia de la humanidad.

Todo esto se da en medio de una verdadera revolución económico-tecnológica en torno a la información y las comunicaciones, que hacen como nunca "visibles" los paraísos de consumo del norte. Por tanto, es lógico que los pobres del planeta, junten miseria, desesperación y ganas de participar del festín del norte. Es decir, que los flujos migratorios actuales, están conectados indisolublemente con el modelo de globalización en curso y que son una consecuencia imparable del mismo.

Por eso, en la medida en que los actuales procesos migratorios son estructurales, e intrínsecos al sistema dominante, y en la misma forma que es estructural su incapacidad para acogerlo desde la solidaridad y la dignidad humana (allí están las Leyes de Extranjería como muros de protección al gheto del norte), entonces el rechazo xenófobo también es estructural. El actual proceso de globalización es también la Globalización del Racismo y la Xenofobia. De allí que no es casualidad que fenómenos similares se registren simultáneamente en casi todos los países europeos, y también en países del sur respecto a sus vecinos "más pobres" (Argentina respecto a Bolivia, Paraguay y Perú, por ejemplo).

Pero vayamos otra vez a la cuestión del despliegue de esta concepción como práctica de intervención concreta. Veremos que, lógicamente, también presenta sus dificultades.

Presenta el desafío de comprender la articulación existente entre los viejos y nuevos problemas. Concretamente en el tema del racismo y la xenofobia, dentro de la historia de la sociedad española, hay antecedentes que vienen de siglos. Desde la expulsión de los judíos hasta las conflictivas relaciones entre "payos" y gitanos.

Por ello, se nos dice con frecuencia, que estas oleadas de racismo no son nuevas, son las de siempre, tienen que ver con la historia, con valores negativos que impregnan el ideario colectivo. Es decir, desde esta perspectiva, se rechaza más o menos explícitamente la conexión con otros conflictos políticos y sociales creados por el modelo neoliberal de globalización.

Por consiguiente, hay que desarrollar un paciente trabajo de explicitación sobre la forma en que (si son funcionales a las relaciones de poder dominante) el sistema va rescatando y recreando las viejas lacras, haciendo pasar por alto, el nuevo significado que adquieren en el contexto actual.

La otra cuestión es que, consciente o inconscientemente, algunos sectores generalmente situados en el espectro anti-sistema, tienden, en la medida en que se reconoce a la xenofobia y el racismo como una expresión más del capitalismo salvaje, a "subordinar" la lucha de la inmigración a la lógica de confrontación global, dotándola de la misma radicalidad organizativa y confrontativa.. Con lo cual, independientemente de la voluntad de quienes se mueven dentro de esta lógica, puede impedir en la práctica la incorporación de otros sectores sociales que pueden no compartir la crítica al modelo de globalización, pero si ser criticos en este tema. Y, por tanto, se pierde espacio social.

Mi idea de trabajo se conecta más con una concepción en la que la confrontación antisistema debería funcionar como una suerte de red de conflictos que se vayan realimentando, sumando su energía, pero en la medida en que identifiquen al "mismo enemigo": no imponerle un sello político-ideológico determinado a ninguna de ellas como condición de admisión.


La organización de l@s inmigrantes

Por supuesto no sólo es conveniente sino necesaria la auto-organización de l@s propi@s inmigrantes, en cuanto obligad@s partícipes de este conflicto social. Violentaría la lógica de cualquier ideario de izquierda la ausencia de l@s propi@s agredid@s en primer lugar por la Ley de Extranjería.

Pero en esta labor de "dudador" empedernido, tampoco esta afirmación me parece exenta de indicios de conflicto.

En primer lugar, porque como es lógico no hay una sola forma de organización entre la inmigración. Hay varios modelos, que en última instancia, responden no sólo a los distintos tipos de necesidades del colectivo de inmigrantes sino también a distintos proyectos político-ideológicos.

Las formas organizativas de inmigrantes van desde el perfil asociativo asistencialista (asesoramiento jurídico-legal, ayuda humanitaria, ayuda burocrático-administrativa...) hasta plataformas/coordinaciones de confrontación (a veces bastantes espontáneas o surgidas al calor de la lucha). .

