Derechos para Tod@s 
Número 3 
febrero - marzo - abril 2001

  

TRES GOLPES EN EL MURO

Enrique Falcón


Parece mentira que acabe de celebrarse el último sorteo para el Servicio Militar en la historia de España, tras tantas décadas de conscripción obligatoria. En un momento así, menos me vienen a la mente el escaqueo esperable de nuestros "últimos muchachos", la amenaza de la futura Ley de Servicio Civil y la propaganda aséptica o terrible de nuestro nuevo ejército por fin profesionalizado, por fin adaptado a los últimos adelantos en las técnicas del buen matar, como buenos europeos que somos o nos hacen creer las directrices de Seguridad en los documentos del más alto nivel. Más me quedo entonces con tres fogonazos invisibles para esta Nueva-Era-recién-comenzada, la que –como así nos recordara M.Castells– exige a la «nueva guerra» tres condiciones esenciales: que sea "instantánea", "limpia" y "profesional". Todo un proyecto civilizador.

Primer fogonazo: a mi amigo Carlos (astrofísico, buen chaval, pacifista hasta la médula y por ello metido en la cárcel desde hace casi un año) el Coronel-Director de la Prisión Militar de Alcalá de Henares le acaba de denegar el adelanto de la libertad condicional porque Carlos no ha cambiado de ideas: el «tratamiento de reinserción» ha tenido poco éxito en él y sigue pensando y manifestando que la desobediencia civil no-violenta es legítima. Chapas metálicas después en las celdas, en respuesta a que algunos compañeros de trullo mostraran por las ventanas toallas con la palabra "insumisión". Chapas metálicas para el rey desquiciado de Alfred Jarry, el que ahora en mí escribe que «un espectáculo militar bien compuesto debe satisfacer la fórmula de Aristóteles: horrorizar, primero; dar lástima, después».

Segundo fogonazo: el de los 20.000 insumisos de estos 10 últimos años. Y antes que ellos, los 20.000 del '89 que expusimos –sueño adentro– aquella "insumisión colectiva" por la que nos negábamos a hacer la mili y a realizar cualquier prestación sustitutoria, así como a reconocer a ningún tribunal ni consejo que decidiera sobre nuestras conciencias. Y entonces Albert Einstein, incorregible, aquí declarando: «Estoy convencido de que la única forma de abolir la carrera de armamentos y vencer al espíritu militarista es la negativa a hacer el Servicio Militar: una lucha ilegal, pero una lucha por el derecho del individuo en contra de su gobierno».

Tercer fogonazo: Comunidades cristianas de base solicitan a la jerarquía eclesiástica que considere como formas preferentes la objeción de conciencia al servicio militar, la insumisión, la deserción, la objeción fiscal y la desobediencia civil a toda clase de estructura opresiva, según lo predica el espíritu evangelico. Unos y otros, con la esperanza de que "las lanzas se conviertan en podaderas", desertores u objetores fiscales, reabren –sueño adentro– el futuro de la desobediencia valiente, antimilitarista, para tiempos sin servicio militar. Valèry el poeta, desde su cementerio marino, susurra para los muros de esta Nueva-Era: «La guerra es una masacre entre personas que no se conocen para provecho de personas que sí se conocen pero no se masacran».

Así hasta el fin de las eras, una generación hambrienta tras otra generación hambrienta, recomenzando de nuevo y girando en torno al muro. La –por fin– llegada "Guerra Civilizada", contra los pobres de siempre.