El problema es que, aunque los perfiles funcionales parecen bastante distintos entre sí, orientados a requerimientos distintos de l@s inmigrantes, en la práctica, ambos se mezclan. Lo vemos claramente en estos días, en la medida en que la lucha contra la Ley de Extranjería incluye también la lucha por la regularización de l@s llamad@s "sin papeles". Esto implica una negociación política, con todo lo que ello implica. Es decir, hay de por medio intereses económicos, subvenciones, "posiciones dentro del sistema", mantenimiento de interlocuciones privilegiadas que significan "poder", etc. Por tanto, no es claro que estén diferenciados y separados los perfiles de cada forma de organización. Más bien, diríamos que al superponerse en el plano político, funcionan también como portadores de distintos proyectos político-ideológicos.

Pero además hay otras cuestiones, todavía mucho más difíciles aún de debatir, pero que es necesario traerlas a la agenda política.

Por una parte, cuando se plantea la "auto-organización" de los colectivos inmigrantes, se está planteando que como principasles afectad@s por la agresión fascista del racismo, les corresponde a ell@s mism@s "comandar" de alguna forma el conflicto social. Ante esto, varias preguntas para agregar a esta larga lista de dudas. ¿Significa que el resto de las fuerzas sociales que no son especifícamente de inmigrantes no tienen nada que opinar, movilizar, organizar? ¿Significa que la dirección de la resistencia social debe ser asumida por l@s inmigrantes, independientemente de su proyecto político-ideológico? ¿Significa que el trato a l@s inmigrantes no define también el módelo de sociedad que se está creando? ¿Significa que la precarización total del mundo laboral que persigue implícitamente esta Ley de Extranjería es un tema que no atañe a los sindicatos y a tod@s en general?. Particularmente creo que esto no debe ser el significado de la "autoorganización". Entonces ¿qué significa la auto-organización de l@s inmigrantes dentro del conflicto social?.

Si se trata de participar activamente en su nuevo espacio social (no en términos de diluir identidades sino en términos de mestizaje creador de nuevas realidades socio-culturales), lo natural es la nucleación de la persona inmigrante en las organizaciones de clase o las que la sociedad civil tenga o vaya creando.

Un ejemplo es que si la naturaleza de la explotación de l@s inmigrantes es en última instancia a partir de constituir el ejercito de mano de obra más vulnerable y menos protegido, es decir, a su explotación en cuanto clase trabajadora, lo lógico es que su incorporación a las organizaciones sindicales de clase y democráticas para armar desde allí, la defensa de sus derechos cómo trabajadores/as.

Entiendo que esto puede darse, o debe darse, pero no agota en sí mismo la problemática compleja de lucha en el terreno de la inmigración. Haciendo un parangón, diría que es como la lucha por la igualdad de género. Que las mujeres hagan ejercicio combativo de la reivindicación activa de sus derechos laborales en el ámbito sindical no agota la problemática de género, que se continúa en muchos otros terrenos, desde la violencia de género hasta la cosificación de la mujer en los medios de comunicación, desde el derecho a disponer libremente de su propio cuerpo hasta …hasta todo lo demás.

Lo que no puede pasarse por alto, es el bajo perfil de respuesta que ha habido en las organizaciones sindicales mayoritarias. Fundamentalmente porque parece no haber una respuesta clara, contundente y eficaz ante algo que parece bastante evidente, como lo es que la ausencia de derechos básicos para los inmigrantes, la extrema vulnerabilidad en que deben vivir (y no sólo los "sin papeles"), es una punta de lanza de la derecha para precarizar el conjunto de las relaciones laborales y sociales. Es decir, ha dejado ya de ser un problema de los de "fuera" para ser una cuestión que o es asumida por el conjunto de los trabajadores o acabará por debilitar aún más la situación existente.

A modo de conclusión

Por supuesto que el ejercicio anterior, tiene mucho de conceptual, de tipo entomólogo …, puesto a clasificar formas de vidas, que sólo fosilizándolas se pueden mirar.

Quiero decir que en la realidad, los problemas, las distintas teorizacones del problema, los dircusos, las respuestas organizativas aparecen articulados de forma compleja. Y la propia dinámica social es la que juega de coctelera.

Sin embargo se ha instalado en la sociedad un debate significativo y trascendente. Y no es solo "el de la inmigración". De alguna forma se está debatiendo el modelo de sociedad cutre e insolidaria que impulsan la derecha social y el gobierno, más allá de la fraseología centrista, o de los tecnicismos de la gobernabilidad. Por eso, representa también la posibilidad de que esta confrontación emerja como elemento aglutinador de otras luchas, que funcione como disparador global de conciencias.

Por ello, la necesidad de una reflexión de tipo estratégica (es decir, politica) que ayude a la lucha a ir desprendiéndose de los elementos más oportunistas, que incorpore en forma amplia y democrática a sectores amplios de la sociedad, que resista a la tentación de enquistar el conflicto en los márgenes de la misma por priorizar en esta etapa aspectos de radicalidad que aún no parecen estar presente.

Desde esta perspectiva y en la práctica es difícil no compartir varias de las posiciones de confrontación que aquí he tratado de enunciar. El problema (al menos, los que encontramos en nuestra actividad del día a día) es cómo estructurar estas distintas concepciones del conflicto para que constituyan aportaciones válidas, cómo construir la diversidad, cómo se liga el la lucha por todos los derechos para todas las personas un cuestionamiento más amplio de tipo anticapitalista y contra la globalización en curso. Cómo promover el protagonismo de la sociedad civil sin que este se diluya a través de los poros del reformismo inconsecuente, el oportunismo o el sectarismo.

Cuesta construir nuevos discursos que, sin desvirtuar el rigor de la crítica, ni negar la dificultad que el planteamiento político lleva implícito (no caer en la tentación del reduccionismo porque eso es también parte la ideología del sistema), logre hacernos "inteligibles" para la gente con la que interactuamos.

Por supuesto, no existen respuestas claras. Al menos, en nuestro colectivo tenemos más preguntas que respuestas. Y estamos convencidos de que las respuestas no surgirán de especulaciones teóricas, aunque necesitarán de estas. Las respuestas irán creciendo en la medida en que logremos sostener y profundizar el conflicto, en la medida que reconozcamos que la construcción de la diversidad dentro de la izquierda social y política es un problema organizativo complejo, pero probablemente la única aproximación a la realidad, sino queremos incurrir en el error de pretender un pensamiento único, también en este lado de la historia.

En nuestro intentamos estructurar nuestra acción política en torno a algunos ejes básicos: lucha contra el actual modelo de globalización, solidaridad internacionalista y lucha contra toda forma de exclusión.

Desde esta perspectiva, y sin ser una asociación "especializada" en el tema de la inmigración, hemos afrontado este trabajo en los términos que se han descrito anteriormente al hablar de la globalización del racismo y la xenofobia. Sólo que entendiendo que este tipo de intervención social no puede desvincularse del planteamiento de un nuevo tipo de solidaridad internacionalista (no paternalista ni eurocéntrica) porque es la forma concreta en que podría presentarse la lógica global del sistema en nuestros ámbitos específicos de lucha: si los flujos migratorios actuales son el resultado de los desequilibrios asociados a la globalización neoliberal, la lucha por los derechos del ser humano tienen que estar apoyando el "allí" (las causas que hacen emigrar a las personas) y el "aquí" (las causas que producen en la sociedad los elementos de rechazo, afianzando así la ideología más amplia de la exclusión).

Finalmente, soy/somos conscientes de que los terrenos por los que hemos intentado llevar esta reflexión son un territorio difícil de transitar, propicio para tropezar, que en este caso, no significa otra cosa que incurrir en afirmaciones que suenen a poco rigurosas, a poco sustentadas desde discursos no siempre "aceptados" dentro de la izquierda política y social tradicional.

Pero, más allá de la torpeza de las formulaciones, al menos sentiría el haber aportado algo, si resultan provocadoras, si mueven al debate y a la polémica. Si a través de este propio medio o cualquier otro, encontrarámos correctivos o nuevos enfoques sobre el tema, me sentiría satisfecho.